CAPITULO 13
—Esta es la última reunión que vamos a tener, así que hay que dejar las cosas bien claras —dijo Hotaru mirando a las demás, que salvo Shizune, que entró en ese mismo instante por la puerta, estaban pendientes de ultimar todos los detalles. Temari se había ido esa misma mañana al amanecer y Sasuke partiría al día siguiente.
—Creí que Sasuke ya estaría aquí —dijo Shizune a Kurenai tomando asiento en una de las sillas que había vacía.
Estaban en la sala que Hanare llamaba de costura. Después de comer, todas habían quedado en verse allí. El hecho de que estuviesen todas juntas hablando y haciendo algunos bordados no llamaría a nadie la atención, aunque Utakata, al saber que su esposa iba a bordar, alzó una ceja preocupado. Ahora todas sabían por qué. Aunque fuese para disimular, habían tenido que quitarle a Hotaru la aguja de las manos en cuanto comprobaron que en sus dedos, esta era más un arma que una forma de realizar adornos en los vestidos. Hotaru le restó importancia, pero las que estaban más cercanas a ella retiraron un poco sus sillas por si acaso.
—Le hice la señal a Sasuke, pero Kakashi lo interceptó cuando ya iba a salir del salón —explicó Yūgao dejando el bordado a un lado y tocándose el vientre. Al parecer, el pequeñín se estaba poniendo un poco revoltoso después de que su madre comiese. Las patadas constantes que sentía en su interior la hicieron esbozar una pequeña sonrisa.
—Cuando yo he salido, ya no estaba Sasuke hablando con Kakashi —dijo Shizune seria.
—¿Y tú porque has tardado tanto? —preguntó Hanare.
Shizune las miró a todas fijamente.
—Se me ha escapado Yamato. Salió del salón cuando se fue Sasuke y yo fui detrás, pero ese hombre tiene una zancada demasiado grande. Lo perdí en uno de los pasillos.
—Pues entonces ese es sin duda el motivo por el que Uchiha todavía no ha aparecido —señaló Hanare frunciendo el ceño. Todas se miraron seriamente. Ahora no podían ser descubiertas. Todo se había puesto en marcha, y de ninguna manera iban a permitir que Temari no consiguiera su libertad. La puerta se abrió rápidamente para cerrarse tras Sasuke. Su mirada se dirigió directamente a la hija de Katō.
—Shizune, ¿qué tal lo de distraer a Yamato? ¿Te está resultando gravoso? —preguntó alzando una ceja con tono irónico—. Porque ha estado detrás de mi trasero durante un buen rato. He tenido que tirarlo escaleras abajo para escaquearme de él.
—¡¿Que has hecho qué?! —preguntaron al unísono preocupadas Hanare y Shizune.
—Tranquilas, no se ha matado, solo estaba un poco aturdido —contestó Sasuke como si estuviese hablando del tiempo.
Hanare se puso en pie con cara de preocupación.
—Voy a ir a ver cómo está. No me puedo creer que lo hayas empujado.
—Yo sí me lo creo —dijo Sakura afirmando con la cabeza.
Sasuke se llevó una de las manos a la cara y se pellizcó el puente de la nariz antes de hablar.
—Pelirosa, me voy mañana, intenta controlar esa mala leche que te gastas —dijo Uchiha sin apenas mirarla, para luego dirigirse directamente a Hanare—. Y no lo he empujado. Me di la vuelta al final de las escaleras para volver sobre mis pasos y me choqué con él. El que perdiera el equilibrio y bajase de cabeza hasta el piso inferior ha sido un accidente. Lo vi sentarse y tocarse la cabeza. Estaba consciente y no había sangre suficiente como para morir en breve, así que sobrevivirá.
Sasuke no sabía si la cara de angustia era peor en Shizune o en Hanare.
—Vamos a terminar rápido, Hanare, después podrás ir a coserle si hace falta o a rematarlo, lo que más te plazca —continuó Sasuke de forma rotunda.
Hanare inspiró con fuerza y después se sentó mirando a Sasuke con el entrecejo fruncido.
Uchiha les expuso el plan nuevamente. Quedaron en que les haría llegar, con una nueva visita de Fia, la noticia de que todo había salido bien. En unas semanas, cuando todo se hubiese tranquilizado un poco, Sasuke enviaría a uno de sus hombres con las líneas escritas por Kurenai a sus tíos para que supieran con certeza que la misiva era de ella. Ese hombre esperaría la respuesta y saldría para tierras de los Uchiha con ella. En cuanto Sasuke recibiera la misma, y si esta corroboraba lo que Kurenai e Karin habían predicho, Uchiha escoltaría a Temari hasta tierras de los Uzumaki y ella sería libre.
