CAPITULO 24

Lo peor de marcharse fue tener que despedirse de Sasuke y Itachi.

Después de levantarse de la cama el día de su partida, cuando bajó al salón se encontró con que Kakashi, Asuma e Yamato ya se habían marchado y que los hombres de Naruto, así como su mano derecha, Yahico, acababan de llegar. Ante su expresión de sorpresa, la cual su esposo leyó a la perfección, le susurró al oído que Sasuke había mandado uno de sus hombres el día anterior, después de la boda, a tierras Hatake para que le trasmitiera a Yahico el mensaje de que debía reunirse con Naruto en tierras Uchiha al día siguiente para partir desde allí hasta su hogar.

—No te preocupes, no me gusta ver esa mirada de tristeza en tus ojos —dijo Naruto suavemente—. Verás pronto a tus primos, te lo prometo. Pero hoy debemos irnos. Llevo más de dos semanas fuera y tengo que retomar asuntos que no pueden esperar más tiempo —continuó Naruto mientras rozaba con gesto cariñoso la mejilla de Temari, retirando el pelo de su hombro y colocándolo detrás de él, con cuidado, deslizando los dedos entre sus mechones más tiempo del necesario.

Temari había temido en parte levantarse esa mañana de la cama y darse cuenta de que todo había sido un espejismo. Que lo que habían compartido durante la noche, entre las sábanas, había sido solo fruto de la pasión. Eso la había asustado, y mucho. Sin embargo, cuando sus miradas se cruzaron momentos antes, cuando vio el anhelo y el deseo en ellos, acompañados por una sonrisa cómplice de sus labios, ese temor disminuyó hasta casi desaparecer, y cuando él le habló, casi en un susurro, acariciándola como si fuese lo más preciado, su inquietud se esfumó, encajando todo en su lugar y sabiendo, sin lugar a dudas, que si había algún pedazo de su corazón que no hubiese sido de Naruto ahora era irrevocablemente suyo. La preocupación de su esposo y el hecho de que hubiese comprendido a la perfección que separarse de los Uchiha le estaba costando más de lo que jamás hubiese imaginado, hizo que se estremeciera.

—Lo entiendo. No te preocupes. Solo que...

—¿Qué pasa? —preguntó Naruto, y Temari pudo observar cierta inquietud en sus profundos ojos azules.

—Mi padre. ¿Cómo vamos a...?

La mirada de Naruto se endureció antes de hablar.

—Nosotros volveremos a tierras Namikaze. Yahico irá a ver a tu padre con un mensaje de mi parte. Es lo mejor. Si quiere verte, si desea darnos la enhorabuena, será bienvenido a tierras Namikaze. Es mucho más de lo que merece después de cómo te ha tratado. Ahora eres mi esposa, no dejaré que vuelva a hacerte daño, nunca más.

Y Temari asintió.

Para ella seguía siendo su padre a pesar de todo lo que había hecho y de que la última vez que estuvieron juntos él le dijese a la cara que ella ya no era su hija; sin embargo, sabía que Naruto tenía razón y ella no iba a romper la promesa que se hiciese a sí misma la última vez que su padre se atrevió a ponerle la mano encima. Nunca más iba a dejar que la tratase como lo había hecho. Si en verdad la amaba, aunque fuese solo un poco, iría a verla.

Temari desvió la mirada de su esposo cuando vio entrar en el salón e ir hacia ellos a un hombre que reconoció al instante, de los días que estuvo en tierras Hatake y con anterioridad en tierras Hōzuki. Era uno de los hombres de confianza de Naruto.

—Mis felicitaciones —dijo Yahico a Temari cuando estuvo junto a su Laird— y también mis condolencias por tener que aguantar a este cabezota —continuó el highlander ante la mirada enojada de Naruto.

A Temari le cayó bien de inmediato.

—Muchas gracias, intentaré ayudar a que no sea tan testarudo —contestó con una sonrisa genuina.

Yahico soltó una carcajada antes de asentir y mirar a Namikaze.

—Parto de inmediato. Si nada me retrasa, llegaré un par de días después que vosotros —dijo Yahico con el gesto ahora más serio—. ¿Quiere que le dé algún mensaje a su padre? —preguntó desviando sus ojos de nuevo hacia Temari.

