Capítulo 14: Las cosas no pueden ser peor.

"Buenos augurios es propiedad de Neil Gaiman y Terry Pratchett, una serie de Amazon Prime"


Llevar a una primera cita a Aziraphale era algo que Crowley no creyó que fuera a pasar ni en sus mas locos sueños, sin duda el enamorado de aquel hombre era una de las mejores decisiones que había tenido en su vida, fue muy sencillo encariñarse de su amigo regordete y de buenos sentimientos, quien ahora le sonreía frente a unas crepes que había conseguido en un distinguido restaurante.

- Había leído que la comida de este lugar es asombrosa, me alegra que quisieras invitarme, querido - dijo Aziraphale cruzando sus manos como si orará mientras el mesero le servía una taza de té humeante con unas Crêpes Suzette * y Crowley solicitaba en francés un café con crema y un Eclair * relleno que de seguro acabaría siendo degustado por el rubio, ya que este era lo suficientemente penoso para pedir ambas cosas para él.

—Ángel, en diez años de amistad te he invitado a comer a infinidad de lugares - acusó Crowley, mientras intentaba borrar la sonrisa boba de su rostro al ver que Aziraphale lo miraba con brillantes ojos color azul.

- ¡Oh! Pero nunca en París - se burló de él, "maldito bastardo" pensó el pelirrojo.

- Así que no cuenta mis invitaciones, porque no estábamos en Francia, tus estándares son demasiados altos - sonrió el pelirrojo, tomando un sorbo de café.

- Claro que si, por eso estoy contigo - soltó de pronto, provocando que el café se le atorara en la garganta en un segundo vergonzoso, donde la gente volteo a su mesa.

Aziraphale se burló del rostro rojo de Crowley quien ape parecíanado por buscar ganado las miradas de todos en esa mesa, había pasado unos pocos minutos de aclararse y trabajo tanto avanzado en poco tiempo que su cerebro aun no aclaraba el hecho de que el rubio lo amaba .

Sintió la mano de su ángel en él y deseo que ese momento en aquella cafetería en París se extendiera de manera infinita. Crowley juró que en ese momento estaba en el mismo cielo.

Sin embargo, a miles de kilómetros en un hospital en Londres las cosas no iban nada bien para Beelz, quien estaba siendo atendida por un medico que temía que esta lo atacara al seguir moviendo su pie para ver el nivel de contractura, la cara de pocos amigos de aquella jovencita gritaba un "Peligro, huya por su vida".

Gabriel estaba a su lado, a pesar de sus gritos, malas palabras y uno que otro golpe, el hombre siguió estoico y parco ante la situación que ameritaba una persona con calidad de santo para aguantar la situación.

- Deja que le medico haga su trabajo Elizabeth y ¡coopera por el amor de dios! - se quejó Gabriel al ver como la jovencita se resistía a que el doctor siguiera con su revisión.

- ¡No menciones a dios! - gritó la abogada - ese bastardo nunca se apiada de mí.

- Beelz, deja de blasfemar, dios se acuerda de todos, si te olvidara aun seguirías arrastrándote por las escaleras lindura - se quejó el gerente de finanzas, mientras la abogada le perforaba con una mirada que desarma, y que provocaría escalofríos en cualquier otro, pero no en Gabriel, quien parecía querer domar aquel ser que podía a ser casi infernal.

El doctor se disculpo al ver la tensión en el ambiente, y salió casi corriendo de ahí, mientras la jovencita intentaba ignorar las malditas mariposas que revoloteaban en su estómago, culpando a la falta de comida por haber rodado de las escaleras tal cual bulto de grava .

Gabriel se puso a su altura, sentándose en la silla a lado de la cama de aquel hospital.

- Estarás bien, debo llevarte a tu casa - murmuro viendo su rostro luchar con el furioso rubor que se apoderaba de ella.

Tomó un poco de cabello para pasarlo por detrás de su oreja, recibiendo un manotazo de parte de ella, mientras giraba la cara avergonzada.

- Beelz, ¡solo dame las malditas gracias !, no espero más que eso, y que aceptes que me preocupo por ti - le reclamó furioso, mientras ella clavaba sus ojos como si se tratara de una daga justo en su frente, y jalándolo de su bufanda la cual lucía puesta con torpeza en su cuello, lo beso.

Ella sintió como si cada fibra de su existencia exigiera ese contacto, como si el simple hecho de dejarse ganar por aquel sentimiento se abarrotara en cada parte de su cuerpo y se liberara al momento de abrir los labios para dejar que su lengua invasora pase seara por la cavidad de su boca.

Gabriel tomó con sus manos su rostro, y aspiro aquella esencia de ella, saboreando su boca con ímpetu, como si aquella furia se apagará un poco con el sabor de aquellos labios, solo ellos podrán llenar el vacío que otras no pudieron, solo eso necesitó para volver a sonreír.

Ambos estaban jodidos uno por el otro, pero eran tan tercos para aceptarlo.

- Odio que no pueda disimularlo más - murmuro ella, separándose de su boca - y odio que me veas así, nadie a tenido el derecho de verme desecha, y si te burlas Gabriel, juró por todos los infiernos que te haré tragar tus palabras.

- Espero que sea a besos, así con gusto tragaría mis palabras siempre— se burló viéndola a los ojos y besándola de nuevo, sintiéndose por fin completo.

