Capítulo IV: Rojo oscuro/ verde claro.

Al fin, después de una eternidad, la agonizante oscuridad cedió ante los tímidos rayos de luz que se colaban por las rendijas de la ventana. Draco sentía el cuerpo pesado, como si toda la noche hubiera tenido que soportar una piedra encima. Se levantó con esfuerzos y contempló la mañana que caía empalagosa sobre los campos, esparciendo miel entre las hojas. Su mente estaba vacía, aliviada. Respiró profundamente, dio la vuelta y empezó a vestirse. Sus ojos recorrían despacio la habitación con una sombra inocente y despreocupada en la tormenta de sus ojos.

Bajó al comedor y simplemente se recargó en uno de los pilares de los extremos del gran salón. La gente iba y venía, algunos en su propia mente, otros hablando con alguien. Algunas chicas pasaban a su lado y le saludaban, pero sus voces se perdían en el aire alrededor. Sólo quería contemplar aquella imponente sala, como si quisiera encontrar algo que nunca antes hubiera visto. El cielo encantado se nublaba por momentos cuando alguna nube perdida se interponía entre el sol y las lagunas apacibles que lo observaban ensimismadas.

Las lechuzas entraron al salón como de costumbre. Los ojos de Draco se fijaron sobre Harry, quién abría impaciente un paquete que le había entregado una lechuza blanca. Vio que leía la tarjeta con perplejidad; disfrutó el momento, aquella mirada lo había hecho entender que todo el tiempo que había gastado durante la noche para tratar de comprender había sido una pérdida, no habría podido estar más lejos de la verdad: jugaba, no por ganar, si no porque le gustaba, eso era todo, sin más complicaciones; siempre quería encontrar los límites, obtener lo imposible, y finalmente saborearla victoria.

Siguió mirando a Harry, como si fuera suyo y cuidara de que nadie se acercara a él por ser de su propiedad. Esta idea le complacía enormemente y prefería alumbrar la sombría verdad de que no era más que un deseo, pues el día era demasiado hermoso como para arruinarlo con esa clase de nimiedades.

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Harry entró en el Gran comedor junto con Ron. Como se había hecho costumbre en la última semana, Hermione se había salido desde temprano, por lo que no la habían visto. Se sentaron casi al final de la mesa y empezaron su desayuno. Al cabo de unos minutos, una parvada de lechuzas irrumpieron en el comedor y entregaron las cartas y demás cosas a sus respectivos dueños. Harry se sorprendió al ver que una lechuza dejaba una caja especialmente grande sobre su regazo. Era un paquete con un gran moño verde entrelazado a través de su composición. Lo abrió rápidamente con la curiosidad agitando sus manos. Era un libro grande con tapas esmeralda y letras finamente esculpidas de estilo caligráfico que describían su título: "Perfumes y flores para encantar."

Al abrir la primera página, encontró una nota, la abrió despacio:

"Se hastía mi vida, inútilmente hambrienta,

Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.

Pero la noche llena y comienza a cantarme.

La luna hace girar su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.

Y como yo te amo, los pinos en el viento

quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre."

- ¿Quién te lo envió?- preguntó Ron mirando la nota- Parece que tienes una admiradora.

Harry se puso colorado y agachó la mirada fingiendo que acomodaba el libro con la nota. Sintió un cosquilleo en la nuca y empezó a incomodarse. Suponía quién lo había enviado, pero debía ser una broma, era imposible que él lo amara.

'Sólo está jugando contigo' dijo esa molesta voz que lo hizo temblar ligeramente. Puso la caja a un lado y siguió con su desayuno sin dejar de pensar en el extraño suceso.

Como si una flor se deshiciera dentro de él, la incertidumbre lo abrasaba con delicados pétalos cayendo sobre las heridas que causaba la confusión. Una a una las ideas se amontonaban en su cabeza, formando con el veneno del miedo una intoxicante solución que recorría su cuerpo con un ligero estertor.

Al terminar se dirigieron de nuevo a la Sala Común; Ron se quedó en ella pero Harry fue hacia la habitación sin decir una palabra, se sentó en su cama y se quedó mirando la caja un largo rato antes de abrirla de nuevo. Leyó y releyó el poema. ¿Qué intentaba, volverlo loco?.

'¡No! No me dejaré engañar. Apuesto a que es un truco para vengarse por lo que le hice el otro día después de encantamientos'. Puso el paquete debajo de su cama y la olvidó por completo.

El día transcurrió despacio, como si la arena del reloj se hiciera más pesada a cada grano que caía.

Al fin el sol se escondía de nuevo en su lecho, dando paso a la luna que empezaba a desgastarse por el peso de los días.

