CAPITULO 2

Que viera a Hanare Hatake hacerle señas desde el otro lado del salón como si estuviese bailando borracha, fue raro. Que le dijese que tenía algo que hablar urgente con él cuando consiguió salir de la estancia sin que nadie reparara en ello, fue confuso. Pero que lo metiera en una habitación con siete mujeres más que lo miraban como si fuesen hacer tiro con arco con su cabeza, fue una broma de mal gusto, sobre todo cuando entre ellas se encontraba la arpía pelirosa de su prometida.

Sasuke estuvo a punto de darse media vuelta y salir por la puerta, como si aquello no hubiese pasado jamás, pero la súplica que vio en los ojos de Hanare hicieron que permaneciera donde estaba por unos segundos. No quería reconocer que tenía debilidad por aquella mujer desde que se casara con Kakashi. Ver a su amigo feliz y conocer la generosa naturaleza de Hanare, su nobleza y entrega hacia los demás, aun cuando fuesen meros desconocidos, le hizo bajar la guardia ante ella sin darse cuenta. El hecho de que aquella mujer mejorara visiblemente la salud de su hermano menor Itachi, tras verle toser una de las veces que acompañó a Kakashi a tierras Uchiha, fue lo que terminó de sentenciarlo. Andaría sobre brasas hirviendo, si Hanare se lo pidiese, nada más que por eso.

Itachi era siete años menor que Sasuke.

—Antes de que digas nada, o salgas de aquí sin mirar atrás, ¿podrías escucharnos, por favor? —pidió Hanare señalándole la silla que había vacía y que completaba el círculo que formaban las otras, ocupadas por las ocho mujeres.

La mirada que le dirigió Sasuke a Hanare, hizo que la joven sonriera pidiéndole perdón por la encerrona, y Uchiha entrecerró los ojos antes de mover la cabeza en señal de derrota.

Sasuke tomó asiento y las miró. Había llegado esa misma mañana a tierras Hatake, y aunque le habían sido presentadas la mayoría de las presentes, había tres que no recordaba haber visto, entre ellas a su prometida, con la que solo había tenido el placer de coincidir un par de veces con anterioridad, pero que habían sido suficientes para toda una vida.

—No sé si las conoces a todas —dijo Hanare sentándose a su vez entre Kurenai y Sakura.

—Hotaru y Yūgao Gekkō, Kurenai Sarutobi, Karin Hōzuki, Hanare y la arpía pelirosa —nombró Sasuke mientras las iba mirando, una a una, consiguiendo con sus últimas palabras que Sakura echara fuego por los ojos y lo fulminara en el sitio. Estaba seguro de que si la joven hubiese tenido su arco cerca, ya lo habría atravesado con una de sus flechas para retorcérsela después con saña. Cuando iba a decir que a las demás no las conocía, se fijó en la última, que cerraba el círculo y estaba más próxima a él. Ver su rostro fue como si le arrebatasen el aire de golpe, y tuvo que controlar sus facciones para no delatar lo que le había perturbado verla.

Hanare terminó de presentarle a las restantes al notar que Sasuke parecía no conocerlas.

—Shizune Katō y Temari Sabaku —dijo Hanare, y Sasuke retiró la vista de esta última con reticencia, para posar sus ojos de nuevo en Hanare.

—De acuerdo, y ahora es cuando me explicáis qué hago yo aquí —dijo Sasuke mirándolas.

—Es rápido entendiendo la situación, ¿eh? —preguntó Hotaru, y la fina ironía de sus palabras hizo que Sasuke esbozara una sonrisa peligrosa y alzara una ceja. Kurenai tuvo un ataque de tos oportuno y Sakura soltó un bufido.

—Queremos que saques a alguien de aquí, de este castillo, sin que nadie sospeche que te la has llevado, y que la escondas en tus tierras durante unas semanas, hasta que nosotras lo tengamos todo dispuesto para ayudarla a desaparecer —expuso Kurenai mirándolo a los ojos.

Sasuke las miró atentamente durante unos segundos antes de hablar.

—Ya, y de paso invoco una tormenta de fuego, abro los mares y meo contra el cielo sin que me caiga en la cara —dijo Sasuke sin mover un músculo.

La boca de Shizune Katō se quedó abierta y la mirada de Karin Hōzuki, como si quisiera meterle los dedos en los ojos y arrancárselos, no tuvo precio.

—Hanare, ¿no dijiste que era inteligente y sin escrúpulos? —preguntó Hotaru con un tono de voz duro, aunque sus ojos desmintieran su disconformidad al brillar de la forma en que lo hacían cuando una travesura rondaba su mente, porque la respuesta de Sasuke, aunque no quería admitirlo abiertamente, le había hecho gracia.

