CAPITULO 5

Naruto acababa de entrar en el castillo de Kakashi, cuando el propio Kakashi y Utakata, que estaban reunidos en el salón, le dieron la bienvenida con un fuerte apretón en el antebrazo. Hayate estaba detrás de ellos, junto a Asuma y Suigetsu.

—Vaya, ya pensaba que no ibas a venir. ¿Te estás volviendo lento? —preguntó Kakashi cuando Naruto estaba terminando de saludar a Asuma.

La carcajada de Utakata hizo que Naruto frunciera el entrecejo.

—¿Debo recordaros que no soy aquí el mayor? Y si he tardado es por culpa de Yahico —apuntó Naruto señalando con la cabeza a su hombre de confianza, que en ese instante entraba en el salón.

—No sé lo que ha dicho, pero no es cierto —dijo Yahico al acercarse, haciendo que todos los presentes soltaran una carcajada. Un sonido al otro lado del salón distrajo a Naruto. Una hermosa mujer pelirosa entró en la estancia con paso decidido. Se dirigió con resolución hacia el otro lado, cerca de... Naruto apretó la mandíbula cuando su mirada se cruzó con la de una de las dos mujeres que estaban sentadas tranquilas hablando mientras esperaban a que llegase la pelirosa. Esos ojos cautivadores, de color turquesa, le hicieron contener el aliento. Debería haber sabido que ella estaría allí. Temari. ¡Maldita sea!

Ni siquiera se dio cuenta de que la miraba fijamente, dejando nuevamente que sus ojos expresaran el desagrado que su presencia allí le proporcionaba, hasta que ella le devolvió con creces ese sentimiento unido a otro mucho más fuerte y sorprendente. Decepción, resolución, indiferencia... Y de todos ellos, el que le hizo apretar un puño fue el de indiferencia. El descubrir el vacío, la rabia que le provocaba ver en la mirada de Temari ese sentimiento, lo desorientó durante unos segundos. Ella retiró sus ojos de los suyos, como si aquello no hubiese conllevado ningún esfuerzo, y por todos los infiernos, que eso lo molestó de una manera incomprensible. ¿Dónde estaba la Temari que, con fuerza y carácter, lo siguió en tierras Hōzuki para intentar explicarle una y otra vez que ella no tenía nada que ver con el falso compromiso? Él estuvo tentado de creerla, y por primera vez en muchos años, confiar en la palabra de otro ser humano que no fuera de su círculo cercano. Sin embargo, la conversación que la escuchó mantener con uno de los hombres que la acompañaban, uno de los guerreros de Rasa Sabaku, no dejó lugar para las dudas, y sí para la certificación de que él estaba en lo cierto. De nuevo había estado a punto de ser traicionado por una mujer. La única diferencia era que en su día creyó que Ni era el amor de su vida. Le había importado tanto, que hubiese muerto por ella, pero Temari no era nada para él. Apenas la conocía. Solo unos cuantos días en tierras Hōzuki, los suficientes para saber que no debía bajar la guardia con ella. Su pelo rubio, esos ojos grandes color turquesa oscuro, enmarcados por unas largas pestañas, su rostro ovalado, su piel como la porcelana y su cuerpo estilizado, pero con curvas, habían despertado su deseo como hacía tiempo que no le ocurría. Sin embargo, lo que provocó que esa mujer se instalara en su mente, no fue solo eso, sino sus ojos, su mirada, la forma en la que le hacía frente, su facilidad de palabra, incisiva, mordaz, inteligente y elegante. Porque Temari Sabaku tenía un porte, una actitud y un saber estar que en verdad muchas veces le hacía preguntarse cómo podía ser la hija de Rasa Sabaku. Por eso, cuando escuchó aquella conversación, unida a su desconfianza innata, la decepción que sintió le importó más de lo que quería reconocer. Entonces, ¿por qué le afectaba ver esa actitud indiferente de ella hacia él? Eso era lo que había deseado, ¿no? Se lo había dejado claro la última vez que se vieron, así que, ¿por qué esa absurda reacción por su parte? Se reprochó mentalmente Naruto, al tiempo que desviaba su mirada de las mujeres para centrarse en la conversación que mantenía con Kakashi, Utakata, Suigetsu, Hayate y Asuma.

—Ven, sentémonos allí —dijo Kakashi, señalando una gran mesa de madera cerca de donde se encontraban.

Yamato, la mano derecha de Kakashi, entró en aquel instante al salón.

—Vaya, vaya, mira quién ha llegado por fin —señaló este estrechando el antebrazo de Naruto.

—Yo no he tenido la culpa —dijo Yahico mirando a Naruto, alzando una ceja antes de que este se sentara.

—¿Cómo lo aguantas? —preguntó Yamato a Yahico mirando a Naruto—. Yo ya le hubiese arrancado la cabeza más de una vez. ¿Sigue igual de cabezota? —continuó el primo y mano derecha de Kakashi.

Yahico enarcó una ceja, a la vez que una sonrisa se extendía por sus labios, dando así una respuesta más que evidente.

Naruto señaló a Yamato con un dedo.

