La blanca habitación parecía muy solidaria para el gusto de ella, todo la hacía parecer como una criatura pequeña y para, esperando su juicio final en ésa habitación vacía y ella con una bata blanca, pareciendo a los vestidos de uniforme de una cárcel. Después de haberse hecho ésas pruebas, estaba impaciente por saber si lo que había ocurrido en la mañana estaba relacionado con él o no.

Instintivamente acercó su pequeña mano a la barriguita que tenía. Una tripita de 5 meses, pasó la mano por encima de la fina tela blanca que la tapaba, asegurándose que su pequeño seguía ahí dentro. Tenía suerte de haber nacido en una familia tan cariñosa y comprensiva, no sabía que hubiera hecho si su madre la hubiera expulsado de casa... un pequeño sollozo escapó de ella, había llorado tanto últimamente que creía que ya estaba seca.

Todo a causa del padre del bebé tan…

-¡Ah! Señorita aquí están las respuestas de los análisis.- la enfermera pechugona se acercó a ella con una sonrisa melancólica después de haber entrado en la blanca habitación y cerrar la puerta tras de ella…ésa sonrisa no parecía llevar buenas noticias, sino todo lo contrario, pensó la pelinegra.

-¿Ya sabe que le pasa a mi bebé?- la chica se dio cuenta que la sonrisa de gozo al llegar que había hecho la enfermera, a la de tristeza de ahora de la mujer, le dio a entender que algo malo le había ocurrido a su bebé, y considerando por todo lo que habia pasado para que su bebé estuviera bien; deseaba que la vida del pequeño no estuviera en problemas.

Amaba al bebé; casi tanto como amaba al padre…

-Verá. Como sabe algunos casos de embarazos adolescentes, la chica no desea tener el bebé y…

-¡Yo quiero a mi bebé! Lo amo. Sin él no me queda nada.- el rumbo de la conversación no le estaba gustando; esa enfermera no parecía profesional. La sonrisa de la mujer seguía triste.- Sólo quiero saber por que me desmayé esta mañana, y me encuentro al despertarme en un hospital…

-Sé que...bueno. Mire señorita no sé como decírselo para que no le resulte…traumático. Así que…- la mujer enfermera inspiró fuertemente. 'para una que quiere el bebé' pensó.- Señorita Higurashi ha perdido a su bebé. Lo siento.

Flashback (3 meses antes)

-Te llamaré en una semana.- dijo él dándole mordisquitos dulces en el cuello segundos antes de dormirse; aún con el miembro, ahora flácido, dentro de ella y abrazándola por el cuello. Estando Inuyasha encima de ella, Kagome sentía la piel del pelinegro desnudo acariciando la suya y como el corazón, segundos antes desbocado por la pasión, iba tranquilizándose poco a poco.

Cerró los ojos cansada y se durmió abrazando a su no-chico por la espalda, sintiendo el hormigueo del pelo de Inuyasha en sus brazos…

Pero los 7 días se transformaron en semanas y las semanas en meses…

Y ella, estúpida como siempre, seguía esperando la llamada encerrada en su habitación viendo pasar el verano, llorando como una infeliz antes y después de dormirse. Lloraba tanto si era de día como de noche, ahogándose en su propio llanto.

Sabía que estaba haciendo el ridículo; entendía que seguramente a causa de algún problema, tal vez él no pudiera llamarla; pero también sabía que la única razón era que no se acordaba.

Había creído otra vez que las dulces palabras de ésa noche eran verdaderas; que sus besos llenos de pasión y amor recorriendo su boca, su cuello, sus senos… habían marcado un nuevo principio entre ellos, pero sin duda habían sido otro pasatiempo nocturno para el gran chico popular.

Antes, las únicas veces que se habían acostado él se había acordado. Le había enviado sms, le hizo un par de llamadas y perdidas, para recordarle que se acordaba, y lo había echo cada día durante las dos semanas siguientes de haberlo hecho.

Pero esta vez estaba todo perdido. Su relación con Kikyou iba de mal en peor; y las chicas que alardeaban de haberlo hecho con él aumentaban cada semana en demasía.

Así que considero que era normal que después de aguantar un mes esa farsa, hubiera perdido el apetito, la ilusión de verlo o las ganas de vivir.

