PRÓLOGO

Escocia 1169

Temari supo que iba a morir. Solo tenía seis años, pero cuando aquel caballo levantó sus patas delanteras hacia el cielo, moviéndolas en el aire por encima de su cabeza, no pudo reaccionar, solo rezar para que el final llegase rápido.

Quizá solo fueron segundos, pero para una niña muerta de miedo, aquellos instantes parecieron eternos, hasta que alguien la empujó sacándola de la trayectoria del animal y ocupando su lugar. Temari abrió los ojos con horror cuando vio que el muchacho que acababa de salvarle la vida no pudo zafarse del golpe por entero. La pata delantera del caballo rozó el brazo del chico y el quejido apenas audible que este emitió se coló en la mente de Temari, haciendo que su corazón se encogiese, al igual que la cara de aquel desconocido que se levantó como pudo, mientras varios hombres con los colores del clan Namikaze alejaban al caballo y lo ayudaban a ponerse en pie.

—¡Naruto! ¿Qué demonios ha pasado?

Temari se fijó en los dos hombres que se aproximaron corriendo. El que había preguntado intimidaba a simple vista. Alto, rubio y fuerte, en sus ojos se podía ver la preocupación latente por la mueca de dolor que asoló el rostro del chico cuando este intentó rozar su brazo. A ese hombre, Temari no lo conocía, pero sí al que estaba parado a su lado, con cara rubicunda y nariz aguileña. Lo había visto hablar con su padre y su tío Ebizō, el jefe del clan Sabaku, el día anterior. Temari quiso recordar que su padre lo llamó Ermes Namikaze.

—No es nada, tío Ashina. Es solo el brazo —dijo el chico atrayendo de nuevo la mirada de Temari hacia él. Un pequeño sollozo debió de escapársele de los labios, porque los ojos del muchacho, anegados de dolor, se posaron en ella, que seguía sentada en el suelo intentando dejar de temblar.

Un grito salió de los labios del chico cuando, sin previo aviso, su tío, que le estaba tocando el brazo, tiró de él, escuchándose un sonido que hizo que Temari se pusiese a llorar de nuevo, enferma de saber que por su culpa, por salvarla, ese muchacho con unos enormes ojos, expresivos y de un azul, el más intenso que había visto jamás, estuviese sufriendo esa agonía, y a la vez aguantando estoicamente lo que a todas luces era una tortura.

—Ya está, Naruto, creo que he conseguido colocarlo. Ahora no debes moverlo. Iremos a ver a la curandera para cerciorarnos de ello. Mientras tanto, te lo voy a inmovilizar.

Temari vio al chico mirarla de nuevo, para después levantar la vista y pasearla por los alrededores, frunciendo ligeramente el ceño. Cuando su tío terminó de inmovilizarle el brazo con un trozo de tela que le pasó un tercer hombre, que a sus órdenes se acercó a ellos con los colores también del clan Namikaze, Naruto se agachó sosteniendo su peso sobre las puntas de sus pies, poniendo su cara a la misma altura de la de ella. Una suave sonrisa, a la que Temari se aferró para intentar dejar de hipar, se dibujó en la cara de aquel chico, que por lo que había escuchado se llamaba Naruto, haciendo que sus ojos adquirieran una tonalidad de azul más oscura, más profunda, como el cielo o las aguas del mar embravecido. Su cabello, rubio, se movió ligeramente con la brisa, haciendo que un mechón rebelde cayera sobre su ceja izquierda.

—¿Estás bien? —preguntó Naruto, y Temari apenas pudo asentir con la cabeza. Cuando su padre y su tío se enteraran de lo que había pasado, el castigo duraría hasta el fin de sus días.

El otro hombre, al que Naruto había llamado tío Ashina, se agachó también para mirarla, y Temari podría jurar que la expresión de su rostro y la de sus ojos se suavizaron un poco al observarla y comprobar que la niña se había encogido levemente bajo su escrutinio, como si temiese su reacción. Al fin y al cabo, ese hombre debía de estar enfadado con ella, porque por su culpa Naruto se había hecho mucho daño.

