CAPITULO 14
«Mi hija ha desaparecido». Esas fueron las palabras exactas que hacía menos de una hora el padre de Temari había pronunciado iracundo en medio del salón de los Hatake. Estaba tan exaltado y fuera de sí, que Hanare tuvo que darle una infusión realizada con sus hierbas para que se tranquilizase. Uno de sus hombres fue el que tuvo que contar qué era lo que había ocurrido. Solo había pasado un día y medio desde su marcha.
Naruto lo escuchó con un nudo en el estómago y una desagradable opresión en el pecho.
Después del beso, de ese beso que había puesto todo su mundo del revés y había devorado de su interior parte de esa oscuridad que lo acechaba entre las sombras y se adueñaba de él desde hacía años, Naruto quiso volver a ver a Temari, hablar con ella. Tenía preguntas que hacerle y sobre todo comprobar que lo que sintió al tenerla entre sus brazos era real. Que el fuego que los consumió no fue fruto de un deseo largamente contenido o que la sensación de paz que lo embargó después, la calidez que se adueñó de su cuerpo, el instinto de protección tan feroz que sintió hacia ella, no solo habían sido un espejismo. Pero no pudo hacerlo, porque solo horas después de ese beso, Temari partió junto a su padre.
Así que no pudo hablar con ella, pero sí que lo hizo con Sabaku. Solo fueron unas pocas frases, que el Laird recibió con los dientes apretados y el rictus serio en el rostro.
—Si algo le pasa a Temari, acabaré contigo. Si la casa con Yakushi en contra de su voluntad, acabaré con ambos. ¿Me ha entendido? Tendrá noticias mías en breve, tengo una proposición que hacerle.
Naruto aún no comprendía qué fue lo que le llevó a decirle esas últimas palabras a Rasa. Quizás, el saber que ella se le escurría entre los dedos como el agua de un riachuelo que no podías detener en tus manos. Lo supo con una certeza feroz cuando ella salió de la habitación tras haberla tenido entre sus brazos y sintió que, por primera vez en su vida, todo encajaba, que todo estaba bien. Cuando saboreó una paz que no le había acompañado en años y que de forma natural volvía a su interior. Lo supo cuando casi cayó de rodillas por la magnitud de esa multitud de verdades que un solo beso, un maldito beso, le había revelado. ¿Cómo era eso posible? Y su analítica mente no tuvo respuesta, solo la necesidad, la absoluta convicción de que aquella mujer había sido la única capaz de provocar eso. Y ahora, Temari había desaparecido. Naruto quería arrancarle la cabeza al responsable y matar a Rasa por no haber sido capaz de protegerla.
—¿Y desapareció así, sin más? Alguien tuvo que escuchar algo —preguntó Kakashi con el entrecejo fruncido. Su rostro, así como el de Utakata, Hayate, Asuma, Yamato y Yahico, estaban extremadamente serios. Naruto, aparte de eso, estaba furioso. A la hora que había llegado Sabaku, cuando ya era noche cerrada, no permitía empezar una búsqueda, tendrían que esperar al día siguiente. Y esas eran demasiadas horas para la paz mental de Naruto.
La cena ya había terminado hacía un buen rato y casi todos se habían retirado. Después de que esa misma mañana Sasuke partiera, unas horas más tarde lo hacía Suigetsu y su esposa Karin, los Senju al completo y los Katō, salvo Shizune, que se iba a quedar unos días con Hanare hasta que su padre, que había partido por unas semanas a visitar al clan Chattan y varios clanes vecinos más, volviera a por ella para irse de nuevo a casa.
Naruto, que se había quedado hablando con los demás, fue el primero en percatarse de las voces en el exterior. Después todo había sido confusión y caos. Kakashi tuvo que llamar a su esposa, que ya se había retirado a sus aposentos, para poder tranquilizar con sus hierbas a Sabaku.
—Nadie escuchó nada. Y al hombre que estaba de guardia lo golpearon antes de darse cuenta de que alguien se acercaba. Quien fuese, era silencioso como la misma muerte, os lo juro —dijo uno de los hombres de Sabaku mientras este respiraba agitadamente.
