CAPITULO 6
Temari bajó las escaleras que daban a la planta baja, cruzó la zona amplia y diáfana que llevaba hasta la puerta del castillo, y con paso rápido, salió al exterior. Faltaba poco para la cena, pero la espera en el cuarto que le habían asignado para su estancia, la estaba volviendo loca. Sentía que se asfixiaba, y la necesidad de notar el frescor del anochecer en sus mejillas, de deambular sin rumbo fijo, de perderse en la oscuridad de la noche que no tardaría en hacer presencia era tan tentadora, tan necesaria, que no lo pensó un segundo más. Solo sería un momento, solo un instante para sentir que era ella misma de nuevo. Desde que había estado en tierras Yakushi e Kabuto la había acorralado, sujetado y marcado, con ayuda de uno de sus hombres, a veces se sentía así: con una opresión en el pecho, como si un nudo se ciñera allí. La falta de aire, la necesidad de gritar a todo pulmón y salir corriendo era cada vez más fuerte. Temari dominaba esa sensación cuando se presentaba, pero no sin un esfuerzo casi titánico. Nunca había sentido antes esa vulnerabilidad, pero a raíz de aquello, y a pesar de toda su autodeterminación, a veces percibía que su fuerza interior flaqueaba y que las ganas de huir se intensificaban. Saludó con la cabeza a uno de los hombres Hatake, que la miró con cierta extrañeza, pero no dijo nada a la vista de la determinación con la que ella siguió andando. Empezó a correr al perder de vista el lateral del castillo, y cuando sintió que se había alejado lo suficiente, anduvo un poco más, dejando de lado las pequeñas casas que, difuminadas por la tierra, parecían una extensión de la construcción de piedra enorme y principal que era el hogar de muchos de los Hatake.
La brisa meció sus cabellos, cuando paró por fin. El sol en el horizonte se inclinaba poco a poco, como un amante deseoso de tocar lentamente el cuerpo del objeto de su deseo.
Temari tragó con fuerza, fijando los ojos en esos escasos rayos de sol, sintiendo como su interior, que momentos antes se resquebrajaba sin control, se aquietaba, y su respiración se volvía más lenta, más suave.
—¿Qué demonios haces aquí fuera y sola?
Esa pregunta, formulada por la voz que había sido dueña de sus sueños desde niña, y realizada con un tono de voz duro y desprovisto de cualquier signo de simpatía, la pilló por sorpresa, haciendo que una de sus manos, en un acto reflejo, se perdiera por debajo de una de las mangas de su vestido. No lo había escuchado llegar. Estaba segura que aquello había sido fruto del estado en el que minutos antes se había encontrado. Era algo que sabía que no podía permitirse. No podía bajar la guardia de esa manera. En cualquier otra situación o lugar, eso hubiese sido un error imperdonable que le podría haber costado muy caro.
Temari miró a Naruto, que en ese instante le devolvió la mirada con el entrecejo fruncido, mostrando en sus ojos el desagrado que le producía estar cerca de ella.
—No creo que eso sea de tu incumbencia —espetó Temari cansada de la actitud despreciativa de Naruto.
—¡Maldita sea que no lo es! Es casi de noche y te encuentras sola en mitad de la nada, ¿esperando qué? —preguntó Naruto, y Temari escuchó la desconfianza afilada en el tono de su voz.
Temari sonrió de medio lado. Llegados a ese punto, lo que pensase de ella le daba igual. Nada más repetir esas palabras en su cabeza, comprendió que eso no era del todo cierto, aun cuando tenía la certeza de que no podía continuar alimentando la ilusión de que Naruto abriera por fin los ojos y la viese tal y como ella era en realidad.
—Ni siquiera voy a contestarte a eso —dijo Temari mirando nuevamente al horizonte.
Namikaze endureció la mandíbula cuando vio la indiferencia, el cansancio, en los ojos color turquesa de Temari, que apenas lo miraron antes de volver su vista hacia al frente.
