Capítulo 2. La Violinista.
Al final Ken se había salido con la suya. Después de la comida, Ken comenzó a preguntar nuevamente en donde podría dormir esa noche, y por más que Genzo trató de evitarlo, al final Eriko fue la que sugirió que Ken pasara la noche en la mansión.
- Nos sobran habitaciones.- sonrió Eriko, dulcemente.- Podría pasar aquí la noche.
Paola y Genzo la miraron de manera asesina. Eriko ni se inmutó.
- De verdad, no quiero ser una molestia.- Ken sonrió de una manera encantadora, si es que él es capaz de eso.
- No será una molestia.- replicó Eriko.- Será todo un honor y... ¡Ouch!
Eriko sintió que dos pies la patearon al mismo tiempo.
- Yo creo que habrá mejores lugares en donde el seño Wakashimazu pueda pasar esta noche.- comentó Genzo, tratando de conservar la calma.- No creo que sea prudente que él esté aquí.
- Yo tampoco lo creo.- apoyó Paola, para quien la tortura de dormir bajo el mismo techo que su primo era ya suficiente tortura como para tener que agregarle el pánico de un pervertido.
- Entiendo.- Ken puso carita de cachorro abandonado.- Es natural que ustedes no quieran tener en su casa a un vagabundo, a un don nadie, a un trotamundos...
Ya nada más faltaba que un violín se pusiera a tocar música de tragedia para que se completara la perfecta escena de que nadie puede ser más desgraciado e infeliz en la vida. Eriko estaba muy conmovida, pero Paola no se tragó el cuento. Sin embargo, Genzo sí sintió una punzada de remordimiento.
- Puede quedarse aquí esta noche.- suspiró Genzo.- Sería una crueldad de mi parte si no lo recibiera bajo mi techo al menos una noche...
- ¡Muchas gracias!.- Ken sonrió de una manera tan radiante que se hizo evidente que momentos antes solo había estado actuando.- ¡Se lo agradeceré eternamente!
- Hubiera sido mejor que dijera que nos lo va a pagar con creces.- gruñó Paola.- Así parecería que al menos nos intenta pagar.
Esta vez fue el pie de Eriko el que golpeó el de Paola. Genzo volvió a suspirar. Sería todo un caos tener a Ken en la casa... Paola miró con odio a su primo y después a Ken. Éste, sin embargo, la miraba con una sonrisa muy placentera. Paola se sintió algo perturbada y desvió la mirada.
- Maldito pervertido.- gruñó ella, en alemán.
Y así fue como Ken se consiguió un lugar en la casa de esa familia disfuncional. ¿Por qué familia disfuncional? Bueno, pues ésa era opinión de Paola, quien odiaba completamente a los Wakabayashi, con excepción de Touya, el mayor. Paola detestaba a los demás, y al fútbol también, así que era obvio que ella y Genzo siempre estaban discutiendo. Y pues Eriko era una actriz tremendamente ocupada y con un carácter bastante especial. De hecho, el que Ken se la haya ganado tan rápido era una indicación de que el muchacho tenía un gran carisma.
(¿O sea, en serio estoy escribiendo esto?).
Eriko era tan mula o tanto más que su hermano, e igual de presumida y engreída, aunque a pesar de eso solía llevarse más o menos bien con Paola. Ésta toleraba a Eriko más que nada porque no era Genzo.
Y pues Genzo no tenía en la cabeza nada más que el fútbol. Él se había marchado de Japón cuando era tan solo un niño para irse a Alemania y convertirse en el mejor portero, así que no tenía tiempo ni para su propia familia. De buenas a primeras, Paola se vio obligada a convivir con sus primos gemelos por cuestiones del destino, de la suerte o de qué se yo. Como sea, a ella no le hacía nada de gracia el tener que convivir con Genzo... Y en honor de la verdad, Paola tendría razón al decir que eran una familia disfuncional.
Y así estaban las cosas cuando Ken llegó. A él le bastó echar una mirada para darse cuenta de que las cosas en la casa de Genzo Wakabayashi eran tal como él las imaginaba. "Me gustará vivir aquí", pensó Ken, cuando se encontró en el cuarto que le habían asignado. "Sobre todo por Paola...".