—Debí de haber ajustado más el tiro de la flecha y haberlo atravesado cuando tuve la oportunidad —dijo Sakura por lo bajo, aunque no lo suficiente como para que los demás no la escucharan.

—¿Le disparaste una flecha? —preguntó Hotaru a Sakura con evidente curiosidad.

—Como comprenderás, después de conocerlo no pude hacer otra cosa —expresó Sakura señalando a Sasuke como si fuese más que evidente.

—No es por salir en su defensa, pero ¿por qué lo hiciste? A mí no me parece tan evidente —preguntó Yūgao tocándose el vientre.

Sasuke se sentó hacia atrás y cruzó los brazos sobre el pecho, optando por una postura algo más cómoda mientras las veía charlar sobre su vida y su posible asesinato a manos de la pelirosa, como si él no estuviese presente.

—No quiero casarme con él, y visto lo visto, no me equivoqué —dijo Sakura.

—¿Estáis prometidos? —preguntaron todas a la vez, salvo Temari, que por su gran amistad con Sakura ya sabía ese hecho.

—Nos prometieron de niños, pero no lo conocí hasta hace unos meses. Y sí, le disparé una flecha, pero fue un accidente. No quería rozarle el cuello.

—¿Fallaste? —preguntó Hotaru frunciendo el ceño.

—Un descuido que no cometía desde que era una niña. El sol me dio en los ojos.

Hotaru asintió como si la entendiera a la perfección.

—Y la punta de tu pequeña espada en mis huevos cuando te pedí una explicación, ¿también fue porque te deslumbró el sol? —preguntó Sasuke como si nada, descruzando los brazos e inclinándose un poco hacia delante.

Sakura también se inclinó.

—No, eso fue premeditado. Me pareció que te sobraban y quería hacerte un favor —contestó Sakura en un susurro furioso.

La sonrisa de Sasuke, y su mirada intensa y cargada de algo que Sakura no pudo descifrar, la hicieron tragar saliva.

—¡Qué bien vamos a llevarnos, pelirosa! —exclamó Hotaru con una sonrisa deslumbrante, balanceando sus rebeldes rizos del color del oro sobre su rostro angelical al moverse.

El suspiro cansado, más que audible, que salió de los labios de Temari, hizo que todos desviaran su vista hasta ella.

—Creo que nos estamos precipitando. Tiene que haber otro modo de llevar a cabo lo que hemos hablado y que no requiera involucrar a Laird Uchiha. Él no tiene nada que ver con esto y es totalmente injusto y desafortunado exigirle una ayuda de esta magnitud. Conlleva demasiadas cosas, de hecho ya os estáis poniendo todas en peligro por mi culpa. Esta idea es muy arriesgada —continuó Temari, ahora mirando fijamente a Sasuke—. No me conoce, entiendo que no quiera saber nada de esto. Gracias, Laird Uchiha, por escucharnos —finalizó Temari con sinceridad y firmeza.

Sasuke miró a Temari durante unos segundos. La determinación en los ojos de la joven, su postura, su seguridad al hablar, indicaba que aquella mujer era una fuerza contenida de la naturaleza.

La mirada que Sasuke le lanzó a la joven, lo que había en sus ojos, no le pasó desapercibido a Hanare. En aquellos meses lo había conocido lo suficiente como para intuir que esa mirada escondía algo; sin embargo, sabía que fuese lo que fuese, Sasuke jamás haría nada para lastimar a Temari. Sabía lo que todo el mundo afirmaba de Sasuke, y ella había sido testigo de muchas de esas cualidades. Era frío, inteligente, sin escrúpulos y brutalmente sincero, hasta rayar lo ofensivo. Nunca hablaba de él, ni de su pasado, era como si tuviese un muro infranqueable que lo rodeaba y lo separaba del mundo, y una oscuridad peligrosa se deslizaba a través de él, alejando a todo aquel que tuviera algún instinto de supervivencia. Sin embargo, Hanare sintió una afinidad con él desde el mismo instante en que lo conoció. No podía decir por qué, quizás instinto o algo similar, pero confiaba en él y lo apreciaba.

—Sasuke, por favor —pidió Hanare, y este desvió la mirada de Temari hacia ella.

Todas vieron la conversación que pareció tener lugar entre Hanare y Sasuke sin necesidad de palabras.

Sasuke, al cabo de lo que pareció un siglo, se inclinó hacia delante, descansando los antebrazos en sus muslos, antes de mirar de nuevo a Temari.