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Podía escuchar los pasos del reloj zumbando en sus oídos aún estando bajo el agua. El aire contenido en sus pulmones comenzaba a pesarle, forcejeando por salir de su pecho. Salió a la superficie rompiendo la espesa capa de burbujas que flotaban sobre el agua. El jabón se escurría por sus cabellos platinos, cayendo en pequeñas gotas por su rostro.

Oyó un ruido detrás de él. Volteó para ver qué era. Pasó la vista por el blanco espacio que lo rodeaba. El mármol brillaba tenue bajo la luz de la luna rota. Detuvo sus ojos en una punta color perla que apenas salía de detrás de un mueble.

- ¿Myrtle?

Myrtle salió jugando con un pliegue de su túnica, con las mejillas casi plateadas y con una risa tonta en la cara.

- Lo siento, pero...

- Lo sé, soy irresistible- interrumpió el muchacho echando el fino cabello hacia atrás-. Pero si no te molesta me gustaría tener un poco de privacía.

- ¿Privacía?- preguntó ella acercándose a la orilla de la bañera- ¿Esperas a alguien?

- No seas absurda- cortó Draco insolente- ¿Crees que soy como esos pobres que vienen aquí a fajar? Tengo demasiado estilo como para hacer eso.

- Bueno, has estado aquí mucho tiempo últimamente. Me preguntaba por qué.

- Eso no es tu asunto.

- Tal vez no, pero te he oído decir muchas cosas mientras estás aquí. De... Harry por ejemplo.

- ¿Qué?- preguntó Draco, tratando de cubrir la perplejidad - ¿Qué has oído?

- No lo sé- Myrtle empezó a pasearse "inocentemente"-. Depende de qué tan bien te portes conmigo que Harry no sepa nada- le guiñó un ojo.

- Mm... ¿Qué es lo que quieres?

Myrtle sonrió.

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Los pasillos estaban desiertos. La mayoría de los estudiantes estaban en sus casas descansando pero cierto Gryffindor se encontraba paseando por los pasillos vacíos. Era una suerte que Ron fuera prefecto y que le hubiera dado la contraseña.

Iba caminando despacio junto a la estatua de Boris el desconcertado, cuando algo pasó a su lado. Se volvió para ver que había sido: Myrtle se dirigía rápida como una bala hacia las escaleras que daban al segundo piso mientras cantaba alegremente. Se quedó mirando un momento y reanudó el paso. Contó cuatro puertas y giró el pomo con cuidado para que no crujiera. Un cuarto de mármol quedó ante sus ojos. Se desvistió y luego se enredó en una de las toallas blancas que había en un rincón.

Se giró hacia la gran bañera y vio algo que lo dejó con la boca abierta: entre un mar de espuma estaba, ni más ni menos, que Draco Malfoy, hundido hasta el cuello con los ojos cerrados, como si durmiera en un lecho de jabón.

- ¿Malfoy? ¿Qué haces aquí?- Draco abrió los ojos, sacudió la cabeza y se volvió hacia Harry.

- Lo mismo pregunto Potter, tú no eres prefecto- miró al chico desconcertado, era la persona que menos esperaba encontrarse ahí, aunque la situación era perfecta para su juego.

- No deberías estar aquí.

Draco se acercó al borde de la piscina.

- Al menos hubieras tocado la puerta- ronroneó seductor recargando los brazos en la orilla

- No... pensé que hubiera alguien- la situación era visiblemente incómoda, y la forma en que Draco lo miraba no ayudaba mucho.

- Ese es el problema, Potter, que no piensas- echó el cabello para atrás con un sutil movimiento de su mano-, pero no me molesta tu presencia. Puedes entrar si quieres- le guiñó un ojo.

- ¿Y tú crees que me voy a meter a bañar contigo después de todo lo que me has hecho, tú...?- se detuvo, por un momento sintió que su actitud era demasiado grosera; estaba bien que le incomodara que Draco se le insinuara pero esa no era una buena razón para portarse de esa manera... Además, realmente no le molestaba, de hecho... le gustaba.

Draco lo miró fijamente un segundo, leyendo la confusión en sus ojos: era hora de irse. Tomó la toalla que había dejado en el borde y se enredó en ella. El ruido del agua al caer inundó el cuarto cuando Malfoy salió de la bañera.

- Puedes pasar si quieres- dijo con voz neutra.

Harry lo miró, su cuerpo era esbelto, los músculos se marcan apenas para dibujar unas finas líneas en su torso; su cintura era un poco estrecha y sus piernas llenas y bien torneadas. La piel pálida brillaba delicadamente y sus facciones se delineaban con increíble pureza bajo los delgados trozos de luz.