Paola refunfuñaba, paseándose como león enjaulado en la cocina. Odiaba tener que estar ahí, odiaba tener que vivir con Genzo y odiaba el tener que compartir el techo con ese vagabundo llamado Ken Wakashimazu. A Paola no se le olvidaba la vergüenza que sintió cuando Ken abrió la puerta y la vio como Dios la trajo al mundo... Era cierto, había sido un accidente, pero Paola no lo había visto así, aunque Ken se mostró genuinamente avergonzado y arrepentido de haber entrado sin avisar, aunque al final la de la culpa fue ella por no ponerle seguro a la puerta del baño XD.
- Necesito un válium o mínimo una aspirina.- gruñó Paola, tomando su bata y saliendo del cuarto rumbo a la cocina.- O al menos una buena botella de tequila...
Ya era noche y Genzo y Eriko muy seguramente ya se habían dormido, o mínimo ya se habrían encerrado en sus habitaciones para lidiar con sus aires de grandeza. Paola buscó el botiquín y se tomó un par de aspirinas con un poco de jugo.
Ken, por su parte, sintió algo de hambre, a pesar de que se había tragado la comida en peso elefante en la comida. Quizás eso se debía a que él había pasado sin comer más de 3 días...
- Quizás hayan dejado el pan afuera.- comentó Ken, bostezando.- Me comeré tres o cuatro sándwich y después me iré a dormir.
Ken salió, sin tener nada puesto encima más que el pantalón y bajó a la cocina. Él vio primero a Paola y la observó por unos momentos. La chica era en verdad muy atractiva, sus ojos verdes eran preciosos y su cabello negro brillaba con la luz.
- Lo que uno se puede encontrar por estos rumbos.- suspiró Ken.
Él entró a la cocina. Ella se dio la vuelta, algo asustada, y se sonrojó al verlo a él sin camisa.
- ¿Siempre es usted tan descarado?.- gruñó Paola.- ¡Por Dios, póngase una camisa!
- ¿A poco estoy tan mal?.- fanfarroneó Ken, haciendo que Paola se ofuscara aun más.
- ¡No se trata de eso, se trata de tener pudor!.- replicó Paola, quitándose su bata y arrojándosela a Ken.- Póngase eso.
- Como usted quiera.- sonrió Ken.
El muchacho se puso la bata, aspirando el suave aroma que emanaba de ella.
- ¡Qué rico perfume usa usted!.- comentó Ken, sonriente.- Le queda muy bien.
- Gracias, pero yo creo que más bien olió el jabón con el que lavé la bata.- gruñó Paola.
- Da lo mismo.- rió Ken.- Muchas gracias, señorita. Muy seguramente ha de pensar que soy un truhán que no merece estar aquí, ¿verdad?
- Quizás.- admitió Paola.
- De verdad, lamento mucho lo que pasó hace rato.- comentó Ken, poniéndose serio.- Fue accidental, no sabía que usted se estaba bañando. De ser así, nunca me hubiese atrevido a faltarle el respeto a una mujer tan linda como usted.
¡Vaya que ese hombre tenía labia! Paola se sintió un tanto conmovida, muy a su pesar.
- Está bien, no se preocupe.- dijo ella.- Pero si lo vuelve a hacer, no vivirá para contarlo.
- Lo tendré presente.- sonrió Ken.
En ese momento, Genzo entró a la cocina y vio a su prima en pijama y a Ken con la bata de ella.
- No preguntaré.- gruñó Genzo, saliendo de la cocina azotando la puerta.
Ken y Paola se miraron y después soltaron la carcajada.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Lo primero que hizo Genzo al día siguiente fue ponerse en contacto con Lily. Ella sonaba muy contenta de escuchar su voz, aunque ella nunca le dijo que lo hubiese extrañado.
- Ven a mi mansión.- invitó él.- Charlaremos un rato y tomaremos café.
- ¿Ya pasó de moda aquello de que él invitara a la chica a salir a una cafetería o restaurante?.- rió Lily.
- Bueno, es que eso lo estoy reservando para después.- rió Genzo.
- ¿Para después de qué?
- Después de que consiga que seas mi novia.- comentó Genzo, arriesgándose.
- Ah, no.- protestó Lily.- Si quieres que sea tu novia, tienes que invitarme a salir antes y después.
- ¿O sea que sí vas a aceptar ser mi novia?.- Genzo agarró la oportunidad al vuelo.
Lily soltó otra larga carcajada.
- ¿A qué hora quieres que vaya?.- preguntó ella, eludiendo el tema del noviazgo.
- ¿A que hora tienes espacio en tu apretada agenda?.- preguntó Genzo.
Genzo y Lily se pusieron de acuerdo y colgaron comunicación. Rato después, Lily llegó a la mansión Wakabayashi, tan bella y radiante como siempre.
