20.

Los ojos de Hermione se abrieron; desorbitados, en terror, voltearon a mirar la puerta que conectaba el vestíbulo con la sala donde ella se encontraba, al mismo tiempo soltaba inconscientemente los bloques de juguete que tenía en las manos. Su corazón comenzó a latir desesperadamente, golpeando con fuerza su pecho. De repente se sintió mareada y aún así se levantó rápidamente del piso. Su mente corría a mil por hora ¿Que iba a hacer? no podía quedarse a comer con Andrómeda tal como lo había prometido; no en estas nuevas circunstancias.

¿Qué hacía ahí Draco? Bueno era tonto preguntarse eso. Ellos eran su familia. Su tía y su sobrino. Pero, en este momento, no podía detenerse a maldecir su suerte, la horrible coincidencia de que se le hubiera ocurrido también visitarlos ese día. Lo que ahora urgía era idear un plan para escapar y así evitar, lo más que se pudiera, una experiencia incómoda para Andrómeda, una crisis. Se estaban acercando peligrosamente a la entrada de la habitación, los podía escuchar.

-Ni te imaginas quién está aquí también.- le dijo la dueña de la casa a su sobrino después de darle un abrazo de bienvenida y mientras caminaban hacia la sala.

-¿quién?- preguntó el chico, pretendiendo ignorancia pero sabiendo perfectamente de quién se trataba.

Harry había sido incapaz de convencer a su amiga para que se reuniera con su ex, así que había recurrido a divulgar cierta información.

-Ah, mírala con tus propios ojos.- le dijo a su sobrino cuando llegaron a la puerta de la sala, acompañando la afirmación con un movimiento de su mano , después volteó a informar a su invitada. -Hermione mira que agradable sorpresa.

Era claro que no se trataba de una sorpresa agradable para la muchacha en el par de pantalones pescadores de mezclilla y la blusa color salmón; más bien parecía que se le había aparecido lord Voldemort recién resucitado. Parecía petrificada, estaba parada descalza en la alfombra (se había quitado los zapatos antes de pisar la susodicha) sus brazos colgando inertes a los lados y el color se le había ido del rostro.

-Ohhh…- murmuró confundida, no sabía qué hacer, qué decir. Tenía frío, tenía calor, ganas de vomitar, de acurrucarse en un rincón o de salir corriendo, quizás quería ir al baño o hincarse en piso y jalarse los cabellos. Su estómago se enredaba y se desenredaba.

-Hey.- el joven la saludó con la mejor de sus sonrisas, estaba emocionado, casi eufórico.

-¡Daco!- dijo Teddy con un pequeño grito lleno de emoción cuando descubrió que su tío estaba ahí . Después se levantó y caminó hacia él, tambaleante con pasos de niño pequeño.

Bendito bebe le estaba dando más tiempo para pensar.

-¿Cómo estás, pequeño arcoíris?- le llamo Draco por su apodo, el que él mismo le había adjudicado debido a todos los colores que podía dar a su cabello. -¿Estás jugando con la muchacha más hermosa y brillante de Inglaterra?- Lo levantó hasta cargarlo en su antebrazo derecho.

-Daco ¿vede? ¿Minioni?- le dijo Teddy señalando los bloques de construcción que el mismo muchacho le había regalado.

Andromeda los miraba entretenida y Hermione decidió que no podía quedarse un segundo más, tenía que irse, pero había dejado sus zapatos justo atrás de donde estaba Draco ¿Que iba a hacer? Entonces recordó que podía usar magia.

Con un simple accio los trajo a su mano.

-Lo siento mucho, tengo que retirarme. Me olvide de que tengo que entregar un reporte urgente el lunes y… y...es muy importante... -dijo apresuradamente mientras dejaba sus zapatos en el piso. Después finalizó con un triste "De verdad lo siento"

-Oh. No. Quédate a comer. Te va encantar lo que preparé. Podemos comer inmediatamente y así no te tendrás que preocupar por cocinar.

-Maravillosa idea.- le dijo Draco comenzando a caminar en su dirección con el bebé en sus brazos.

Hermione dio un par de pasos hacia atrás mientras levantaba sus manos en señal de alto, detente, después volteó a mirar a la abuela de Teddy y agregó. -verdaderamente me tengo que ir. Ya.

-Mira. Me gustaría platicar contigo- Le dijo el joven. -¿te puedo acompañar? Hay algo importante que quiero decirte.

Andrómeda estaba entendiendo rápidamente. Caminó hacia el joven.

-Ven acá Teddy vayamos a la recámara a revisarte ese pañal.- extendió sus brazos para tomar al bebé de los brazos de su tío. Y comenzó a caminar hacia la puerta que conectaba al vestíbulo.

-No. Tío Daco. Vede.- protestó el pequeño.

-No. Ven. Vamos a la recámara.

Le estaba ayudando a su sobrino, Hermione estaba segura. No hacía mucho le habían cambiado el mentado pañal.

