CAPÍTULO 15

Había pasado más de una semana desde que pisara tierra de los Uchiha, y Temari, a pesar de las furtivas miradas que no cesaban y de algún que otro comentario realizado entre susurros cuando ella pasaba cerca, debía decir que jamás se había encontrado más arropada y tranquila que entre aquel clan, para el que era una desconocida.

Aparte de Sasuke, otras dos personas habían hecho aquello posible, sorprendiéndola sobremanera por su generosa bienvenida. Una fue Uruchi, una mujer mayor que disponía el manejo del castillo con mano férrea, pero con un corazón inconmensurable. Eso lo había comprobado de primera mano. En cuanto la conoció, la tomó bajo su ala como haría una gallina con sus polluelos.

La otra sorpresa había sido Itachi, el hermano de Sasuke. Tenía la misma edad que ella, y habían congeniado de forma inmediata. El carácter de Itachi era opuesto a Sasuke porque físicamente se parecían bastante. Ambos tenían el pelo negro azabache lacio y un poco ondulado en las puntas, pero mientras Sasuke lo llevaba por el cuello, de forma desordenada que, junto a sus mejillas sin rasurar de varios días, le daban un aspecto fiero, Itachi lo tenía largo, con algunos mechones sueltos para enmarcar su rostro el cual mantenía perfectamente afeitado. Los ojos de ambos hermanos eran negros, pero había diferencias en la forma de escudriñar a cualquiera que los mirase, los ojos de Itachi eran de esos que parecían poder traspasarte el alma, y los de Sasuke eran penetrantes, inquisitivos, de los que sentenciaban, de los que sabías que podían destrozarte si así lo deseaban. La complexión era muy parecida en ambos, altos, fuertes, más fibrosos que musculosos, pero cuya presencia no podía pasar desapercibida jamás. En la forma de ser, Itachi era mucho más afable, extrovertido y empático que Sasuke, y su sonrisa, una que dejaba entrever con asiduidad, ponía nerviosas a muchas de las mujeres del clan. Sasuke era también muy atractivo, pero la severidad de su rostro y de sus gestos, que con asiduidad mantenía a distancia a todo el mundo salvo a Itachi, le confería un aspecto fiero y peligroso. La relación entre ambos hermanos era muy estrecha. Nada más había que ver la forma en que Sasuke hablaba y miraba a Itachi para saber que su hermano era muy importante para él.

—Maldita sea, Temari, si atacas de esa manera, tu oponente te va a destrozar en menos de un segundo. Tú no tienes la fuerza que tendrá él. Utiliza tu agilidad, el factor sorpresa a tu favor. Otra vez —exclamó Sasuke bloqueando el ataque de Temari con el puñal.

Desde que llegaron, Sasuke le dedicaba un rato todas las tardes para pulir su técnica de lucha, esa que uno de los hombres del clan Senju le había enseñado a Sakura y a ella cada vez que pasaba unos días de visita en tierras de la pelirosa.

—Eso está mejor —dijo Sasuke sonriendo cuando el filo del puñal pasó rozándole la camisa—. Haz lo que tengas que hacer para que tu oponente caiga. La duda puede matarte, ¿entiendes?

Temari asintió. Tenía el pelo pegado a la cara y al cuello. Estaban en una construcción anexa a los establos, donde se guardaban las herramientas y los utensilios para el mantenimiento de las cosechas y el cuidado de los caballos. Allí, por las tardes, no solía aparecer nadie, y tenía un espacio sin ningún tipo de obstáculo que servía a la perfección para las lecciones de Sasuke.

En ese instante, un hombre mayor entró para dejar unos arreos y se quedó momentáneamente parado cuando los vio. Temari sintió sus ojos en ella y pudo percibir de nuevo esa sensación de la que había sido presa con asiduidad desde que se encontraba allí.

—Saki —dijo Sasuke, y la mirada del anciano se desvió de Temari para centrarse en Sasuke. No hicieron falta palabras, a tenor de lo que vio el hombre en la mirada de su Laird. Dejó los arreos que llevaba en la mano y cerró la puerta tras de sí.

—Sigamos —dijo Sasuke, a la vez que se percataba de lo que había en los ojos de Temari. Eso le llevó a poner los brazos en jarras sobre sus caderas y fruncir el ceño antes de preguntar.

—¿Qué pasa?

Temari miró fijamente a Sasuke y negó con la cabeza, desestimando la pregunta.

Sasuke dio un paso más hacia ella.

—Defenderte de un oponente cuando tu mente no está plenamente en la lucha, es una muerte segura. Dime qué piensas o paramos aquí.

Temari cruzó los brazos a la altura del pecho y lo miró fijamente.

