Capítulo V: Biblioteca.

El pasto, aún húmedo, crujía bajo sus pies mientras se dirigían a los invernaderos. Era muy diferente estar afuera, con el sol cayendo suavemente, casi besando la piel, que dentro en un frío calabozo con Snape.

Entraron al aula y todos los Hufflepuff ya estaban ahí. Una bruja rechoncha salió de una puerta junto al armario. Harry pensó que eso debía ser una especie de despacho selvático o algo por el estilo.

Después de guardar un montón de pergaminos en el armario, la profesora Sprout se arremangó la túnica y tomó una maceta del estante que estaba junto a Justin. Tenía una flor larga parecida a un girasol pero con pétalos rojos y muchas ramitas incrustadas en el tallo.

- Esto- explicó poniendo la planta sobre el escritorio- es una adónide, mejor conocida como "ojo de perdiz" o "flor de Adonis"- sacó la flor de la tierra y se la dio a Justin para que la pasara-. Los frutos son útiles para curar la pérdida de la memoria, mientras que los pétalos sirven para causarla, aunque en la actualidad su uso está muy controlado.

- ¿Y las raíces para qué se usan?- preguntó Hermione antes de que la profesora pudiera terminar, seguramente para conocer el tema más a fondo.

- Bueno, justamente por eso es, más bien, conocida la adónide, porque con ella se hacen pociones muy poderosas que ayudan a la atracción del sexo opuesto.

- ¿Cómo una poción de amor?- preguntó Abbott Hannah, una chica de Hufflepuff que parecía muy interesada en lo último.

- No exactamente- respondió la profesora mirando al techo, como si recordara algo repentinamente-, es más bien como un inductor- algunos alumnos se voltearon a ver perplejos. Harry y Ron entre ellos-: causa algo así como una atracción fatal hacia cierta persona, no importa de quién se trate. Es como si se perdiera la memoria de quién se es o de las preferencias hacia los otros. Los efectos desaparecen con el tiempo, según la receta de la poción y los ingredientes con los que se mezcle. Pero, claro está que ese tipo de pociones están estrictamente prohibidas por el Ministerio de Magia.

- ¿Y hay algún...?

- No más de la poción, Patil, que no estamos en clase de pociones- interrumpió la profesora-. Si quieres, puedo contestar tus preguntas después, pero mientras tenemos que seguir con la clase.

- Pero profesora... - insistió.

- Ya dije que después, querida- dijo gentilmente, parecía incapaz de perder la paciencia-. Pero si realmente te interesa, ¿por qué no le preguntas al profesor Snape? Estoy segura de que él puede decirte más que yo sobre esto.

Harry pensó que si Parvati le preguntaba a Snape algo sobre pociones de atracción fatal, alguien podría salir lastimado.

Cuando la planta llegó a su lugar se dio cuenta de que la adónide era más bonita de lo que había podido apreciar de lejos: la flor era grande y ligera, los pétalos rojos y brillantes combinaban perfectamente con el tallo, lleno de pequeñas ramitas que parecían espadas diminutas; los frutos eran como pequeños corazoncitos aglutinados como uvas. La volteó y observó las raíces, con un poco de imaginación eran dos cuerpos unidos. En "Mil yerbas mágicas y hongos" había leído que la apariencia de la plantas solían tener relación con sus propiedades, y por lo que había dicho la profesora Sprout, debía ser el caso de la adónide.

"Atracción fatal". Eso, por alguna razón, le hizo pensar en Draco.

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Después de la práctica de Quiditch, Harry fue por sus libros y se dirigió a la biblioteca, aún no había terminado su tarea de Herbología y no quería estar encerrado en la Sala común.

Entró y tomó una mesa que estaba en el rincón, casi oculta tras un pilar. Sacó el libro de "Mil yerbas mágicas y hongos" y buscó "mandrágoras". Pasó las páginas y al fin se detuvo, puso el dedo índice en la hoja y siguió la lectura.

"Es una planta verdaderamente rara, que necesita e un jardinero experto que se proteja los oídos, ya que la mandrágora profiere un chillido al ser arrancada de la tierra y todo el que lo oiga perecerá.

"La parte de la planta que se considera más valiosa es la raíz, gruesa y marrón, que se adentra entre sesenta y noventa centímetros del suelo.

"Se le considera analgésica y somnífera, y en grandes cantidades puede provocar el delirio o incluso la locura. Se usa también para aliviar los dolores crónicos y para tratar la melancolía. Además de que es un conocido ingrediente de pociones de amor y potentes elíxires."

