Esta historia trata sobre la vida de los merodeadores en Hogwarts. Todos los personajes, lugares y objetos pertenecen a la enorme imaginación de J.K. Rowling, exceptos los de colección propia, y sus derechos están reservados, al igual que yo me reservaré de poner esto en todos los capitulos. Sin ningún ánimo de lucro ni de plagio, este fanfiction fue una creación impulsada nada más que por Ocio.

Espero que todos disfruten del fanfic y me envien muchos Reviews :P.

Capítulo 1: El comienzo

"¡¡¡James, hora de despertarse perezoso!" - Un incesante despertador parlante flotaba sobre su cabeza dándole pequeños golpes en la frente, mientras que el muchacho intentaba ignorarlo dando manotazos al aire.

El chico se estiró en su cama, una vez había conseguido apagar el despertador, y se incorporó un poco. Era un pequeño niño de unos 11 años, con unos ojos marrones y un enredado pelo negro de aspecto sucio y alborotado. Se frotó los ojos con sus puños, alcanzó sus gafas de la mesita de noche y se dispuso a bajar al comedor aún con el pijama puesto.

"¡Buenos días, cariño!" - El chico recibió un beso en la frente por parte de su madre, una vez que había llegado al comedor, y a continuación la mujer hacía girar una varita mágica en el aire, atrayendo dos tostadas con mantequilla que habían saltado solas del tostador y se deslizaban en el aire, hasta depositarse en un plato vacio de la mesa del comedor. - "¿Cómo te encuentras hoy? ¿Preparado para marcharte a Hogwarts, cielo?"

"Claro, mamá..." - El chico parecía no hacerle caso, mientras se sentaba en una silla frente al plato con el desayuno y comenzaba a engullir aquellas tostadas.

"¿Has encerrado ya la lechuza en la jaula y le has dado de comer?"

"Sí, mamá..."

"¿Y has metido en el baúl todos tus libros?"

"Por supuesto, mamá..."

"¿Y las túnicas están tambien guardadas?"

"Claro que sí, mamá..."

"¿Y estás seguro que no se te olvida comer sapos y cantar una saeta al mismo tiempo?"

"Sí, mamá..."

"¿¿¿PUEDES PRESTARME ATENCIÓN?" - James dió un pequeño salto en su silla, y miró asustado a su madre enfurecida. - "No tengo nada que hacer contigo... vamos, desayuna rápido que en treinta minutos sale el tren".

"Claro, ma..." - No terminó la frase, porque se dió cuenta que esa frase repetitiva ponía de los nervios a su madre, la cual estaba a punto de coger un cuchillo y sacarle los ojos a su hijo, así que James solo pudo levantarse con aún una tostada en la mano y salir corriendo escaleras arriba hacia su cuarto para cambiarse y hacer los últimos preparativos. Todo estaba preparado: los libros estaban encerrados en un baúl junto con un caldero de cobre y un enorme telescopio blanco, sus tres túnicas diarias y su túnica de gala estaban dobladas en la maleta negra y la lechuza parda cantaba feliz en el fondo de su jaula. El chico bajó con todo el equipaje, que hacía más bulto que él (solo Dios sabe como consiguió bajar todo aquello), y mientras que escuchaba los gritos de su madre en que se diera prisa, se arregló un poco el pelo y se ajustó las gafas, mirando su reflejo con superioridad. El chico era realmente guapo.

Una vez subidas las maletas al coche y aguantada la bronca de su madre que expresaba lo lento que podía llegar a ser James, el padre del chico arrancó el coche, todos subieron y una vez en camino empezó una conversación muy parecida a la sucedida en pleno desayuno con su madre.

"¿Seguro que no se te olvida nada, James?" - Su padre, con el mismo pelo alborotado y oscuro que su hijo, lo miraba preocupado por el espejo retrovisor. - "¿Lo has repasado todo?"