Su mejor amiga Sango, había insistido que esas bobadas y las mismas bobas que lo decían, era todo mentira.

Pero, más de una vez, sin quererlo, las pesadillas de él con una chica despampánate cualquiera entrando en algún lugar cerrado, para salir en un estado claro de post-sexo minutos más tarde, le invadían por las noche, causándole insomnio.

Así que en un mes y medio más tarde de ése encuentro, Kagome parecía mucho más pálida que antes; sus ojos azules grisáceos, llenos de amor y ternura habían desaparecido. Ya no se preocupaba por su aspecto; de estudiar para el examen de principio de curso; ni temía olvidarse de dejar de respirar algún día.

Kouga tampoco la animó mucho. En un intento para que Inuyasha se pusiera celoso, ella intentó, en la única fiesta de todo el verano que fue a parte de la que se acostó con Inuyasha, acercarse más a Kouga como amiga. Lo único que sucedió fue que estuvo a punto de acostarse con Kouga y de perder a Ayame como amiga.

Igualmente, Inuyasha nunca se enteró de nada, ya que estaba demasiado ocupado acostándose con todas, o eso le decía la parte pesimista de su cabeza.

Al pasar dos meses, Kagome se dio cuenta que algo malo con su cuerpo estaba pasando. Sin casi comer parecía haber engordado; se levantaba con ganas de vomitar y le dolía siempre el estómago. Algunos olores le molestaban tanto, que debía que ir corriendo hasta el lavabo más próximo.

Fue entonces cuando se dio cuenta del gran retraso que llevaba y que seguramente no eran a causa de nervios o de angustia.

Con miedo le contó el problema a Sango. Su amiga insistió para saber quien era el padre, para caparlo; pero Kagome no le dio nombre alguno.

Cuando el aparato para saber si una esta embarazada dio positivo, el problema fue luego comunicarlo a su madre y a su abuelo. Su madre con una sonrisa la felicitó y llamó al colegio enseguida para pedir la baja de su hija, diciendo que Kagome sufría de algún tipo de enfermedad horrible.

Al principio pareció haber problemas de lo que haría con su bebé, puesto que su madre pensaba que Kagome no lo deseaba; pero cuando la pequeña dijo que quería el bebé y que estaba segura de tenerlo, la madre no puso ningún problema. Dijo que si Kagome estaba segura de que amaba al bebé, entonces ella sería una abuela feliz.

El abuelo por su parte, se alegró de tener otro descendiente a quien poder dejar el santuario, en el caso que Kagome o Souta no lo quisieran.

El cambio de Kagome fue tremendo. Enseguida volvió a ser la muchacha feliz de siempre, su piel volvió a ser de ése pálido tan hermoso. Intentó recuperarse y a preocuparse de no tener algún tipo de dificultad que pusiera en peligro a su bebé.

Sin embargo enseguida se expandió el rumor por el colegio del embarazo de Kagome. En un principio su móvil y el teléfono de su casa no dejaban de sonar y de llegarle mensajes insultándola o pidiéndolo muchas tonterías de números y personas que no conocía. Su madre decidió cambiar de número de teléfono, y cancelo la cuenta de Kagome del móvil para que ella no se preocupara por esas chorradas.

A parte de Sango y de Ayame, nadie más hablaba o podía visitar a Kagome. La embarazada, evitaba tener que hablar de Inuyasha si estaba con sus amigas, cambiando de tema sutilmente cuando salía el nombre de ése 'perro imbécil' en la conversación. Sus amigas no debían saber nada de las tres veces que ellos lo habían hecho; así que en esos casi cinco meses no supo nada de Inuyasha.

Tampoco la había llamado o enviado algo. Pero no podía confirmarlo ya que no tenía móvil, ni Internet y su teléfono era secreto.

Estaba feliz por lo menos de tener a su bebé y ahora…

Fin Flashback

-Lo siento Señorita Higurashi. Ha perdido su bebé. - Las lágrimas llenaron los ojos de Kagome sin poder evitarlo. Habia perdido su bebé, el amor que le unía a la poca felicidad y esperanza que le quedaba.-A causa de los primeros meses: la falta de alimentación y cuidado personal, deben haber afectado la salud del bebé. No es culpa de nadie. Si lo hubiera sabido todo sería diferente, pero tampoco sabemos con exactitud las verdaderas razones. Lo siento mucho…

Por segunda vez en el día, la pequeña Kagome, se desmayó.