—Si sigues por ahí, al final vas a conseguir probar mi espada, anciano.

Yamato siseó por lo bajo.

—No deberías haber dicho eso —dijo Kakashi, mientras Utakata y Hayate reían abiertamente.

A Naruto no le dio tiempo a preguntar el porqué antes de que Yamato hablara.

—Eras un renacuajo cuando yo manejaba una espada con una mano y me daba satisfacción con la otra. Cuando quieras te demuestro lo que este viejo puede hacer, siempre que tengas claro que acabarás con tus huesos en el fango, y no precisamente con todos ellos intactos.

—Se te va la fuerza por la boca, Yamato. Mañana al amanecer —retó Naruto mirándolo fijamente.

Yamato soltó una carcajada y Naruto sonrió.

—Está bien, pero luego no me digas que no te lo advertí —contestó Yamato mirando hacia el fondo de la estancia, donde algo pareció llamar su atención. Fue solo unos segundos antes de fruncir el entrecejo y mirar a Asuma, cuando este tomó la palabra.

—¿Has podido averiguar algo más sobre la persona que está detrás de la emboscada que sufriste?

Naruto miró fijamente a Sarutobi y su expresión cambió por completo. La seriedad en su rostro, el rictus de su boca y la llama que prendió en sus ojos, expresaban claramente lo que provocaba en su templanza el hecho de no haber encontrado una huella que poder seguir, necesaria para llegar hasta la persona que quería mandarlo bajo tierra antes de tiempo.

—Lamentamos que encontraras a Hidan Jashin muerto —dijo Kakashi, expresando lo que todos pensaban—. Si algo puedo asegurarte, es que tanto Sasuke como yo estamos seguros, después de haber interrogado a sus hombres, de que ellos no sabían quién era el que los contrató. Sea quien, sea cubrió bien sus huellas.

—Podría ser cualquiera, y Hidan era mi única posibilidad de obtener su nombre. Ahora es más difícil, yo diría imposible, a tenor de que todos mis intentos por obtener alguna nueva información han sido en vano. Solo me queda esperar a que vuelva a actuar e intentar cazarlo antes de que consiga lo que quiere, que es matarme —dijo Naruto mirando al grupo de hombres a los que consideraba, no solo sus aliados, sino sus amigos, con quienes podía contar para lo que hiciese falta. Sobre todo Utakata, un hermano para él, y Kakashi, que siempre estaba dispuesto a tenderle una mano.

—Puede que yo tenga algo, Naruto —dijo Asuma levantando la mano levemente, pidiéndole calma cuando Naruto se incorporó hacia delante, frunciendo el entrecejo y a punto de hablar—. No te lo he comentado antes porque es algo demasiado vago e inconsistente, pero las últimas informaciones que me han llegado de mis conocidos en la corte, gente en la que confío, parecen respaldar lo que ya sé.

—¿Y...? —preguntó Naruto aguardando con urgencia.

—Hidan tenía una amante. Por lo que me han dicho, esa mujer no solo calentaba su lecho, sino que Hidan la utilizaba para sus intereses. No se la ha visto desde antes de la muerte de Hidan. Si damos con ella, quizá puedas encontrar al que te quiere muerto. Lo más seguro es que, si esa mujer estaba tan unida a ese bastardo, y trabajaba para él, supiese quién era la persona que lo utilizó de intermediario para contratar a los mercenarios.

—¿Cómo te has enterado de eso, Sarutobi? Sé que tienes muchos contactos en la corte, pero ¿es fiable? —preguntó Naruto. En sus ojos se podía ver el interés que suscitaba dicha información en él.

—Todo lo fiable que puede ser la información susurrada en los oídos de todo el que tenga interés y ganas de pagar —contestó Asuma.

Naruto lo miró fijamente. Sabía que no había debido serle fácil a Asuma conseguir aquella información. Había tenido seguramente que pedir favores e incluso pagar de su propia bolsa. Sí bien era cierto que Naruto tenía mucha amistad con los hermanos Gekkō y con Kakashi, a Asuma lo había conocido a raíz del matrimonio de Utakata y Hayate con sus hermanas, y por lo tanto su amistad con él no era tan estrecha.

—Te lo agradezco. Imagino que esa información habrá costado algo más que palabras. Lo que sea te lo devolveré con creces. No lo dudes.

—Tú harías lo mismo si alguno de nosotros lo necesitáramos. No hay deudas entre hermanos —dijo Utakata mirando a Naruto con seriedad.

Namikaze asintió antes de hablar. Confiar en los demás le resultaba muy difícil, tanto que, a veces, se le olvidaba que no todo el mundo era igual.

—¿Sabemos quién era la amante de Hidan o cómo poder empezar a buscarla? —preguntó Naruto a Asuma.

—Estoy esperando noticias de un buen amigo que estuvo en la corte hace unos meses, más o menos cuando vieron por última vez a Hidan con esta mujer. Parece que ella no es dada a dejarse ver, pero en esa ocasión mi informante dijo que estuvo en una pequeña celebración que hizo el rey para algunos allegados. Mi amigo también asistió. Si él recuerda algo de ella sería un punto de partida. El que me dio la información me contó que la mujer era de pelo castaño, alta y que tenía unos hermosos ojos perla como el hielo, casi grises.