—La situación se pondrá muy tensa cuando descubran que Temari ha desaparecido. Habrá una búsqueda, un montón de suposiciones y miles de preguntas. A partir de ahora, es más importante que nunca que vuestro comportamiento, vuestras miradas y vuestras reacciones sean las mismas de siempre.
—Es decir, no hacer nada que llame la atención —apuntó Sakura mirándolo a los ojos con claro desafío.
—En tu caso, pelirosa, eso sería lo raro. Si no ensartas a alguien con una de tus flechas o das rienda suelta a la arpía que llevas dentro, van a sospechar —respondió Sasuke con una sonrisa traviesa en los labios que incendió aún más los ojos de Sakura.
—¿Alguna pregunta o alguna duda? Yo estaré en comunicación con Hanare a través de Fia. Así que, si pasa algo, tenéis que hacérselo llegar a ella, ¿de acuerdo?
Todas se miraron entre sí y asintieron con la cabeza.
—Si no cuidas bien de ella o le pasa algo estando contigo, tendrás los días contados, Sasuke Uchiha —amenazó Sakura Senju y todas asintieron con vigor.
—Y la dejaremos a ella el honor de matarte, aunque todas te arranquemos la piel a tiras —dijo Hotaru señalando a Sakura.
Sasuke las miró a todas una por una.
—No dudo de vuestras intenciones, y seguramente las llevaríais a efecto. Por separado, sois excepcionales, pero juntas, extraordinarias. Si alguna vez os aburrís, tenéis un lugar entre los guerreros Uchiha —dijo Sasuke y contuvo una sonrisa cuando vio la de todas las presentes ante sus palabras—. También sois una auténtica pesadilla, y voy a estar feliz de perderos de vista. Espero que nuestros caminos no se vuelvan a cruzar en un tiempo, excepto contigo, pelirosa. Después de que Temari esté a salvo, tenemos un tema que zanjar —continuó Sasuke dejando salir una sonrisa de medio lado que Sakura quiso borrarle en ese instante de alguna forma que implicara dolor, mucho dolor.
—Aquí nos despedimos. Saldré al alba. Kakashi ya lo sabe —siguió Sasuke, esta vez mirando a Hanare. Esta dio varios pasos hacia él y ni siquiera el rostro de Sasuke, que se tornó extremadamente serio al ver su intención, la detuvo.
—Ni se te ocurra —amenazó Sasuke con un tono de voz cortante, pero Hanare ya lo había abrazado.
—Gracias, Sasuke —le dijo al oído, apretándolo un poco más fuerte. Ese era un abrazo de los buenos, de los que hacen sentir al otro que lo aprecias, que no hay nada de mentira en él, que le das todo tu cariño, y que se lo das de corazón. Y Sasuke, lentamente, con reticencia, subió sus brazos y le devolvió el gesto, y Hanare supo que ese también era de los buenos, de los que dicen más que las palabras y se quedan a pesar del tiempo.
Cuando Sasuke vio la chispa traviesa en los ojos de las restantes, intentó separarse de Hanare.
—Si alguna más me abraza, dejo a vuestros esposos viudos —dijo entre dientes.
Pero ya era tarde. Todas se acercaron y lo abrazaron a la vez. Todas, salvo Sakura, que cuando recibió la mirada de las demás, soltó un juramento que hubiese puesto los pelos de punta a cualquier hombre de mar, antes de acercarse y abrazar al resto.
—Ni una palabra, Uchiha —amenazó la pelirosa cuando vio la fina ironía en los ojos del highlander.
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—¿Qué demonios te ha pasado? —preguntó Kakashi cuando vio a Yamato bajo las manos y los cuidados de su mujer, que estaba curándole una herida que tenía en la cabeza.
—Eso tiene mala pinta —dijo Utakata mirando más de cerca la brecha.
Yamato gruñó sin miramientos antes de enfocar sus ojos en ambos.
—¡No me digas! —dijo entre dientes, y el tono irónico no pasó desapercibido a ninguno de los dos.
—Ha sido Sasuke. Un accidente —explicó Hanare presionando un poco los bordes de la herida y haciendo que Yamato apretara los dientes.
—Un accidente, mis cojon... —e Yamato no pudo terminar la frase. La mirada de Hanare, reprendiéndolo con los ojos, le hizo morderse la lengua y a Kakashi, esbozar una sonrisa.
—¿Sasuke te ha abierto la cabeza? —preguntó Utakata—. ¿Por qué?
—Ha sido un accidente —volvió a decir Hanare, que miró a Kakashi. Este esperaba pacientemente una explicación por parte de alguno de los dos. Al final, fue su esposa la que habló.
