Capítulo 8: Cruda realidad.
"Good Omens es una serie de Amazon Prime, libro propiedad de Terry Pratchett y Neil Gaiman"
Escucho la alarma de su celular en su sonido estéreo, había olvidado desvincularlo de su reproductor musical de última generación, y el molesto sonido de su iPhone retumbaba en sus oídos recordándole que era miércoles, que tenía una junta por la mañana con Michel, y por supuesto que a su lado estaba Anathema dormida en una pose nada cómoda, la chica yacía como un tronco, no se inmuto con el escándalo que ocasiono su teléfono móvil.
Se puso de pie, sintiendo la fresca brisa que inundaba la casa, encendió la calefacción y cubrió con una manta a la morena, dirigiéndose a revisar a su amigo, pero al subir las escaleras desde las puertas de cristal que lucían adornadas con un par de plantas de helechos color verde, vio la desarreglada cama vacía, corrió dentro de la habitación a mirar si Azira no yacía en el retrete de su baño, pero este lucia desierto, la ropa del rubio desapareció del suelo, sólo quedaban las sabanas sucias por el vómito y la corbata del aludido tirada en un rincón.
Crowley maldijo tan alto que asusto a la morena que apenas despertaba, esta observo que ya era de mañana, se apresuró a correr con poca gracia por las escaleras del departamento del pelirrojo que lanzaba todo a una cesta para retirarlo de su habitación. El ambiente era frio y se abrazo a si misma, sintiendo sus pies desnudos tocar la mullida alfombra que decoraba el cuarto del pelirrojo.
— ¡Se marchó!, ¡ese bastardo malagradecido se fue sin avisar! — se quejó Crowley, Anathema se preocupó, el rubio se fue de nuevo, en un estado de resaca extrema y sin decir ni una palabra.
— Tal vez me vio, estaba dormida en el sofá a lado de usted, ¡mierda! — se cubrió el rostro de la pena, la cesta se le cayó de las manos a Anthony, quien volvió a decir un juramento, sin duda alguna el rubio se volvió a hacer una idea errónea de la situación.
— Estoy frito, ¿Cómo explicare que estabas en mi departamento? — se molestó consigo mismo por ser tan imbécil, se complicaron las cosas de nuevo, sin que pudiera intervenir, todo por el estrés de no saber qué hacer con el rubio estando tan ebrio.
— Es mi reputación la que está en tela de duda, no la suya — murmuro, más como un regaño a sí misma, que, como un método de seguir la plática, el pelirrojo se sintió mal por aquello y le permitió a la chica arreglarse para ir ambos a trabajar.
Ya después enfrentaría a Aziraphale.
Ambos se vistieron para salir a la oficina, Crowley lucía un pantalón color negro, una camisa roja de vestir entreabierta y un saco deslavado; Anathema llevaba un sencillo pantalón de vestir gris y una blusa color purpura, se hizo una coleta para recoger su cabello ondulado, y sus gafas de montura color negras, se colocó un abrigo negro que el pelirrojo le brindo.
— ¿Tiene ropa de mujer en la casa?* — pregunto la jovencita, enarcando una ceja, Crowley ignoro la pregunta, y coloco sus gafas de sol negras, eran de punta redonda, y cubrían sus enigmáticos ojos color ámbar.
— No hagas preguntas que no tendrán respuesta — se quejó, haciendo que la morena realizara un mohín, ambos salieron en el Bentley del coordinador, la jovencita maldijo por olvidar sus zapatos de tacón, tenía unas botas sencillas, esperaba que Michel no las notara; el coche arrancó a una velocidad no permitida.
— Llegaremos en diez minutos, necesito que te bajes de aquí y llegues primero a la oficina — le sugirió Crowley a Anathema, estacionando el menos unas cuadras de distancia — no quiero que se levante los rumores, son más rápidos que la lluvia en Londres.
Anathema se bajó presurosa, y meditando todo lo acontecido, iba tan rápido que se topó de frente con una espalda angulosa, la persona le sacaba al menos una cabeza de altura y la ayudo a no caerse.