"Claro que sí, papá, acabo de hacerlo" - James no quería comenzar otra vez con aquella conversación de besugos, así que intentó cambiar de tema. - "Tengo muchísimas ganas de llegar a Hogwarts y aprender magia de una vez..."

"Hijo, espero que te comportes bien en Hogwarts, y que no emplees tu varita para realizar trastadas" - Esta advertencia le hizo encoger el corazón a James y palidecer su rostro, y no solo por la mera amenaza de su padre, de las cuales ya estaba acostumbrado, sino porque...

"Papa... creo... creo que he olvidado mi varita..."

Largo rato más tarde, después de regresar a casa por la dichosa varita, escuchar los gritos de su madre una vez más y estar a punto de morir por conducción temeraria para llegar a tiempo, James y sus padres corrían por la estación de trenes de King Cross a toda velocidad hacia el andén 9 y 3/4, ya que el tren de Hogwarts estaba a punto de salir.

"¡¡¡PARA UNA VEZ QUE IBAMOS CON TIEMPO!" - La madre de James le gritaba a su hijo mientras que este agarraba fuertemente la jaula de su lechuza, la cual ululaba al compás de los gritos de la mujer, que tiraba de la maleta como podía, y estaba seguida del padre del chico que arrastraba el pesado baúl a la velocidad mayor que podía alcanzar. Todo un espectáculo. Finalmente, encontraron el muro que daba paso al andén y lo cruzaron con extrema rapidez, y la mujer se despidió fugazmente de su hijo con un beso en la frente y su padre le acarició el pelo, desordenándolo un poco más. El chico subió al tren con el equipaje y justo después se cerraron las puertas, aunque aún escuchaba las voces de su madre fuera diciendo cosas como "Espero que te portes bien, come mucho, no te metas en líos..."

"¡¡¡Al fin, libertad!" - Pensó James en voz alta. - "¡¡¡Hogwarts, tiembla; allá va James Potter!

El chico comenzó a buscar un compartimento donde sentarse, pero no encontraba ninguno disponible, así que paseó por el pasillo del tren y se acercó a un grupo de chicas que estaban revoloteando y cuchicheando cerca de una esquina. Parecían emocionadas y ensimismadas en las palabras de un chico que se encontraba con todas ellas, apoyado con la espalda en la pared, y las piernas y brazos cruzados.

"...Y por supuesto, yo encontré a aquella Ashwinder e impedí que su casa ardiera en llamas, salvando a toda la familia" - Algunas chicas exclamaban con excitación y sorpresa cosas como "Wow", "Increible" o incluso "Que mono". Aquél chico era moreno, y su pelo era largo y rizado, alineado con el horizonte de sus ojos, también oscuros. Era más o menos igual de alto que James, e igual de delgado.

"¿Y no crees que ese relato es un poco fantástico, Sirius?" - Una chica de largos cabellos rojos y ojos claros fruncía el ceño, marcando más algunas de las pecas que tenía en su cara.

"Ya ves que no, te lo prometo..." -Giró la cabeza y vió a James plantado en el pasillo. Su cara se iluminó con una fantástica idea. -"¡Eh! ¡Tu! ¡Que enorme casualidad! ¡Viejo amigo!" -Sirius se coló entre el grupo de chicas que lo adoraban y fue a darle un abrazo a James, el cual sin saber que hacer, simplemente se quedó quieto. "Disimula", le susurro el pequeño Sirius en el oido, para que solo James lo oyera. - "¡¡¡Aquí lo teneis! ¡¡¡A él lo salve de las Ashwinder! ¿verdad que sí, amigo?"

"Eh... pues..." -James estaba en blanco, pero al ver a aquel monton de chicas guapas observándolo, esperando sus palabras, su mente comenzó a funcionar e instintivamente le paso un brazo por los hombros a Sirius. -"¡Claro! Si no fuera por... ¿Sirius?..." -Se pregunto a sí mismo James, recordando como lo había llamado la chica pelirroja. -"...mi casa habría ardido en llamas y seguramente yo y mi familia estaríamos muertos. Le debo la vida". -James miró a Sirius, y le sonrió; y este le guiñó el ojo en señal de agradecimiento, al ver que las chicas asentían totalmente convencidas y excitadas.

