CAPITULO 22
Naruto abrió la puerta de la habitación. Era la que le había indicado Sasuke antes de subir y la misma de la que había visto salir a Uruchi. La habitación de Temari durante su estancia allí.
Se quedó congelado en el umbral cuando vio la imagen que se presentaba ante él. Temari estaba sentada, dentro de la cama, con las sábanas y una manta por debajo de sus brazos, sosteniéndola con ambos y dejando al descubierto sus cremosos y preciosos hombros. Su pelo suelto, que se perdía en su espalda, enmarcaba su cara, esa cara ovalada que contenían los ojos más hermosos que había visto nunca y que ahora estaban fijos en él, mirándolo con nerviosismo, turbación y dudas.
Naruto tragó saliva y cerró la puerta tras de sí, sin dejar de mirarla. Simplemente no podía apartar los ojos de ella.
Se acercó a la cama despacio, atravesando la estancia. Era más grande de lo que había pensado. Una mesa y dos sillas estaban dispuestas en un extremo. Un pequeño cubo con agua y un gran arcón a los pies de la cama. No se fijó en más. Su vista periférica no daba para tanto y él no podía dejar de acariciar cada trazo de ella, no quería perderse el más mínimo gesto, ni siquiera el más insignificante atisbo en sus ojos o la fuerza con la que apretaba sus labios.
Vio su grácil cuello, elegante, tentador y, por primera vez desde que era solo un muchacho, se sintió nervioso como si fuese su primera vez, algo absurdo e inverosímil, pero cierto.
—Uruchi no me dio opción. Me quitó el vestido y todo lo demás. Imagino que no querrás que vuelva a ponérmelo, ¿verdad? —preguntó Temari, y Naruto pudo escuchar en su voz un atisbo de esperanza.
Eso lo hizo sonreír y negó con la cabeza.
—No sé por qué, pero me lo imaginaba.
La sonrisa de Naruto se amplió al escuchar las palabras de su esposa y sus ojos la miraron con una calidez tal que Temari fue consciente, más que nunca, de que bajo aquellas sábanas estaba completamente desnuda.
—Uruchi me ha dicho que ha hablado contigo —dijo Naruto sentándose en la cama. Los pies de Temari, que estaban apoyados en ella mientras sus rodillas se unían bajo las mantas a su pecho para darle espacio a su esposo, tocaban el muslo de Naruto.
—Sí, ha sido una conversación muy interesante. Ella ha hablado y yo he escuchado, hasta que hemos llegado a los consejos en donde todo se ha vuelto confuso. No porque no lo entendiera, sino por la variedad de detalles que me ha dado. Ha sido revelador. Y... ¡por favor, Naruto, di algo antes de que vuelva a ruborizarme! Si sigo así te vas a quedar viudo antes de tiempo.
La pequeña carcajada de Namikaze hizo que parte del nudo que tenía Temari en el estómago desapareciera.
—No debes tener vergüenza de nada. No conmigo —dijo Naruto alargando su mano y tomando una de ella entre sus dedos—. No quiero que temas lo que va a pasar entre nosotros. No voy a hacerte daño y no hace falta que sea esta noche. Sé que todo ha sido precipitado. Entendería que quisieras esperar.
¿Qué? ¿Estaba borracho? Se preguntó mentalmente Temari. Le agradecía la caballerosidad y la comprensión, pero no iba a pasar otro día por lo mismo. Otra charla de Uruchi, más información detallada, y se tiraría de cabeza al cubo a ver si con suerte se ahogaba.
Naruto rogó en silencio para que de los labios de su esposa saliera un no, un no a esperar, porque si así se lo pedía Temari, él cumpliría con su palabra y no la presionaría.
—Te lo agradezco, de veras, pero después de la charla que he tenido esta mañana con Sasuke y la de esta noche con Uruchi, estoy preparada —afirmó Temari con estoicismo y convicción, tanta que Naruto tuvo que morderse el labio para no sonreír de nuevo, hasta el momento en que sus palabras volvieron a resonar en su mente.
—¿Qué charla has mantenido con Sasuke? —preguntó Naruto más serio al instante, dejando de hacer círculos con sus dedos en la mano de su esposa.
La turbación y el rubor que se extendió hasta por el cuello de Temari hicieron que Naruto gruñera por lo bajo.
—Juro que voy a matarlo —dijo entre dientes.
—No puedes. Es mi familia y se preocupa por mí. Itachi es cariñoso, comprensivo, inteligente y me hace reír, pero Sasuke... Él me ha dado un hogar, me ha recordado que merece la pena luchar por lo que deseas y me ha hecho sentir importante, que valgo más que ser una simple moneda de cambio para los planes y designios de mi padre, y eso lo ha conseguido siendo sincero, siempre, hablándome sin tapujos, como lo haría con Itachi, valorándome y escuchando mi opinión. Y aunque no siga las mismas reglas... ¡Dios! Yo lo quiero por eso, y me siento privilegiada, porque soy una de las pocas personas en este mundo que sabe realmente cómo es. Así que no puedes matarlo, olvídalo. Y créeme, la conversación con Uruchi ha sido mucho peor.
