Capítulo VI: Dulce castigo.

La mañana que asomaba desde el horizonte era hermosa. El cielo estaba teñido de escarlata, difulminándose en brillantes nubes doradas flotando majestuosamente. Y como finas pinceladas en los bordes de las montañas, se delineaban los colores del amanecer.

Harry estaba sentado junto a la ventana con las rodillas frente al pecho. Había muchas cosas en qué pensar pero se sentía inseguro. Tenía miedo de encontrarse con una verdad que demostrara que sus temores no eran infundados y que tal vez algo empezaba a cambiar en él. Alguna vez había pensado que ese cuento de Snape sobre los efectos secundarios de su poción fallida no era sólo para asustarlo、 pero todas las veces se había dicho que era infantil echarle la culpa de todo a la magia.

No había otra salida, tenía que ver a Malfoy y comprobar si lo que tanto temía era cierto. Era hora de dejarse de juegos, no podía ser tan malo, ¿o sí?. Algo pareció saltar súbitamente dentro de su estómago.

Se vistió casi sin darse cuenta y bajó al desayunar.

¿Cómo era posible que se dejara afectar tanto por cosas tan pequeñas?. Pero lo que realmente le preocupaba era si esas cosas eran realmente "pequeñas".

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La mañana pasó despacio, muy despacio. El tiempo parecía estar agotado y los relojes caminaban con pesadumbre. Las clases le parecieron todas tan aburridas como Historia de la Magia. No podía concentrarse y a duras penas tomaba apuntes. Ni siquiera la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras le pareció entretenida. Todo el tiempo pensaba en que podía encontrarse a Malfoy en cualquier momento. Trataba de respirar y tomar valor por si acaso se daba la oportunidad. El único sobresalto que sufría era al escuchar la campana de cambio de clases; salía a toda prisa por si lo veía; repasaba los pasillos con la mirada, buscaba detrás de los pilares y estaba atento cada puerta que se abría. Pero no parecía estar en ninguna parte、y era entonces cuando entraba en confusión y no sabía si alegrarse o enojarse: por un lado estaba el hecho de que tendría una hora más para pensárselo、 y por el otro, que la espera era agonizante.

Después de lo que Harry había sentido como semanas enteras. Llegó la hora de la comida. Se sentó junto a Ron. No tenía mucha hambre, así que solo recargó los codos sobre la mesa.

Su mirada estaba perdida en los tapices del salón, trataba de distraerse viendo las pequeñas figuras representadas en ellos cuando sintió un cosquilleo en la nuca; podía imaginar quién era pero no tenía el valor de voltear y enfrentar esa mortal belleza que lo fatigaba en sueños, y que después quedaba oculta bajo la negación.

La sensación era cada vez más fuerte, podía sentir el mercurio atravesar su piel, descargando una fuerte ola de adrenalina que llenó su cuerpo y al fin lo hizo encontrar la fuerza para encararlo. Se giró despacio sobre su asiento y encontró un par de místicos ojos grises.
Sus miradas estaban fijas, una en la otra. Una onda de electricidad los unió y el comedor pasó a segundo plano. Apenas se oían los murmullos de la multitud que habían sido opacados por un ligero zumbido en sus oídos. Todo era, en ese momento, un duelo de miradas. Decisión contra confusión, imposible decir cuál prevalecía.

Harry sentía la tormenta de esos ojos profundizar más allá de las cuencas, entrando directamente a sus pupilas y correr como la misma adrenalina al filo de sus venas.

Draco, por su parte, disfrutaba el momento, deleitándose con esa mirada confusa que confirmaba sus sospechas pero que al mismo tiempo lo hacía sentir que había algo más oculto.

Sólo un hilo invisible los unía y ninguno parecía dispuesto a ceder pues eso sería entregarse, perder la batalla y reconocer que el otro había triunfado.

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- Parece que nos toca una de las favoritas- dijo Ron metiendo su pergamino en la túnica.

- ¿Adivinación?

- Sí. Ojalá que no lea los reportes de las runas frente a todos.