—Quiero saber por qué, y quiero toda la verdad. Si veo que omites algo, me levanto y salgo de aquí sin mirar atrás; si noto que me engañas o que intentas manipular la situación, lo mismo.

Temari miró a las demás, y cuando vio asentimiento por parte de todas, tomó aire y volvió a mirar a Sasuke.

—De acuerdo.

Sasuke asintió, y durante la siguiente media hora, Temari le contó todo: cómo conoció a Naruto, el compromiso que Hermes Namikaze y su padre acordaron entre Naruto y ella, el desconocimiento por parte de Naruto de dicho compromiso, y su furia al enterarse, y la anulación del mismo a raíz de ello. Le contó todo lo que pasó en el encuentro que hubo en tierras Hōzuki, lo que su padre quería que ella hiciese y que esta se negó a llevar a efecto. La idea que Naruto tenía de ella y, por último, la respuesta violenta de su padre cuando volvió a casa sin haber conseguido lo que su progenitor ansiaba. Después, calló unos instantes, porque lo que venía a continuación le costaba más, pero nadie que conociera a Temari podía decir que fuese cobarde, así que le contó cómo su padre, a la vista de que la alianza con Namikaze era prácticamente imposible, aceptó pensar en la propuesta de Yakushi para casarse con ella. Le relató cómo su padre prácticamente la arrastró a las tierras de aquel hombre para discutir sobre los detalles de la posible unión y cómo Yakushi, a solas, la acorraló, intentando en más de una ocasión tocarla. Ella se defendió, sorprendiéndole cuando le hizo probar el filo de su puñal, uno que sabía manejar con bastante maestría, sin embargo Yakushi no cometió el mismo error dos veces, y cuando días después volvió a acorralarla, esta vez lo hizo en compañía de uno de sus hombres. Entre los dos la inmovilizaron y Yakushi le marcó el brazo para que recordara a quién pertenecía.

Las facciones de Sasuke se endurecieron peligrosamente cuando escuchó esto último.

—Enséñamelo —pidió Sasuke, y por primera vez desde que entró en aquella habitación su tono de voz no dejó indiferente a ninguna de las presentes. Fue pronunciado como si hubiese paladeado cada una de sus sílabas. Bajo, profundo, más grave de lo normal, dotándolas de una fuerza contenida que destiló un peligro letal y oscuro.

Temari tragó saliva antes de levantarse la manga de su vestido y enseñarle el brazo.

La mirada de Sasuke, fija en ese punto donde podía verse la inicial de Yakushi lacerando la piel de aquella joven, lo hizo callar unos segundos, durante los cuales levantó la vista y la fijó en los ojos de Temari Sabaku. Lo que vio en ellos, la determinación y la necesidad de rebelarse contra todo y todos los que habían dictado que su vida debería ser así, dañándola, lastimándola y humillándola en el proceso, hizo que Sasuke se irguiera nuevamente.

—Si desaparece estando en tierras Hatake, puede haber un conflicto. Dejadme que lo piense —dijo Sasuke mirándolas fijamente—. Ahora quiero saber cuál es el plan para después. Cómo pensáis ayudarla a que desaparezca definitivamente.

Una sonrisa se extendió en los labios de casi todas las presentes cuando las palabras de Sasuke resonaron en la estancia.

Kurenai procedió a contarle cómo habían pensado en enviarla al norte con el clan Uzumaki, padres de Karin y tíos de Kurenai.

Sasuke escuchó el plan y aportó varias ideas que hicieron más factible y eficaz lo ideado, y después miró a Temari.

—¿Estás segura de esto? Una vez que te escapes no habrá vuelta atrás. Sabes lo que pasará si tu padre te encuentra, ¿verdad? —preguntó Sasuke levantando una mano a modo de señal, para que ni la pelirosa arpía, ni Hotaru, ni Karin dijeran nada, ya que todas habían prácticamente saltado de la silla al escuchar su pregunta.

Temari lo miró sin titubeos. Había fuego en su mirada.

—Lo mismo que me pasará si me quedo y no hago nada, salvo con la diferencia de que si me escapo y no me encuentra, tendré una oportunidad de tener una vida. De la otra manera me estarán sentenciando a morir en ella. No voy a casarme con Yakushi, antes prefiero que me arranquen los ojos. Si mi padre me encuentra, rezaré para que me mate, porque prefiero eso a pasar un solo segundo con Yakushi.

—¿Te casarías con Naruto Namikaze?—siguió Sasuke con su interrogatorio.