En una oficina muy elegante, Michael intentaba sin éxito comunicarse con Crowley, era la tercera llamada que le hacía al doctor por una emergencia en Pixop, esperaba que su amigo contestara, el señor Satanás no tenía paciencia para lidiar con la incompetencia, y que el pelirrojo no hubiera asistido a las tres conferencias programadas y ahora no contestara ni los mensajes la estaba preocupado.

El comunicador sonó y ella lo contesto de inmediato.

- ¿Lo localizaste? - se escuchó una voz molesta al otro lado de la línea.

- No, parece que la tierra se lo tragó - contestó preocupada Michel, mientras su jefe maldecía del otro lado de la línea, sin dudas el pelirrojo debe tener una buena excusa.

Y mientras el caos se instalaba en la empresa, a miles de kilómetros de Inglaterra, Aziraphale paseaba de la mano con Crowley por los campos Elíseos en París, observando alrededor de miles de turistas tomaban fotografías y algunos comían en los restaurantes por la zona.

- Es hermoso, todo es tan placentero - susurró el rubio colgándose del brazo del pelirrojo quien suspiraba de felicidad, ambos tan abrigados como podía while a su alrededor el mundo fluía sin que les importara otra cosa que no fuera el otro.

La desdicha de la muerte de Uriel se había quedado en su hogar, ahí donde tristes recuerdos sería bendecidos por la presencia de aquel hombre que lo había cuidado tanto.

- ¿Cuándo fue la primera vez que supiste que me amabas? - preguntó Aziraphale, tomando con la guardia baja a Crowley, quien se aun tenía las gafas como una segunda piel, pero estas no podían evitar que los azules ojos de Aziraphale se clavaran en él.

- Enserio, ¿quieres saber eso? - dijo turbado, mientras el rubio elevaba una ceja esperando una respuesta, el doctor se paró frente a una banca del parque que recorrían por la zona baja de esa popular avenida, mientras que sentía fluir aquello que estaba guardado en su corazón.

- ¿Y bien? - preguntó sonriendo, esperando.

- Bueno… supongo que te ame desde el momento que me dejaste tu oficina - contestó recordando ese día.

Satanás había dejado una oficina llena de libreros para él, asumió que al ser médico debía tener miles de tomos médicos que traer, así como publicaciones científicas, y odiaba admitir que lo que él tenía eran muchas plantas, la más verdes de Londres, y que daba gusto de verlas.

Estaba enojado maldiciendo a un helecho que era lo único que había conseguido.

- Hola - comento una voz baja, que hizo que Crowley volteara y admiraba el aura despreocupada de su dueño, era un hombre bajito, casi insignificante, pero tenía un temple que daba tanta paz, una que el pelirrojo quería gozar.

- Hola - contestó, intentando mitigar aquel enojo que sintió.

- Disculpa, mi nombre es Aziraphale Fell - contestó saludando.

- Anthony Crowley, espero que no te moleste, pero llegas en un pésimo momento - respondió cortando de mala manera la perorata que el rubio parecía a punto de dar.

- ¡Oh querido !, lo lamento, pero quería ver si podíamos cambiar oficinas, esperaba proponértelo antes de que desempacaras - comento viendo como el pelirrojo estaba a mitad de poner las pertenencias en esa enorme sala.

- ¿Me estas ofreciendo tu oficina ?, la de la bonita vista y balcón - murmuró el pelirrojo, claro que sabía que oficina, Satanás quería tener cerca al nuevo aspirante de gerente, Fell era brillante, pero parecía intrigado porque quería esa oficina que sin duda era más humilde.

- La mía no tiene libreros, y sin duda sería un gasto innecesario de administración poner estantes en la mía, además de tus helechos se verán hermosos en el balcón - contesto con una sonrisa, y algo dentro del pecho de Crowley enloqueció.

Él era Heterosexual, o al menos se consideraba así en la universidad, pero con aquel hombre, con ese acto tan desinteresado con un extraño, y aquella belleza tan poética, estaba dudando si andar con mujeres fue un error, hasta que conoció a Aziraphale.

Nunca pudo nombrar ese sentimiento, hasta que Anathema lo hizo por él, aquello que nació como una amistad, una inseparable, a pesar de verlo amar a otra, a pesar de no despegarse de él, siempre ahí, siempre fiel.

- Vaya, te enamoraste de mí por dejarte mi balcón— cuestiono el rubio, mientras sentía la mano del pelirrojo enlazarse a las suyas.

- No, estoy enamorado de ti por que no te importó que no me conocías, dejaste una bellísima oficina de próximo gerente, me abriste a tus círculos, me acogiste como tu familia, con pequeños detalles, aquellos me hicieron amarte, pensé que, como amigo, hasta que te vi en el altar con ella, y odie no ser yo, solo ser tu padrino, pero eran lo que hacen los mejores amigos ¿no?

Y Aziraphale vio la tristeza en aquellos ojos cubiertos por las gafas, y la hizo a un lado, y simplemente apago las dudas de aquel corazón, con un beso, uno simple, desinteresado, ambos eran nuevo en eso, de un roce de manos a juntar sus labios, era un enorme paso.

Los labios del pelirrojo se quedaron a medio habla, y sentí como los suaves y fríos labios del rubio se unían a los suyos, sin dudas, sin miedo, en una conexión que le dio un respigo de energía en la piel, como si todos sus poros podría despertar con solo un toque, uno que tenía escrito el nombre de Aziraphale.

NA Volví, y si, Anathema no sale, veremos como le fue en el aeropuerto, y como los arcos de este fic comienza a cerrarse.

Los adoro y gracias por su paciencia 3.