CAPITULO 9

Naruto subió las escaleras que daban a la primera planta. Imaginaba que a esa hora estaría completamente vacía. Las habitaciones, desprovistas del calor humano de sus habitantes durante esos días, se veían huérfanas dentro de sus paredes. Esa misma mañana habían tenido una reunión con todos los asistentes para hablar sobre los límites de las tierras entre algunos clanes y el robo de ganado, que aunque había descendido, seguía siendo un verdadero problema. Sabaku no aportó nada interesante, sin ni siquiera abrir la boca durante lo que duró la conversación. Asuma argumentó que el plan trazado por Kinuta en su día, y que había sido sin duda apoyado por algún Laird en la sombra, había causado desconfianza y enraizado enemistades. Aun después de que quedara al descubierto la conspiración de Kinuta, que contrató a mercenarios para ejecutar tropelías y dejar pruebas para inculpar a unos clanes contra otros, aún había quien seguía aferrándose a eso para mantener el odio o las desavenencias que dichas acciones iniciaron. Logan les hizo partícipes de la determinación del Rey Guillermo para acabar con aquellas. Uno de sus pasos hacia esa paz a la que aspiraba ansiosamente fue el mandato que llevó a los clanes meses atrás a una reunión a fin de hermanar a diferentes clanes a través de los lazos del matrimonio. De esas reuniones habían surgido enlaces que mitigaron en cierta medida los brotes incontrolables de enfrentamientos que últimamente se habían zanjado con sangre, algo que Guillermo no iba a permitir.

De hecho, acabar con Kinuta parecía que solo había sido el principio, pues con él no terminaron las traiciones. Asuma, Kakashi, Suigetsu, todos estaban de acuerdo en que había más Lairds ocultos que lo apoyaron y que siguieron su estela cuando este expiró. De hecho, el asesinato de Laird Kōtarū Fūma junto a su hijo meses atrás por otro mercenario llamado Kakazu y sus hombres, así como la intención de este de matar después a Naruto, al que alguien parecía haber puesto precio a su cabeza, apuntaba en esa dirección. El hecho de que había clanes que se beneficiarían del inicio de una guerra estaba claro. Incluso Kakashi apuntó la venganza como posible detonante para alguno de aquellos encargos para dar muerte a jefes de clanes que podían contar con más enemigos de los que imaginaban. Lo que Namikaze, Kakashi y los demás de su confianza no compartieron con el resto de los presentes, acordándolo entre ellos antes de esa reunión, fue la escasa información de la que disponían sobre el intento de asesinato de Naruto.

Namikaze estaba pensando en las decisiones que habían tomado y en la conversación que mantendría con Kakashi y el resto tras la marcha de Sabaku, para zanjar varios temas, cuando andando camino a su habitación unas voces alzándose en el silencio llamaron su atención.

Pensó en pasar de largo, aquello no era asunto suyo, pero las palabras claras, contundentes, llenas de furia le hicieron parar en seco a solo unos pasos de una puerta que, aunque parecía cerrada, estaba ligeramente entreabierta dejando escapar el sonido con nitidez.

—Te lo has buscado tú sola. Te dije que hicieras lo que fuese necesario para forzar un matrimonio con Namikaze, pero no, tus escrúpulos te lo impidieron. Te rebelaste contra mí, y traicionaste a tu clan al negarte a seducir a Namikaze. Pues ahora me obedecerás o te mataré si hace falta. No voy a permitir que vuelvas a desobedecerme. —Se escuchó la voz de Rasa Sabaku con una furia que hizo a Naruto dar un paso más cerca de aquella puerta.

Naruto escuchó el silencio que siguió a las palabras de Sabaku y sintió la tensión que provocó esa ausencia de sonido como si pudiese masticarse.

—Si piensas que no seguir tus órdenes era traicionar a mi clan, yo pienso que el seguirlas era traicionarme a mí misma —contestó Temari.

—Tú no te oponías a ese matrimonio. Estabas de acuerdo. ¡Admítelo!

Naruto escuchó cómo un gemido salía de la garganta de Temari.

—Estaba de acuerdo antes de saber que Namikaze desconocía ese compromiso, pero cuando supe la verdad, no podía formar parte de un acto tan ruin. Lo siento si el hecho de que sea tu hija no...

—¡Calla! —gritó Rasa—. Hace mucho tiempo que dejaste de ser mi hija, maldita sea. La única verdad es que desde que murió tu madre he tenido que cargar contigo todos estos años, sintiendo vergüenza de mi propia sangre. Una hija. ¿Para qué quería yo una hija? ¡Necesitaba un hijo! Tú no me sirves para nada, ni siquiera para hacer lo único para lo que se supone que sirves, que es para obedecer y servirme de utilidad.

El silencio llenó la habitación de nuevo, pero esta vez era un silencio ensordecedor, de esos que parecen detener el tiempo y volverlo todo oscuro.