- ¿Se te perdió algo o sólo contemplas?- un pincelazo carmesí tocó las mejillas de Harry y éste agachó la mirada -. No hay por qué sonrojarse- dijo suavemente Draco acercándose peligrosamente a su presa. Harry alzó de nuevo la mirada y se encontró con unos ojos tormenta reflejando débilmente el brillo de la ventana. Se quedó a la expectativa, esperando el movimiento de su contrincante. Sintió como una mano se cerraba alrededor de su muñeca, temía que se acercara más pero sólo se quedó frente a él, a un palmo de distancia, clavando sus ojos hasta lo más profundo.

- ¿Y, querías algo?- esos ojos grises, ¿por qué debían ser tan profundos, por qué?. Respiró casi para sí.

- No... no lo sé.

- Ya te dije que no te voy a esperar por siempre. Ahora, si me disculpas, tengo que cambiarme- su voz era superficialmente dulce. Soltó la mano que sujetaba la suya y se dirigió al vestidor.

Harry se quedó ahí, sin saber qué hacer o qué pensar. Tomó su ropa y se vistió lo más rápido que pudo, olvidando su propósito inicial de bañarse.

Después de un rato oyó girar el pomo, el corazón le dio un vuelco.

Malfoy salió de entre la luz para incorporarse a las sombras. Su piel marmolina sobresalía entre ellas.

- Que tengas buenas noches y no olvides pensar en mí antes de que te duermas- sonrió efímeramente y cruzó el cuarto, impregnando el aire con su característico olor a loto, que Harry recordó... de hecho, que nunca había olvidado.

- Espera... - su voz sonó insegura.

- ¿Qué cosa?- preguntó Draco sin interrumpirse. Harry se mordió el labio ligeramente.

- Mm... nada- miró hacia el piso y oyó el triste sonido de la puerta al cerrarse.

Se quedó un rato tratando de descubrir qué había pasado dentro de él unos momentos antes: ¿por qué había dudado? ¿por qué había estado a punto de...? Pero no todo puede explicarse, y menos cuando negaba todas las posibilidades que cruzaban su mente. Comprendió que así no llegaría a ningún lado y que lo mejor era irse a dormir.

Cuando llegó a su cuarto le costó borrarse esa imagen. ¿Envidiaba el cuerpo de Malfoy o lo quería con él más que para él?

'¡Pero qué tonterías!'. Se volteó e intentó dormir.

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La Sala Común estaba vacía, ni una sola respiración aparte de la suya empañaba la calma que se acurrucaba entre los muros. Subió algunos escalones y abrió la puerta de su habitación Sin suficientes ganas de prender la luz, determinó irse directo a la cama. Se quedó parado unos momentos escuchando: había alguien en la habitación.

- ¿Draco?- lo llamó una voz junto a él.

- ¿Qué haces tú aquí?- preguntó cortante- Incendio- un montón de llamas surgieron en la chimenea. Miró a la persona frente a él, se aproximaba cada vez más- ¡Vet...!

Pero no pudo terminar, unos labios tibios se cerraron entre los suyos. Una ola de sangre subió de golpe a su cabeza. La empujó con fuerza y se limpió la boca con la manga de su bata.

- ¿Qué demonios crees que haces?- preguntó molesto a la muchacha que estaba tumbada en el suelo a causa del empujón que le había dado- ¡Sal de mi cuarto ahora mismo!

- ¿Qué te pasa Draco?- preguntó Pansy confundida.

- ¿Qué me pasa? Entras a mi cuarto sin mi permiso, me besas y ahora preguntas que qué me pasa...

- Me lo temía- agregó ella clavando la vista en el suelo.

- ¿Qué cosa?- indiferente.

- Que me hubiera equivocado, que realmente no sintieras nada por mí- por un breve momento el silencio los envolvió, las gotas de agua empezaron a tintinear contra la ventana... Una voz débil sonó de nuevo- ...Pero entonces, no entiendo...

- ¿No entiendes qué?

Draco empezaba a desesperarse, la tristeza en ese rostro lo sacaba de sí; lo molestaba esa horrible voz rota y temblorosa, como un vaso estrellándose contra el suelo. Pansy levantó la mirada con toda la fuerza que podía fingir.

- No entiendo por qué me besaste la otra noche. ¿Por qué, si no significaba nada para ti?

De nuevo algo se rompió en su cabeza estridentemente.

