CAPITULO 4

Sasuke miró a Hanare, que a pesar de lo que vio en los ojos de Uchiha, estaba haciendo esfuerzos para no echarse a reír.

—No tiene gracia, Hanare —masculló Sasuke frunciendo el ceño.

—Oh, sí la tiene —contestó Hanare mordiéndose el labio inferior, intentando contener lo que ya era imposible.

Cuando la carcajada salió de los labios de la esposa de Kakashi, Sasuke no pudo más que rendirse a la evidencia y sonreír también.

—Te juro que están bien organizadas. Es como si supieran dónde voy a estar antes de que yo mismo lo sepa. Esta mañana, Hotaru me tomó del brazo cuando iba por el pasillo y me metió en una de las habitaciones de la planta de arriba para preguntarme si ya había pensado en un plan para sacar a Temari de aquí. Después, cuando le expliqué que lo que tramaba requería más tiempo, creí que me sacaría un ojo con uno de sus pequeños dedos cuando me apuntó con él, y me dijo que teníamos un poco de prisa porque esta reunión no iba a ser eterna. Después de eso, en los establos, Kurenai tropezó accidentalmente conmigo para decirme, entre susurros, que debía reunirme en algún momento con ellas para hacerlas partícipes del plan, y que si no se me ocurría nada pronto, mi futuro se veía incierto. Shizune, la tímida y callada Shizune, me puso la zancadilla cuando me crucé con ella para recordarme que el tiempo apremiaba y que si le fallo a Temari, no me lo perdonarán jamás. Y a mi maravillosa y encantadora prometida le ha faltado meterme una flecha por el...

—¡Sasuke! —exclamó Hanare intentando contener otra carcajada.

—Mira, Hanare, soy un guerrero, y tengo mucho aguante. Jamás pensé llegar a esto, pero después de lo de esta mañana y esta tarde, he tenido el impulso de sacar el puñal y degollarme yo mismo. Y todavía no me he encontrado con Yūgao e Karin, pero no creas que me engaño pensando que no están al acecho. Créeme que si no estuviesen casadas, me las llevaría al clan Uchiha para que entrenaran a mis hombres sobre cómo acabar con el enemigo sin tener a mano un arma mortal.

—Sasuke, estás exagerando.

Uchiha la miró a los ojos con cara de circunstancias, y Hanare volvió a reírse.

—No soy amable, no tengo amigos, salvo Kakashi, y me importan bien poco los problemas de los demás y sus vidas. Soy egoísta y cruel si hace falta, y disfruto de ambas cualidades, pero estas guerreras disfrazadas de amantes esposas me están llevando justo al límite. Diles que se controlen, porque si no vamos a tener que lamentar una desgracia. No creo que si Utakata hubiese visto a su esposa meterme en una habitación esta mañana lo hubiese tomado a bien. Imagino que mis huevos estarían comprometidos, por no decir algo más fuerte. Habéis acudido a mí, así que diles que confíen en mis decisiones o que se busquen a otro. Me reuniré con todas vosotras y os diré qué hacer cuando lo sepa con seguridad. No podemos sacarla de aquí sin más. Está en tierras Hatake y si desapareciera, Kakashi sufriría las consecuencias, y no voy a tolerar eso. Encontraré la manera de no perjudicaros para ayudar a Temari.

Hanare miró a Sasuke y asintió con una sonrisa. Ese hombre, a pesar de todo lo que los demás pensaban de él, y de lo que él creía de sí mismo, era un hombre de honor.

—De acuerdo —dijo Hanare antes de girarse para ir hacia la puerta.

Llevaban un rato dentro del cuarto de costura, donde Hanare sabía que nadie entraría a esa hora, pero a pesar de ello, era arriesgado estar allí a solas con Sasuke por más tiempo.

Hanare no supo si fue por la brusquedad del movimiento, porque no había comido en horas o porque le había costado dormir, pero la única realidad era que si Sasuke no la hubiese cogido a tiempo, se habría caído redonda al suelo, uno que se había desdibujado ante sus ojos cuando todo le dio vueltas.

