CAPITULO 19

—Solo muerta me casaría contigo. ¡¿Estás loco?! —preguntó Temari con los ojos casi fuera de sus órbitas.

Naruto se enderezó en su silla y la miró fijamente.

—No estoy loco y vas a casarte conmigo. No voy a permitir que te desposes con Yakushi, y que ese bastardo consiga lo que desea.

Se hizo un silencio sepulcral tras esas palabras.

—¡Ufff...! Hasta yo sé que acaba de hundirse en el fango —dijo Yamato a Sasuke en un susurro. Kakashi, que estaba al otro lado de Sasuke, tuvo que morderse el labio para no sonreír.

La cara de Temari era todo un poema, y el rubor de sus mejillas se intensificó en un instante, y no precisamente por timidez o vergüenza, sino de pura furia.

—¿Me estás diciendo que te sacrificarías casándote conmigo para que Yakushi se quede sin esposa y sin alianza?

Naruto gruñó por lo bajo.

—Estás poniendo palabras en mi boca que yo no he dicho.

Utakata carraspeó.

—No es por nada, pero yo he entendido lo mismo.

Naruto miró a su mejor amigo y lo fulminó. Utakata apretó los labios, y con su mano hizo un gesto, dando a entender que no volvería a interferir.

—No sé por qué te resulta tan difícil pensar en un enlace entre los dos —dijo Naruto centrando de nuevo su atención en Temari, intentando reconducir la conversación.

Ella soltó un bufido poco femenino.

—¡¿Porque me dijiste que sería la última mujer sobre la faz de la tierra con la que contraerías matrimonio?! —exclamó fuera de sí.

—Eso ha sonado como una gran mierda. De esta no sale —comentó Yamato a Sasuke, inclinándose hacia él hasta que sus cabezas quedaron casi juntas.

Este último asintió antes de hablar.

—Tiene pocas posibilidades de salvarse. ¿Algún demente en su familia al que achacarle la culpa de su estupidez?

Yamato rio por lo bajo con ganas.

—Uchiha, te juro por lo más sagrado que al final te mato —dijo Naruto mirándolo con evidente ira.

—Deja a Sasuke a un lado —dijo Temari extremadamente seria—. Y olvídate de mí. Ya he tomado una decisión y tú no entras en mis planes.

Maldita sea, Temari, ¿prefieres casarte con ese hijo de perra antes que conmigo? Pues no voy a consentirlo. No voy a dejar que ese malnacido te haga daño.

Las últimas palabras fueron pronunciadas en un tono elevado, y por la intensidad que había en ellas, Temari se quedó quieta, parpadeando varias veces, como si todavía estuviese escuchando el eco de las palabras de Naruto.

Eso que ha dicho ha sido bonito. Aún queda esperanza —volvió a susurrar Yamato a Sasuke.

—Ha tenido suerte, estoy seguro de que en breve vuelve a hundirse en la mierda —le contestó Sasuke.

Asuma, Kakashi y Utakata, así como Itachi, no pudieron evitar reírse ante la conversación de esos dos.

Ahora fue Temari quien los miró, fulminándolos con sus ojos, antes de volverse hacia Naruto.

—¿Y por qué no quieres que me hagan daño? ¿Qué te importa a ti, Naruto?

Namikaze soltó el aire que estaba conteniendo antes de contestar.

—En cierta medida soy responsable de tu situación. Ante mi negativa, tu padre estaba desesperado y por eso aceptó a Yakushi. Claro que me importa. No quiero tener eso sobre mi conciencia.

—Ahí lo tienes, de mierda hasta el cuello —dijo Sasuke a Yamato y este asintió llevándose una mano a los ojos en señal de que no podía creer que Naruto la jodiera tan pronto.

Temari hizo un mohín con sus labios y a Naruto se le secó la boca.

—No eres responsable de mí en ninguna medida, y tu conciencia puede estar tranquila. No voy a casarme contigo por las razones equivocadas. Ya no. Me casaré con Yakushi y no hay más que hablar. —Y su mirada intentó no revelar que tenía el corazón en carne viva.