- ¿Por qué?- rió Draco cínico y su voz explotó de repente en un grito- ¡Porque mi cuerpo pedía su calor a gritos pero no había forma; entonces, viniste a mi memoria; siempre tras de mí, siendo mi exhasperante sombra. No podría explicarlo, sólo pasó. ¡Ya ol-ví-da-lo!

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Pansy. Draco la miró con desprecio.

Su corazón empezó a latir normalmente de nuevo y sus músculos se relajaron.

- Ahora... ¿podrías irte?- dijo suavemente. Ella se levantó pesadamente.

- ¿De quién hablas?

- Ese, no es tu asunto- rompió Draco y ella salió de la habitación dejándolo sólo, rodeado por esa espesa nube de soledad que se expandía cada vez más.

Se tumbó en su cama y miró hacia la ventana. Las gotas de agua se deslizaban por el vidrio antes de caer sobre el pasto verde. 'Verde', como esos ojos que hubiera querido ver. Suspiró, todo había pasado demasiado rápido, no sabía cuándo ni cómo pero ahora no podía negarlo: sentía cómo el deseo se aferraba fuertemente.

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Una vez más, la mañana se elevó sobre el campo y la luz llenaba el horizonte. El rocío se escurría entre las hojas y las flores como testimonio de la tormenta de la noche anterior.

Harry estaba sentado junto a Ron en el comedor, esperando inconscientemente que alguien llegara. Pasó sus ojos por la mesa de Slytherin recién llegó, pero no había nadie ahí que pudiera interesarle.

- ¿Qué pasa, Harry?- preguntó Ron con la boca llena de hojuelas.

- ¿Eh?... Nada- contestó distraídamente. Ron lo miró con cara de "no te creo", pero prefirió ahorrarse las palabras. Claro que se había dado cuenta, era su mejor amigo, sabía que algo no andaba bien con él, había estado actuando muy raro, pero refería no meterse demasiado en asuntos que no eran suyos, sobre todo porque, si Harry no le había dicho nada, debía ser por algo.

- Bueno, mejor nos vamos o llegaremos tarde.

Harry iba a preguntar qué clase les tocaba pero las palabras no salían de su boca. Se había quedado helado cuando, al acercarse a la puerta, se había encontrado con un chico rubio de Slytherin: Draco Malfoy, quien lo miró rápidamente, y si Harry no hubiera estado tan distraído como para imaginar cosas, hubiera jurado que el chico le había cerrado un ojo.

Cruzaron el marco y al fin salió de su espasmo; no se explicaba qué demonios había sido todo eso, o más bien, qué era todo ese juego que se traía Malfoy mandándole cosas, insinuándosele a cada oportunidad. Era muy complicado, demasiado como para tratar de desenmarañar la cabeza de un adolescente hormonal, quizá aun más confundido que él. Sacudió la cabeza y siguió camino hacia el aula de Historia.

La clase había pasado tan aburrida como de costumbre, sólo apuntes y una agonizante corriente de aire que apenas alcanzaba a pasar a través de la rendija.

Sentía el olor del pasto fresco entrar por su nariz para recordarle que él estaba ahí, atrapado en un salón, en una de las clases menos interesantes que se pueden tener, en vez de estar afuera o en cualquier otro lado. Empezaba a dormirse, sólo visualizaba figuras borrosas y oía murmullos alrededor. Cerró un poco los ojos, su mente se iba sumiendo poco a poco hasta que...

- Harry, no te duermas- le dijo Hermione a su lado con un insoportable gesto de desaprobación. Trató de despejarse un poco para evitar que su cabeza cayera sobre la mesa irremediablemente.

Al fin, la clase terminó. Aún se sentía un poco flojo.

- Genial- gruñó Ron enrollando su horario-, olvidaba que nos tocan pociones dobles con Slytherin... justo ahora, ¿no podían dejar lo peor para el final en vez de arruinarnos el día desde temprano?

- Vamos Ron- interrumpió Hermione-, tal vez ésta clase no sea tan mala, al fin vamos a probar las pociones.

- ¿Y por qué tendría que ser diferente?- preguntó amargamente Ron, y Harry estaba de acuerdo, aunque tenía razones distintas que él para pensar que sería una de las peores sesiones; y eso era mucho decir, tomando en cuenta las experiencias que habían tenido en esa mazmorra.

Cuando llegaron al salón, ya estaba repleto de alumnos. Hermione se fue, para sorpresa de algunos, con Nott. Ron y Harry tomaron la última mesa libre, que para pesar de Harry, estaba justo detrás de la de Malfoy, igual que la última vez.