- Y yo espero que no volvamos a usarlas nunca más, no podría soportar otra vergonzosa cátedra sobre la influencia de Eolh y Uruz en mi vida amorosa frente a toda la clase.

- Bueno, pero no estaba del todo equivocada.

A Harry le dio un brinco el corazón ¿Se había dado cuenta de lo que había pasado entre Malfoy y él a la hora de la comida?

- ¿ Qué quieres decir?- dijo sin querer parecer muy obvio.

- Bueno, ya ves la nota que recibiste el otro día. ¿Crees que sea una chica linda?

Harry respiró de nuevo. Al parecer Ron aún creía que era una admiradora secreta o algo así quien le había mandado la carta. Y después pensó que no había sido una chica linda sino un chico muy atractivo.

'Espera, olvida lo último' se dijo.

Llegaron a la trampilla y subieron la escalera. Como siempre, el salón estaba inundado de un olor a incienso bastante dulce y el fuego ardía en la chimenea.

La profesora Trelawney esperó a que todos hubieran guardado silencio y se puso de pie.

- Hoy, queridos míos, estudiaremos la oniromancia, mejor conocida como la interpretación de los sueños; una de las prácticas más antiguas de adivinación, ya sea para conocer el futuro o para encontrar nuestro lado oscuro. No espero que lo logren sin algún esfuerzo pero sé que con la práctica podrán hacerlo. Ahora quiero que tomen sus libros. Ábranlos en la sección correspondiente y lean con cuidado. Cuando hayan terminado, intenten recordar algún sueño reciente que les haya parecido interesante o que los haya hecho tener algún sentimiento en especial, descríbanlo detalladamente y luego busquen el significado de sus elementos. Es muy importante que pongan todo lo que recuerden.

Harry cerró los ojos para concentrarse. Sabía que había tenido un sueño importante. Recordó uno donde lo perseguía el calamar gigante del lago, otro que tenía que ver con unas ranas saltando en un budín de fresa pero, honestamente, no parecían ocultar su futuro.

Cerró los ojos con más fuerza y trató de recordar de nuevo. De repente las ideas llegaron a su cabeza de golpe: La luna cobijada entre la oscuridad. Estaba sujeto a un árbol sin poder moverse mientras una serpiente de deslizaba por su cuerpo. Unas nubes tapaban la luna dejando pasar apenas unos delgados hilos de luz. Una sombra acercándose a él; un brillo que parecía desprenderse de una daga se hundía en su abdomen y la sangre empezaba a correr.

Era el sueño que lo había hecho despertar la noche del jueves. Tomó su pluma y su pergamino y empezó a escribir.

- Bien, ¿y ahora qué hago con todas estas palabras?- se quejó Ron después de un rato.

- Unirlas, creo- respondió Harry, no muy seguro de que fuera una buena idea, no le gustaba nada lo que decían los significados solos, pero sabía que juntos le iban a gustar menos.

- A ver el tuyo, Harry.

- Es horrible, y yo que pensé que nada podría superar a las runas... - dijo pasándole a Ron su pergamino.

- Oh... Tú sí que tienes sueños interesantes, déjame ver... "Luna: amor"; debe referirse a la chica de la carta ¿no?. "Árbol: éxito", ¿necesito explicarlo?. "Serpiente: tentación o falsedad", yo creo que es la primera, jeje- Harry se puso un poco rojo- "sangre: intimidad". Uy, Harry - bien, ahora sí que estaba rojo- "Nubes: dudas", mm... no creo que haya mucho de que preocuparse, tú tranquilo. "Sombra: cambios drásticos", me pregunto qué quiere decir con eso. "Daga: acercamiento con los enemigos". ¿Qué?- Ron miró extrañado el trozo de pergamino que tenía en frente- ¿Y eso qué tiene que ver?. ¿Estás seguro de que vas a entregar esto?, porque hay cada cosa que...

- Lo sé- dijo tomando su pergamino de nuevo-, sólo espero que nadie tenga que enterarse esta vez.

Y como un maravilloso milagro su deseo fue cumplido. La campana sonó antes de que pudieran terminar todos, así que simplemente dejaron sus trabajos en el escritorio y la profesora les dijo que se los daría la próxima clase firmados y calificados.

