3.
Estaba doblada y llena de náuseas. Muriendo. Sus manos en sus rodillas. Que clase de tortura era esta y qué clase de maniáticos disfrutaban hacer estas cosas. Las piernas llenas de algo entre hormigueo o dolor o comezón. Tratando de recuperar su respiración normal y con un dolor en el costado. Mojada con sudor a pesar del frío. De repente la mano en su boca. Su estómago contrayéndose en espasmos y su boca haciendo horribles sonidos, quería vomitar.
-No pasa nada, Granger. Esta bien. Solo respira por la nariz. Profundamente.- Le dijo Draco, agachándose hasta estar en cuclillas a su lado. Se había detenido de seguir subiendo la ladera cuando ella le llamó -Draco, espera, ya no puedo más- después limpió el sudor de su frente con el dorso de su mano y regresó al lado de su novia.
Habían trotado por media hora, a muy baja velocidad, a lo largo de la vereda a un lado del lago. Él había escogido un ritmo de ejercicio suficientemente bajo para que no fuera extremadamente difícil para ella, pero no tan fácil como para que no empujara sus límites. Solo así se puede mejorar el rendimiento, empujándose a uno mismo.
Hacía frío, pero afortunadamente no estaba lloviendo, solo estaba nublado como muchos de los días de noviembre en aquel lugar. Pronto tendría que encontrar algún modo de tener luz mientras corrían pues los días seguían acordándose rápidamente. O quizás tendrían que hacer ejercicio en el gimnasio a un lado de la cancha de quidditch.
Media hora de correr quizás era suficiente para el primer día de entrenamiento de su novia, así que para finalizar la había invitado a subir por la ladera de uno de los muchos montes y cerros alrededor del lago. Apenas unos pocos minutos de ese esfuerzo la llevaron al límite.
Draco se levantó, acarició brevemente la espalda de su novia, se quitó la sudadera que traía amarrada a su cintura y la colocó en la espalda de su bruja. -No quiero que te enfries antes de estirarte.
A ella le tomó unos momentos recuperarse de la falta de aliento. Una vez que lo hizo le devolvió su sudadera, desamarró la suya de alrededor de su propia cintura y se la puso. Era roja con una g mayúscula de color dorado. El la miró y deseó que su chica pudiera ser una slytherin, no que los colores rojo y dorado no se le vieran bien pero sospechaba que esmeralda y plateado lucirían espectaculares en ella.
Procedieron a bajar lo poco que habían subido de la ladera para así estirar sus músculos en el terreno firme y nivelado de la vereda a lo largo del lago. Caminaron un poco antes de estirarse bajo las instrucciones que él le daba.
Ya estaba comenzando a oscurecer. Era hora de regresar.
-Espera, el tenis me está molestando, creo que traigo una piedra.
Se agachó a ajustar su tenis mientras ella lo observaba.
Por todos los cielos, su novio era tan atractivo. Alto y esbelto pero con hombros muy amplios y músculos bien definidos.
Terminó de arreglar el tenis que le molestaba y se incorporó.
Y tenía una figura atlética y estilizada.
Comenzó a caminar hacia ella.
Sus facciones masculinas eran al mismo tiempo tan finas.
Seguía acercándose y ella podía ver su piel casi color de mármol acentuada con un tinte rosado después del ejercicio.
Tan cerca. Sus ojos grises brillando con emoción, mirándo… ¿su boca?
Su corazón estaba nuevamente latiendo descontrolado, esta vez no por la culpa de la pendiente en las laderas. Pero por la cercanía de esos labios tan sensuales.
En un instante sus brazos la habían atrapado y sus labios estaban besándola, enseñándole que un poema de amor no siempre se declama con palabras.
La firmeza de sus brazos, la determinación de sus manos, las había amado desde el primer día que él la abrazó, eran tan convenientes ahora, porque sus piernas amenazaban con fallarle, no sólo débiles debido al ejercicio pero también por una sensación de necesidad absoluta y cegadora que se originaba en su vientre.
Quería continuar, pero era imposible, no se podía, no, no aquí, no en la escuela. Ella era un ejemplo a seguir para todos los estudiantes. No podía traicionar toda la confianza que las autoridades habían depositado en ella. ¿Cómo podía romper las reglas ayudada por el poder y los privilegios que su cargo le habían otorgado? ¿Con qué conciencia podría amonestar a todos sus compañeros adolescentes, cuando se suponía que los hiciera cumplir las reglas? Tenía que distraerse y no seguir jugando con fuego.