Dejó el libro sobre la mesa y empezó a copiar. Ya iba en el tercer párrafo cuando sintió a alguien a su lado: Draco había dejado los libros sobre la mesa y había tomado asiento.

Harry sintió como si algo invadiera su estómago y se fuera de pronto para dejarlo con una sensación de vacío.

Draco lo miró y sonrió bastante divertido.

- ¿Te sientes bien, Potter, o es que te has visto en un espejo?

- Nada de eso- contestó Harry lo más distante que pudo, volviendo a su libro.

- ¿Haciendo tarea?- Draco se asomó para ver de qué era el libro.

- ¿Tu qué crees? Yo no soy como tú que nada más pierdes el tiempo con Parkinson.

- Eso quisiera ella- inquirió Draco ignorando la amargura en las palabras-. Pero para tu información, esa estorbosa no me interesa en lo absoluto.

- ¿De veras?, pues lo disimulas muy bien- más que discutir, lo que Harry quería era estar seguro de que lo que pensaba fuera correcto y que no hubiera nadie en el camino. Draco le dirigió una pequeña sonrisa sarcástica.

- De cualquier forma, no vine para hablar de ella- Harry cerró el libro y lo miró.

- ¿Y de qué quieres hablar?

- Mas bien, quisiera preguntarte algo y quiero que me digas la verdad, no le voy a decir a nadie- Harry tuvo de nuevo esa sensación de que algo se agitaba en su estómago.

-¿Qué- qué cosa?

Draco dudó.

- ¿Que si realmente no recuerdas qué pasó el miércoles?

- ¿El miércoles?- trató de recorder pero su mente parecía impedida- no, ¿por qué?

- ¿Estás seguro?- insistió. Harry trató de hacer memoria otra vez, pero pasó lo mismo.

- No.

- ¿Nada?- respiró profundo.

- Nada, ¿por qué?... Espera, el jueves... desperté contigo en... Oh dios, ¿qué fue lo que pasó?.

Draco lo miró un momento, como evaluando lo que le diría.

- Sólo digamos que tuvimos un encuentro cercano del tipo 'F'.

- ¿Tipo "F"?- Harry lo miró desconcertado.

- Sí- parecía que Malfoy se la estaba pasando bomba viendo su cara de desconcierto- "F", ¿no puedes recordar ninguna palabra con efe en este momento?

Harry necesitó menos de un segundo.

- ¿Fa- faje?

- Por dios, hasta que piensas Potter, ya empezaba a aburrirme- dijo casi a manera de juego.

- ¿Quieres decir que tú y... y yo?- el corazón del dio un vuelco, pero ¿porqué no podía recordarlo?.

- No pongas esa cara, en el momento no pareció molestarte.

- ¿Y...y tú accediste?- preguntó Harry nervioso, esa respuesta podía hundirlo más o simplemente ahogarlo definitivamente.

- ¿Tú qué crees?- preguntó Malfoy en tono como si no pudiera creer lo tonto que era el muchacho frente a él. Harry se sonrojó- Si no, no hubiera pasado nada.

- ¿Entonces tu y yo somos...?

- No seas absurdo- le interrumpió Draco-, por supuesto que no somos novios- Harry respiró.

- ¿Y para qué querías saber si yo recordaba algo?

Draco se encogió de hombros.

- Sólo quería ver si sólo fingías porque en éstos últimos días me he dado cuenta de algunas cosas.

- ¿Qué clase de cosas?- Harry podía casi sentir la sangre subiendo a sus mejillas.

- Pues, tú sabes- dijo Draco volviendo a su juego de seductor-, como lo que pasó hoy en pociones por ejemplo.

¿Osea que había sido tan obvio?

- No sé de qué me hablas- disimuló.

- Oh, claro que sí lo sabes- su voz ahora era más ronca y sensual, se acercó un poco más a Harry, quien sintió ese mismo magnetismo que lo había invadido en clase, aunque, por alguna extraña razón, menos fuerte.

- Bueno, sí lo sé, pero creo que fue culpa de la poción de aquella clase con Snape- dijo con voz temblorosa e insegura.

- No, yo no creo que haya sido sólo por eso. No la tomas todos los días ¿o sí?- Muy bien, al parecer Draco sí se había dado cuenta de todas las veces que se le había quedado mirando, y en algunas sólo se había hecho el desentendido.

Respiró profundo.

- Bien, ¿y qué piensas hacer ahora?- preguntó retador.