—No puedo dejar de pensar que hay algo raro en cómo me miran los miembros de tu clan. Sobre todo las personas de más edad.

Sasuke no movió un músculo, y Temari pensó que iba a decirle que eso eran solo imaginaciones suyas, sin embargo, la forma en que la miró, la puso nerviosa.

—Eso es porque tienes un gran parecido a mi madre —contestó Sasuke, y Temari no pudo dejar de percibir la cadencia suave y ronca que la voz de Uchiha había adquirido en la última palabra.

—Pero... ¿tanto me parezco? No solo me miran de forma extraña, sino que además, a veces, susurran a mi paso —preguntó Temari, que quería entender por qué un simple parecido levantaba tanto revuelo.

—Si tienes rasgos muy parecidos a ella aunque mi madre tenia el pelo negro al igual que el color de sus ojos. Si no fuera porque lleva años muerta, podrías ver el gran parecido —continuó Sasuke, y Temari frunció el ceño.

—Pero eso es imposible. No puede ser tanto. No tengo nada que ver con ella.

La mirada de Sasuke se oscureció y Temari sintió un escalofrío tan intenso que la hizo temblar.

—Eso no es del todo cierto. ¿Qué sabes de la familia de tu madre?

Temari hizo un extraño gesto con la cara intentando recordar algo de lo que le habían contado. Su madre murió siendo ella apenas un bebé y los recuerdos eran muy difusos.

—Sé que pertenecía a un clan del norte, el clan Kamiruzu. Era hija del Laird y se casó con mi padre por una de esas alianzas que no hacen feliz a nadie. La recuerdo llorar cuando estaba a solas. Es una imagen que no se me ha borrado jamás.

Sasuke asintió antes de hablar.

—Mi madre era también hija de Laird, y como la tuya, también había sido prometida en contra de sus deseos a uno de los hijos del clan Fūma. Ella estaba enamorada de otro, y desafiando a los designios de su padre, se fugó con aquel hombre. Se casaron y ella entró a formar parte del clan de su esposo. Su padre, sabiéndola casada y fuera de su alcance, la repudió. Dos años más tarde, luchas internas en el clan del que ahora formaba parte acabaron con la muerte de su esposo y ella, embarazada, tuvo que huir. Mi madre sabía que no podía volver a su propio clan, así que viajó sin rumbo, intentando encontrar algún lugar en el que la dejaran quedarse hasta el nacimiento del niño. En el camino contrajo unas fiebres que acabaron con la vida del bebé y casi con la suya. Unos hombres del clan Uchiha la encontraron en el camino y la trajeron hasta aquí. Mi padre se casó con ella unos meses más tarde. Su unión solo lo benefició a él, ya que jamás la trató como ella se merecía.

Temari estaba totalmente concentrada en la historia que le contaba Sasuke. Con un nudo en el estómago al escuchar lo que tuvo que haber sufrido la madre de Uchiha, aún seguía sin entender por qué le contaba aquello.

—Mi madre sí que me habló de sus orígenes. Ella también era una Kamiruzu y lo único que lamentaba, lo que más la afligía, era el haber dejado atrás a su hermana pequeña. Estaban muy unidas. Su hermana era tu madre, Temari. Por eso te pareces tanto a ella.

Temari se quedó mirando a Sasuke sin saber cómo reaccionar. Todavía el eco de sus palabras, de todo lo que le había contado, resonaba en su cabeza, como si no pudiese dejar de evocarlas una y otra vez, repitiéndolas, intentando encontrar un significado que indudablemente no había entendido correctamente. ¿Su madre había tenido una hermana? ¿Era la madre de Sasuke su tía? Aquello parecía una broma, pero los ojos de Sasuke fijos en ella le decían que lo que le había contado era cierto, tan serio como el semblante de Uchiha mientras ella intentaba digerir toda la información que le había soltado.

—¿Entonces, nosotros somos...?

—Somos primos hermanos. Eres parte de mi familia.

Temari dio un paso atrás negando con la cabeza como si aquello fuese demasiado.

—¿Desde cuándo lo sabes? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Mi madre siempre me habló de su hermana, pero no sabía dónde estaba, ni con quién se había casado. Mi padre la tenía muy aislada. Además, después de que su padre la repudiara, todo el clan y las pocas amistades que le quedaban rompieron con ella todo tipo de relación. El no saber nada de su hermana Karura la llenó de tristeza hasta su muerte.

Temari frunció el ceño. Le temblaban ligeramente las manos y su templanza estaba empezando a resquebrajarse.

—¿Y cuándo supiste quién era yo para ti? —preguntó Temari sin poder contener el deje de furia al final de la pregunta.

Sasuke esbozó una pequeña sonrisa.