—¡Maldita sea! —escuchó Hanare maldecir a Sasuke mientras este la sentaba en una silla cercana y la mantenía derecha, sujetándola por los brazos y dejando que Hanare recostara su cabeza sobre su pecho.

Hanare cerró los ojos por un instante y se centró en su respiración.

—Hanare, mírame —dijo Sasuke poniendo su mano en la mejilla de la mujer de Kakashi, levantándole el rostro hacia él para poder verle la cara, que tenía mortalmente pálida—. ¿Estás bien? Dime qué necesitas —continuó Sasuke, intentando que Hanare enfocara sus ojos en él.

—Tranquilo, se me pasa en un momento —dijo Hanare, sintiendo cómo el mareo empezaba a remitir.

Sasuke dejó que la esposa de Kakashi recostara de nuevo la frente en su pecho.

Hanare hubiera apostado su cabeza en ese instante a que Sasuke no se daba cuenta de que le estaba tocando el pelo y la espalda con círculos tranquilizadores y reconfortantes. Una sonrisa se desgranó en los labios de Hanare ante esa muestra de afecto. El monstruo sin sentimientos, cruel y despiadado, parecía haber desaparecido dentro de aquel Sasuke totalmente desconocido.

—Ya estoy mejor —dijo Hanare, separándose de Sasuke, sintiéndose lo suficientemente fuerte y segura para moverse sin que todo diese vueltas a su alrededor.

Cuando miró a Sasuke, su expresión habría congelado el infierno.

—¡Vosotras os habéis propuesto matarme! —exclamó entre dientes—. ¿Qué coño ha sido eso? —preguntó con un tono de voz duro y lacerante, a pesar de la preocupación que Hanare distinguió en sus ojos. Eso la hizo soltar el aire de golpe y sincerarse con la última persona que hubiese imaginado, contándole lo que solo ella sabía desde hacía unas pocas semanas.

—Estoy embarazada, y no lo estoy llevando muy bien —dijo Hanare sintiéndose aliviada por haberlo compartido con alguien.

—¿Embarazada? —preguntó Sasuke con un medio gruñido, mientras sus ojos se desviaban a su vientre.

—Es de poco tiempo, Sasuke, todavía no se nota y de ahí que me encuentre fatal. Algunas mujeres, los primeros meses, sufren mareos y náuseas.

Sasuke la miró con atención, y Sakura soltó el aire resignada en el instante en que este entrecerró los ojos ligeramente para escrutar su rostro. Ella, que nunca apartaba la mirada, lo hizo porque sabía cuál iba a ser su siguiente pregunta.

—¿Kakashi lo sabe?

Elisa negó con la cabeza.

Sasuke tomó la barbilla de aquella mujer con una delicadeza impensable en un hombre como él, haciendo que levantara la vista hasta sus ojos e impidiendo que rehusara por más tiempo su mirada.

—¿Por qué?

Hanare tragó saliva y lo miró. No pudo ocultarle el miedo que sentía ante la reacción de Kakashi por esa noticia.

—Sabes por qué.

Sasuke apretó la mandíbula antes de hablar.

—Kakashi te adora, Hanare. Eres lo que más quiere en este mundo, y sé que cuando se entere de que va a ser padre, nada lo hará más feliz. No lo subestimes. Ha sufrido mucho, pero es el hombre más fuerte que conozco. No todos los embarazos ni todos los partos son iguales, tú mejor que nadie sabes eso, y él también. Déjale que esté a tu lado, y no tardes en contárselo.

Hanare se mordió el labio con inquietud, pero sus ojos se iluminaron. Sabía, por lo que Kakashi le había contado y lo que le había relatado Tamae, la curandera del clan Hatake, lo que su esposo había sufrido cuando ocho años atrás, perdió a su primera esposa y a su hijo recién nacido en el parto. Cuando supo que estaba embarazada, estaba tan ilusionada, y a la vez tan angustiada... No podía evitar pensar en que, aunque ella tenía fe en que todo saldría bien, la realidad era que muchas mujeres morían en el parto. No quería que Kakashi volviera a pasar por lo mismo. Estaba demasiado sensible y solo podía pensar en la reacción de su esposo.

