Capítulo III: Moste Potente Adonis Potion.
Harry sentía como el viento golpeaba contra su cuerpo, refrescando su piel; haciéndolo olvidarse del mundo que estaba bajo sus pies. Cuando volaba era como si se transportara a otro lugar completamente diferente, más liviano y sin preocupaciones; los recuerdos parecían borrarse de su memoria. Los otros miembros del equipo pasaban a su lado como flechas y él sólo los miraba rápidamente, preguntándose si sentirían lo mismo que él: esa libertad y ligereza.
La frescura de la tarde era tan relajante que sentía no poder quedarse ahí el resto de su vida. Miró las nubes que se alzaban sobre él y se preguntó si algún día podría alcanzarlas. Sus ojos se desviaron nuevamente hacia el campo: sentado en las gradas estaba Ron, absorto en un libro viejo, que bien parecía la primera edición del título. Harry tomó el mango de su escoba y se dirigió hasta él. Bajó con cuidado y se sentó.
- ¿Qué, no vas a subir?- le preguntó interponiéndose entre el libro y él.
- ¿Qué?... Ah... Sí, claro- Ron parecía despertar apenas de un sueño profundo.
- Vamos- dijo Harry con entusiasmo, tomando su escoba de nuevo. Lo único mejor que volar era estar con su mejor amigo, y si podían combinarse mucho mejor. Ron tomó su escoba también y alcanzó rápidamente a Harry.
La tarde pasó ligera y divertida, más como un juego de niños que como una práctica de Quidditch, cada quién lo tomó como un recreo en el aire, y para Ron y Harry era una reafirmación de amistad.
Cuando bajaron estaban agotados y más que hambrientos, aunque eso no empañó las risas y las bromas.
En cuanto se hubieron cambiado se dirigieron directamente al comedor. Era la tarde más divertida que habían tenido en algún tiempo. Se habían puesto a jugar snap explosivo en los vestidores y habían metido una bengala Filibuster en la regadera de Seamus, quien de ahí se unió a sus juegos.
La ausencia de Hermione era obvia, pero no incómoda, al contrario, se sentían libres de hacer o decir lo que quisieran sin tener que soportar miradas inquisidoras ni recordatorios de las miles de reglas que debían seguir.
El comedor estaba llenísimo. La comida estaba más rica que de costumbre y los deliciosos aromas llenaban el ambiente, ahogado con las miles de pláticas amenas que se revolvían unas con otras entre el murmullo general.
- Me muero de ganas de que sea mañana para ir a Hogsmeade, ya se me acabaron los sortilegios y mi cajón empieza a verse vacío- comentó Ron mientras tomaba un bombón de menta de la bandeja que estaba enfrente de él.
- Si, y nuestro suministro de dulces empieza a escasear.
- ¡Qué lo digas! Pronto pasaremos hambres si no nos apresurarnos.
ooooooooooxoooooooooo
Draco estaba sentado en un extremo de la mesa mirando el salón, nada en específico. Oía muchas conversaciones pero no estaba envuelto en ninguna. Estaba mudo y casi ausente, cuando lo vio entrar al comedor al lado de Weasley. No le quitó la mirada de encima desde ese momento. Vigilando cada uno de sus movimientos, por más sutiles que fueran. Cuando volteaba la cabeza para seguir la conversación, podía ver esa irritante felicidad dibujada en su rostro. La forma que en que movía los labios al hablar, todo lo que hacía lo inquietaba. Su imaginación volaba a cada cambio de posición. Deseaba cada centímetro de su piel, quería recorrer cada parte de su cuerpo con la lengua hasta quedarse sin aliento, quería hacerlo temblar de placer bajo su toque, que fuera suyo, completamente. Pero no podía, ¿o sí?, ¿podía obligarlo una vez más encubriendo sus sentidos? No, no era justo.
'Nunca lo sabrá, tal vez ni pueda recordarlo siquiera'. Era esa voz de nuevo, la misma que lo había metido este lío y lo había hundido hasta aquel punto.
Después de un rato vio como Harry salía del salón, aún acompañado; pero no le importó. Se puso en pie y abandonó el salón también.