Naruto sintió celos, y a punto estuvo de caerse de culo de la cama al percatarse de ello. El frío y autocontrolado Naruto Namikaze deseaba despellejar al bastardo de Sasuke Uchiha, lentamente. Escuchar las palabras de Temari alabando a su primo, enumerando sus virtudes como si fuese el hombre más maravilloso sobre la faz de la tierra, le había retorcido las entrañas. No entendía a su esposa. Él había deseado estrangular a Sasuke desde que lo conoció.
Sin embargo, no podía negar, a pesar de estar apretando los dientes y maldiciendo en idiomas que ni siquiera sabía, que sentía gratitud por la forma en la que Uchiha había protegido y ayudado a Temari. Y eso era peor que recibir una patada en los huevos.
Temari, ajena a sus pensamientos, dijo algo que hizo que Naruto la mirase fijamente.
—Sé que no me harás daño. Nunca he dudado de eso.
La mirada confiada en los ojos de su esposa, llena de calidez, le afectó más de lo que hubiese imaginado, porque en ese instante, en cierta manera, se sintió un impostor.
—No me conoces, Temari, no sabes de lo que soy capaz —dijo Naruto serio por primera vez desde que entrara en la habitación—. Las personas cambian, ya no soy aquel muchacho que te salvó la vida cuando eras una niña. Ese chico maduró e hizo cosas de las que no creo que puedas sentirte orgullosa.
Temari lo miró fijamente a los ojos y apretó la mano de Naruto con contundencia.
—Todos hacemos cosas de las que no estamos orgullosos. El hecho de que lo reconozcas ya me indica la clase de hombre que eres. Tú no justificas las cosas porque sí, las haces porque es lo que debes hacer, aunque eso implique realizar algo que no deseas. Te lo dije hace poco y te lo vuelvo a repetir. Eres un buen hombre. Intentas ser justo, eres noble de corazón y sí que te conozco. He visto en tus ojos tristeza, desconfianza y dolor. Los ocultas bien, pero no tanto como desearías. Quizás un día me cuentes por qué están ahí, qué hizo que el chico que yo conocí tenga esas heridas y crea que no es buen hombre, porque te aseguro que te equivocas.
La intensidad que vio en los ojos de Naruto la hizo temblar.
—Vas a ser mi perdición —susurró Naruto con voz rasposa y grave, casi sin aliento.
—Pues entonces perdámonos los dos, ¿de acuerdo?
Naruto rio por la espontaneidad y la dulzura de su esposa solo un segundo antes de poner una mano en su mejilla y acercar su boca a la suya. La vio cerrar los ojos, la sintió temblar, y percibió su mano acariciar su brazo, subiendo hasta su cuello donde enredó los dedos en su cabello, instante en el que él se perdió. Sin dejar de besarla, lentamente, empezó a deshacerse su feileadh mor. Rompió el beso cuando tuvo que quitarse la camisa, y aquello fue un asalto a sus sentidos, cuando los dedos de su esposa lamieron sus costados y tocaron su abdomen y sus costillas. A punto estuvo de perder el control solo con esas caricias, sin embargo, lo que terminó de volverlo loco fue mirar a Temari a los ojos. Lo que vio en ellos: inocencia, deseo, fuerza, dulzura, todo mezclado en una sola mirada, la misma que lamía su piel como si no tuviese suficiente de él, le hicieron perder la poca cordura que le quedaba. Tomó el extremo de las mantas y, mirando de nuevo a los ojos de su esposa, las retiró lentamente, dejando expuesto su cuerpo, su exuberante y maravilloso cuerpo, que le hizo contener el aliento hasta que la vio tiritar.
Sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, la cubrió lentamente con su cuerpo, acariciando su mejilla, y Temari se abrió para él dejando que se alojara de forma natural entre sus piernas, permitiendo que se acomodara entre ellas, jadeando ambos ante lo que ese contacto íntimo les hizo sentir.
Cuando Naruto fue a besarla de nuevo para devorar aquellos labios del color de la sangre, y que ella se estaba mordiendo sin darse cuenta de lo que hacía, como si fuese una fruta madura, tentándolo sin saber hasta lo indecible, Temari lo detuvo con una de sus pequeñas manos mirándole más seria de lo que jamás la había visto.
—Antes de que esto se nos vaya de las manos, tengo que decirte que en este clan no se permiten mujeres insatisfechas en el lecho. Y no es que desconfíe de ti, sé que lo harás muy bien, no me cabe duda, pero te lo digo para que no haya confusiones. Parece ser que después hay represalias, pero no te preocupes, que no llegan a envenenar a nadie.
—Pero ¿qué clase de conversación has tenido tú con Uruchi? —preguntó Naruto entre confuso y divertido.