—La primera vez que te vi en tierras Hatake, cuando Hanare me metió en aquella habitación con siete mujeres más y te miré. Me resultó bastante difícil controlar mi reacción. Fue como ver a mi madre de nuevo. Eso me impresionó, y no soy una persona que se impresione con facilidad.

Temari lo seguía mirando fijamente, mordiéndose el labio inferior sin darse cuenta, esperando a que siguiera hablando. Sasuke pareció comprender su necesidad de saber más, implícita en sus ojos, porque después de unos segundos estrechó la distancia que los separaba a ambos y se dirigió de nuevo a ella.

—Tuve una conversación con tu padre un día que intentó sonsacarme información sobre los intereses de Hatake y el resto. He de decir que no es muy hábil. Antes de comentarle lo que pensaba, le pregunté por la familia de tu madre. Le dije que tenía familia en el clan Kamiruzu y que quizás alguno de ellos la recordase. Al hablar de ella, dijo su nombre: Karura. Que era la hija pequeña del jefe del clan, y todo encajó. Ya no tuve dudas.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó Temari, y el tono de dolor con lo que lo dijo hizo que Sasuke frunciera el ceño.

—Ya tenías suficiente con todo lo que habías pasado con Yakushi y la importante decisión que habías tomado. Has sido muy valiente. No creía que fuera el momento oportuno para decirte que éramos familia. Te lo he dicho ahora que estás más tranquila, que todo ha salido bien. No necesitas irte al norte, entre desconocidos, para estar y sentirte segura. Eres de mi sangre, mi familia, y este es tu hogar si lo deseas por el tiempo que quieras. Nadie te va a obligar a hacer lo que no desees. Antes tendrían que pasar por encima de mí y de todo mi clan.

Temari tragó saliva. Su enfado había dado paso a una emoción mucho más fuerte que le estaba siendo imposible dominar. Le temblaba el cuerpo y los ojos se le llenaron de lágrimas, que empezaron a resbalar por sus mejillas sin control. Un nudo en la garganta le impedía hablar. Jamás había sido una prioridad para nadie. Nunca le habían dado la libertad de elegir y un lugar en el que sentir que era importante, tanto como para defenderla a toda costa. Pensó que su padre era su única familia, la única que le quedaba. Un padre que renegaba de ella por no seguir sus designios, uno que la castigó duramente e intentó quebrarla. Salvo su prima Matsuri, a la que jamás olvidaría y cuya muerte supuso una pérdida insuperable, nadie se había preocupado por ella. Temari se había adaptado a eso, lo había aceptado y siempre había sido fuerte, demasiado a veces, pero ahora se daba cuenta de que bajo toda esa coraza estaba la niña de seis años que esperaba aún el amor incondicional de aquellos que debían amarla. Estaba la joven que echaba de menos a una madre a la que apenas conoció, sus palabras, sus consejos y sus abrazos. Que todo eso dolía como el mismísimo infierno y que Sasuke, con solo unas palabras, había abierto una puerta que ella había mantenido firmemente cerrada, sepultada en lo más profundo de su ser. Y no supo cómo reaccionar, derrumbándose sin ningún tipo de control, sin que pudiese evitarlo. El primer sollozo salió cuando Sasuke salvó la distancia entre ambos y la abrazó. Ella se vio a sí misma aferrarse a la camisa de su primo como si la vida le fuese en ello, y Sasuke no la soltó. La sostuvo fuerte, durante lo que pareció una eternidad, hasta que sus ojos no pudieron derramar ni una lágrima más y la opresión de su pecho se alivió lo suficiente como para poder hablar. Un carraspeo proveniente de la entrada la hizo levantar la cabeza del pecho de Uchiha.

—¿Ya somos familia, preciosa? —preguntó Itachi y su sonrisa, esa eterna sonrisa que iluminaba todo lo que estaba a su alrededor, contradecía la extrema preocupación que sus ojos destilaban.

Temari asintió, y Itachi se acercó a ellos.

—No seas avaricioso y suéltala para que pueda darme un abrazo a mí también —dijo Itachi a su hermano mirándolo con el entrecejo fruncido.

Temari sonrió de forma espontánea antes de que Sasuke la soltase y Itachi la envolviera entre sus brazos.

—Debo estar loco. Si no tenía suficiente con un grano en el culo ahora tengo dos —dijo Sasuke mirándolos a ambos antes de negar con la cabeza y salir de allí.

—¡Te aburrirías sin nosotros, viejo cascarrabias! —gritó Itachi cuando vio alejarse a su hermano.

El gruñido que salió de los labios de Sasuke antes de desaparecer hizo que ambos soltasen una carcajada.

Temari por fin estaba en casa.