Mientras se dirigían a las mazmorras, Harry se empezaba a sentir un poco mareado. Al parecer su inconsciente se había dado cuenta de que la próxima clase sería con Slytehrin antes que él mismo.

- Adelántate Ron, luego te alcanzo- dijo Harry.

- ¿Te pasa algo?- preguntó Ron preocupado.

- No, estoy bien, sólo necesito un poco de agua, de veras. Adelántate, no quisiera que llegaras tarde por mi culpa.

- Está bien, te veo luego- dijo finalmente. Le dio una palmada en el hombro y se alejó hacia las mazmorras.

Harry llegó al baño y se paró frente al espejo del lavamanos. Delante de él estaba un chico con gesto confundido. Esta vez no se iba a poder escapar, lo iba a ver definitivamente y tendría que enfrentarlo, no había caso en darle largas.

Abrió la llave y se mojó la cara una y otra vez hasta que se sintió más relajado. Estaba exagerando, la cosa no era tan grave, lo único que tenía que hacer era mirar a Malfoy y se daría cuenta de que todo era su imaginación. Se secó el rostro y salió de nuevo hacia el pasillo.

Cuando llegó al salón todos estaban en sus lugares y el profesor Snape sacaba algunos frascos y cajas del armario de los estudiantes. Después de un segundo pareció darse cuenta de la presencia de Harry; se recargó en al mesa y lo miró con una escalofriante satisfacción.

- Veo, señor Potter, que cada día le interesa menos respetar los horarios, ¿o es que algo realmente importante le ha pasado en su camino hasta aquí?- dijo el profesor con voz tranquila y venenosa.

- Tuve que ir a la enfermería- mintió rápidamente.

- ¿ En serio?, yo no veo nada que...

- Disculpe- interrumpió una voz inconfundible detrás de Harry- tuve que...

- Bien, al parecer hoy todo el mundo escogió arreglar sus propios asuntos antes de entrar a mi clase.- dijo Snape visiblemente molesto- Me temo, señor Malfoy, que tendrá que quedarse después de clases, al igual que Potter.

Harry no se la creía, Snape debía estar de muy malas pulgas como para dejar castigado a un Slytherin, y sobre todo si se trataba de Draco.

Tomó asiento junto a Ron y sacó su estuche de pociones. Pasó la mayor parte del tiempo mirando a Malfoy y preguntándose si su sueño tendría realmente un significado profético o si era tan sólo una horrible representación de algo más.

Ni si quiera supo cómo es que había tomado notas, hacía las cosas de forma distraída y varias veces desatinada. Dos horas pasaron así, su corazón daba un brinco cada vez que recordaba el hecho de que iba a pasar el resto de la tarde, a solas, con la causa de sus inseguridades; hasta que la campana firmó la sentencia final.

- Espero verte antes de la cena pero sabiendo como es Snape creo que no te dejará hasta muy pasada la noche- dijo Ron tomando sus cosas.

- Lo sé, va a ser un largo castigo- tomó sus cosas también y se acercó al escritorio.

- Hola- le dijo Draco casi amablemente cuando llegó a su lado-, parece que vamos a pasar "tiempo extra" juntos.

- Sí, terrible ¿no?- dijo Harry queriendo cubrir su nerviosismo con un poco de falsa molestia.

- ¿ Eso crees?- preguntó Draco haciéndose el ofendido.

- Bueno...

- Muy bien, su castigo será limpiar las mesas y ordenar los armarios. Regresaré en un par de horas, no tengo tiempo para cuidar niños . Espero que hayan terminado para entonces- dijo Snape rápidamente sin perder su gélido tono y salió del salón ,dejando a Harry y a Draco solos.

- Bien, será mejor que empecemos- sugirió Draco pasándole un trapo a Harry.

Ninguno dijo una palabra mientras limpiaban los restos de ingredientes que estaban sobre las mesas y regados en el piso pero podía percibirse cierta tensión en el ambiente.