Temari tragó saliva cuando un movimiento de Naruto sobre ella hizo que sus pezones se rozaran contra el musculado pecho de su esposo y tuviese que apretar los dientes para que el calor y la necesidad que sentía por todo su cuerpo no la consumiera. Ya se veía echando chispas, chamuscada en el lecho nupcial. ¡Dios! ¿Cómo iba a controlar aquello si lo único en lo que pensaba era en que Naruto hiciese con su cuerpo lo que le diese la gana?
—Antes de que termine esta noche me pedirás que pare porque no podrás soportar tanto placer.
Temari enarcó una ceja.
—No deberías prometer algo así. Eso crea expectativas y después...
Naruto la besó con un gruñido hambriento entre sus labios y Temari gimió cuando la lengua de su esposo se introdujo en su boca y la saqueó a placer, devorando sus labios, saboreando cada minúsculo rincón de su húmeda cavidad, mientras una de sus manos bajaba lentamente por su cuerpo, torturándolo con sus lentas caricias. Los labios de Naruto abandonaron su boca justo en el momento en el que Temari pensó que moriría por la intensidad de su pasión, por la falta de aire que la había dejado sin aliento. Solo pudo inspirar una vez más, con fuerza, antes de que el aire quedara retenido nuevamente en su garganta al sentir la senda de besos que su esposo estaba dejando por su cuello, su hombro, su... «¡Oh, por favorrrrrrr...!». Sintió que algo se retorcía en su interior cuando la lengua de Naruto rodeó uno de sus pezones envolviéndolo, succionándolo y haciéndola gritar de placer. Si esto era el principio, no iba a poder soportarlo.
Su mente estaba nublada, su razón en el fondo de una ciénaga oscura y olvidada y sus sentidos saltando por cada centímetro de su cuerpo, como si la felicidad y el éxtasis se hubiesen adueñado de ellos. Hasta que sintió el cálido aliento de Naruto entre sus piernas a la vez que la sostenía por debajo de sus muslos para acercarla a su... «¡Oh, por todos los ángeles del cielo!». La espalda de Temari se curvó, aferrándose con fuerza a las sábanas, con los puños apretados para no gritar y que se enteraran hasta en Inglaterra. Eso que le estaba haciendo con la lengua, eso tenía que ser pecado, irían directamente al infierno por ello, pero ¡ maldita sea! ¡Le daba igual! Si paraba ahora lo mataba.
—¡Oh, Dios mío! Naruuuutooo —gritó Temari retorciéndose de placer cuando este succionó el botón de carne que culminaba el mismo centro de su feminidad.
Temari pensó que iba a morir cuando sintió que todo su cuerpo se fracturaba en miles de pedazos, todos ellos cargados del placer más absoluto. Se sintió caer, su cuerpo laxo y su mente nublada, en la más inmensa calma que hubiese conocido. Estaba en tal estado de inconsciencia que no se dio cuenta de que Naruto se había movido hasta que sintió de nuevo su cuerpo sobre el suyo.
Las manos de Temari, como si tuviesen autonomía propia, se deslizaron por la espalda de su esposo, acariciando cada porción de piel hasta que llegó al nacimiento de sus caderas. Sintió la presión en su entrada y un escozor agudo cuando Naruto se introdujo en su interior lentamente.
—Temari, mírame, por favor...
Y Temari lo hizo, enlazó su mirada con la de Naruto, mientras este entraba en su interior profundamente con un último empujón que arrancó un gemido lastimero de los labios de ella. Una lágrima cayó por la mejilla de Temari sin completar su recorrido, ese que hubiese terminado en su cuello si Naruto no la hubiese detenido con un tierno beso.
Estaba quieto en su interior, acariciándola con sus manos y adorándola con su boca, y Temari empezó a notar que el dolor, lentamente, de forma gradual, se tornaba en placer, arremolinándose nuevamente en su vientre. De manera instintiva se movió y el gemido que escuchó de los labios de su esposo la hizo moverse con más audacia.
Naruto le cogió las manos, enlazando sus dedos y llevándolas por encima de la cabeza de Temari, dejándola a su merced, mientras con su cadera empezaba un baile tan antiguo como el tiempo. Sin dejar de mirarse mutuamente, las embestidas de Naruto se fueron haciendo más profundas, más rápidas, y Temari envolvió su cintura con las piernas, apretándolo contra ella.
El placer se adueñó del momento y los gemidos que salían cada vez más necesitados de los labios de ambos, se tornaron más urgentes.
—Naruto, por favor... —suplicó Temari cuando supo que si él no hacía algo pronto, moriría, no podría soportarlo por más tiempo.
Naruto se enterró en ella más rápido, más fuerte, hasta que la espalda de Temari volvió a curvarse, sollozando su nombre, fracturándose nuevamente, mientras el gruñido de Naruto resonaba en la estancia como si algo en su pecho se hubiese desgarrado. Sintió la humedad en su interior y su peso sobre ella mientras la letanía de su nombre salía de los labios de su esposo como si no hubiese nada más sagrado en este mundo.
Así, abrazados, los encontró a los dos el alba, cuando volvieron a hacer el amor, despacio, con risas, con devoción.