"Oh, Sirius, eres tan bueno... y tan guapo..." -Comentaba la chica mas guapa del grupo, mientras que sus compañeras gesticulaban dándole la razón. Pero en ese momento del compartimento más cercano aparecieron cuatro chicos, uno alto y atlético, otro bajo y regordete, otro de estatura media, pelo graso, largo y negro; y el último de ellos un chico alto de ojos color miel y pelo rubio. El chico del pelo graso iba delante de todos, y al cruzarse con el pasillo con aquel grupo de chicas, dirigió una mirada despectiva a aquella pelirroja que había puesto en duda la historia de Sirius, y la miró con desprecio.

"Es asqueroso encontrarse a una sangre sucia por el pasillo, ¿no creeis amigos?" -Aquel chico fulminó con su mirada a la pelirroja, que solo se ruborizó y agachó la cabeza, y todos sus acompañantes comenzaron a reirse, excepto aquel chico rubio, que se mantuvo callado.

"Perdona... ¿quién te crees para insultar a la chica?" -Sirius había saltado a la defensiva, y el grasiento chico dirigió su mirada hacia él, con la cual lo volvió a fulminar como a la pelirroja.

"¿Quien te crees tu, Black? El chulo del colegio, el que más liga, el más guapo, el más fuerte, y el que más amigos lameculos tiene, ¿no? ¿Y este es uno de esos nuevos amigos? -Dirigió su mirada a James, el cual miró con desprecio a aquel chico; y cuando estuvo a punto de contestar, algo se interpuso entre ellos.

"Snape, deja a los chicos en paz y márchate de aquí" -Aquel rubio que antes acompañaba a Snape se había interpuesto en la discusión y había saltado del bando de Sirius. -"Y no te resistas, sabes que a veces no me controlo..."

Snape de repente comenzo a cambiar a tono pálido, y sin articular palabra, se marchó. Aquel chico rubio, a pesar de parecer tranquilo, sociable y pacifista, había intimidado al chico del pelo grasiento con solo unas palabras.

"Muchas gracias, de parte de mi y de las chicas..." -Sirius le tendía la mano al chico rubio con una amplia sonrisa, y las chicas comenzaron otra vez a cuchichear y a reirse, realmente emocionadas por lo ocurrido, y de encontrarse frente a tres chicos guapísimos.

"Solo nos falta encontrar un compartimento..." -Comentó James, y como si los hubiera escuchado, un chico bajito y regordete salió del último compartimento y se dirigió hacia ellos. "¿Quereis entrar aquí? He visto lo que habeis echo y me ha parecido flipante... ¡Venga, pasad!" -Aquel chico tenía una sonrisa enorme, y sus pequeños dientes eran de un tono amarillento, lo cual le hacía perder cualidades a pesar de que el chico no fuera demasiado feo...

Los tres se dirigieron al compartimento y, aunque Sirius tardó quince minutos en despedirse de todas las chicas, las cuales lo abrazaban y le rogaban que no se fuera, finalmente entraron. Cada uno de los cuatro componentes se sentaron en un sillón y el chico regordete comenzó la conversación:

"Ese Snape nunca me ha dado buena espina..."

"Si, es un autentico hijo de..." -Sirius evitó el insulto y miro al chico moreno de las gafas. -"Por cierto, gracias por lo de antes. Necesitaba un cable con esas chicas... ¿cuál es tu nombre?"

"Me llamo James Potter"

"Yo soy Sirius, Sirius Black" -Le contestó el otro moreno con un guiño.

"Y mi nombres es Remus Lupin" -Dijo tranquilo y decisivo aquel chico alto y rubio, y lo acompañó con una sonrisa.

"Y el mio, Petter Pettigrew" -Comentaba el chico regordete que les había invitado a su compartimento con un tono alegre.

Y así fue el comienzo de los Merodeadores...