CAPITULO 16

Llevaban dos semanas de búsqueda infructuosa. Quien se la hubiese llevado, lo había planeado extremadamente bien, y además había tenido suerte. La lluvia presente horas después a su desaparición borró cualquier tipo de huella y la posibilidad de seguir un rastro fiable.

Sabaku se marchó a los pocos días a sus tierras, para emprender la búsqueda por su cuenta y estar en sus dominios por si los que habían raptado a su hija decidían hacerle llegar algún mensaje.

Naruto sabía que no podía alargar su estancia por más tiempo en tierras Hatake, tenía que volver con su clan, al igual que Utakata y Asuma. Hayate había partido la semana anterior, por el avanzado estado de gestación de Yūgao, hacia tierras Gekkō, y con ellos se habían ido Hotaru y el pequeño Mat, junto a varios de sus guerreros. Algunos hombres de Kakashi, de Sarutobi y varios Namikaze, incluido Yahico, habían salido el día anterior para rastrear los caminos que habían dejado para el final. Eran los más improbables como ruta de escape para los raptores de Temari, pero dadas las circunstancias y la ausencia de noticias, no querían dejar ninguna posibilidad al margen.

—Estamos como al principio. Es imposible que quien haya hecho esto se esfume de la noche a la mañana —dijo Utakata mirando a los presentes.

—Lo que sigo sin entender es el porqué —expresó Asuma, y Kakashi asintió como si también estuviese pensando lo mismo.

—No han pedido nada a cambio de su vida, y si la hubiesen dañado, ya habría aparecido su cuerpo —señaló Utakata mirando fijamente a Naruto, observando cómo este apretaba la mandíbula con fuerza ante sus últimas palabras. Gekkō sabía que Namikaze estaba tan preocupado por la desaparición de Temari como el resto. Sin embargo, el sufrimiento que veía en sus ojos cuando pensaba que nadie lo observaba era suficientemente explícito como para saber que ahí habitaba algo más que la inquietud de desconocer el destino que había sufrido la hija de Rasa.

—Ella tuvo que salir por su propio pie. Tenía que conocer al que se la llevó —dijo Kakashi mirando a los tres—. Llevo dándole vueltas un tiempo y es lo único que encaja con lo que sabemos.

Asuma le devolvió la mirada agrandando los ojos en ese instante.

—¡Claro, por supuesto! —exclamó Sarutobi mirando a Kakashi con clara admiración.

—¿De qué habláis? —preguntaron Utakata y Naruto a la vez.

Kakashi cruzó los brazos a la altura de su pecho antes de tomar de nuevo la palabra.

—El hombre de Sabaku nos dijo que dejaron inconsciente al que estaba de guardia. Hasta ahí, bien, pero también nos contó que Temari se encontraba junto a su padre y el resto de los hombres cuando todos dormían. Es más, ella estaba prácticamente en medio de un círculo formado para protegerlos. Nadie pudo entrar entre ellos y llevársela sin que alguno de los hombres se despertase al notar o escuchar algo, y más si pensamos que ella forcejearía con su atacante al intentar llevársela. Seguramente le taparían la boca, pero no creo que Temari se dejase capturar sin luchar. Y aunque la hubiesen dejado inconsciente con un golpe, esa persona tendría que cargar con ella, y volver a pasar entre los hombres.

—¿Quieres decir que salió por su propio pie? —preguntó Naruto sorprendido por el razonamiento de Hatake.

Kakashi volvió a mirar a los tres y vio en los ojos de Asums que él pensaba lo mismo. Hatake asintió antes de hablar.

—Sí, eso creo, y lo hizo con mucho cuidado, extremadamente sigilosa para no despertar a nadie, alejándose del campamento para reunirse con quien la estuviese esperando.

Todos se miraron entre sí.

—¡Maldición! —exclamó Utakata negando con la cabeza—. Tienes razón, no sé cómo no lo hemos visto antes. Eso explicaría muchas cosas.