—¡No puedes, maldita sea! —exclamó Naruto cuando vio la intención de Temari de levantarse y abandonar la habitación—. Eso me mataría por dentro —continuó con un tono de voz cansado, como si el haber dicho eso le hubiese costado un esfuerzo ímprobo—: Cásate conmigo porque te deseo, porque el solo hecho de pensar que pueden lastimarte me consume y me destroza. Cásate conmigo porque cuando me dijiste que era un buen hombre quise creerlo y pensé que lo conseguiría si estabas a mi lado. Sé mi esposa y hazme pagar por cada lágrima que mis palabras y mis acciones hayan podido ocasionarte, y por mi estúpida cabezonería. Cásate conmigo y dame esa paz que solo siento cuando te tengo cerca. Hazlo por cualquiera de esas razones, pero, por Dios, hazlo.

Las palabras salidas de boca de Naruto, con una intensidad y una necesidad que jamás habría esperado en él, dejaron el salón en completo silencio y a Temari temblando.

No le había dicho que estaba enamorado de ella, que la amaba, pero Temari no era tan ilusa como para pensar que él sentiría algo así en tan breve espacio de tiempo. Sin embargo, las cosas que le había dicho y cómo se las había dicho, le habían estrujado el corazón, haciendo que su pecho se contrajera y que el sonido del silencio fuese atronador en sus oídos.

Ese bastardo me ha emocionado hasta a mí. —Se escuchó la voz de Yamato casi en un susurro.

Esta vez no solo fue Sasuke quien lo miró, sino todos los presentes. Por lo que se veía en sus caras, ese no había sido un buen momento para comentar nada. Disimuladamente, bajó la vista y se mantuvo quieto, intentando pasar desapercibido.

Temari oyó las palabras de Yamato, pero sus ojos no podían dejar de mirar fijamente a los de Naruto, anclados a los de ella. Sus miradas, conectadas más allá de las palabras, parecían hablar entre sí, y Temari habría jurado que la de Naruto le rogaba que no lo hiciese esperar, que no lo hiciese sufrir más, como si eso fuese posible, como si creyese que ella tenía ese poder. Eso no sucedería nunca, pero la sensación que por unos segundos esos sentimientos provocaron en ella, la hicieron tener vértigo, como si estuviese subida a un gran risco y mirase hacia abajo. Si por solo un instante pudiese creer que lo que le había dicho era real... Dejó salir el aire lentamente, conteniendo las ganas de salir de allí y no tener que enfrentarse a eso ahora, porque dolía, vaya si dolía, el tener que pensar en dar la espalda al amor de su vida. Porque a pesar de tener que olvidarlo y de pasar página, a pesar de todas las cosas que habían pasado entre los dos, ella había estado enamorada de él desde los seis años, y ese amor no había sido el resultado de un anhelo infantil y pasajero. Se había construido sobre un recuerdo. Uno que se había tornado real, profundo, pasional y desinteresado desde que volvió a verlo.

Temari desvió la vista solo un instante, sabía lo que tenía que decirle, sabía que debía negarse, que eso era lo correcto, pero no quería hacerlo. Quería tener unos segundos más en los que casarse con él fuese una posibilidad. Quería creer en las últimas palabras que Naruto le había dicho y no que esas palabras habían sido fruto de un intento desesperado de salvar su conciencia no dejándola a merced de Yakushi.

Temari cerró los ojos un segundo, y cuando los abrió, su mirada se cruzó con la de Sasuke. Se fijó en el gesto de su mano, esa que tenía sobre el broche con el lema de su clan y que en ese instante tocaba de forma despreocupada, y se acordó de lo que le dijo unos días atrás hablando del lema del clan Uchiha, Bydent (contracción de la frase Bide and Fecht, que significa Resiste y Lucha). Y escuchó resonar las palabras de su primo en sus oídos con la misma determinación que habían sido pronunciadas aquel día. «Sé fiel siempre a lo que sientes y lucha por ello». Sus ojos se elevaron nuevamente y miró a Sasuke. Lo que vio en ellos, la hizo cuestionar su decisión, y le dio alas. Volvió enlazar su mirada con la de Namikaze, y rogó por ver algo a lo que aferrarse. Y entonces, la intensidad que observó en sus pupilas la hizo tragar con fuerza y la llevó a hablar antes de que su buen juicio tomara el control.