Su mamá se lo había advertido cuando tuvieron "la conversación". -Cuando estás en una relación romántica con alguien, Hermione,- le había dicho su mamá, -hay emociones nuevas y muy intensas. Y lo que comienza como un beso puede avanzar hasta una relación sexual. No es bueno, ni es malo, pero tu debes de saber que es lo que quieres. Y decidirlo con la cabeza fría. Debes de detenerte si no deseas seguir avanzando, o si las condiciones no son apropiadas; por ejemplo si no tienes protección o si no estás en un lugar adecuado. Y es mejor detenerse antes de que el instinto tome control de la razón.
-¿Y cómo sabré cuándo detenerme?
-Bueno, toma un poco de práctica aprender a conocer tus propias sensaciones. Pero puedes empezar poniendo atención a cómo reacciona tu cuerpo.
Y bueno, ya tenía un poco de experiencia. Lo que había pasado con Ron en la madriguera... era complicado de explicar.
Él estaba en su cuello, lo recorría con su boca besándolo, chupando suavemente con sus labios, su nariz presionando puntos muy sensibles y provocando sensaciones indescriptibles.
Por todos los cielos, esto era delicioso, aunque quizá debería sentirse incómoda de que estuviera besando y chupando su piel salada por el sudor. Pero a él parecía no importarle.
-¿Draco?
-¿Mmhh?- su voz sonaba rasposa con placer, y opacada pues había respondido aún ocupado en su cuello.
-Quizás va a llover, tenemos que regresar. Mis piernas se sienten como de trapo, no voy a poder correr si empieza a llover.- se movió un poco hacia atrás cuando habló, empujándolo suavemente por el pecho.
El se incorporó lentamente, en contra de su propia voluntad. Sus manos aún en la cintura de su novia.
-¿Y crees que tu novio es tan inútil que no puede hacer nada por ti? Vamos, Granger, no solo tenemos magia también tengo un cuerpo para cuidarte.
-¿Y?
-Te puedo cargar. Ven, brinca a mi espalda, te llevo.
Obviamente no quiso, ella era la jefa honoraria de prefectos y esos juegos de adolescentes, a sus 19 años, deberían de empezar a dejarse atrás. Pero qué es enamorarse sí no sentir que caminas en las nubes. Ir más allá de lo que crees posible. Estar dispuesto a muchas cosas para hacer feliz a alguien más. Y en ese momento, atraparla por los muslos y cargarla poniendo su estómago en su hombro y sus piernas firmemente sostenidas por sus brazos, era la idea más brillante que podría haber tenido. Aún cuando ella se protestaba, podía escuchar en su voz no solo confusión, también la diversión qué hacer travesuras les provocaba.
Finalmente se rindió y dejó de pelearle. Más valía aceptar que eso era divertido, aunque la sangre se le estaba yendo a la cabeza y le costaba un poco de trabajo respirar profundamente. Más calmada le pidió que le bajara antes de llegar adonde pudieran verlos los demás estudiantes. Llegaron a su habitación. Como siempre él se dispuso a esperarla sentado en el escalón del porche de su recámara.
-No creo que esté bien que me esperes afuera todas las noches Draco, se supone que todos deben de estar en sus dormitorios cuando empezamos la ronda de la noche. Si alguien más te ve te puede meter en problemas. Especialmente ahora que tu amiga Annie está enojada con nosotros, si sabes que es muy amiga de Kathy ¿verdad? Y Kathy es la prefecta de slytherin.
-Bueno Granger ¿y qué es lo que sugieres? no puedo nada más irme a la cama y olvidarme que andas allá afuera arriesgando tu seguridad ¿Que les va a parecer a nuestros hijos cuando les contemos que daddy se iba a la camita mientras mami estaba por allá en medio de la noche asegurándose de que todo estuviera bajo control y así daddy estuviera muy seguro en su camita calientita? Un caballero no hace eso.
-¿Y quien dijo que tú y yo vamos a tener-
-Tres, Granger, van a ser tres pequeños ratones de biblioteca con habilidad para volar una escoba, de cabello rizado y rubio.
-Jaja.
-Solo recuerda mis palabras.
-Está bien, está bien. Espérame dentro de tu habitación. Cuando regrese puedo ir a avisarte que ya regrese. Para que te quedes tranquilo.
...:...
Así que ahora él tendría que tragarse sus sueños frustrados. Tres meses después Draco caminaba con un vaso de whisky en la mano. Iba a desgastar la alfombra bajo sus pies pues caminaba una y otra vez yendo y viniendo desde una pared hasta la otra del salón familiar en la mansión Malfoy.
Era la primera vez que habían discutido tan acaloradamente y Hermione le había dicho que estaba harta, cansada, que necesitaba que la dejara en paz.