Fue detrás de él, cada paso, cada escalón. Un extraño magnetismo lo jalaba hacia él, inexplicable y casi inconscientemente, impidiendo que retrocediera. Su forma de caminar, cómo meneaba ligeramente la cadera al seguimiento de sus pies lo distraía, lo encendía.
Se escondió detrás de un pilar cuando vio que los amigos se detenían, parecía que se estaban despidiendo.
' Perfecto'.
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ooooooooooxoooooooooo
Harry y Ron se encaminaban a la Sala Común. Harry andaba cada vez más a aprisa, tenía el sentimiento de que alguien lo espiaba desde que estaban en el comedor.
'Que no sea Malfoy, que no sea él', decía una voz, pero algo más la contradecía.
- Oh, cierto, tengo que ir a la biblioteca- dijo Harry de repente, recordando que necesitaba sacar un libro.
- Te acompaño- se ofreció Ron.
- No, no te preocupes, sólo tomará un minuto; mejor ve a buscar a Neville y pregúntale cuando debemos entregar el trabajo de Herbología.
- Vale, entonces te veo luego- asintió y se fue.
Harry caminaba por el pasillo desierto, la sensación seguía ahí. Volteó bruscamente, pero no había nadie. Observó con cuidado cada esquina y recoveco, pero ningún augurio parecía esconderse en ellos. Cuando volvió la vista, se encontró de frente con Malfoy.
- Solos otra vez- ronroneó seductoramente. Lo miró de arriba abajo y humedeció sus labios con la lengua.
- No tengo tiempo para esto Malfoy, debo ir a la biblioteca- contestó cortante Harry, caminando nuevamente.
- Qué apropiado- continuó Draco recargando el brazo en el pilar, cerrándole el paso-, volver al lugar donde iniciamos.
- ¿Qué quieres decir?
- Oh, cierto, había olvidado lo de tu "amnesia". Pues... todo empezó ahí.
- No sé de qué hablas- cortó Harry y arrojó el brazo de Malfoy.
- Quizá necesites revivir el momento- suspiro suavemente hablándole al oído, y Harry sintió como el aliento tibio se quedaba en su piel.
- Lo único que quiero es que te vayas y me dejes tranquilo.
- ¿Yo?- preguntó inocente Draco- ¿Y qué me dices de ti?, ¿Crees que no me di cuenta de que en la mañana me veías mientras hablaba con Nott?- lo miró fijamente, sus ojos reflejaban la luz vacilante que inundaba débilmente el pasillo-. Sé lo que quieres... y esta vez estoy dispuesto a dártelo.
- Yo no quiero nada de ti- contestó Harry amargamente.
- ¿No?- interrogó Draco, su tono era igualmente mensurado que antes- Entonces, ¿porqué ayer te dejaste llevar?
Harry lo pensó un momento.
- No lo sé, supongo que fue sólo eso, me dejé llevar- sus palabras eran resignadas al principio, pero iban tomando fuerza a cada sílaba que pronunciaba.
- Ni siquiera tú sabes lo que pasó, ¿cierto?... O tal vez es simplemente que no lo quieres aceptar.
Draco tenía razón, no sabía, no entendía porque a veces se sentía increíblemente atraído hacia él, y otras no quería ni verlo. Tal vez su observación era cierta, tal vez quería negarlo, o tal vez realmente no sabía nada.
- Creo que tu silencio lo dice todo. Dime cuando sepas qué es lo que quieres... aunque no te esperaré para siempre.
Dicho esto se fue, dejando la mente de Harry aún mas revuelta que antes. Cada vez había más cosas en qué pensar. Se encaminó a la biblioteca, sólo quería sacar el libro y regresar a su casa lo más rápido posible, a pesar de que sabía que eso no iba a arreglar nada.
Dio la vuelta y se encontró con el rostro de la señora Pince a través del marco de la puerta. Se acercó al estante de Herbología, recorrió varios títulos hasta que encontró el que quería: "Mil yerbas mágicas y hongos", de Phyllida Spore. Esperó a que la bibliotecaria sellara el libro, y se apresuró a ir a la Torre.
Mientras caminaba, miraba hacia los rincones por si advertía hebras platinas, pero no parecía haber nadie acechando entre la oscuridad neblinosa que cubría los hilos de fuego de las antorchas.