—¿Desde cuándo hace que no comes? —preguntó Sasuke con una expresión dura y sombría en el rostro.

Hanare lo miró a regañadientes.

—Lo vomito todo.

—¿Desde cuándo? —reiteró Sasuke con un tono de voz que no dejaba margen para la evasión.

—¿Dónde está ahora el hombre duro y cruel al que le importa poco la vida de los demás? —preguntó Hanare, enarcando una ceja.

—Está durmiendo, y mientras, el Sasuke que es capaz de asesinarte por no cuidarte lo suficiente y comer lo necesario para que el pequeño Sasuke sea un futuro niño fuerte y sano, ha tomado su lugar. Así que no lo enojes, si no quieres que te dé la comida yo mismo. Créeme cuando te digo que no te gustarían mis métodos.

Hanare hizo un mohín con los labios.

—¿Pequeño Sasuke? —preguntó sin poder ocultar su sonrisa.

—Si lo llamas Kakashi va a ser un lío.

—Ya... —expresó Hanare divertida.

—Venga, vamos —dijo Sasuke ayudándola a ponerse en pie y comprobando que podía sostenerse sola. Cuando Hanare le aseguró que estaba completamente recuperada, y después de jurarle que comería algo en cuanto saliese de allí, Sasuke dejó de mirarla como si todas las iras del infierno recayeran sobre ella.

—Hazme caso, Hanare. Díselo. —insistió Sasuke antes de que cada uno de ellos tomara direcciones opuestas.

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Temari intentó disimular cuando vio entrar a Naruto Namikaze en el salón. A pesar de los intentos, supo que había fracasado cuando Karin le dio un ligero toque en el brazo.

—La cena no es Naruto, Temari. Cierra la boca, que los ojos se te están poniendo en blanco.

Temari miró divertida a Karin mientras negaba ligeramente con la cabeza.

—Se suponía que no vendría. No pensé que tuviese que lidiar con su compañía estos días.

Karin la miró fijamente intentando ver a través de la calmada apariencia de su amiga.

—¿Te incomoda el hecho de que esté aquí tanto como para poner en peligro nuestro plan? Debes de estar centrada, y Naruto, por lo que veo, sigue provocando que se te alteren hasta las pestañas.

Temari alzó una ceja ante las últimas palabras de Karin. Su amiga, al igual que Sakura, siempre era muy franca y directa en sus apreciaciones.

—Créeme, que si sentía algo por Naruto, eso desapareció cuando me dijo lo que pensaba de mí en la reunión que tuvo lugar en tierras del que ahora es tu esposo. Fue elocuente, directo y cruelmente sincero.

Karin negó con efusividad. Temari pensó que, si lo hacía con más fuerza, le saldría la cabeza volando.

—Temari, llevas enamorada de él desde los seis años. Ni una manada de caballos que pasara por encima de ti durante horas, ni un rayo que cayera y te fulminara sin piedad, ni todo un lago de agua helada que te calara hasta el interior de tu...

—Ha quedado claro lo de la muerte agónica —expresó Temari mirando a Karin, haciéndole saber que no le gustaba hacia dónde se dirigían sus palabras.

—Ni todo eso haría que arrancaras de ti el amor que sientes por Naruto Namikaze. Créeme. He visto como tu cara se ilumina cada vez que lo ves. Como hace un momento, cuando lo has visto entrar.

Temari daba gracias a que tanto Karin como ella misma estuviesen sentadas en un extremo del salón, apartado, en un recodo que formaba la piedra y que las resguardaba de miradas ajenas, salvo que estuviesen frente a ellas.