Naruto frunció el ceño antes de hablar.

—Puede que te equivoques, Kakashi, quizás Temari conocía a la persona que fue a por ella, pero eso no significa que se marchase de forma voluntaria. Quizá se vio obligada a hacerlo —continuó Naruto con determinación—. Puede que la amenazaran con la seguridad de su padre o de sus hombres.

Kakashi negó levemente con la cabeza.

—¿Y quién haría eso? ¿Por qué? —preguntó.

—¿Yakushi, quizá? —dijo Utakata.

Esta vez el que negó con la cabeza fue Naruto.

—No, ella me dijo que su padre ya había arreglado con Yakushi su compromiso. ¿Para qué llevársela si ya había conseguido lo que quería?

Kakashi lo miró fijamente.

—Pensé que tu trato con ella era nulo, ¿y te ha contado lo de su próximo enlace? ¿Desde cuándo ha cambiado tu percepción sobre ella? —preguntó frunciendo el ceño. Era cierto que Hatake había notado algo distinto en la forma en la que Naruto miraba a Temari, pero sabía por las propias palabras de Namikaze la mala opinión que tenía de ella.

Naruto soltó el aire de golpe y apoyó las manos en la superficie de la mesa antes de volver a incorporarse y mirarlos a todos. Y entonces comenzó a hablar, y les contó no solo la primera conversación que oyó, sin pretender, de Temari y que lo llevó a formarse una opinión equivocada de ella, sino también la que había escuchado allí, entre aquellas paredes solo un día antes de su marcha, la que mantuvo con su padre y en la que él se vio obligado a intervenir. Obvió lo que había pasado después, cómo había besado a Temari, pero lo demás, lo relató todo, sin eludir el maltrato de Sabaku. Ante eso, todos maldijeron por lo bajo, pero sin interrumpirle. Naruto siguió relatándoles después cómo Temari le reveló el acuerdo al que su padre había llegado con Yakushi para que ambos se casasen y el desacuerdo de ella ante tal decisión.

—No sé cómo un padre puede entregar a su hija a un desgraciado así —dijo Asuma con extrema seriedad.

—Es un hijo de puta y un bastardo retorcido —exclamó Naruto entre dientes.

—Sientes algo por esa mujer, ¿verdad? —preguntó Utakata a bocajarro.

Naruto frunció el ceño ante las palabras de su mejor amigo; su postura se volvió rígida y su mirada pareció rayar el límite de su control.

Utakata alzó una ceja antes de hablar, ante el silencio de Namikaze.

—No me mires así. Te conozco y sé que el controlado, frío y templado Naruto se ha esfumado desde que Temari ha desaparecido, y eso solo es por una razón. Porque sientes algo por esa mujer.

Naruto controló su agitada respiración, que se había desbocado cuando escuchó las palabras de Utakata. Tenía toda la razón, e ignorarlo a esas alturas ante ellos y ante sí mismo era una verdadera insensatez.

—Maldita sea, Naruto. ¿Desde cuándo? —preguntó Utakata al ver la lucha de sentimientos que desbordaban los ojos de su amigo en ese instante.

Las facciones de Naruto perdieron parte de la tensión que había atenazado su rostro momentos antes. Su mirada, su postura, era la de un hombre que se sabía derrotado por su propia estupidez.

—Desde que la conozco, pero no me permití pensar en ello porque creí que estaba de acuerdo con su padre para forzar mi enlace con ella a como diese lugar. Me equivoqué, y cuando lo he descubierto es demasiado tarde.

Todos lo miraron fijamente hasta que Asuma habló.

—Bueno, todos los presentes hemos sido presa de la misma estupidez —dijo alzando una ceja y provocando las sonrisas de los demás.

—Creo que si estamos en lo cierto deberíamos replantearnos las cosas desde el principio y visitar a Sasuke —dijo Kakashi de pronto.