- Yo nada- contestó Draco despacio-. Lo dejé a tu elección, ¿no?- rozó ligeramente sus labios contra los Harry y se apartó. Harry respiró de nuevo pero no dijo nada-. Veo que sigues en las mismas- tomó sus libros y salió de la biblioteca.

Harry volvió a abrir el libro y empezó a copiar pensando en lo que acababa de pasar, en lo que le había sucedido. Tal vez le hubiera gustado que Draco lo besara sin preguntarle, así podría saborear de nuevo sus labios sin tener que explicarle nada, sin tener que decirle cómo se sentía, pero cuando Draco se había alejado, simplemente no había podido encontrar ni el valor, ni las palabras para detenerlo.

Al parecer Draco realmente iba a seguir su palabra de esperarlo pero, tal vez, él nunca encontraría el valor necesario para buscarlo.

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Draco regresó a su cuarto y se sentó en el piso frente a la chimenea. Veía como las llamas variaban unas con otras, parecían bailar y fundirse para dar vida a otras, enamoradas y salvajes. Se tumbó sobre el piso y escuchó el viento azotándose contra la ventana. Pensó en lo que había pasado en la biblioteca.

"¿Y qué vas a hacer ahora?"

Recordó esa pregunta, tal vez no se había equivocado del todo, tal vez la poción aún mantenía sus propiedades (aunque no las conocía muy bien porque el libro no tenía muchas explicaciones sobre sus efectos). Pero de cualquier forma, si aún funcionaba, ¿por qué Harry se había resistido cuando había rozado sus labios contra los de él y por qué no había pasado nada a pesar de tantas oportunidades que habían tenido? (Salvo cuando fue a buscarlo al invernadero y el mismo Harry lo había besado). No había mucho sentido en eso, en nada en realidad.

Se paró, fue hacia el cajón junto a su cama y sacó una botella que contenía un líquido púrpura que formaba ondas desde el interior, lo miró con mucho interés durante un minuto. Se puso de rodillas en el suelo y sacó un libro grande y viejo; le quitó el separador y lo abrió en la página de la poción de Adonis. Leyó de nuevo la lista de ingredientes y la preparación, luego tomó la página entre sus dedos y la empezó a tentar. La esquina superior izquierda estaba descarapelada, dejando ver otra página detrás. Tomó la punta y empezó a separarla con cuidado de no romperla. Logró desunirlas con éxito pero algunas partes de escritura habían quedado tapadas por trozos superficiales que se habían quedado pegados de la página medio arrancada de la izquierda. Pero aún así pudo leer el encabezado, escrito con grandes letras góticas: "Propiedades y efectos mágicos". No había visto esa página antes, aunque hubiera sido conveniente. Respiró profundo y empezó a leer:

"La poción de adonis se prepara en luna llena, ya que ésta otorga sus propiedades de atracción. En caso contrario, los efectos podrían ser..."

Se detuvo al escuchar que el pomo de la puerta se movía. Cerró el libro y lo metió bajo la cama junto con el frasco. La puerta se abrió con un chirrido y Pansy Parkinson apareció debajo del marco.

- ¿Otra vez tú?- preguntó Malfoy bastante molesto- ¿Qué no entiendes que no...?

- Así que era él- interrumpió ella y una sonrisa malévola se dibujó en sus facciones.

- ¿De qué hablas?- preguntó Draco sin entender.

- De Potter- continuó Pansy-. Estabas hablando de él cuando me dijiste que tu cuerpo pedía "su" calor a gritos- Draco se quedó de piedra: había sido descubierto.

- ¿Cómo lo sabes?- Pansy se rió de nuevo y se acerco u n poco más a él.

- Los vi en la biblioteca, vi como lo besaste y...

- ¡No lo besé!- inquirió.

- Bueno, como "casi" lo besas- corrigió -, después se quedó un rato y yo me quedé también para ver qué hacía- un brillo de triunfo cruzó su cara al ver la que la curiosidad estaba matando a Malfoy.

- ¿Y?- preguntó éste entre intrigado por la respuesta y enojado por el visible deleite que le causaba a Parkinson verlo así.

- ¿Crees que te lo voy a decir?

- ¿Entonces a qué viniste, sólo a fastidiar?- preguntó irritado y Pansy se puso seria.

- No, más bien vine a negociar. Estoy segura de que te interesará saber su reacción- Draco se mordió ligeramente el labio- y estoy dispuesta a decírtelo si me haces una buena oferta.