—Es la hija de Rasa, el hermano del jefe del clan Sabaku. Conozco a su padre. Lo que no sé es qué hace fuera sola, sin nadie que la vigile —dijo el de cara rubicunda y nariz aguileña.

Temari sabía la respuesta a eso. Su padre apenas se percataba de su presencia desde la muerte de su madre. Bebía demasiado y las escasas veces que reparaba en ella, la miraba como si fuese un estorbo más que como a su propia sangre. Su tío Ebizō, a quien su padre había acompañado a esta reunión entre clanes, arrastrándola a ella con él, era el jefe del clan y tenía demasiadas obligaciones como para estar pendiente de ella, y su prima Matsuri, unos años mayor que Temari, era la única a la que parecía importarle, por lo que siempre andaba pegada a sus faldas. Matsuri le había dicho un rato antes que no se moviera del cerco que rodeaba a los animales, cuando tuvo que irse con prisa al indisponerse de momento. Temari pensó que el comer tantas bayas había tenido algo que ver, y la cara verde de su prima así se lo confirmó, cuando salió corriendo sin mirar atrás con las manos en su estómago. Temari sabía que debería haber hecho caso a su prima y no haberse movido. Era demasiado curiosa y nerviosa para su propio bien, pero cuando vio aquel caballo tan bonito, quiso observarlo de cerca. Si hubiese sabido todo lo que ocurriría después, jamás se habría atrevido a mover un músculo en aquella dirección.

Sus sollozos adquirieron más fuerza y Temari los intentó silenciar mordiéndose el labio, llamando la atención de nuevo sobre ella. Naruto la miró con interés y la pequeña juraría que vio una chispa de comprensión en sus ojos.

Un muchacho un poco más alto que Naruto y una chica preciosa, con el pelo castaño rizado y unos ojos grises oscuros algo rasgados, se acercaron con premura a donde se encontraban.

—¿Estás bien? —Temari vio la cara de preocupación de la chica al preguntar a Naruto. La mirada que este le profesó a su vez a la muchacha de ojos grises hizo que Temari se mordiera con más fuerza el labio. Naruto la estaba mirando como Temari miraba la tarta de manzana que hacía Vika, cuando ella la volvía loca dando saltos a su alrededor hasta que conseguía que la mujer le cocinase su dulce preferido. La mirada de esa chica puso a su vez algo intenso y raro en los ojos de Naruto, haciéndolos brillar y extendiendo una pequeña sonrisa en sus labios. Aquella mirada, que ni siquiera estaba dirigida a Temari, calentó su alma como cuando tenía frío y se metía bajo las mantas, segura y abrigada. Desde sus ojos de niña, ansió ser la receptora de esa mirada, anhelando ser importante para alguien, deseando sentir que todo iba a ir bien. Sus ojos se desviaron hacia el otro chico al escuchar el pequeño gruñido que este emitió y que nadie más pareció oír. Temari no pudo evitar fruncir el ceño ante su expresión, como si ese desconocido estuviese enojado al ser testigo del cruce de miradas entre Naruto y la muchacha de pelo castaño. Sin embargo, el cambio abrupto en el rostro del chico, momentos después, con una expresión que parecía de genuina preocupación, hizo que Temari desechase su inquietud.

—Tenemos que ir a buscar a tu padre, pequeña, ¿de acuerdo? —le preguntó a Temari el hombre con la expresión más amable, al que Naruto había llamado tío Ashina.

Temari negó con la cabeza con vigor, como si eso fuese el peor castigo del mundo, y el hombre esbozó una pequeña sonrisa.

—¡Dios mío, Temari! ¿Qué ha pasado? —gritó su prima Matsuri acercándose por detrás sin que Temari la hubiese oído llegar.

—¿Eres familiar suyo? —preguntó Ashina poniéndose en pie y mirando a Matsuri fijamente.