Las miradas inquisidores, los murmullos de la gente, risas estúpidas de alumnas estúpidas… aumentaban mientras Kagome caminaba por el pasillo central del colegio. Sentía como las miradas se clavaban en su espalda; como se pegaba el desprecio a su espalda.

Sin querer se llevó la mano hacía su plano vientre, intentando encontrar el apoyo de alguien que la entendiera; pero se dio cuenta que ése gran apoyo ya no estaba. Seis meses atrás nada le hubiera importado, pero ahora se sentía sola.

Cuando apretó su mano en la tela que estaba encima de su barriga, oyó a pocos metros de ella las risas de todas las chicas que la miraban con cara burlona. Una de ellas era Kikyou, que parecía disfrutar más que nadie por la lástima que Kagome parecía llevar su alrededor.

Corrió tanto como sus piernas le permitían; y empujando a la muchedumbre entró en uno de los lavabos femeninos justo antes de golpear con una última figura, la de un chico. Seguramente a causa de las lágrimas, Kagome no le vio y sin ni siquiera pedirle perdón por haberle golpeado abrió la puerta y se encerró en uno de los w.c. con el mayor portazo de toda su vida.

El chico se giró hacía la adolescente que había perdido dentro del lavabo. Su coleta negra y sus ojos dorados le hacían sumamente atractivo. Todas las chicas caían rendidas ante él, no habia ninguna que no pensará en ese chico día y noche, pero en cambio él… hacía tanto tiempo que Inuyasha no podía dejar de pensar en la pequeña amante que había tenido...

Sus ojos de un dorado intenso se cerraron por inercia, volviéndolos a abrir; apretó la mano con al cual llevaba la carpeta, como si quisiera comprobar que no estaba soñando.

-¿Ka-Kagome? – la sorpresa de verla otra vez, no entendía del todo al razón, pero sentía que un peso se le había ido de encima

Desde que se había enterado de su embarazo había hecho cuentas, para saber si él era el padre. Pero si sus cuentas eran correctas, cuando él se había enterado, la chica debía estar de tres y no de dos meses.

No entendía entonces quien era el padre. Inuyasha estaba completamente seguro que la única persona que Kagome amaba y que deseaba era él.

Ni siquiera Sango sabía la maldita respuesta, no sabia quien era… sin quererlo se sentía traicionado por Kagome, por la chica que siempre le sonreía… Y cuantas más vueltas le daba al asunto, más perdido se encontraba y una parte dentro de él iba desgarrándose poco a poco con cada idea absurda en qué pensaba.

Sólo habían pasado cinco minutos y le parecían una eternidad. Tenía la espalda apoyada en la puerta y los brazos alrededor de sus piernas. Escondía la cabeza entre sus rodillas llorando por su mala suerte, tiritando por el dolor de sentirse sola nuevamente.

En lo único que podía pensar era en Inuyasha; incluso sabiendo que él ni siquiera debía acordarse de la 'perra' de Kagome, simplemente no podía evitarlo. Y lo peor que él debía estar en el mismo edificio que ella, en el colegio. Tenía miedo de encontrarlo, de montar una escena delante de él y poniéndose a llorar com una mema.

-¡Kagome!- Sango picó varias veces en donde se había encerrado Kagome. Ella se levantó lentamente apoyándose en la pared, mientras se limpiaba con la manga las lágrimas.- Sé que es duro Kagome, pero debes salir. Vamos. No me gusta verte así amiga…

Sin rechistar se giró lentamente hacía la puerta y la abrió con poca decisión. Se acercó hacía el espejo del lavabo. Sus ojos volvían a estar rojos a causa de las lágrimas; con un sentimiento de amargura en ellos que sabía que no desparecerían ni en miles años.

-Sé que tal vez es un mal momento, pero quiero presentarte a Miroku. Es mi novio, ya sabes.-Kagome asintió medio ausente, mientras se lavaba la cara.- Ven conmigo. Tiene un amigo que es bastante… ejem… amigable. Sobretodo cuando te acostumbras a él.