—¿De qué estás hablando? Sigo siendo tu hija, siempre lo he sido. —Y la voz de Temari llena de dolor que Naruto escuchó a través de aquellas paredes estuvo a punto de hacerle entrar.

—No, no lo eres. Te voy a decir lo que sí eres: Un deshonor para los Sabaku y una desagradecida. A partir de ahora vas a empezar a comportarte como deberías haber hecho durante todos estos años, con obediencia, y agradeciendo que te dé las migajas que sobran de mi mesa. Vas a casarte con Yakushi. Él nos ha ofrecido una alianza que necesitamos, y sin la posibilidad de un enlace con Namikaze, él es nuestra mejor opción.

Naruto sintió que se le congelaban las entrañas al escuchar las últimas palabras de Sabaku. Si ese hijo de puta creía que iba a entregar a Temari a ese mal nacido de Kabuto Yakushi es que estaba totalmente equivocado.

—¿Me casarás con un hombre que es peor que un animal? —preguntó Temari—. ¿Lo har...

Un golpe sordo y un quejido ahogado se filtraron a través de la ranura de aquella puerta haciendo reaccionar a Naruto, dejando atrás su buen juicio y todo su autocontrol.

Temari no pudo reaccionar, porque en su mente las palabras de su padre seguían resonando. «Hace mucho tiempo que dejaste de ser mi hija, eres una desagradecida». A pesar de ello, se dirigió de nuevo a él cuando este le aseguró que se casaría con Yakushi, y el golpe al replicarle llegó con fuerza, la suficiente para hacer que se estrellara contra la mesa que había tras ella y se diese un fuerte golpe en las costillas. El sabor de la sangre se filtró en su boca procedente del labio que sentía palpitar. Aun así se puso en pie y miró a su padre, desafiando y reprobando su acción. Antes de que pudiera hablar, antes de que Sabaku pudiese seguir como la última vez, que la dejó sin poder levantarse de su cama durante dos días, antes de que nada de eso ocurriera, la puerta se abrió y Temari quiso que la tierra que había bajo sus pies la engullera, la devorara viva con tal de no tener que cruzar su mirada con la de Naruto, el mismo que en dos zancadas se puso en medio de la habitación, entre su padre y ella. Lo vio volver la cabeza y mirarla, y Temari pudo ver la fría determinación y la furia que velaron esos ojos cuando se posaron en su rostro y en su boca.

—Temari, sal de aquí —dijo Naruto con la voz tan cortante y dura que ella no dudó de lo que haría a continuación si se alejaba y lo dejaba a solas con su padre. No podía permitirlo. Aquello sin duda podía provocar una guerra entre ambos clanes y la muerte de uno de los dos hombres.

Temari se movió rápido. En los ojos de su padre pudo ver cómo este se había dado cuenta del error que había cometido. En verdad, siempre había sido un cobarde, y más ahora que la edad se estaba cebando con su salud y su cuerpo. Él no debería haber sido nunca el Laird del clan, jamás debió tomar las riendas de los Sabaku tras la muerte de su hermano, pero si algo tenía Rasa Sabaku era una verborrea fluida y una capacidad de convicción asombrosa. Ella, que lo conocía, sabía que esas armas eran solo subterfugios bajo los que se escondía un hombre ávido de poder y atención, pero un cobarde en cuanto defender y proteger a otros, a su propio clan. Por eso buscaba desesperadamente la alianza con un clan poderoso. Sus miedos se habían incrementado, y poco a poco iban aflorando por las pequeñas fisuras de un temperamento y un carácter débil y cambiante. Temari sabía que si Naruto desafiaba o insultaba su honor, no tendrían más remedio que medirse el uno contra el otro. Un Laird no podía simplemente aceptar un insulto. Sin embargo, ella confió en que la cobardía de su progenitor lo hiciese tomar la salida que ella intentaría proporcionarle.

Temari se colocó delante de Naruto, que intentó cogerla para apartarla del camino. Ella no se lo permitió, poniendo sus manos encima de las de él, que con más delicadeza de la que hubiese imaginado, pero con determinación, la tenía tomada por los hombros.

—No voy a salir de aquí, Naruto. Mírame, por favor —rogó Temari.

—¿Qué se cree que está haciendo aquí? No tiene derecho a entrar y...

Las palabras en la boca de Rasa murieron cuando Naruto se zafó de Temari y lo tomó por el cuello con una de sus manos, estampándole contra la pared de piedra que había tras él.

—¿Que cómo me atrevo? Debería atravesarle ahora mismo con mi espada, cabrón arrogante. Ningún highlander que se precie pegaría a una mujer. Si vuelve a ponerle la mano encima y me entero, si le pasa algo por su mano y llega a mis oídos, ya puede rezar para que no lo encuentre, porque una guerra entre ambos clanes será lo más piadoso que recibirá de mí. Le juro que si le hace algo le arranco las entrañas. ¿Me ha entendido? —preguntó Namikaze mirando fijamente a Sabaku con los ojos rebosantes de furia. Temari pensó en ese instante que Naruto mataría allí mismo a su padre.