—Sí, soy Matsuri, hija de Ebizō Sabaku, jefe del clan Sabaku, y ella es mi prima. Le dije que no se moviera del cerco. ¿Qué ha pasado? —volvió a preguntar Matsuri. Mientras Ashina se lo contaba, Temari sollozó cuando escuchó a Naruto soltar un juramento por lo bajo y un siseo de dolor, al cambiar este de posición y mover su brazo de forma brusca.

En ese momento, unas voces que Temari conocía a la perfección resonaron en sus oídos como si fueran las iras del infierno.

—¿Qué demonios has hecho ahora, Temari? —preguntó con voz furiosa Rasa Sabaku.

Temari se encogió sobre sí misma, acercándose por inercia a su prima.

—¿Hermes? —preguntó el padre de Temari al darse cuenta de la presencia de uno de los tíos de Naruto. Rasa conocía a Hermes, desde que unos años atrás visitara la tierra de los Sabaku como enviado de los Namikaze en una reunión que tuvo lugar allí.

Cuando Hermes le contó con escasas palabras lo que había pasado, Rasa miró a Temari, que ya estaba en pie al lado de Matsuri. La mirada llena de ira que surcó sus ojos unos segundos antes de que cruzara la cara de la niña con un sonoro bofetón, hizo que todos los presentes reaccionaran. Naruto se interpuso rápidamente entre Temari y su padre, poniéndose delante de ella, protegiéndola de forma instintiva de un segundo bofetón.

—Naruto —dijo Ashina en un tono bajo, pero firme, cuando se situó a su lado y le sostuvo el brazo sano. Las facciones de Ashina eran duras cuando miró a Rasa Sabaku. Entendía bien la necesidad de Naruto de ponerse delante de la pequeña. Ese bofetón por parte de Rasa Sabaku había sido excesivo y abusivo, y su sobrino era protector por naturaleza. Sin embargo, la niña era hija de aquel hombre, que aunque no le agradaba, no tomaría a bien el gesto de Naruto protegiéndola de él.

En ese instante, Naruto pareció comprender por qué su tío lo apartó del camino de Sabaku.

—Ha sido un accidente y no ha habido nada que lamentar —explicó Ashina a Rasa Sabaku, que al mirar a todos los presentes y ver sus caras, se dio cuenta de que haberse dejado llevar por su arranque de ira delante de desconocidos no había sido lo más inteligente.

Cuando Sabaku asintió antes de dirigirse a Matsuri y a Temari, conminándolas a que lo siguieran, su hija, en un acto de osadía o rebeldía, o quizá solo en el inocente proceder de una niña de seis años, se acercó a Naruto, lo cogió de la mano, del brazo sano, y lo miró con los ojos anegados en lágrimas.

—Lo... lo siento... mucho —susurró, pero antes de que Naruto pudiese contestarle, su padre la agarró del hombro y del pelo tirando de ella hacia delante. La forma abrupta en que forzó la marcha, hizo que todos escucharan el juramento poco cristiano que los labios de Naruto profirieron por lo bajo, y cuando fue a dar un paso al frente al oír los sollozos desgarrados de la pequeña, solo la mano de su tío Ashina sosteniéndolo por el pecho, lo salvó de cometer una imprudencia.

Lo que nadie supo después es que, cuando unas horas más tarde, su tío Hermes bebía con Rasa Sabaku en el salón principal del castillo del clan Chattan, rodeados de todos los invitados a aquella reunión, Ashina averiguó donde estaba la pequeña, y ante la presencia de Matsuri y la acompañante de ambas, una mujer entrada en años llamada Blaire, Naruto se sentó al borde de la cama de la pequeña, que seguía llorando, tomó su mano entre la suya y la tranquilizó diciendo que no pasaba nada, que ya no le dolía el brazo. La ceja alzada de esa niña de seis años poniendo en duda sus palabras hizo esbozar una sonrisa a Naruto, que siguió allí con ella hasta que el sueño la venció.


Esta historia es de Josefina L. Y los personajes pertenecen a M. Kishimoto.

Milacienta espero y te guste. Con mucho cariño para ti.