—¿Cuándo se dieron cuenta de que ella no estaba? —siguió preguntando Kakashi.
—Cuando el que iba a relevar al hombre que estaba de guardia lo encontró tendido en el suelo inconsciente. Habrían pasado unas tres horas a lo sumo. Fue de madrugada.
Naruto ya no pudo permanecer más tiempo callado.
—¿Y no había huellas? ¿Por qué no salieron inmediatamente a buscar algún rastro? Ha pasado un día, ¿cómo es que han vuelto aquí sin ninguna respuesta? —preguntó Naruto entre dientes.
Se dio cuenta de que Utakata lo cogía del brazo, intentando calmarlo mientras lo miraba fijamente. Utakata y Yahico lo conocían demasiado bien como para saber que aquel estallido no era normal en él.
—Era noche cerrada, apenas veíamos. Encendimos antorchas y alumbramos los alrededores. Había huellas de caballos, cuatro para ser más exactos, a unos cientos de metros, pero los cuatro en diferentes direcciones. Esperamos a que amaneciera para seguirlas, pero no sirvió de nada porque todas morían antes de tener un destino cierto. Una se perdió en el río y la lluvia que nos atrapó esa misma mañana borró el resto, pero creo sin ninguna duda que si no hubiese llovido, tampoco hubiésemos encontrado nada. Dimos varias vueltas sobre nosotros mismos durante horas siguiéndolas. Cuando vimos que no podíamos hacer nada, decidimos venir aquí. Estábamos más cerca que de nuestras propias tierras y teníamos la esperanza de que alguno de sus hombres hubiese visto algo extraño. Una posibilidad es que hubieran pasado bordeando sus tierras — expresó el guerrero a Kakashi, visiblemente afectado.
—¿Por qué ella? ¿Quién querría llevársela? ¿Ahora cómo voy a decirle a Yakushi que no hay compromiso? —preguntó Rasa estrellando un puño sobre la mesa.
Naruto se fue para él antes de que ninguno pudiese reaccionar y lo levantó cogiéndolo de la pechera.
—Maldito hijo de puta, ¿eso es lo que te preocupa? ¿Tu alianza con los Yakushi en vez de la seguridad y la vida de tu hija? —preguntó furioso Naruto.
Utakata y Yahico se acercaron rápido.
—Naruto, suéltalo por favor —solicitó Utakata cuando vio la cara de Namikaze. Se conocían desde que eran unos niños y sabía que, cuando Naruto se ponía así, era porque estaba al límite.
Naruto soltó de mala manera a Sabaku, que acabó de nuevo sentado en la silla como si se hubiese desplomado.
—Pagará por esto, Namikaze. No voy a permitir que...
Rasa no pudo seguir hablando, porque Kakashi lo interrumpió con la voz carente de cualquier tipo de comprensión o empatía.
—Todos hemos escuchado lo que has dicho y cómo lo has dicho, y ha sido francamente decepcionante. Quiero pensar que el hecho de no saber dónde se encuentra tu hija te ha afectado de tal manera que ha sido lo que ha provocado palabras tan desafortunadas. Espero que la seguridad de Temari sea lo primero para ti, Sabaku, o me veré en la tesitura de tener que pedirte que abandones estas tierras inmediatamente. La amenaza a Naruto no va a pasar desapercibida para ninguno de los presentes si persistes en tu animosidad. Créeme, no saldrás bien parado —sentenció Kakashi, y el asentimiento de los presentes dejó callado y visiblemente aplacado a Rasa.
—Por supuesto que la seguridad de mi hija es lo primero para mí, pero no sabemos nada, no tenemos nada. ¿Cómo voy a encontrarla? —preguntó Sabaku.
—Todos los presentes lo ayudaremos a buscarla. No dejaremos de hacerlo hasta que la encontremos —aseguró Asuma mirando a Sabaku.
—Y cuando encontremos a quien se la ha llevado, pagará con su sangre y con su vida —afirmó Naruto deseando que el alba llegase lo antes posible.