Temari frunció el entrecejo ante esa pregunta.

—Ya te he contado lo que piensa Naruto de mí. Me odia. Es imposible.

Sasuke asintió antes de hablar.

—Sé lo que me has contado, pero quiero saber lo que no me has dicho. Te cambia la voz cuando hablas de él, y al relatar cómo os conocisteis de niños, he notado que no te es indiferente.

Un brillo de reconocimiento recorrió los ojos de las presentes. Temari le había contado todo, salvo el hecho de que ella había estado enamorada desde niña de Naruto. De un recuerdo. Había sido tan tonta, tan inocente, que el reconocerlo delante de sus amigas era una cosa, pero delante de Sasuke Uchiha era otra muy distinta. Sin embargo, aquel hombre, cuya oscuridad podía atisbar cualquiera que posara los ojos en él, se había percatado de sus sentimientos por el simple timbre de su voz, aun sin conocerla previamente. Hanare había tenido razón cuando dijo que era inteligente, y Temari tuvo que sumar a esa lista intuitivo y observador.

—En nada cambia la situación mi respuesta, porque a pesar de lo que yo pueda sentir o pensar, él me odia y no voy a casarme con alguien que ni siquiera tolera mi presencia.

—Una opción sería matar a Yakushi, Namikaze y tu padre —dijo Sasuke con un brillo peligroso en los ojos. Esa oscuridad de nuevo.

Vio mover en negación la cabeza de todas.

—No tenemos problema con lo de matar a Yakushi, pero Naruto es amigo de nuestros maridos, y aunque ahora mismo no es alguien muy querido por todas nosotras, lo apreciamos —señaló Hotaru Gekkō.

—Y Rasa Sabaku es su padre, tampoco podemos insertarle una flecha en mitad del pecho —dijo Sakura.

Uchiha alzó una ceja.

—Deberíamos tener alguna vez una pequeña conversación sobre tu fijación con insertar flechas a todo lo que se mueve —espetó Sasuke mirando a la pelirosa.

—No tengo nada que hablar contigo, salvo para mandarte a un lugar donde el calor abrasa a todas horas y estás condenado por el resto de tu vida —contestó esta con una sonrisa maliciosa.

—De acuerdo, si prefieres discutir esto en la cama, desnuda, por mí no hay problema —dijo Sasuke, viendo cómo aquella respuesta hacía que la pequeña pelirosa se quedara muda de pronto y sus mejillas adquirieran un color peligrosamente parecido al rojo granate.

Una risilla proveniente de entre las damas lo hizo volver la cabeza de nuevo hacia Temari.

—Está bien, pensaré cómo hacerlo y hablaré con vosotras.

Temari respiró hondo, como si aquellas palabras de Sasuke le hubiesen insuflado la vida que parecía escurrirse entre sus dedos desde que su padre la sentenciara a casarse con Yakushi.

—Pero antes de nada, ¿vas a dejar que ese malnacido de Yakushi te deje su inicial en la piel? —preguntó Sasuke mirando a Temari seriamente.

Temari pudo leer en sus ojos lo que estaba insinuando. No se le había ocurrido, pero ahora que él lo había mencionado, no podía dejar de pensar en ello. Sería doloroso, sería volver a revivir aquel momento, pero la libertad de saber que aquel canalla no tendría poder sobre ella, que no tendría la última palabra, que no tendría que ver su marca sobre su piel como si fuese en verdad algo de su propiedad, valía la pena, más que cualquier otra cosa. Temari sabía que era imposible que un guerrero, un highlander como Sasuke Uchiha, comprendiera lo que ella sentía ante esa marca, sin embargo por unos segundos sintió que él la entendía a la perfección. Temari se levantó un poco el borde inferior de su vestido y de debajo de él, atado a su pierna, sacó su puñal y se lo entregó por el mango a Sasuke.

—Que no te tiemble el pulso por favor —pidió Temari con la voz más grave de lo que era habitual.

—Temari... no tienes por qué... —dijo Yūgao con cara de preocupación.

—Podemos encontrar otra manera —dijo Sakura con convicción.

Pero Temari negó con la cabeza sin apartar sus ojos de los de Uchiha, que adquirieron un tono más oscuro y una intensidad que casi la traspasó.

—¿Estás segura de que no eres una Uchiha en vez de una Sabaku? —preguntó Sasuke esbozando una pequeña sonrisa.

—Hazlo y calla —contestó Temari con rotundidad, haciendo que Sasuke soltara una carcajada.

Ninguna de las presentes quedó impasible ante la misma.