- ¿Qué quieres?

- Mm... No lo sé, ¿qué puedes darme?

- Diez galeones, los más fáciles que hayas tenido en tu vida.

- No lo creo, no necesito dinero en éste momento, acaba de ser el viaje a Hogsmeade... Ya sé: Millicent me ha estado molestando últimamente y ...

- ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

- Bueno, debes saber que ella está loca por ti- 'todas', pensó Draco para sus adentros y sonrió secretamente- y no estaría mal que fingieras ser mi novio por unos días, sólo mientras esté cerca.

- ¿Por cuánto tiempo?

- ¿Lo harás?- preguntó ella ilusionada, pensando que quizá podría aprovechar ese tiempo y echarle el lazo.

- Depende por cuánto tiempo tenga que soportarlo.

- Oh, sólo unos días... El resto de la semana, por decirlo así.

Draco lo pensó: tener que fingir ser el novio o lo que fuere de Panrkinson le causaba náuseas, pero por otro lado, estaba muy interesado en saber qué había hecho Harry; además, sólo debía ser en la Sala Común y nadie tenía por qué enterarse.

- Acepto- dijo finalmente-. Ahora dime.

- ¿Ahora?- preguntó Pansy haciéndose la sorprendida- ¿y que tal si lo hago y no cumples tu parte?

- ¿Qué, no confías en mi palabra?

- No es eso, es que necesito una garantía.

- Está bien, le diré a Bulstrode lo que quieras, pero tu tendrás que contarme o si no, no seguiré con todo esto, ¿entendido?.

- Hecho.

- Bien, sólo asegúrate de que nadie sepa lo de Potter, o si no un pequeño secretito tuyo será noticia semanal - la miró peligrosamente y Parkinson se dio cuanta de que hablaba en serio-. Ahora, si no te importa, me voy a la cama, así que fuera.

- Fue un placer hacer negocios contigo- atravesó la habitación y desapareció detrás de la puerta.

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El alba había despuntado y el sol se cernía glorioso a través del firmamento.

Los ojos de Draco se abrieron cuando un rayo dorado atravesó sus párpados. Aún no era hora de levantarse, podría dormir un poco más. Las mantas se sentían suaves y protectoras, enredándose en su cuerpo, rogándole que se quedara. Venciendo las súplicas se incorporó y se quedó contemplando la habitación un minuto, pensando en las múltiples posibilidades que se habían entreabierto y que haría surgir del todo con un poco de su toque personal. Bostezó a sus anchas y se paró de la cama. Recién tocaron sus pies el frío suelo, se dirigió a la ducha. Tantos acontecimientos la noche anterior le habían impedido tomar un baño. Se quitó la ropa y entró; una brisa suave cayó sobre su espalda, una buena noticia más: al fin habían arreglado la regadera y el agua volvía a acariciar su piel en vez de flagelarla.

Tocó suavemente su torso con la mano e imaginó qué pasaría si Harry estuviera ahí. Había ganado terreno en la biblioteca, eso era seguro porque, aunque Potter no le había seguido el juego, estaba seguro de que no hubiera hecho nada para detenerlo: lo había visto en sus ojos, pero se había ido en el momento justo, lo había dejado con las ganas al usar su mejor arma: él mismo.

Cerró la llave del agua y se envolvió en una toalla verde que había en el mueble de blancos junto a la regadera. Se vio en el espejo: un muchacho de penetrantes ojos grises y cabello platino cayéndole sobre la cara le devolvió la mirada con la misma intensidad con la que él la dirigía. Miró sus manos frente al espejo y luego delineo su figura con ellas, desde los hombros hasta su cadera. Era el cuerpo que todos los chicos deseaban y lo sabía. Sabía la fascinación que causaba entre las adolescentes al pasar frente a ellas y la envidia que arrancaba de sus semejantes. Era uno de los alumnos más codiciados de Hogwarts: tenía belleza, figura y elegancia. Todo para ser perfecto a la vista.

Respiró hondo y salió del baño. Tomó una túnica del armario y comenzó a vestirse. La ropa se deslizaba suavemente por su piel, alabando su figura al contacto. Se paró delante el espejo cubierto en una esquina del cuarto, quitó la sabana y se contempló. Tenía porte aristocrático y la ropa se aferraba caprichosamente, marcando perfectamente sus proporciones. Tuvo que admitir que se veía muy bien (aunque no le costaba mucho). Se guiñó un ojo con seguridad y salió de la habitación, listo para jugar.

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