Cruzó el retrato de la Señora Gorda, no había nadie en la Sala además de uno cuantos alumnos de primer año que seguían haciendo deberes. Recordó su primer año en Hogwarts, lo nervioso que había estado antes de la ceremonia de selección, sus primeras aventuras. ¿Quién diría que se iba a meter en embrollos como en el que estaba, que no tenían nada de emocionantes ni mucho menos?
Empezaba a sentirse pesado, necesitaba dormir, su cuerpo suplicaba por la suavidad de su cama de paredes aterciopeladas. Las escaleras parecían cada vez más largas, hubiera jurado que contándolas llegarían a mil.
Cuando al fin llegó a la habitación se puso la pijama y se metió entre las sábanas, que estaban deliciosamente tibias, un lecho envolvente de tranquilidad: justo lo que necesitaba.
ooooooooooxoooooooooo
La noche era fría, el viento azotaba contra las ventanas. Draco estaba enredado en las mantas que lo ahogaban, pero eso no importaba, había algo más; una pregunta que lo atormentaba: ¿Usaría la poción otra vez? Quizá podría verterla en su jugo, pero ¿cómo? No podía meterla delante de sus ojos, eso era claro, y no tenía una capa de invisibilidad. Necesitaba encontrar otra manera y debía ser pronto, porque si no, la poción perdería su fuerza. De hecho, perdía un poco a cada segundo.
Su mente daba vueltas y vueltas incapaz de conciliar el sueño. El deseo lo abrasaba, era obvio que el tenerlo tan cerca lo había afectado. Ahora se arrepentía de sus últimas palabras: "Dime cuando sepas qué es lo que quieres". Debía seguir su palabra y contenerse aunque lo tuviera cerca. Él mismo se había frenado al decir eso.
Quería dormir, pero el sentimiento no lo abandonaba, necesitaba un remedio temporal, algo, cualquier cosa, y la necesitaba ya. Se paró de la cama y se dirigió a los dormitorios de las chicas.
-Lumos- murmuró, y una luz se encendió en la punta de su varita. Caminó con cuidado para sus pasos no perturbaran el silencio de la vacuidad que lo rodeaba. Subió la escalera, piso a piso. Se detuvo enfrente de uno de los dormitorios. Abrió la puerta despacio y se acercó a la cama.
- ¿Pansy?- preguntó en voz baja. La muchacha se levantó rápidamente y abrió la boca, cuando sintió que una mano fría quedaba sobre sus labios, impidiendo que el grito resonara- Soy yo- dijo, y la dejó libre cuando ella se relajó.
- ¿Qué haces aquí?
- Quería verte, ¿qué, no puedo?- Pansy se tensó un poco.
- ¿Para qué?- su voz temblaba ligeramente pese a sus esfuerzos de ocultar lo que sentía: una mezcla entre emoción y desconfianza.
Draco no contestó, se acercó a ella y la besó. Sus labios no eran dulces como los de Harry, y su compañía no podía comparase siquiera. No despertaba en él ni la llama de un cerillo.
El beso que le dio era distante y frío, sin sentimientos que lo complementara, nada, sólo un beso dado porque sí, porque no había más remedio. En cambio, el de ella era apasionado, no era sólo un roce, se estaba entregando, estaba entregando todas las ilusiones y fantasías que se habían creado entorno a él; estaba amándolo, como siempre había querido hacerlo: sin restricción; disfrutando cada encuentro de su lengua, como miel silvestre: dulce y venenosa.
Draco empezaba a sentir bajar la temperatura. Era increíble, pero mientras él avivaba la pasión en Parkinson, ella mataba la de Draco. Se separó bruscamente de ella y salió de la habitación sin una palabra, dejando a la chica desmoronándose, rompiéndose entre la calma.
Recorrió de nuevo el oscuro camino, entró en su recámara y simplemente se durmió como si nada hubiera pasado, ignorando lo que había causado en la mente de esa chica que tan sólo cayó sobre su cama, petrificada, sin saber qué hacer o qué pensar; sola, con su ideas y su embeleso mezclándose, intoxicándola.
ooooooooooxoooooooooo
Al fin, la tarde se regaba plácidamente sobre los tejados polvosos de Hogsmeade. Harry, Ron y Hermione caminaban por High Street.