Lily Del Valle era la violinista más joven del mundo. Con tan solo 24 años de edad, la chica ya había conquistado al mundo entero con Cridhe, su violín Stradivarius. Aunque la mexicana era muy dulce y alegre y bastante social, no tenía pareja establecida, debido a que la muchacha estaba más interesada en conquistar al mundo entero que al corazón de algún buen hombre. Pero todo eso había cambiado con la llegada de Genzo Wakabayashi a su vida. Lily no quería admitir que él había perturbado su corazón, así que se la pasaba evadiéndolo para no tener que hacerle caso a su atormentado corazón.
Y sin embargo, los acosos de Genzo parecían estar surtiendo efecto. Cuando él le avisó a Lily que iría a Japón a jugar con la selección, ella se sintió inmensamente feliz porque volvería a verlo.
En fin, volviendo al tema, Lily llegó a la mansión y Mine, el ama de llaves, la recibió con una cordial sonrisa.
- El joven Genzo la está esperando en la sala.- anunció Mine.
- Gracias.- Lily sonrió con una de sus espectaculares sonrisas que conquistan al mundo entero.
Lily entró a la sala, con paso majestuoso y con su cabello ondeando detrás de ella. ella llevaba puesta una falda larga blanca y una blusa azul claro de tirantes. Genzo ya la estaba esperando, con una jarra de café recién preparado y panecillos horneados por Mine.
- Hola, preciosa.- sonrió Genzo, levantándose del sillón y saludando a Lily a la forma latina, es decir, con beso en la mejilla.
- Hola, Gen.- sonrió Lily.- No vayas a decirme ninguna cursilada, ¿eh? Ése no eres tú.
- No me dejas ser diferente contigo.- rió Genzo.- Ni me dejas conquistarte.
- Precisamente por eso.- rió Lily.
Ella y Genzo comenzaron a charlar sobre lo que había sido de sus vidas. Ella contó sobre sus conciertos, él sobre sus partidos.
- Por cierto que tú has ido a mis conciertos.- reprochó Lily.
- Ni tú a mis partidos.- rió Genzo.
- Siempre he dicho que te voy a invitar, pero nunca puedes.- suspiró ella.
- O sea, tú me pones el mismo pretexto.- replicó Genzo.
- Bueno, entonces hagamos un trato.- sugirió Lily.- Yo prometo ir a uno de tus partidos y tú prometes ir a uno de mis conciertos.
- Trato hecho.- aceptó Genzo, tomando una de las manos de Lily.
Él se acercó a ella para besarla, pero justo cuando lo iba a hacer se escuchó un escándalo como de vidrios rotos y los locos ladridos de un perro. Genzo y Lily se separaron, asustados.
- ¿Qué rayos pasó aquí?.- preguntó Lily, viendo pasar a John a todo correr.
- Eh... .- Genzo estaba tan confundido como ella.
En eso, Ken entró a la sala, llevando un balón de fútbol en las manos.
- Siento el escándalo.- se disculpó Ken.- Creo que a tu perro no le gusta que lo despierten a balonazos...
- ¡Ah!.- exclamó Lily, sorprendida.- ¡Ken!
- ¿Lily?.- él estaba tan sorprendido como ella.- ¿Qué haces aquí?
- Lo mismo iba a preguntar.- replicó ella.
- ¿Se conocen?.- Genzo enarcó mucho las cejas.
- Se podría decir que sí.- gruñó ella.- Para mi desgracia.
- Caramba, hermanita, ¿por qué siempre eres así de arisca conmigo?.- rió Ken.
- ¿Hermanita?.- exclamó Genzo, sorprendido.- ¿Lily es tu hermana?
- ¡Claro que no!.- protestó Lily, indignada.
- No, no lo es.- admitió Ken.- Solo vivimos juntos cuando éramos niños por una casualidad... Pero vero que Lily sí se convirtió en lo que se quería convertir, no como yo, que no soy más que un vagabundo.
- Nomás porque quieres.- gruñó Lily.- Tuviste las mismas oportunidades que yo, pero las desperdiciaste con tu terquedad.
- Ya, no me regañes, "Último Refresco del Desierto".- se burló Ken.
- ¡No me llames así, "Lavacoches"!.- gritó Lily, enojada.
Genzo suspiró y movió su cabeza de un lado a otro... No podía creer en su mala suerte...
Notas:
- Perdón, hubo un pequeño cambio y mejor hice a Lily violinista en vez de reportera.
- ¡Por Dios, qué locura estoy escribiendo!