Naruto había salido del castillo un rato antes con la intención de ir a ver a su caballo. Este tenía una pequeña herida en la pata que se había hecho de camino allí. Rudo llevaba demasiado tiempo con él, era un compañero más y el leve cojeo con el que realizó el último tramo del viaje lo dejó algo preocupado. Cuando le había inspeccionado la herida esa tarde, se había dado cuenta de que no era nada grave, sin embargo, se había ocupado de limpiarla, cerciorándose de que no le ocurría nada más. Cuando salió del establo y enfiló el camino de vuelta, vio salir a Temari con paso apresurado, para solo unos metros más allá, echar a correr como si estuviese huyendo de algo. Debería haber seguido su camino, debería haber obviado lo que había visto. Pero antes de que pensara ni siquiera en lo que estaba haciendo, había apresurado también el paso en la dirección en la que ella se alejaba. Maldijo por lo bajo. Temari Sabaku era como una enorme piedra en el camino. Difícil de obviar, difícil de superar. Esos ojos color turquesa, esa mirada fuerte y franca, esa pose orgullosa y determinada, esa forma de hablar templada y a la vez segura. Todo en ella destilaba un carácter marcado, mezclado con una dulzura que era difícil de olvidar, una mujer que podría hacer trizas a cualquiera que fuese tan incauto como para caer en sus redes. Las veces que había hablado con él tenía que reconocer que le había atraído, y mucho. No solo su cara y su cuerpo. No, más que eso había sido su temple, su razonamiento, la aparente sinceridad que desbordaban esos ojos, su orgullo, su amor propio, su mirada, que era dura y tierna a la vez, y esos labios rojos hechos para el pecado.
—O vas por tu propio pie o te llevo yo al hombro, y no creo que sea esa la mejor manera de que te vean entrar al castillo.
Temari esbozó una pequeña sonrisa. Naruto entrecerró un poco los ojos cuando creyó ver en ella un deje de victoria.
—Creo que no va a ser posible. Piénsalo, el único perjudicado serías tú. Llevarme en brazos podría hacer que vieras comprometida tu posición, y has dejado muy claro que no quieres tener nada que ver conmigo. A mi padre podrías confundirlo de nuevo, y los rumores se extienden muy rápido cuando uno no quiere. Y no deseamos que a Laird Namikaze se le asocie... ¿Cómo dijiste la última vez? Ah, sííí... a una manipuladora y conspiradora arpía.
La sonrisa que se extendió por los labios de Naruto, hizo titubear la de Temari, que vio sus intenciones demasiado tarde. Namikaze se agachó rápido, demasiado para que pudiese reaccionar a tiempo, y cuando quiso darse cuenta, Temari tenía la cabeza boca abajo justo a la altura de su trasero, que oculto tras su feileadh mor se acercaba y se alejaba de su cabeza peligrosamente a cada paso que daba Naruto. La mente de Temari, en un acto de rebelión, se imaginó esa parte de Namikaze como Dios lo trajo al mundo, haciendo que sus mejillas se pusieran del color de las amapolas. En ese instante, agradeció que él no pudiese verle la cara, porque se hubiese muerto de vergüenza intentando explicar cuál era el origen de su turbación. Ya se veía confesándole: «Te odio, pero me he imaginado tocándote el culo». Temari lanzó un chillido cuando esa frase cruzó sus pensamientos de forma involuntaria. Cuando se confesara con el padre Brian, iba a tener que hacer penitencia hasta el final de sus días. Intentó dejar atrás esos pensamientos, debatiéndose con más fuerza contra Naruto, pero este seguía avanzando sin intención de bajarla al suelo.
—¡Suéltame, Namikaze! —exclamó Temari con una furia templada de la que estuvo muy orgullosa.
Naruto paró en seco, haciendo que la cabeza de Temari rebotara contra él.
—¿Vas a contarme qué estabas haciendo sola y de noche aquí fuera? Eres demasiado inteligente como para no saber los riesgos que conlleva, aunque estés en tierras Hatake —preguntó Naruto, y su voz reflejaba que no iba a conformarse con menos que no fuera una respuesta convincente.
—¿No creerás que voy a contestarte en esta postura verdad? Y además, ¿por qué te importa lo que yo haga?
Naruto la bajó en un instante. Temari tuvo que sostenerse por sus brazos unos segundos, al sentir el suelo inestable bajo sus pies debido al tiempo que había pasado boca abajo.
—El hecho de que hayan puesto precio a mi cabeza me hace ser más desconfiado de lo normal —contestó Naruto mirándola a los ojos.
Temari sabía que Naruto había sufrido una emboscada semanas atrás, y también sabía por Hotaru, Yūgao y Kurenai que este ataque no había sido algo fortuito o aislado. Al parecer alguien había contratado a unos mercenarios para acabar con su vida; sin embargo, jamás pensó que el propio Sabaku compartiría esa información con ella.
Naruto vio en los ojos de Temari cómo esa información había hecho que la furia que bullía en ellos prácticamente se esfumara, dando paso a una... ¿genuina preocupación? No pudo comprobar si lo que había observado en su mirada era real, porque fuese lo que fuera que había atisbado en ella, desapareció rápidamente tras sus siguientes palabras.