- Bueno, ya me voy, nos vemos luego- se despidió Hermione en cuanto vio a Lavender y a Parvatil.
- ¿Quieres decir que te esperamos toda la mañana y nos abandonas a los quince minutos?- preguntó Ron con cierta desesperación. No habían ido desde temprano porque ella debía "terminar un ensayo" y no les parecía correcto ir sin ella.
- Pero eso fue su culpa, yo les dije que no me esperaran- esa fue la última palabra y se marchó sin más.
- Mm... ¿Qué se traerá?- preguntó intrigado Harry.
- ¿Qué quieres decir?
- Pues que cada vez que ve a Parvatil o a Lavender se va con ellas, digo, nunca han sido las mejores amigas.
- Cierto... ¿Qué crees que traigan entre manos?
- Deberíamos averiguar, aunque quizá le moleste que nos metamos en sus asuntos.
- ¿Y qué?, ella siempre se mete en los nuestros. Ya ves el día de la poción para Malfoy, no dejaba de interrogarnos acerca de para qué queríamos las mandrágoras.
- ¿Poción?
- Si, ¿no te acuerdas? Para que perdiera la razón unos cuantos días, ji ji. Aunque después no encontramos el contra- hechizo y lo olvidamos, ¿o no?, digo, ya no hemos buscado.
- Oh sí, mm... mejor dejémoslo así, después de todo, sería demasiado, aún para Malfoy.
Ron se quedó de hielo por las últimas palabras de su amigo, pero prefirió ignorarlas.
- Por cierto Harry, ¿dónde dejaste las raíces?
- ¿Cuáles raíces?
- Pues las de mandrágora, las habíamos puesto en el estuche de pociones, pero el otro día que las busqué no estaban. ¿No habrás hecho algo sin mí verdad?- preguntó Ron con cara de detective de comedia.
- ¿No? Bueno... las buscaremos después, mejor entremos.
Habían llegado a las tres escobas casi sin darse cuenta. Como siempre había un montón de gente y fue casi un milagro encontrar lugar.
- Bueno, también debemos hablar sobre el partido de la próxima semana. Hay que planear estrategias y todo... Harry... ¿me estás escuchando?
Harry se había quedado casi boquiabierto cuando vio a Malfoy entrar tomado de la mano de Parkinson.
'Qué odiosa niña'. Pensó.
Se estaba poniendo celoso. Una noche antes Draco se le había casi ofrecido y él lo había rechazado, pero ahora que lo veía con alguien más no podía evitar sentirse aparte. Está bien que Malfoy le había dicho que no lo esperaría por siempre, pero sólo había pasado un día y ya estaba con alguien más.
Draco, por su parte, estaba más que fastidiado. Había tenido que pasar todo el día escuchando un parloteo insoportable, y a pesar de sus indirectas la chica no se despegaba de él; su voz se había convertido en un zumbido más molesto que lo normal.
'Cómo odio a esta empalagosa. Me gustaría que fuera Harry quien estuviera aquí en su lugar... aunque no "aqu" exactamente', una pequeña sonrisa se dibujó finamente en sus labios pero cambió rápidamente cuando se dio cuenta de que Harry lo miraba. ¿Qué iba a pensar? Era mejor que se separa de ella ahora mismo. Se zafó bruscamente y se fue ignorando lo que le decía Pansy.
Harry se sintió extrañamente aliviado por la cara de Malfoy cuando dejó a su pegote. No había sido muy amable, pero el punto era que estaba solo de nuevo.
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Ron y Harry llegaron a su cuarto con las bolsas llenas de dulces y cosas de broma que vaciaron sobre la cama, y las empezaron a meter en los cajones y debajo de sus camas.
- Oh, aquí está lo que andaba buscando- dijo Ron, sacando un morralito rojo de abajo de la colcha. Vacío el contenido sobre la cama, llenándola de hierbas-. Oye, Harry, aquí no están, sólo hay zulla.
- Debe ser de la última clase con Snape.
- Pero... si aquí está la zulla, entonces, ¿qué le echaste a la poción?