La estaban acorralando y ella no quería hablar con él. Se lo había dicho, nunca más quería verlo ¿por qué no le ahorraba el sufrimiento? No se daba cuenta que no quería estar a su alrededor porque no podía; era una tortura tan dolorosa. Ver sus hermosos ojos llenos de vida que la atravesaban hasta el alma. Su hermoso rostro que tantas veces había besado. Su cuerpo que la había acurrucado en incontables ocasiones. Su propio cuerpo recordaba el cuerpo de Draco; la memoria estaba aún tan fresca en su mente y en su piel . Como un niño en medio de un berrinche inmaduro su mente la amenazaba con que nunca más iba encontrar a un hombre como él.

Sentía que quería llorar y quizás lanzarse a su pecho para golpearlo con sus puños, quizás enviarle pajaritos que lo picotearan o quizás lanzarse a su pecho y jalarlo por la camisa hacia ella y besarlo y hacerle prometer que no la engañaría otra vez, entonces aparecerlos en su recámara y entregarse nuevamente con desesperación a él…

Quizás tal como su tía Olivia lo había hecho muchas veces con su ex esposo.

Pero Hermione Granger no era otra cosa que la disciplina hecha persona. Y sabía que era lo que debía hacer. Mil veces se había prometido a sí misma que ella no viviría la tragedia griega que su tía había vivido por años

-No, Andromeda, de verdad ya me despido. Me estoy acordando también que es probable que se me olvidó la estufa prendida. Me tengo que ir, urgentemente.- le dijo, al mismo tiempo que se ponía uno de los zapatos

Pero Andrómeda ya estaba a punto de cerrar la puerta de la sala.

-No tardaremos mucho, Hermione. Por favor acompaña a mi sobrino un momento .- y con esto cerró completamente la puerta. dejándolos solos.

-Dame oportunidad de explicar,- le dijo el chico acercándose un par de pasos.

Ella meneó su cabeza y levantó su mano derecha para detenerlo. Lo miró brevemente y desvió la mirada

-No. Escúchame. Yo ya he tomado mi decisión acerca de ti.- Agregó con la boca seca y el corazón apesadumbrado mientras miraba hacia abajo para ponerse su otro zapato deteniéndose del respaldo de uno de los sillones.- No se que es lo que quieres explicar. Ya lo dijiste todo. No tuvieron relaciones, está bien. Pero la besaste y tu intención no era quedarte así, tú intención era acostarte con ella. Zabini te rescató, eso no fue tu mérito.- del mismo sillón tomó su pequeña bolsa y sacó su varita del bolsillo de su pantalón mientras continuaba. -Si él no te hubiera detenido, otra historia contarías. Quizá no quieres entender pero… de verdad no puedo continuar con esto. No estoy dispuesta.

Inmediatamente, desapareció de esa casa, no necesitaba de la chimenea, tal como mucha gente mágica lo necesitaba. Muchos lo hacían de esa manera, a través de las chimeneas , porque la desaparición no era un hechizo fácil, muy pocos se sentían cómodos de usarla.

Lentamente Draco abrió el cajón de su escritorio. Se había movido de habitación en habitación durante la noche, como alma en pena. Esto era lo que su padre deseaba conservar, su mansión y su único descendiente, los legados de su existencia. Ahora que había perdido su libertad su última esperanza era que su hijo le diera nietos que continuaran su estirpe, que continuaran pasando de generación en generación el monumento a su vida que era esa mansión extravagante.

Sacó las cartas que Pansy le había enviado últimamente y una fotografía que Astoria le había dedicado del día que la acompañó a la graduación. Ambas chicas lo querían, no era difícil darse cuenta.

Por su parte en ese momento no sentía ganas de tener hijos con ninguna de ellas, pero casi podía intuir que cualquiera de ellas se sentiría halagada de que la eligiera con esa finalidad. Con el tiempo quizás se enamoraría o al menos se acostumbraría a la realidad. Quizás, no podía estar seguro.

De lo que estaba seguro era de que tenía que tener objetivos en la vida y la vida lo estaba empujando a mirar con compasión el sufrimiento de su padre. Su padre siempre había querido una descendencia numerosa y sin embargo había respetado la mala jugada que el destino le había otorgado cuando su esposa fue dejada infértil. Había contemplado la posibilidad de tener hijos con otras mujeres pero no lo había hecho. Amaba a Narcissa y a él hijo que ella le había dado, se parecía tanto a ella.

Ahora que su vida se había quedado vacía, podía contemplar la posibilidad de hacer feliz a su padre. Su madre tenía razón, la salud de Lucios estaba deteriorándose rápidamente pues la calidad de vida dentro de esas cárcel era deplorable e inhumana. Es saber que su hijo estaba en camino de darle nietos le daría tranquilidad en sus últimos años.

Abrió el cajón de abajo en su escritorio y buscó papel para escribirle una carta a la chica que cortejaría.