— ¿Estas bien? — pregunto al ver que la chica perdía por un momento el equilibrio.
— Si, lo lamento — y Anathema vio un par de ojos muy lindos detrás de unas gafas cuadradas, el joven vestía formal, pero llevaba un gafete de seguridad, tenia un cabello alborotado, era un nerd, pero uno agradable a la vista.
— Soy Newt — se presentó, ella tomo la mano extendida, dudosa, pero apenada le devolvió el saludo — trabajaré aquí.
—Me llamó Anathema, tenía que moverme rápido y no te vi — explicó un poco apenada, aturdida a un por la sonrisa sincera del chico, ella vio la hora y se despidió rápidamente para correr al elevador.
Crowley a lo lejos observaba todo, eso sería motivo de burla hacia la abogada por un par de semanas.
Anathema llegó corriendo y observo su oficina ya siendo ocupada por varios de sus compañeros, los saludo y para su fortuna no había llegado Beelz, la jovencita soltó un suspiro aliviada, pero sintió una mirada en su espalda y volteo preocupada, miro los ojos casi glaciales de Aziraphale, quien parecía no estar en su mejor momento.
— Deseo hablar con usted señorita Device — le menciono, todos sus compañeros murmuraron, el gerente de recursos humanos no llamaba a nadie a su oficina, no al menos así, ella se apresuró a ir detrás de él, ocasionando murmullos a su paso.
— Señor Fell — comento, al entrar detrás de él, el hombre tomo un frasco de aspirinas de un cajón en su escritorio y se tomo dos de golpe, llevaba un termo de tartán inglés, la chica miró curiosa aquella botella y tosió para seguir con su discurso.
— No diga más, se que no soy la persona indicada para dar un sermón, no después de lo que usted vio ayer — la corto, ella guardo silencio — lamento la imagen que tiene de mí, pero creo que ambos sabemos que no debimos de estar en el departamento de Crowley, usted es una dama, y yo estaba demasiado ebrio.
— Las cosas no son como piensa — le intento explicar, pero él la miro de una manera poco amable, ¿Quién diría que el rubio tenía semejante genio?
— ¡Pienso, que no tiene que explicarme nada! — levanto la voz, ella lo miro asombrada — ¡No quiero escucharla!, solo quiero su discreción de lo que vio, y sobre todo que recuerde que aun esta prueba, no deseo que Elizabeth tenga una idea errónea de usted.
— Señor Fell…
— ¡Retírese! — le ordenó, y ella salió dando un portazo a la puerta de la pintoresca oficina, corrió a un baño a refrescarse, estaba sudando a mares y sentía un nudo en la garganta.
Aziraphale se cubrió la cara, la chica no había dicho ni pío y él se sentía un completo desastre, no hacia falta otra cosa que empeorara su día.
— Vaya juerga que te pusiste — dijo una voz desde su puerta, Crowley lucia como solo él podía lucir, fresco como una magnolia, sin un ápice de culpa por tremenda borrachera.
— No deseo verte — susurró — tengo mucho trabajo, y un dolor tremendo de cabeza.
— Una cerveza por la tarde curara eso — le dijo risueño el pelirrojo, pero Azira ni se inmuto, empezó a escribir en su computador, ignorando a Anthony.
— Azira, por favor, lo que paso ayer, ¿Por qué huiste?
— Quise darte privacidad, lamento haber interrumpido tu velada con ella — le dijo escueto, tanto que el coordinador sintió un nudo en su garganta, debían ser celos, unos muy profundos hacia la pobre abogada.
— Mañana es la fiesta de la compañía, ¿Querías ir conmigo? — le dijo, su tono intentaba sonar coqueto, pero la frialdad del rubio al verlo, ocasiono que flaquera.
— Llévala a ella — le contesto, tan seco como el pan de su tía Gertrudis en navidad.
— ¡Fell! — le grito, colérico al sentir su corazón partirse, este hombre era un verdugo cruel— No llevare Anathema, ella fue a ayudarme… amenace con despedirla si no iba.
