CAPITULO 8
—Dejad de poner esas caras de no hemos hecho nada. Os faltó ponerle una manzana a Naruto en la boca y ofrecérselo en sacrificio a la diosa pagana de la venganza, sea cual sea —dijo Sasuke entre dientes mirándolas una por una.
—¿Lo de anoche en la cena? Puff... —preguntó Karin con aire angelical lo que hizo que Sasuke arqueara una ceja—. Eso fue un accidente, no creerías de verdad que lo habíamos planeado, ¿no?
—Estoy seguro de que si Namikaze se hubiese quedado hasta el final de la cena, no habría visto un nuevo amanecer —contestó Uchiha mirando a Karin y al resto, que ante su respuesta sonrieron disimuladamente.
—Intentad conteneros, llamar la atención sobre nosotros es lo que menos nos interesa ahora —continuó Sasuke con contundencia.
Kurenai se acomodó mejor en la silla, mirándolo fijamente antes de preguntar.
—¿Has pensado en cómo sacar a Temari de aquí?
—Sí, ¿lo has pensado ya o necesitas más tiempo? —preguntó Sakura mirando a Sasuke con un tono de voz irónico—. ¿Por qué no admites que no tienes ni idea de cómo hacerlo y te ahorras la humillación?
La mirada que Sasuke dirigió a Sakura sumió a los presentes en el más profundo silencio. Ni siquiera se escuchaban sus respiraciones.
—Tú y yo, pelirosa, tenemos un problema que vamos a solucionar cuando Temari esté a salvo —contestó Sasuke, y Sakura sintió un nudo en el estómago cuando vio la promesa de esas palabras en los ojos de Uchiha.
Una pequeña tos proveniente de Hotaru hizo que el duelo de miradas que se había quedado suspendido entre Sasuke y Sakura se rompiera cuando Uchiha miró a Kurenai y a Hanare, que se veía más pálida de lo habitual.
—Esta mañana, después de que uno de los hombres de Rasa Sabaku llegara con un mensaje procedente de la persona que tu padre designó para quedar a cargo del clan en su ausencia —dijo Sasuke mirando a Temari—, tu padre le comentó a Kakashi que partiríais antes de lo pensado, dentro de dos días.
Todas empezaron a hablar a la vez, pero Sasuke alzó una mano para detener el aluvión de preguntas y exigencias que no tardaron en llegar.
—Eso nos da una salida perfecta —continuó Uchiha sin desviar la vista de Temari, que se había puesto extremadamente seria al escuchar sus palabras.
—¿Cómo? —preguntaron Kurenai y Hanare a la vez.
—No podía sacarla de aquí sin más. Estamos en tierras Hatake y eso podría generar problemas para Kakashi y el resto de los que están presentes en esta reunión. Pero si Temari se va dentro de dos días con su padre y sus hombres y fuera de tierras Hatake, cuando hagan noche bajo las estrellas antes de llegar a tierras de los Sabaku, Temari desaparece, no habrá ningún problema y será mucho más difícil de rastrear.
Shizune frunció el entrecejo antes de hablar.
—¿Pero no desconfiarán de ti si te vas a la vez que ellos y luego Temari desaparece?
Sasuke esbozó una pequeña sonrisa ante la perspicacia de la hija de Laird Katō.
—Yo voy a marcharme un día después. Temari ya habrá desaparecido.
—Pero entonces... ¿cómo...? ¿quién...? —preguntó Hotaru mientras Sakura entrecerraba los ojos antes de tomar la palabra.
—Porque no será él quien se la lleve. Él estará esperando en otro punto, ¿verdad? —preguntó la pelirosa con fuego en los ojos y cierto deje de admiración muy a su pesar.
Sasuke asintió con la cabeza y desvió su mirada hacia Temari.
—Cuatro de mis hombres estarán cercando esa noche el campamento. Se harán cargo del que haga guardia cuando todos estén durmiendo. Deberás ser sigilosa, y alejarte. Uno de ellos te recogerá y te llevará hasta los límites de mis tierras, donde yo estaré esperando. Los otros tres tomarán diferentes direcciones.