Eso hizo que tres pares de ojos se clavaran en él con los ceños fruncidos.

—¿Por qué? —preguntó Utakata.

—Porque Yamato me dijo que había visto algo extraño con respecto a Sasuke y no le di la mayor importancia

—¿Estás insinuando que Uchiha ha podido tener algo que ver con la desaparición de Temari? —preguntó Naruto con un tono de voz duro.

Kakashi negó con la cabeza.

—No, pero Sasuke es un hombre muy observador. Puede que viera algo y no lo dijese. No es del tipo de hombre que se mete en los asuntos de los demás.

—De acuerdo —dijo Asuma—. Primero hablemos con Yamato y luego salgamos a visitar a Uchiha.

—Y si tengo la menor sospecha de que él tiene que ver con que Temari haya desaparecido, te juro que le arranco la cabeza, por muy amigo tuyo que sea, Hatake —dijo Naruto con un tono de voz que no daba lugar a dudas de que cumpliría su palabra si eso llegaba a ser cierto.

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Ni Namikaze miró aquellas tierras que tanto había añorado y odiado a partes iguales durante los últimos años en los que su destierro la habían mantenido alejada de ellas. No había vuelto a pisarlas y estaba prácticamente segura de que si conseguía lo que deseaba, lo más probable es que ya no saliera de ellas.

Llevaba en su mano el pañuelo manchado de la sangre que había emanado de su boca cuando un vómito le sobrevino unos minutos antes. Eso ayudó a sostener su historia. Por lo pronto, su hermano mayor, que renegó de ella años atrás, ahora iba a su lado totalmente convencido de que su único deseo era morir junto a su familia, despedirse de ellos y yacer en la tierra que la vio venir al mundo.

No había estado segura de que Disonas acudiera, tras pedirle a uno de los mercenarios, que había trabajado con Hidan y que tenía una deuda con ella, que le hiciera llegar a su hermano unas líneas en las que le contaba lo enferma que estaba y su deseo de verlos por última vez y morir junto a ellos. Y él, como ella supo que haría, acudió. Disonas, a pesar del tiempo transcurrido, seguía teniendo un corazón demasiado generoso para su bien.

—Nos estamos aproximando —dijo Disonas mientras miraba a su hermana con ojos preocupados. Cuando recibió la misiva de aquel desconocido y vio de qué se trataba, lo primero que pensó fue en romperla en mil pedazos y no decir nada a nadie. Lo que había hecho Ni tiempo atrás no tenía perdón, pero era su hermana, y con los años, había podido comprobar por experiencia propia que el amor puede volverte loco. Ella estaba muy enferma e iba a morir. Su madre había estado apagándose desde que su hija fue desterrada, enterrada en una tristeza que la estaba devorando poco a poco. Quizás el tenerla de nuevo entre sus brazos, verla y poder despedirse de ella, la consolara en alguna medida. Después de todo, Ni, en su estado, ya no podría hacer daño a nadie.

—¿Puedes sostenerte encima del caballo? —preguntó al mismo tiempo que vio cómo su hermana perdía el equilibrio debido a la debilidad. Maldiciendo en voz baja, la tomó por la cintura y la pasó a su propia montura, sosteniéndola delante de él. Parte de su determinación de mantenerse lejos de ella, de no perdonarla jamás, se resquebrajó cuando sintió la fragilidad de su cuerpo, más delgado de lo que recordaba, y de los temblores que parecían recorrerlo, sin duda preso de la fiebre.

—Nos queda poco. Aguanta —continuó el highlander, sabiendo que en cuanto llegase y dejase a Ni con su madre, tendría que dar muchas explicaciones. Primero a Sai, hombre de confianza de su Laird, y amigo propio, que había quedado al frente del clan mientras Naruto estuviese ausente. Solo rogó para que Sai primero y Naruto después dejaran que su hermana muriese en paz, rodeada de aquellos que eran su única familia.