—Yamato dice que Sasuke lo empujó por las escaleras, y Uchiha, que acaba de irse después de interesarse por el estado del herido, dice que fue un desafortunado accidente. Que chocó sin querer con él y que no pudo evitar que bajara las escaleras de cabeza —continuó Hanare atendiendo nuevamente la herida.
—¿Y por qué no se ha interesado por mí cuando me ha visto rodar? Solo me ha preguntado desde lo alto de la escalera si seguía vivo, luego he escuchado una carcajada y se ha ido porque tenía prisa. ¿Prisa por qué? Antes no me has dejado, pero en cuanto termines de curarme, voy a ir y le voy a meter la espada por el...
—¡Yamato! —exclamó Hanare.
—Bueno, yo no estaba presente, pero no creo que Sasuke intentara matarte, y más de esa forma. Uchiha es de los que van de frente, y lo sabes. ¿Seguro que no ha sido un accidente? —preguntó Kakashi intentando contener la sonrisa y mirando a su primo, el cual enarcó una ceja.
A Yamato le reventaba darle la razón, y sabía que en este caso estaba siendo un cabezota. Sabía que Sasuke no lo había hecho adrede. Lo conocía desde hacía demasiado tiempo como para dudar de algo así, pero sospechaba que Uchiha se había dado cuenta de que lo seguía, porque su intuición lo llevaba a pensar que algo raro se traía entre manos, y el hecho de ser descubierto era lo que hacía que los demonios se lo llevaran.
—Está bien, lo dejaré pasar. Puede que yo fuera con prisa y es posible que chocara con él —explicó Yamato como si tuviera barro en la boca y estuviera escupiendo las palabras con esfuerzo— y por eso perdiera pie y fuera escaleras abajo, pero él tampoco intentó detener el golpe. A la más mínima prueba de que lo hizo adrede, le arranco los huevos.
Hanare frunció el ceño y fulminó a Yamato al escuchar las últimas palabras.
La entrada en la estancia de Shizune hizo que todas las miradas se volviesen hacia ella. Hanare sintió tensarse a Yamato, con el que estaba a punto de terminar.
—No quería interrumpir —dijo Shizune con sus ojos clavados en los de Yamato.
Este desvió la mirada cuando se percató de que Kakashi los observaba. A su primo no se le escapaba nada y estaba seguro de que si miraba a Shizune, él se daría cuenta, más de lo que ya lo había hecho, de lo que ella significaba para él. Y no quería volver a hablar con Kakashi de Shizune. Porque Shizune no era para él, por mucho que su corazón se acelerara como si fuese un crío cada vez que la veía, cada vez que posaba sus ojos en ella, cada vez que inhalaba su aroma o escuchaba su voz, esa voz que lo atormentaba en sueños, porque en ellos se atrevía a reclamarla como suya a pesar de ser una equivocación.
—No interrumpes —dijo Kakashi mirando de nuevo a su primo. Yamato había desviado su mirada y ahora parecía más tenso que una cuerda.
—Shizune, pasa, ¿me ayudas acercándome esos trapos, por favor? —preguntó Hanare señalándole unos paños limpios que había encima de la mesa.
Shizune entró con paso firme mientras Kakashi y Utakata se despedían de Yamato hasta más tarde. Cuando pasaron por su lado, Kakashi la miró con curiosidad, como si estuviese intentando dilucidar algo, poniendo nerviosa a la hija de Katō. Cuando llegó junto a Hanare, le pasó los paños.
La esposa de Kakashi terminó en dos segundos e Yamato se levantó demasiado rápido de la silla. Tuvo que apoyarse en ella con una mano cuando se mareó levemente.
Inspiró varias veces, hasta que este pasó. Escuchó a Shizune decirle que se sentara, pero se negó. Yamato juraría que oyó: «tremendo cabezota» de labios de Hanare ante su negativa. De lo que no fue consciente hasta que el calor traspasó la tela de su camisa marcándole a fuego, como si con solo tocarle pudiese meterse bajo su piel, fue de la presencia de las manos de Shizune sobre su cuerpo. Una en su cintura y otra en su brazo. Cuando la miró después de ver sus manos y vio sus ojos perlados de preocupación, apretó la mandíbula, se irguió y, excusándose con las dos, salió por la puerta aún algo inestable.
Shizune intentó ir detrás, pero la mano de Hanare sobre su brazo la detuvo.
—¿Qué ha sido eso Shizune? —preguntó su amiga, y la hija pequeña de Laird Katō dejó escapar el aire de sus pulmones antes de mirar a su amiga a los ojos y contarle a ella, solo a ella, lo que su corazón anhelaba.