—De acuerdo, Naruto Namikaze. Me casaré contigo, pero con una condición —dijo Temari con más determinación de la que sentía.

La expresión en el rostro de Naruto no tuvo precio, y Temari volvió a tragar saliva.

—El enlace será inmediato.

Si eso sorprendió a alguno de los presentes, nadie lo expresó hasta que Yamato carraspeó antes de hablar.

—La muchacha no pierde el tiempo, y eso que no quería.

—La muchacha es lista y sabe lo que desea, así que cierra la boca un rato —contestó Sasuke sin mirarlo.

—¿O qué? —preguntó Yamato con una ceja alzada.

—O esta vez te tiro de verdad por las escaleras, y las mías son más empinadas.

Y la sonrisa maliciosa de Sasuke no pasó desapercibida para el highlander, que frunció el ceño.

—¿Por qué de inmediato? —preguntó Naruto, ajeno esta vez a los susurros de Yamato y Sasuke. No había reticencia o desconfianza alguna en su voz, ni en su expresión, solo curiosidad.

—Prefiero acabar con esto cuanto antes.

Namikaze endureció sus facciones. Naruto sabía que no había hecho las cosas bien, y que, en principio, no había elegido las palabras adecuadas, pero no era fácil dejar salir algo que había estado enterrando durante años bajo capas y capas de control y desconfianza. Sin embargo, cuando vio su gesto, con intención de salir de aquella sala y dejarlo atrás, la sola idea de perderla, de que aquel bastardo de Yakushi pudiese lastimarla, amenazaron con asfixiarlo, haciendo que parte de lo que llevaba enterrado dentro saliera sin control. Y no se arrepentía de nada, y menos cuando escuchó de sus labios un sí. En ese instante, algo en su pecho se calentó, pudiendo jurar que por primera vez en muchos años se sintió feliz. Hasta que ella dijo las últimas palabras. Eso no sonaba a una novia dispuesta.

—Eso ha tenido que doler —dijo Yamato—. Directo a los huevos.

Sasuke sonrió sin poder evitarlo. Yamato tenía razón y él estaba disfrutando. Su prima se lo estaba poniendo difícil a Namikaze y lo hacía sudar. Estaba orgulloso de ella.

—De acuerdo —dijo Namikaze con voz dura—. ¡Sasuke! ¿Hay algún sacerdote que se atreva a pisar tus tierras? —preguntó sin mirar a Uchiha.

—¡Oh! Sí... El padre Rashii es nuestro hombre de Dios, y nos avisó hace tres días de que volvía de su estancia en el monasterio. Puede que llegue esta tarde, o mañana a más tardar —contestó Itachi por su hermano con una sonrisa traviesa en los labios.

Nadie entendió esa sonrisa, ni el pequeño gruñido que soltó Sasuke al escucharlo, el cual debería haberles dado indicios a todos ellos de que algo extraño pasaba con el sacerdote.

—Pues entonces, en cuanto llegue el padre Rashii serás mi esposa —dijo Naruto mirando fijamente a Temari a los ojos. La que iba a ser su mujer estaba con los brazos en jarra y una expresión tan fiera en la cara, que Naruto pensó que más que una feliz novia ella parecía un guerrero a punto de entrar en batalla.

—Bueno, pues pongámonos cómodos, ¿no? Hasta que llegue el padre Rashii, o como se llame. ¿Cuándo se cena, Sasuke?

Y las risas de todos los presentes ante la mirada que Sasuke le lanzó a Yamato hicieron que el corazón de Temari disminuyera su agitación. Lo había tenido tronando en su pecho durante toda la conversación. Se había arriesgado, demasiado. Quizás aquello fuese su ruina, porque con Naruto no podía construir muros, con él estaría desnuda, y eso podría matarla lentamente hasta dejarla vacía.

O quizá, si tenía suerte, si el destino quería ponerse por solo una vez de su parte, podía ser feliz, una felicidad con la que no se atrevía a soñar, pero por la que definitivamente iba a luchar.