Sintiéndose segura desde aquella posición, se permitió mirarlo una vez más. El nudo que se formó en su estómago fue tan fuerte, que creyó que la partiría en dos. Cuando pensó en su plan de escapar y desaparecer, no había imaginado que antes tendría que volver a verlo. Después de lo que él le dijera la última vez que se vieron, pensó que podría olvidarlo, desterrarlo de su mente y de su corazón, pero cuando se enteró de la emboscada en la que había caído Naruto y que a punto estuvo de costarle la vida, toda esa determinación, todo lo que habían conseguido sus palabras, se evaporó como el humo, reemplazado por la angustia de saber que podía haberlo perdido para siempre. No ella, porque nunca había sido suyo, pero sí su clan, las personas que lo apreciaban y lo amaban, entre las que no podía encontrarse ella. De nuevo no. Porque a pesar de darse cuenta de que no podía expulsarlo de su mente y de su corazón con la presteza o la determinación pretendida, sabía que debía olvidarlo, por su propio bien. Para intentarlo recordaba, una y otra vez, las palabras y la actitud de Naruto frente a ella, dejando que su amor propio y su orgullo tomaran el control, con rabia y determinación, a fin de terminar con cualquier emoción respecto a él.

—Maldita sea, ha llegado el idiota de Naruto. Esto complica las cosas —dijo Sakura, que en ese momento llegaba junto a ellas. El salón tenía varias entradas y Sakura había accedido al interior de la estancia por la más cercana a su posición. Temari observó cómo su llegada había hecho que varios de los hombres que saludaban efusivamente a Naruto desviaran su mirada hacia allí, y entre ellos el propio Naruto. Temari observó su mirada vívida de interés y curiosidad, para después convertirse en hielo cuando, al llegar Sakura hasta ella, se dio cuenta de que Temari estaba allí. Aquello la hizo apretar los dientes. Estaba harta de esa actitud injusta y prejuiciosa. Puede que Naruto tuviese motivos con respecto a su padre, a lo del compromiso, pero ella no había participado en ese plan, incluso había sido el objeto de la rabia de su padre por ir en contra de sus designios respecto a él, y por eso le parecía totalmente injusto, y cada vez más difícil de sobrellevar, la actitud beligerante y altanera de Naruto. Y ni siquiera podía compartir estos sentimientos con Sakura o Karin. Conocía el temperamento explosivo de la pelirosa y no quería alimentarlo. No deseaba que surgieran complicaciones a solo unas horas, o a lo sumo días, de su huida. Cuanto más desapercibida pasara, mejor.

—Cuando me cruce con Sasuke, le voy a clavar una de mis flechas en su maldito orgullo. Le dijo a Hanare que se reuniría con nosotras cuando tuviese algo. Algo es lo que le voy a dar yo en cuanto lo tenga a tiro —masculló Sakura por lo bajo.

—Así discutía yo con Suigetsu, y luego me casé con él —dijo Karin, y Sakura la miró como si fuese un monstruo con dos cabezas.

—Sakura, ahora más que nunca debemos mantenernos frías, calmadas, ser inteligentes y no llamar la atención. Y debemos confiar en Sasuke, es nuestra única oportunidad. No te preocupes por la presencia de Naruto. No será ningún problema. No pienso hablar con él, y menos propiciar encuentros.

—En conclusión, que vas a huir, eludirle, evitarle...

Temari volvió a mirar a Karin, y esta vez su amiga cogió la indirecta.

—Sí, voy a hacer todo eso, porque la otra opción es clavarle mi puñal en una zona que ninguna dama debería ni siquiera imaginar.

—Me gusta esa idea, Temari. Yo te lo sostengo —dijo Sakura con cara de estar orgullosa de su amiga.

Temari suspiró, soltando después de golpe el aire que había inhalado.

—El cómo me siento es algo personal. Y lo que ha pasado entre ambos solo nos atañe a Naruto y a mí. Al margen de eso, Namikaze es un buen Laird, buen amigo y un buen hombre.

Sakura la miró como si se hubiese vuelto loca.

—Sin duda, ese pelo rubio ondulado que tiene y esos ojos azules te han vuelto tonta, Temari. No me importa que sea un santo, pero te ha hecho daño, y con eso basta.

Karin asintió con una sonrisa al mirar a Temari, y esta solo pudo rezar, porque se le antojaba que hasta que se fuera, aquel tiempo iba a ser muy, pero que muy largo.