Aziraphale lo midió con la mirada, no tenía derecho a estar furioso, no al menos con una cuestión que no estaba seguro, aunque el recuerdo de la chica dormida en el sillón de Crowley le dolía, no estaban abrazados, pero si hubiera sido así, si estaban intentando guardar apariencias.
— Esta bien…
Crowley quería abrazarlo, pero lanzó un suspiro de alivio al ver que su rubio amigo miraba apenado la laptop de su escritorio, él tomo su barbilla, haciendo que la cara del gerente se tiñera de carmín.
—Ya no estés triste, no me iré nunca de tu lado, por nadie — confesó, quitándose las gafas para clavar sus ojos en él, por un momento percibió un brillo ligero en los dos glaciales que se habían convertido sus fanales color mar, y quiso besarlo, pero aún no era tiempo — tengo una junta con Michel, solo quería verte tranquilo, deséame suerte.
— Suerte — murmuro, sintiendo una tranquilidad al mencionar esa palabra, eso era algo que no necesitaba el pelirrojo, pero lo vio irse con su camina descuidado y se acaricio la barbilla, donde minutos antes estaba la mano delgada de Crowley, y con esa sensación quemándole las entrañas decidió terminar sus pendientes.
Crowley caminó a la oficina de dirección general, era una oficina en el ultimo piso del edificio, el director estaba de vacaciones y su asistente lo había convocado, observo la recepción amplia e iluminada, las paredes eran de madera, con un enorme escritorio de caoba pura con una silla, detrás de aquel mueble la puerta con una placa de letras doradas enmarcaban el nombre de "Satanás" como el director general, Michel estaba en una silla de cuero, con una Mac frente a ella, vestía impoluta, con un vestido Versace blanco, y unos tacones de aguja negros altísimos, atendía una llamada cuando Crowley se paró frente a ella.
— Llegas con mucha anticipación — le comento viéndolo de reojo y aprobando su apariencia — Satanás me pidió pedirte tu apoyo, hay unos nuevos eventos que debes de acudir, ¿Cómo andas para ir a Francia?
— ¿Cuándo seria mi vuelo? — pregunto pensando en todos sus pendientes, no era que le disgustara irse a Francia, el vino de por allá era excelente, pero no quería dejar solo a Aziraphale.
— Después de la fiesta, no se si enviarlos a ambos, Azira ha estado muy distraído, no está dando los números que le pedimos, y pues esto es más por temas de nuevas alianzas de salud — comento la rubia, poniéndose de pie, Crowley le hecho un vistazo rápido a sus largas y mortales piernas, sin duda el director "comía" muy bien, sonrío ante su ocurrencia.
— Estaré encantado, ¿Satanás ira contigo al evento? — pregunto burlón, ganándose una mirada de reproche de la aludida, odiaba un poco al doctor, pero no por eso se dejaba amedrantar.
— Juegas con tu suerte, pero si, él ira conmigo — le contesto, con una sonrisa cínica, que le sentaba de maravilla — y tú, ¿iras solo?
— Tal vez no, pero al menos daremos de que hablar querida amiga — se burló, dejando la silla frente a Michel para marcharse a su propia oficina — siempre damos de que hablar…
Michel lo vio irse, sin duda Anthony J. Crowley era un caso desde su llegada a la compañía, era un buen tipo, algo melancólico, pero el único que sabía de su amorío con el director, la descubrió una mañana al verla salir acomodándose la blusa, él ocupaba unas firmas y ató cabos enseguida.
— ¡Mierda! — le gritó ella — si dices algo… ¡date por despedido!
Crowley se marchó soltando una carcajada. No tenia nada de malo, Satanás estaba soltero, pero que su asistente se liara con él, era mal visto en todos los ámbitos profesionales, pero, ahí estaba ella con un romance prohibido y un empleado que lo sabía todo.