—Me importa porque no puedo imaginar qué es lo que hacías sola en un lugar donde las miradas ajenas no pueden alcanzarte fácilmente. Solo se me ocurre una respuesta convincente, y es que estabas esperando a alguien. Un amante u otra persona a quien pasar información, o quizá las dos cosas a la vez —dijo Naruto con tono amenazante.
Temari dio un paso adelante, acercándose más a él, sus ojos clavados en los abismos azules de Namikaze. Naruto podría jurar que, aparte de la ira que veía en ellos, ahora anidaban en esos grandes pozos color turquesa decepción y pérdida.
—No sabes de qué estás hablando, ni siquiera podría empezar a explicártelo porque ni me creerías ni lo entenderías, pero voy a hacerlo de todas formas, porque a pesar de lo que piensas de mí, yo siempre he sido sincera contigo. La verdad es que quería estar sola y necesitaba respirar lejos de esos muros, necesitaba sentir la brisa en mi rostro. Te lo voy a decir por última vez, Namikaze. Yo jamás he conspirado con mi padre, ni lo he ayudado para forzar un compromiso contigo. Jamás te traicionaría a ti, y sobre todo, no me traicionaría a mí misma haciendo algo así. No soy de la clase de persona que se vende, soy de la que lucha por lo que cree justo, aunque a veces me equivoque —finalizó Temari y en su voz contenida se podía escuchar el esfuerzo que estaba haciendo para no dejar escapar la furia que la corroía por dentro tras las palabras de Naruto.
Namikaze dio un paso hacia delante, acortando la distancia aún más entre los dos. Apenas había espacio entre ambos.
—No te atrevas a tomarme por estúpido. Me estás mintiendo —respondió Naruto entre dientes.
Temari abrió los ojos más de lo normal al comprobar la rabia que destilaban las palabras de Naruto.
—Yo no miento, te est...
Temari no pudo terminar de hablar al estallar Naruto.
—¡Mientes! Te escuché hablando con uno de los hombres de tu padre. Oí como te decía que debías meterte en mi cama si era necesario para que nuestro compromiso fuese inevitable.
Ella dio un paso atrás negando con la cabeza. Había mantenido conversaciones con los guerreros Sabaku que su padre le había asignado para que la acompañaran. Fue en tierras Hōzuki, en aquella reunión, cuando supo que esos hombres, aparte de vigilar por su seguridad, tenían la orden de presionarla para que ella hiciese lo necesario a fin de que su padre obtuviese el compromiso deseado entre los dos clanes.
—No puedes negarlo. Fue al poco tiempo de llegar, tú llevabas un vestido de color amarillo, había terminado la cena y volvías a tu habitación —continuó Naruto.
Temari levantó la cabeza de golpe. Lo recordaba perfectamente.
—¿Y te quedaste hasta el final de esa conversación o te fuiste cuando escuchaste lo que querías oír?
—¿De qué demonios hablas? —preguntó Naruto frunciendo el ceño.
Temari lo miró fijamente soltando el aire que había estado conteniendo.
—A que si hubieses escuchado la conversación completa, sabrías lo que yo le contesté a Naruto. Sabrías que le dije que tendría que obligarme, porque yo no iba a ser partícipe de las intenciones de mi padre. Y sé que no tienes por qué creerme, apenas me conoces, pero si lo hicieses sabrías que no hago promesas en vano.
Naruto endureció la mandíbula de nuevo mientras la miraba fijamente, como si intentase ver dentro de su alma y desentrañar si lo que ella le estaba diciendo era verdad.
—Es fácil completar lo que falta de la conversación haciéndolo a tu conveniencia.
El pequeño ramalazo de dolor que cruzó los ojos de Temari antes de que se diera la vuelta y caminara hacia el castillo, no pasó desapercibido para Naruto.
—Espera, todavía no hemos acabado —dijo Namikaze tomándola del brazo y obligándola a girarse.
—Yo creo que sí —replicó Temari mirando hacia abajo.
La mirada de Naruto siguió los ojos de Temari y se dio cuenta de que ella lo estaba apuntando con un puñal en el centro del pecho. Su pulso era firme, y la forma de empuñarlo le dijo a Naruto más cosas de las que esperaba.
—Cuidado con eso. Podrías hacerte daño —dijo Naruto soltándola del brazo.
—No más del que ya me han hecho —contestó Temari, dando un paso atrás para después dar la vuelta y con paso presto poner distancia de la única persona que era capaz de hacer tambalear su autocontrol y todo su mundo.