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—¿Todo bien? —preguntó Sasuke cuando la totalidad de sus hombres estaban reunidos en el punto donde habían quedado, ya dentro de las tierras pertenecientes al clan.
Cuando todos asintieron, Sasuke miró a la mujer que, con cara de cansancio, pero con una postura erguida y firme, lo miraba con la esperanza pintada en sus grandes ojos color turquesa.
—Se te ve algo cansada, Sabaku —dijo Sasuke dirigiéndose a Temari, y esta se irguió aún más sobre el caballo en el que iba montada junto a uno de los hombres de Sasuke. A Uchiha no le pasó desapercibida la sonrisa sesgada que se dibujó en los labios de ella ante sus palabras.
—Ven aquí —pidió Sasuke acercando su caballo.
Cogiéndola por la cintura en un movimiento rápido y sin titubeos, sentó a Temari delante de él, acomodándola entre sus piernas.
—Nos quedan unas horas. Duerme un poco, yo te despertaré antes de llegar —dijo Sasuke indicando a sus hombres que se pusieran en marcha.
Temari pareció dudar solo unos segundos, pero el cansancio era demasiado grande como para luchar contra él. Llevaba casi dos días sin dormir por culpa de la intranquilidad, primero de no saber si todo saldría bien, y de mantenerse alerta la noche anterior, cuando sabía que los hombres de Sasuke le harían una señal para que saliera del campamento. Había estado en tensión, nerviosa y asustada de que algo saliera mal en el último momento y que sus esperanzas, esas que veía cada vez más cercanas, fueran segadas en un solo instante. Llevaba toda la noche cabalgando junto a unos desconocidos, que la habían tratado con corrección y amabilidad, pero no había podido relajarse hasta que vio a Sasuke. Lo conocía desde hacía solo unos días, pero confiaba en él. Era algo que no podía explicar, pero cuando estaba en su compañía se sentía segura, como si estuviese en casa.
Así que, sin pensar en nada más, Temari apoyó su espalda en el pecho de Sasuke, sabiendo que jamás la dejaría caer. Quizás eran imaginaciones suyas, pero desde el principio había notado que Sasuke la protegía, que se preocupaba por ella, aunque todo lo que saliera por su boca contradijera ese pensamiento. Pero allí estaba, arriesgando muchas cosas por ayudarla, sin pedir nada a cambio. Se sentía cómoda con él, como si fuesen viejos amigos. Una sensación de calidez que Temari no iba a cuestionar y no iba a desechar, porque lo necesitaba. Necesitaba la mano de Sasuke Uchiha más de lo que ella había imaginado.
Sus pensamientos antes de quedarse dormida fueron para otros brazos, unos que la habían hecho sentir cosas completamente diferentes a los de Sasuke, unos que la habían hecho sentir viva, vibrar, temblar, y caer en una espiral de deseo y anhelo al que no le veía el fin. Llevaba enamorada de Naruto Namikaze desde los seis años, pero en solo unos días, y a pesar de saber que tenía que olvidarlo, había comprendido que sus sentimientos hacia él eran aún más profundos, porque había descubierto que lo amaba. Lo amaba como jamás pensó que amaría a nadie.
Sasuke sintió a Temari quedar laxa entre sus brazos. No había tardado nada en quedarse profundamente dormida. Sabía que estaba al límite cuando vio los surcos oscuros bajo sus ojos y su piel demasiado pálida. Pero a pesar de ello, sus hombres le dijeron que en ningún momento se había quejado.
Acomodó la cabeza de Temari en su hombro y la encerró aún más entre sus brazos para amortiguar las sacudidas y que el desnivel en ciertos tramos del camino no la despertase. Necesitaba descansar. Su instinto protector, nada habitual en él, era pronunciado respecto a Temari. Él sabía cuál había sido el motivo inicial, pero en solo unos días, este se había incrementado al conocerla y ver la fortaleza, la generosidad y la inocencia que albergaba en cada parte de su cuerpo. Se juró a sí mismo que Temari Sabaku tendría la libertad que tanto ansiaba. Si querían disponer de su vida, primero tendrían que pasar por encima de todo el clan Uchiha.