Harry sentía cosquilleos cada vez que la mirada de Draco se fijaba en él, y cuando éste estaba distraído, sólo se atrevía a dirigirle vistazos tímidos; aunque claro que Draco se daba cuenta, de alguna forma se había vuelto muy consciente de los movimientos de Harry en la última semana, y de hecho, ya casi había pasado una semana también desde aquella noche en la biblioteca: y ahora lo tenía ahí, en un salón vacío, sólo para él. Pero también sabía que debía seguir la "estrategia", cualquier movimiento demasiado directo sólo lograría apartarlo.

A cada paso del reloj se oscurecía más cielo. Las nubes plomizas se arremolinaban y pequeñas gotas empezaban a chocar contra los vidrios que quedaban al ras del suelo de afuera. El reloj marcó las siete y cuarto y todavía les faltaban los armarios.

- No puedo creer que no podamos acabar aún- dijo Harry lanzando la franela al fregadero.

- No, pero, justo ahora viene lo más divertido.

- ¿ Te parece divertido tener que acomodar cientos de frascos llenos de cosas asquerosas en orden alfabético?

- No me refiero a eso- contestó Draco con una voz maliciosa-, me refiero a que podremos revisar todos los armarios.

- ¿ Y eso qué?, no creo que haya algo interesante...

- Siento mucho no estar de acuerdo- Draco tomó su varita y la dirigió al candado que cerraba el armario de Snape.

- ¿ Qué crees que haces?

- ¿ No es obvio?

- Pero, si se entera, bien podría matarnos.

- Él dijo que ordenáramos los armarios, ¿no? Bueno, nunca dijo que a excepción del suyo- murmuró unas palabras que Harry no pudo entender y luego empezó a husmear en los cajones de los extremos.

Sacó algunos pergaminos, fingiendo que no se daba cuenta de las miradas de Harry pero por dentro, disfrutaba sentirlo; después de todo, no iba a ser tan difícil llegar a su objetivo.

- ¿Crees que sean tareas?- preguntó Harry queriendo aparentar que había estado viendo en cajón todo el tiempo en vez de a Draco.

- No, yo creo que son cartas de amor- Harry lo miró con un gesto de asco-. Por supuesto que son tareas, piensa Potter, ¿quién querría escribirle una carta a Snape?... ¿ o acaso ya lo has hecho tú?

- Claro que no- contestó rápidamente Harry, bastante enojado por la insinuación.

- Esta bien, sólo preguntaba- dijo Draco con una sonrisa de fingida inocencia y rozó su mano ligeramente con la de Harry, quién se sonrojó ante el contacto. Se quedaron mirando un segundo.

- Oh... mira, lavanda. Ew- dijo Draco como si nada hubiera pasado, pero se había creado entre ellos cierto ambiente de incertidumbre.

-¿ Qué tiene? Es sólo extracto- preguntó queriendo disimular.

- No es el hecho de que sea lavanda, es que no quiero ni imaginar para qué la quiere.

- ¿Por qué?- la tensión parecía disolverse en una delgada capa de indiferencia y ahora se sentía más tranquilo, pero no tanto como Draco, quién parecía no recordar lo que había sucedido un segundo antes.

- Bueno, aparte de ser el primero de los perfumes y un ingrediente de pociones, es un afrodisiaco muy popular.

- Mejor dejemos eso.

Harry se paró junto a Draco e iba a tomar un pergamino cuando una mano cayó sobre la suya; la piel estaba tibia y agradable. Reaccionó y se movió inmediatamente.

- Lo siento- se disculpó sintiendo la sangre subir a sus mejillas, intensificando su color a cada sílaba.

- No importa- dijo Draco juntándose discretamente un poco más, viciando el aire con su aroma, y siguió husmeando en los cajones. Después se giró, quedando ante él la oreja y el cuello de Harry. Se acercó peligrosamente y respiró sobre la piel descubierta.

- ¿Qué haces?- preguntó Harry temblando un poco por la sensación que le había producido aquel cálido aliento.