El interior de Naruto se contrajo, casi como si le hubiesen sacado todo el aire de golpe. Era imposible, pero esa descripción... era tan parecida a la de ella, que su recuerdo se abrió camino en su interior en solo un segundo, clavándose en sus entrañas con dolorosa avidez, como si hubiese sido ayer y no ocho años atrás cuando ella lo traicionara de la peor manera posible. Apretando los dientes, alejó de su mente todo lo que tenía que ver con ella y centró de nuevo su atención en la conversación.

—Mientras tanto, te voy a patear el culo mañana, Laird Namikaze —amenazó Yamato haciendo que todos soltaran una nueva carcajada, cambiando el rumbo de la conversación.

—A mí casi me mata ayer, así que ten cuidado, Yamato. Aquí, Laird Namikaze es una mala bestia con la espada —dijo Yahico con una mueca.

—A este delgaducho lo dejo yo para el arrastre en menos de lo que me dura una ventosidad en el culo —expresó Yamato levantando una ceja.

Kakashi alzó las dos cejas ante las palabras de su primo.

—Sinceramente, no nos hacía falta saber eso —y de nuevo las risas estuvieron presentes.

—¿Sabaku va a ser un problema para ti? —preguntó Kakashi a Naruto—. Desde que ha llegado, se ha comportado muy civilizadamente.

Namikaze observó cómo Asuma asintió, secundando las palabras de Hatake.

—No lo creo. Le dejé las cosas claras más de una vez. Sabe que indisponerse contra mí, aunque sea de forma leve, acarreará una guerra entre nuestros clanes que no puede permitirse. Por eso buscaba tan ansiosamente una alianza. Su clan no es fuerte. El número de guerreros es inferior al de otros clanes y sus hombres no están bien entrenados. Pude comprobarlo en varias ocasiones.

Utakata asintió.

—Es cierto. Sabaku se ha preocupado más estos últimos años en buscar alianzas que en fortalecer su propio hogar.

—Eso lo hace peligroso, además de un imbécil —apostilló Asuma.

—De todas formas, desde que está aquí, su comportamiento ha sido correcto. Son sus intenciones las que quiero averiguar. Esa desesperación por crear una alianza puede llevarlo a cometer un error grande y traicionar a quien no debe —dijo Kakashi mirando a los que estaban sentados en la mesa.

—Sasuke me dijo que Rasa habló ayer con él. De manera velada, intentó averiguar las lealtades de Uchiha. Sasuke lo mandó a la mierda —dijo Kakashi con una mueca e Yamato soltó una carcajada.

—¿Sasuke Uchiha está aquí? —preguntó Naruto.

Kakashi frunció el ceño.

—Sí, ¿algún problema con él?

Naruto miró a Utakata, Hayate y Asuma antes de contestar.

—No lo conozco, apenas lo he visto un par de veces y nunca he hablado con él, pero no me fio. Todo el mundo sabe que es un lobo solitario. No tiene lealtades, y por lo que me han dicho, ni principios ni escrúpulos. Su reputación le precede.

La expresión de Kakashi cambió. Ahora era como el granito, e Yamato, que siempre solía tener una sonrisa en los labios, compuso un rictus serio y duro.

—¿Los demás pensáis lo mismo? —preguntó Kakashi mirando al resto sin dejar de observarlos. Si algo tenía el jefe del clan Hatake era una intuición y una capacidad de deducción fuera de lo normal.

—No lo conozco lo suficiente. Personalmente, no me gusta su actitud, pero goza de la simpatía de Kakashi y de su confianza, y eso es suficiente para mí —señaló Utakata con rotundidad.

—Yo sí lo conozco —dijo Hayate mirando a Kakashi fijamente—. Y mi hermano Obito lo conocía aún más por su amistad con Kakashi. Sasuke es brutalmente sincero, despiadado si hace falta, y tiene sus propias reglas, pero es un maldito bastardo con la espada. Es muy inteligente, y a pesar de que todo le da igual, Kakashi siempre ha podido contar con él. Goza de mi simpatía.

—A mí me cae bien, y lo quiero de nuestro lado —expresó Asuma mirando a Naruto. Y Suigetsu asintió estando de acuerdo.

—Yo nunca he soportado a ese grano en el culo, pero es un hombre de honor y es mejor tenerlo de tu lado. Siempre. Tiene una mala leche a tener en cuenta y un don para joder al prójimo envidiable —expresó Yamato sonriendo—. Y a pesar de sus inicios, aprecia a Kakashi de verdad. Jamás haría nada que lo perjudicarse o a aquellos que gozan de su simpatía.

—Estás en tu derecho de que no te caiga bien. De hecho, eso es lo habitual, pero pondría mi vida en sus manos —dijo Kakashi con extrema seriedad.

Naruto jamás lo había escuchado hacer tal afirmación. Si Kakashi confiaba en Sasuke Uchiha hasta ese extremo, él lo haría.

—De acuerdo —dijo Naruto con una sonrisa torcida. Solo esperaba no equivocarse.