En la mirada de su progenitor ella pudo ver la humillación que le provocaba aquello, pero también el miedo, uno que le hizo cabecear afirmativamente mientras su rostro iba tornándose cada vez más rojo por la falta de aire que la mano de Naruto sobre su cuello le robaba.

—He escuchado lo suficiente como para saber que intentó obligar a su hija a realizar lo que hiciese falta para forzar un compromiso conmigo. Es lo más deleznable y vil que he escuchado de labios de un Laird, de un hombre y de un padre. Ahora va a salir de esta habitación y se va a alejar de Temari hasta que ella lo decida, porque una sola palabra más y no verá un nuevo amanecer —dijo Naruto quitando lentamente la mano del cuello de Rasa, que apenas podía ya respirar.

Temari estaba quieta al lado de Naruto cuando por fin este soltó a su padre, el cual tomó aire a bocanadas como si no tuviese suficiente con el que inhalaba para poder seguir en pie.

—Salga de aquí —dijo Namikaze, apretando la mandíbula cuando vio la furia en los ojos de Sabaku dirigidas hacia Temari, que estaba junto a Naruto frente a él—. ¡Fuera! —exclamó entre dientes.

En cuanto Rasa salió por la puerta, Naruto se volvió hacia Temari, que dio un paso atrás cuando lo sintió cerca de ella.

Naruto levantó una mano hacia su mejilla, como si quisiera verificar los daños que se podían ver a simple vista. Sin embargo, en el último instante mantuvo esta a solo unos centímetros de su piel, como si temiera hacerle más daño por el solo roce de sus dedos.

—¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño en algún otro sitio? —preguntó Naruto, y la preocupación tiñó su mirada con una oscuridad que Temari solo le había visto una vez con anterioridad, hacía ya mucho tiempo.

Temari tragó fuerte al sentir su mano tan cerca. La tentación de salvar ese pequeño espacio y apoyar su mejilla en ella era tan intensa, tan acuciante, que tuvo que dar un paso más hacia atrás o no la evitaría.

—Estoy bien. Siento que hayas tenido que escuchar la discusión con mi padre —contestó mirándole fijamente a los ojos.

La intensidad con la que le devolvió la mirada Naruto estaba haciendo añicos su determinación por olvidar lo que durante todos esos años había sentido por él. Un enamoramiento, una quimera, que allí, al tenerlo cerca, se tornaba real y se enredaba en su mente y en su cuerpo sin control alguno. Y eso era un problema, porque no quería ni podía mirar atrás ahora que estaba a solo unas horas de alcanzar su libertad.

El instinto de rebelarse ante lo que le parecía injusto había sido una constante en ella desde siempre. No soportaba sentir que era más débil, que podían manejarla a su antojo. Por eso siempre la relación con su padre había sido tensa, teñida de pequeños y grandes enfrentamientos que ella no había podido ni querido evitar. Contra su padre se había rebelado de palabra y él siempre había respondido furibundo, amenazador, hasta el día que volvió de tierras Hōzuki sin el compromiso esperado y la mano de su progenitor cayó con violencia y sin medida sobre su cuerpo, tomándola desprevenida. El primer golpe la aturdió de tal manera que poco pudo hacer por defenderse. Ese fue el momento en que algo importante se quebró dentro de ella.

Más adelante, cuando su padre la llevó a tierras Yakushi, comunicándole que deseaba una alianza a través de su matrimonio con el Laird de aquellas tierras, por primera vez deseó estar lejos, necesitando escapar más de lo que necesitaba respirar. Pero cuando tuvo la certeza de que preferiría morir antes que aceptar su destino, fue cuando Kabuto la acorraló junto a uno de sus hombres y la marcó. Desde ese instante tuvo el convencimiento de que la próxima vez que alguien intentara hacerle daño, el puñal que guardaba bajo su vestido encontraría un propósito certero, convirtiendo su mano en un verdugo fiel.

Todo eso la había llevado hasta aquel punto, a solo unas horas de ejecutar el descabellado plan que la permitiría escapar y empezar de nuevo en otro lugar, lejos de allí. Sin embargo, la forma en que Naruto entró en aquella habitación y la miró, como si la viese en verdad por primera vez, interponiéndose entre ella y su padre, las palabras que pronunció, como si en algo le importara, eso la había descolocado de tal manera que, por un breve espacio de tiempo, no supo que pensar.

Cuando sintió que lo mejor para ambos era alejarse de allí, y de la mirada llena de matices de Naruto, las palabras de Namikaze la dejaron clavada en el sitio.

—Lo siento, Temari.