Elizabeth iba tarde a la oficina, nunca ponía en duda su puntualidad, pero en una ocasión única e irrepetible se dispuso a intentar arreglarse un poco, todo porque después de la junta con Gabriel acabó con la moral pisoteada, pero nada como ver al idiota del gerente esperar en la esquina con su coche por una mujer de inigualable belleza.
Ella sabía que el idiota de Gabriel no era un hombre si pareja, de hecho, los chismes de la oficina mencionaban que eran muchas chicas con las que se "frecuentaba", y eso la hizo sentir por alguna razón mal, ¿Cómo era que eso la afectaba?
El tipo era nefasto, pero tenia un aire que le agradaba, no sabía por qué, si era el echo de que fuera tan firme con ella, o su apariencia tan angelical a pesar de ser un infierno por dentro, que la incitaba a buscarlo, podía mandar a Anathema a tratar con él, la abogada era bella, y tendría mejor suerte con él que ella misma, pero no.
Esa batalla era suya, y ahí corriendo para que solo fueran diez minutos subió al ascensor hasta el piso 13, cuando las puertas se abrieron, un cuerpo robusto entro al igual que ella, era el aludido respirando con dificultad.
— Hola Baal — la saludo, lucia una gabardina color café fuerte, y un traje sastre color negro, él casi nunca vestía de ese color, ella trago saliva, y desvió su mirada para intentar ignorar la colonia que llegaba a su nariz, ambos estaban en ese estrecho espacio — ¡Vaya, estas maquillada!
Ella chisto, él había notado el gran esfuerzo de maquillar sus pómulos de un tono durazno y haber invertido al menos diez libras en aquel labial color rosa, muy ligero, pero que hacia que su piel blanca se viera más lechosa.
— Si, buenos días — contesto, seca, ni todo el maquillaje podrían mejorar su áspero carácter, se vio en el espejo del elevador, aun así su ropa era un fiasco, blusa color negro, pantalón beige, pensó en usar el vestido que compro solo para la inspección de Michel, pero no, esa no era ella, la jovencita que lucia acicalada ante un imbécil como aquel gerente no era la imagen que quería de si misma, ella un éxito sin belleza, no la necesitaba.
— Te ves bien — la elogio, en verdad se notaba el enorme esfuerzo que la chica había hecho, pero al ver la mueca de enojo, sintió que no debió haber hecho eso — Beelz, yo, lamento lo que te dije.
Aquel viaje estaba durando una eternidad.
— ¿Qué lamentas, Gabriel? — le cuestionó en tono acido la chica — El hecho de que tu machismo no te deje ver mi trabajo.
Él se molestó, miro su gesto y sintió unas enormes ganas de apretar el botón de emergencia y hacerla callar con su boca sobre la de ella, pero cerro los ojos tragándose su ímpetu, no, él no perdería el porte, no ante Belcebú.
— Lamento haberte dicho que tu trabajo no servía, eres buena, pero no lograras nada aun, no si no cambias tu carácter, al menos tu apariencia lleva un avance — y sintió un pisotón en su zapato de diseñador, reprimió un grito al ver el tacón de la chica clavarse en su pie, y luego sentir una patada en su rodilla.
— Mi apariencia combina con mi carácter, espero que mi patada combine con tu desagradable carácter de mierda — le grito, bajándose antes para irse por las escaleras, Gabriel se quedó estático, sintiéndose aun peor que él dolor de pies y culo que era esa chica. ¿Por qué carajos le excitaba tanto?
Ella corrió al baño del decimo piso, se limpio el rostro con papel secante y agua, se sintió tonta y mal por su vano intento de querer impresionar, tiró el labial nuevo a la basura y se dispuso a subir los tres pisos que le quedaban, después le explicaría a Azira lo de su retardo.
N.A Regrese, me da miedo todo lo del virus, en mi estado ya empezó el pánico y pues tal vez tenga más tiempo para escribir, pero, en fin, vamos a ver cómo evoluciona todo esto.
*Pequeño guiño del abrigo de Nanny Ashtoreth
* Según mis amigos borrachos así se quitan la cruda jajaja.
Saludos a todos mis lectores 3.