Draco lo ignoró y escabulló su mano hacia la cintura de Harry y presionó la ropa, sólo lo suficiente para que lo sintiera. Después caminó despacio detrás de él. Vio un pequeño jarrón del estante, se estiró para tomarlo y, con la mano que le quedaba libre, aprovechó para rozar ligeramente su muslo.

- ¿Qué es eso?- preguntó Harry queriendo ignorar lo que acababa de pasar.

Draco se acercó más a él y tomó el jarrón, miró el líquido que estaba adentro y percibió el aroma que desprendía.

- Al parecer es miel silvestre con saúco o algo parecido.

- Pero, ¿qué no es venenosa?

- Sí, pero al saúco es un neutralizador, supongo que detiene el veneno. Por sí sola la miel silvestre es un inductor- las últimas palabras salieron de sus labios con una fluidez felina.

- ¿Un inductor?- preguntó Harry poniéndose un poco nervioso por la actitud de Draco, que era inquietantemente sensual.

- Quiere decir que crea un sentimiento en las personas, pero sólo es ficticio. Aunque puede ser que también haya neutralizado esa propiedad. ¿Quieres probar?

- No, gracias- se apresuró a decir Harry.

- Como quieras- dijo Draco, después tomó un poco de miel, la acercó a su boca despacio y la saboreó con deleite, pasando la lengua sobre sus labios lentamente para comer lo que había quedado en ellos.

Harry lo miró casi embobado, ¿por qué tenía que hacer de algo tan simple como comer miel algo terriblemente erótico?

'Espera, ¿Fui yo quién dijo eso?', se preguntó con inquietud. Tal vez hubiera podido contestar esa pregunta pero Draco se había quedando mirándolo con esa sonrisa "inocente" otra vez. Trató de distraerlo diciendo algo bastante absurdo.

- ¿ No te da miedo que pueda...?

- No, aún tiene el color natural- contestó Draco con cierto encanto malévolo.

- Entonces, si la pruebo, ¿no me pasará nada?

- No, ¿ quieres ver?

- Bueno, sólo un poco- sacó miel al igual que lo había hecho Draco antes y la probó -. Está... buena.

Miró a Draco, la pálida luz lo hacía sobresalir tímidamente entre las sombras que empezaban a crearse en la mazmorra, parecía mezclarse entre ellas, y al mismo tiempo se veía distante. Tenía que admitirlo, se veía hermoso: ahí, bajo la tenue luminiscencia que parecía besar su piel, enredándose en su cabello, adorándolo.

Se estaba volviendo loco, no era la primera vez que ciertos pensamientos involuntarios saltaban a su cabeza, y que generalmente tenían algo que ver con Malfoy y descripciones mentales bastante descabelladas, pero nunca les había prestado demasiada atención.

- ¿Qué tienes?- preguntó Draco haciéndose el desentendido, pero él mismo podía sentir la tensión que brotaba desde adentro.

Harry no lo pudo evitar: casi sin darse cuenta, se acercó a él despacio, dejó que las dudas se disiparan por un momento y lo besó. El sabor dulce de la miel seguía en sus labios, pero era mucho más deliciosa en ellos. Sintió la mano de Draco enredarse en su cintura. Disfrutó el sabor de su boca cuando finalmente se unió a la suya en un profundo beso. Una mezcla de confusión y satisfacción se entrelazaban a cada roce de sus lenguas en un ambiente aterciopelado; por un lado, lleno entrega, y por el otro, vacío de sentimientos.

Draco se separó, lo miró un momento, con el sabor de Harry aún en sus labios, y volvió a concentrarse en las hojas de pergamino. Respiró lenta y profundamente, de forma que su respiración fuera casi inaudible.

- Draco- la voz parecía negarse a salir.

- ¿Qué?- preguntó ésta con voz indiferente, pero fue eso justamente lo que hizo continuar a Harry.

- ¿Qué pasó?

- Dímelo tú- contestó Draco, sus ojos eran túneles interminables e intensos como una tormenta de invierno.

- No lo sé.

- Pues será mejor que lo aclares pronto- dijo acercándose a su oído-, porque el tiempo no siempre estará de tu lado.