—¿Y cómo vas a hacer partícipe a tus hombres del plan? —preguntó Yūgao—. Si uno de ellos se va ahora, alguien se dará cuenta —continuó, haciendo una pequeña mueca antes de llevarse la mano a la cintura. La espalda a esas alturas del embarazo la estaba matando.
—Ya está hecho —contestó Sasuke.
—Oh, claro —dijo Hanare con una sonrisa—. Fia.
—¿Quién es Fia? —preguntó Temari.
—Fia es una Hatake que está casada con un Uchiha. Ha estado aquí unos días para visitar a su hermana Caris, que estaba enferma. Hace un rato partió de vuelta a su hogar, porque su hermana estaba mucho mejor. Uno de los hombres de Sasuke se ha ido con ella para acompañarla. No ha sido una casualidad, ¿verdad? —preguntó Hanare, que parecía haber recuperado un poco el color en sus mejillas.
—Pues al final, Hanare va a tener razón y eres un hombre inteligente. Perdona, pero lo hemos dudado seriamente —dijo Hotaru con una chispa de diversión brillando en sus ojos, cuando miró a las demás buscando su asentimiento.
Sasuke cerró los ojos durante unos segundos y apretó la mandíbula. Si fuese otro, sentiría pena por Naruto y todo aquel que se granjeara la antipatía de cualquiera de ellas.
—Antes de salir de esta habitación tengo que comentaros algo —dijo Sasuke volviendo a lo que les interesaba—. Tenemos un pequeño problema y necesitamos una distracción. Yamato Hatake sospecha, me di cuenta anoche. Lo conozco bien y sé que hay algo que no le encaja. Si fuese importante, me lo habría comentado. No sé qué cree haber visto, pero estoy seguro de que ha sido lo suficiente como para estar pendiente. Eso nos perjudica y es inoportuno, así que hay que tenerlo entretenido. ¿Alguna voluntaria? —preguntó Sasuke mirando a Shizune.
Shizune se ruborizó cuando vio la mirada de Sasuke.
—¿Por qué yo? —preguntó, y su voz titubeó un poco al final.
Sasuke pudo comprobar por primera vez cómo la seguridad con la que se había manejado la hija pequeña de Katō en las dos reuniones que habían tenido, y en las veces que lo había acorralado para recordarle que tenía que darse prisa en hallar un plan de escape para Temari, de pronto se tambaleaba. Aquello le hizo escudriñar esa mirada oscura, que parecía por momentos comerse el mundo y en otros pasar de puntillas por él. En esta ocasión, ella desvió su mirada, dándole a Sasuke la respuesta que necesitaba. Yamato se merecía algo de suerte.
—Aprovecha la apariencia que das de mujer tímida y desvalida. Ambos sabemos que eso es mentira. Eres de todo menos frágil, a pesar de tu envergadura menuda y aparentemente vulnerable. Y no eres tímida, puedo dar fe de eso —afirmó Sasuke con una sonrisa sesgada, recordando las veces en que le había interceptado solo para dejarle claro que no confiaba en su capacidad para organizar un buen plan—. Lo que pasa es que no te gusta perder el tiempo hablando cuando no tienes nada importante que decir, así que vas a tener que hacer un esfuerzo y dejar esa seriedad, esa madurez prematura de una anciana de ochenta años y esa seguridad más propia de un general, y buscar tu lado encantador e ingenioso.
—No tienes por qué hacerlo —señaló Sakura mirando a Sasuke con el entrecejo fruncido y una clara desaprobación en los ojos.
—Sakura, Sasuke no le está pidiendo a Shizune que haga algo indecoroso. Eso está fuera de toda discusión, solo le pide que lo distraiga —aclaró Hotaru con naturalidad, como si eso fuese lo más sencillo.