La mirada de esta se ensombreció por un instante hasta que sintió la mano de Naruto tomar la suya y enlazar sus dedos mientras le acariciaba con su pulgar la piel. A Temari no le pasó desapercibido el asombro en los ojos de Yahico ante ese gesto espontáneo y cariñoso. La mirada que el hombre de confianza de Naruto le dirigió, llena de aceptación y respeto, le hicieron tragar saliva.

—Solo dígale que estoy bien y feliz. —Y una tenue sonrisa se dibujó en los labios de Temari, una que se ensanchó cuando escuchó la voz de Itachi a su espalda.

—Te estaba buscando. Sasuke y yo tenemos un regalo para ti antes de que te vayas. No te importará que te la robemos unos instantes, ¿verdad? —preguntó el pequeño de los Uchiha a Namikaze.

—Yo me la llevo conmigo, así que me parece justo —contestó el highlander sonriendo.

—No me lo recuerdes... —señaló Itachi con el entrecejo fruncido, pero con un brillo pícaro en los ojos.

—Acompañaré a Yahico fuera. Te veo luego en el salón. Partiremos antes del mediodía —dijo Naruto a Temari, y esta asintió antes de seguir a Itachi escaleras arriba.

—Esto era de nuestra madre y queremos que lo tengas tú —dijo Sasuke enseñándole lo que había guardado en un trozo de tela con los colores del clan Uchiha. Temari contempló un hermoso puñal. La vaina en la que estaba guardado y la empuñadura del mismo estaban adornadas con algunas piedras preciosas de color rojo oscuro como la sangre.

—Se lo regaló su primer esposo y ella lo guardaba celosamente como un tesoro. Fue lo único que le quedó de él. Nuestra madre luchó por lo que amaba, aunque al final lo perdiera. Siempre me dijo que volvería hacerlo, pasar por el mismo infierno con tal de vivir de nuevo el breve tiempo que tuvo con él. Tú tendrás ese tiempo con el bastardo de Namikaze. No lo desperdicies. Vive lo que ella no pudo.

—Con lo bonito que te estaba quedando y al final has tenido que estropearlo —dijo Itachi y eso hizo reír a los tres, aliviando en cierta medida el nudo que se le había formado en el pecho a Temari. La emoción, el cariño que sintió en ese momento eran más que visibles en sus ojos que brillaban cargados de lágrimas.

—¿Estáis seguros que queréis dármelo a mí? —preguntó Temari con la voz rota y las mejillas húmedas por esas lágrimas que habían encontrado su camino sin pudor alguno.

—Ven aquí —contestó Sasuke tirando de ella hasta que estuvo entre sus brazos y en los de Itachi. Su llanto, ese que había estado conteniendo desde hacía años, pareció tomar el control de su cuerpo y, sin obedecerla, estalló como nunca se había permitido hacer antes.

—Eres la esposa de Naruto Namikaze, pero nunca olvides que nosotros somos tu familia, y no te desharás tan fácilmente de ninguno de los dos. No dudes nunca en pedirnos lo que necesites, ¿me oyes? —le dijo Sasuke, y Temari solo pudo asentir con su mejilla pegada a su pecho.

Con los ojos rojos y los párpados hinchados de tanto llorar fue como entró en el salón un rato después. La cara de Naruto al verla y la mirada que le lanzó a Sasuke por hacerla llorar no tuvieron precio, sin embargo, el pequeño atisbo que percibió en los ojos de Uchiha, solo por un segundo, de profundo afecto hacia Temari le bastó para saber que aquel hombre al que no aguantaba, del que no se fiaba, iría al mismísimo infierno, si hiciese falta, por ella. Esa convicción, y no otra, fue la que hizo que una hora más tarde, cuando Temari estaba recogiendo sus pertenencias para partir, Naruto le pidiera a Sasuke hablar con él a solas.

Uchiha lo llevó a una habitación cercana al salón. Naruto se quedó sorprendido cuando al entrar vio libros y pergaminos diseminados por la mesa.

—¿Tanto te asombra que tenga libros o que sepa leer?

Naruto lo miró fijamente a la cara.

—Mis disculpas, no suele sorprenderme nada —contestó Naruto y Sasuke le sostuvo la mirada fijamente, como si estuviese decidiendo si dejar pasar el insulto velado que escondían esas palabras.

—Di lo que tengas que decir —expresó Uchiha con el tono de voz cortante.