- Pero las cenizas tal vez- evadió Harry con fingida seguridad.

Draco sonrió.

- Tal vez, pero no te confíes demasiado- Harry sintió ese tibio aliento pasar de su oído, para extenderse por todo su cuerpo y después desaparecer, dejándole una sensación de inseguridad.

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Harry llegó a la sala común, iba a empezar los deberes pero se dio cuenta de que no tenía ganas. Pensó en ir a buscar a Ron al Gran Comedor, de seguro estaría ahí, pero al contrario de lo que se proponía fue a un lugar más tranquilo. Era hora de pensar detenidamente, se estaba volviendo loco y la experiencia de la tarde sólo lo había enredado más.

Salió del castillo. El cielo estaba cuajado de estrellas brillantes y hermosas, como diamantes. El bosque en la distancia parecía pintado al óleo en una extraña combinación de colores, mezclando los tonos y las texturas.

Cobijado bajo el manto de la noche se dirigió a la orilla del lago, se sentó en una roca que estaba en el borde y esperó a que llegara el momento de la confesión. Respiró hondo, no sería fácil aceptarlo pero tendría qué, después de todo no podría ser peor que la incertidumbre.

El viento soplaba despacio moviendo armónicamente las copas de los árboles, meciendo las hojas vencidas por el otoño. Muchos ruidos se escuchaban a lo lejos, ahí por donde comenzaba a espesar la maleza.

Se adelantó un poco sin levantarse y miró su reflejo: parecía imperturbable. ¿Por qué tenía todo que ser tan confuso? ¿Cuándo había Malfoy dejado de ser su enemigo para convertirse en su insomnio? Estaba bien que su actitud había cambiado y se había vuelto un poco más soportable, pero eso no era razón para cambiar tan drásticamente la situación entre los dos y mucho menos para hacer lo que había hecho.

Todo había sido demasiado repentino como para darse cuenta. En tan sólo una semana su relación había cambiado de ser meramente un juego de enemistad a volverse una relación indefinida. No sabía exactamente lo que había pasado, y para su mala suerte, Draco lo había dejado todo en sus manos. Era injusto, primero lo confundía hasta la locura y después quería que tomara la decisión él solo.

Tomó una piedra que estaba a su lado y la arrojó al agua. Su figura parecía variar pero era sólo una ilusión. Harry sentía que era él el que estaba en la superficie del espejo y no el de carne; y realmente podía serlo, dependía sólo de él mismo.

La tranquilidad del agua había sido perturbada por una pequeña piedra, y justamente como esa piedra, Draco había roto la calma que había dentro de él.

Había otra pregunta que hacía tiempo se hacía: ¿Era una penosa realidad o un juego cruel? ¿Podía ser culpa de la magia o era Draco todo el hechizo? A su cabeza llegó el recuerdo de aquella tarde: Draco con toda esa mística y hechizante luz a su alrededor, tan bello como un ángel debajo de un halo de inocencia ¿O acaso habían sido tan solo imaginaciones suyas?

Lanzó otra piedra y miró distraídamente las ondas que se volvían más grandes cada vez, extendiéndose en la magnitud del brillo líquido. Se quitó las gafas y las sostuvo en su mano. Una pequeña chispa se desprendió de los cristales trayendo a su memoria la mañana frente al invernadero cuando Draco se los entregó: la tormenta de sus ojos, las gotas de lluvia cayendo por su pálida piel, el calor que desprendía su cuerpo. Tocó sus labios, casi podía sentir el vívido sabor de la boca de Draco; miel silvestre: dulce y venenosa. ¿Por qué lo había vuelto a besar? Y peor aún ¿por qué lo había disfrutado tanto? Apretó las gafas en su mano y miró al cielo: una estrella fugaz atravesó el manto estelar mientras un deseo doloroso se formaba tímidamente en él, incapaz de brotar en sus labios.

El canto del viento retumbó en sus oídos deliciosamente como un aliento dulce entre la oscuridad.

.....

Después de este sólo faltan tres capítulos. No los subí porque me falta ver algunas cosas.

Se cuidan mucho.

Xochiquetzalli