- Saquen sus pociones- dijo Snape al entrar, dirigiéndose rápidamente a su escritorio-. No olviden que el cincuenta por ciento de su calificación depende de la efectividad de la poción, treinta del antídoto y el veinte restante de sus notas. Pónganse por parejas y pasaré a sus lugares para revisar el trabajo.

Recuerden que los efectos serán breves (gracias a que algunos ingredientes fueron disminuidos en comparación a la receta original) y que por eso deberán beber rápido el antídoto.

Harry sacó dos botellas de su mochila: uno rojo oscuro y otro verde claro. Escuchó como el profesor se quejaba del "trabajo tan pobre de los de Gryffindor", mientras favorecía injustamente a su propia casa.

- Es su turno Longbottom- dijo Snape revisando el líquido en la botella de Neville y Seamus-, bébalo- Neville se puso pálido, tomó el bote con manos temblorosas y bebió un sorbo con algo de miedo. Una niebla lo envolvió al instante de pies a cabeza y luego desapareció dejando su lugar vacío.

- Bien, parece que al fin ha aprendido a preparara una poción como dios manda- dijo venenosamente Snape-. Ahora, veamos el antídoto.

Seamus tomó la otra botella y la sostuvo hasta que una mano invisible la agarró en el aire e hizo desaparecer la mitad del contenido. De nuevo, una bruma ligera salió desde el piso y al segundo siguiente apareció Neville con una sonrisa insegura en la cara. Snape parecía algo irritado ante el éxito de Gryffindor pero se consoló quitándoles varios puntos, porque según él, sus notas eran muy pobres y no merecían la máxima calificación.

En el otro extremo del salón, Draco sintió un cosquilleo en la nuca, como si alguien lo observase. Se giró despacio para ver quién era y se encontró con unos ojos esmeralda. Se quedaron mirando menos de un segundo hasta que Harry bajó la vista.

'¿Qué te pasa? Sólo es Malfoy, una mirada venenosa hubiera sido mejor que eso'.

Draco se volvió, ¿qué había pasado, acaso Harry Potter había estado mirándolo? Esa característica sonrisa de deleite se dibujó en sus labios.

- Su poción, Potter- ordenó Snape unos minutos más tarde. Harry le enseñó su frasco. Snape lo inspeccionó-. ¿Está seguro de que hizo todo bien? Esta poción es demasiado oscura y espesa.

- Sí- contestó Harry indiferente, lo que no pareció gustarle al profesor, quien lo miró con más odio que de costumbre.

- Entonces- siseó despacio-, le sugiero que la pruebe.

Harry tomó el frasco entre sus dedos. Notó la mirada de Malfoy, de hecho era la única que sobresalía entre el mar de ojos que lo observaba. Se tomó la mitad de un sorbo. Se empezó a sentir mareado pero nada de bruma lo envolvió. Miró a Draco fijamente, no podía apartar la vista de él, sus ojos parecían imanes puros que lo atraían fuertemente, se aferró al piso, sentía como si en cualquier momento pudiera lanzarse hacia él y besarlo. El mareo pasó y volvió a sentirse normal. Compartió una mirada eléctrica con Malfoy durante unos segundos.

- Veo que no siguieron bien las instrucciones. Repasemos la lista- agarró el libro y pasó su dedo índice sobre la lista de ingredientes- ¿Corazones de gusano?

- Sí.

- ¿Hojas de saúco?

- S

- ¿Dos ramos de flores de zulla?

'¿Qué, dos?... Un minuto... Saco rojo, un ramo de zulla, mandrágoras...¡Oh no!' Harry sintió como si su estómago se volteara: había agregado mandrágoras en vez del último ramo, por eso no había funcionado.

- ¿Zulla?- carraspeó Snape. Harry lo miró sin decir nada- Ya veo, con que eso fue lo que pasó: no la agregó.

- No suficiente- dijo Harry en voz baja. El profesor no lo oyó.

- Bueno, señor Potter, esperemos que no haya efectos secundarios- una sonrisa malévola se torneó en los finos labios de Snape.

'¿Efectos secundarios?'. Ojalá no hubiera nada de que preocuparse y que todo fuera sólo una broma perversa. Snape garabateó algo parecido a un cero y fue a la siguiente mesa.

La suya fue la única poción que no sirvió.

- No te preocupes, Harry- dijo Ron dándole una palmada en la espalda-, ya nos recuperaremos- pero había algo más que la calificación que le inquietaba: lo que había pasado después de que se la había tomado, tal vez era un pequeño efecto por no hacerla bien pero algo le decía que no era sólo eso.

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El mensaje que mandó Draco, es un pedazo del poema "Aquí te amo" de Pablo Neruda, aunque bastante recortado.