—¿Y cómo se supone que va a hacer eso? —preguntó Temari con preocupación en el rostro. Aquello, que era su problema, estaba involucrando a muchos, exponiéndolos también a ellos. Eso le generaba un regusto amargo difícil de digerir, y la hacía sentir culpable. Aquellas mujeres, a las que consideraba sus amigas, no tenían por qué hacer cosas que no deseaban para salvarla a ella. Se negaba.
—Olvídalo Shizune, yo lo haré —dijo Temari.
Todas negaron con la cabeza, incluso la propia Shizune, aunque el que habló fue Sasuke.
—Vamos a dejar las cosas claras. De todas vosotras, las que están casadas quedan excluidas, porque es evidente que, aunque Yamato no es santo de mi devoción, no quiero que ninguno de vuestros esposos lo mate. Así que solo quedan la arpía pelirosa, Temari y Shizune. La arpía queda descartada. Además de ser mi prometida, más que entretenerlo lo induciría al suicidio, yo mismo estoy a un paso.
El gruñido que salió de los labios de Sakura ante ese comentario se escuchó con claridad en la sala.
—Temari, tú no puedes. Eres la que debes pasar más desapercibida, y con las miradas que os cruzáis Namikaze el cegato y tú, ya tenemos bastante —continuó Sasuke.
—¿Cegato? —preguntó Yūgao divertida.
Sasuke la miró con la exasperación propia de alguien que tiene que explicar lo evidente.
—Si no se da cuenta de lo que ella siente por él es que es ciego o imbécil. En este caso, ambos —dijo Sasuke cuando los ojos de Temari se abrieron de golpe de forma desmesurada.
—Yo no... no... —intentó decir Temari, pero ante la ceja que enarcó Sasuke respiró hondo con resignación y endureció su mirada—. Eso era antes —continuó con resolución.
—Pues vas a tener que esforzarte más, porque lo que vi el otro día en la cena, cómo os mirabais a veces, me dio arcadas —dijo Sasuke tajante—. Una manera de que acabaras con ese sentimiento es matándolo —apuntó Sasuke, como si aquella fuera la mejor solución.
Todas volvieron a negar con vigor.
—Entonces, la única que nos queda es Shizune, y además es la que ha llamado la atención de Yamato, de una forma de la que no había sido testigo nunca en lo referente a ese gigante cabezota y engreído —señaló Sasuke mirando fijamente a Shizune que al escuchar sus palabras levantó la mirada hacia él rápidamente, y un brillo... ¿podría ser de ilusión, esperanza? Por unos segundos parecieron cruzar sus preciosos y glaciales ojos negros. Sasuke juraría que vibraron por un instante convirtiendo ese ónix sólido y gélido, cálido, como si se hubiese fundido.
—Es arriesgado —dijo Kurenai.
—Yamato es un hombre maravilloso. Fuerte, inteligente, maduro y un hombre de honor. Shizune estará más que segura con él —afirmó Kurenai que conocía muy bien al primo de su esposo. Todavía recordaba cómo la cogió en brazos, y le habló al oído, obligándola a que no se rindiera cuando ella estaba medio muerta.
—Lo haré —dijo Shizune de nuevo con esa seguridad que la caracterizaba cuando abría la boca, y todas asintieron.
—De acuerdo —dijo Sasuke con un brillo peligroso en los ojos, lo que hizo que todas se quedaran quietas, expectantes a lo que iba a decir a continuación—. Y dejad de perseguirme, porque entonces nos vamos a poner de duelo antes de tiempo, ¿queda claro? —finalizó Sasuke con los brazos puestos en jarras sobre sus caderas.
Todas alzaron sus cejas y algunas hasta sonrieron.
—No sé para qué pierdo el tiempo —murmuró Sasuke con evidente frustración.
Cualquiera que hubiese visto esa escena desde fuera hubiese dicho que era imposible, una quimera, una falacia, cuando todas las mujeres estallaron en carcajadas y Sasuke Uchiha esbozó la sonrisa más amplia y sincera que había presenciado jamás nadie en mucho tiempo.