Naruto supo que posiblemente jamás llegaría a llevarse bien con ese hombre, ni lo necesitaba, pero la forma en la que lo había visto actuar con Temari, cómo la había ayudado, cómo la protegía, tanto él como Itachi, lo convencieron de que era el mejor para lo que iba a pedirle.

—Quiero que me des tu palabra sobre algo que necesito que hagas si llega el caso —dijo Naruto extremadamente serio.

—¿Ahora mi palabra vale algo? —preguntó Sasuke con ironía.

Naruto fulminó con la mirada a Uchiha. Aquel hombre tenía el don de tentar su templanza de forma natural y hacerla añicos.

—Necesito que me des tu palabra.

Sasuke lo miró a los ojos durante lo que pareció una eternidad antes de hablar.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó apoyándose en la mesa y esperando a que Namikaze le dijese de una vez por todas qué era lo que pretendía de él.

—Hay alguien que me quiere muerto y lo sabes. No tengo intención de dejar pronto este mundo, y menos ahora, pero si algo me pasase quiero que me prometas que traerás a Temari aquí y que la protegerás.

—Pensaba hacerlo de todas formas —dijo Sasuke secamente.

Naruto asintió antes de decir una palabra que creyó se le quedaría atrancada en la garganta.

—Gracias —dijo al final.

—No te equivoques. No lo hago por ti, lo hago por ella —respondió Sasuke con una mirada dura.

Naruto sonrió de medio lado.

—No esperaba más de ti Uchiha —replicó Naruto con intención de dar por zanjada esa conversación. Ya tenía su promesa, así que no necesitaba estar por más tiempo en su maldita compañía.

—Gekkō, Hatake, Sarutobi... —dijo Sasuke lentamente, haciendo que Naruto se quedase quieto por un instante desechando por el momento su idea de salir de allí.

Naruto lo miró con el ceño fruncido sin saber exactamente a dónde quería llegar.

—Añade a los Uchiha —terminó Sasuke mirándolo fijamente.

Namikaze abrió ligeramente los ojos. De nuevo ese bastardo lo había sorprendido, al comprender que había nombrado a todos sus aliados, incluyéndose entre ellos. Sasuke, un hombre que no tenía lealtades con nadie salvo con Kakashi.

—No te necesito. Solo son mis aliados los hombres en los que confío —dijo Naruto con un tono de voz cortante.

—Ya somos dos. Sin embargo, contigo tengo que hacer una excepción. Temari es tu esposa y ella te quiere, Dios sabe por qué, es el único que debe entenderlo —explicó Sasuke mirándolo como si ese hecho fuese obvio hasta para un niño de cinco años—. Pero no quiero que ella sufra, y si tú mueres, es lo que pasará, así que tu vida ahora también es asunto mío, te guste o no. Desde que te casaste con ella, eres parte de la familia y no consiento que nadie amenace a mi familia. Y ahora sí que hemos acabado esta conversación —finalizó Sasuke dejando su apoyo en la mesa y dirigiéndose a la puerta.

Naruto lo tomó del brazo con fuerza cuando Sasuke pasó por su lado.

—Eres un maldito hijo de perra arrogante y un bastardo. Te odio —dijo Naruto mirándolo fijamente intentando aún procesar todo lo que había salido por la boca de Uchiha. Maldita sea. ¿Cómo se atrevía a decirle todo eso? Él no tenía familia, ya no. Su tío Hermes era lo único que le quedaba, y sabía que ante una amenaza jamás lucharía a su lado. De hecho, dudaba seriamente de que no lo vendiera a la más mínima posibilidad. Sin embargo, Sasuke, un hombre al que jamás pensó que podría tolerar, que en la vida hubiese deseado como aliado, le había dicho que era su familia y que era irrevocable. Que quisiera o no, lucharía a su lado. Y lo había dicho mirándolo a los ojos, sin que hubiese lugar para la mentira o la duda. Su mirada había sido directa, sincera, y lo había dejado sin respuesta, salvo la furia ciega que lo invadió cuando, al escuchar que era su familia, se descubrió a sí mismo anhelando de nuevo lo que hacía años que no tenía. Temari era ahora su familia. No había esperado más.

—Yo también te odio. Bienvenido a mi familia —dijo Sasuke y con eso salió de la habitación dejando a Naruto de nuevo con ganas de estrangularlo lentamente.