- Mm... había dos ramos ¿no?, y ahí sólo hay uno. No hay de que preocuparse
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Draco se encontraba en la esquina de su habitación, sentado con las piernas frente a su pecho. La tenue luz de la lámpara apenas marcaba sus débiles facciones, difuminándose en el transcurso de extremo a extremo que atravesaba antes de impregnarse en la pálida piel. Miraba fijamente sus muñecas tratando de disolver los recuerdos en su agonía. Las cosas definitivamente no estaban saliendo como él quería. ¿Cuándo había empezado todo?, ¿cuándo había empezado a sentirse atraído hacia su enemigo? ¿por qué él y no alguien más, como una chica de Slytherin o quien fuera, por qué él justamente? Todo parecía una trampa del destino para hacerlo pagar todo lo que le había hecho, y había empeorado desde el día en que lo encontró en la biblioteca y había empezado su "plan".
- ¡No!- la confusión lo desgarraba. Esa extraña conciencia por los sentimientos de los demás había evitado que lo envenenara una vez más. Lo había hecho, había perdido la oportunidad. El momento era perfecto: Potter y Weasley, platicando tan amenamente que ni cuenta se hubieran dado de un líquido filtrándose en uno de los tarros.
Draco se extendió por el suelo dirigiéndose a su cama. Sacó un libro viejo, la portada era negra, y con letras opacas que tenían escrito el título del libro con letras garigoleadas: Moste Potente Potions
Pasó hoja por hoja, algunas estaban rotas y otras con manchas de tinta por aquí y por allá. Siguió pasando las páginas despacio hasta que encontró lo buscaba. Las letras de la hoja principal eran carmesí con sombras escarlata por efecto de la lámpara. En unas grandes letras góticas, que parecían salirse del pergamino, se dibujaba: "Cuerpo y alma". Un corazón crucificado se desangraba en el centro dejando entrever el sentido de su título.
De nuevo hojeó: "Poción de Adonis".
Repasó con el dedo índice la lista de ingredientes, deslizándolo suavemente por el áspero papel. Había algo que le causaba desconfianza. No había razón aparente, ya que al parecer había seguido los pasos al pie de la letra. Un leve destello atravesó sus ojos efímeramente. Tomó la página otra vez entre sus dedos, era un poco más gruesa que las demás.
Casi sin darse cuenta miró a su alrededor. En ese desierto el silencio lo embriagaba, la calma era demasiada para soportarla, deseaba que alguien entrara y lo sacara del estupor, porque él estaba impedido, embelesado, perdido en un mar de ideas revueltas que se aferraban a su mente a pesar de que parecía dejarlas y no escuchar ese nombre de nuevo; ese nombre que parecía repetirse una y mil veces en cada rincón de su cabeza, negándose a ser apagado.
A pesar de que intentaba frenar sus pensamientos y evitar que alguna clase de sentimiento naciera, no era fácil ignorar las insistentes fantasías que surgían en su imaginación, al parecer indomable, que lo sometía por momentos inconscientemente. Un segundo recordaba algo y al otro las palabras se entrelazaban para atormentarlo.
Se hundía, podía sentirlo, todo perdía tono y las sombras etéreas parecían evaporarse por momentos, para tomar fuerza y regresar más afiladas.
A veces esconder los sentimientos a las personas que lo rodeaban servía para no sentirse vulnerable, pero su corazón se había hartado e inexorablemente desatado, era imposible ocultarlo. Por eso lo había hecho: sus sentidos lo habían estado asfixiando demasiado tiempo y ahora era inútil tratar de reprimirlos, era mejor aceptarlos y buscar una manera de escapar. El problema era que, en vez de encontrarla, se había enterrado cada vez más profundo y había empezado a olvidar como se respiraba, como se pensaba, como se olvidaba en sí. Había elegido un método enredado y prohibido sin pensar las consecuencias. Y ahora estaba inextricablemente cautivo por el remordimiento.
El ambiente se iba espesando cada vez más, adormilándolo tortuosamente, perdiendo su conciencia, que luchaba inútilmente por liberarse, y al fin lo hizo rendirse en un sueño extraño y medianamente consciente.
ooooooooooxoooooooooo
