CAPITULO 25
Hacía un buen rato que pisaban tierras Namikaze y el cansancio se dejaba sentir más que nunca. Temari había cabalgado todo el rato sobre un caballo que su primo Itachi le regaló, hasta que la tensión y los nervios de la apresurada boda parecieron cebarse con ella en el último tramo del camino, quedándose dormida. Cuando eso ocurrió, Naruto la tomó por la cintura antes de que cayera al suelo, cambiándola de montura, poniéndola delante de él, sosteniéndola fuerte y dejando apoyada la espalda y la cabeza de Temari sobre él para que durmiera tranquila. Un rato después, Naruto la despertó rozando su mejilla levemente, estrechándola contra su pecho y arropándola aún más con su feileadh mor, cuando, ya próximos a su destino, el castillo de los Namikaze fue visible a lo lejos, a pesar de la escasa luz presente a esas horas de la tarde.
—Me he dormido. Lo siento Naruto —dijo Temari, y en su voz se notaban aún los vestigios del sueño.
El brazo de Naruto se apretó aún más alrededor de la cintura de su esposa, haciendo que el vello de los brazos de Temari se erizase al sentir el aliento de Naruto cerca de su oído.
—Yo no me quejo. Ha sido muy placentero tenerte entre mis brazos mientras dormías.
Temari, después de las charlas de Sasuke y Uruchi y de haber yacido en el lecho con su esposo, debería estar más acostumbrada, pero el rubor que cubrió sus mejillas al escuchar esas palabras y recordar las caricias íntimas de Naruto casi hizo que su rostro ardiese.
—Estás preciosa cuando te ruborizas, ¿lo sabías?
Naruto seguía susurrándole cerca del oído y su brazo, con el que la sostenía contra él, encontró su mano y enlazó sus dedos con los de ella.
—¡Para, Naruto Namikaze! —exclamó Temari, y no pudo evitar que una sonrisa se extendiera por sus labios.
Naruto, que veía su perfil, gruñó por lo bajo.
—Maldita sea, ahora estás aún más hermosa. Esta noche no voy a dejar que te escapes de entre mis brazos, y pienso...
—Basta —susurró Temari girando la cabeza y viendo el brillo divertido en los ojos de su esposo, y el deseo intenso y profundo que anidaba en ellos.
La montura de Aaron colocándose a la altura de la de Lee hizo que ambos dejasen de mirarse.
Lee era otro de los hombres de confianza de Namikaze. Más joven que el Laird, se encargaba junto a Yahico de entrenar a los hombres, y a Temari le caía bien. La continua sonrisa y buen humor que destilaba siempre el highlander era contagiosa.
—Ya estamos aquí, por fin. Han sido muchos días fuera. ¿Quieres que convoque una reunión para comunicar al clan que eres un hombre casado? —preguntó mirando a Naruto y Temari alternativamente.
Naruto negó con la cabeza antes de hablar.
—Mañana por la mañana haré partícipe a los nuestros de mi buena fortuna, pero esta noche solo se lo contaré a Sai y a mi tío. Bueno, y a Maela y Masako, por supuesto.
—¿Quiénes son Maela y Masako? —preguntó Temari de pronto.
Lee soltó una pequeña carcajada antes de que Naruto gruñera por lo bajo.
—Son el equivalente de Uruchi para el clan Namikaze.
—Entonces me caerán bien —afirmó Temari.
Lee negó con la cabeza.
—¿Por qué no iban a caerme bien las dos mujeres? —preguntó Temari, que empezó a sentir una punzada de inquietud en su estómago.
—Son peculiares —explicó Naruto.
Temari frunció el ceño.
—¿Crees que después de haber vivido con el clan Uchiha hay algo que pueda parecerme peculiar? ¿O es que ya no recuerdas a Uruchi y al padre Rashii? —preguntó Temari con un gesto de su mano señalando lo evidente.
La risa de Naruto resonó en la espalda de Temari cuando el pecho de su marido vibró debido a ella. Temari pensó en ese instante que aquel detalle era más íntimo que las palabras que le había dicho momentos antes.
—Ahí tengo que darte la razón —dijo Naruto, y Temari asintió convencida de que no podía ser tan malo.
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Media hora después quería decapitarlas a las dos y eso que apenas las había visto y solo habían cruzado unas pocas palabras, pero fueron suficientes.
Cuando entraron al castillo, ambas estaban allí, en la entrada, quietas, serias, como si viniesen de velar a algún muerto. Sus miradas se centraron en ella nada más entrar y el gesto, arrugando la nariz, de la más alta, como si hubiese olido algo en mal estado, sin apartar la vista de Temari, fue más que suficiente para empezar a pensar que era verdad la predicción de Lee en cuanto a que no les iba a caer bien.
La cara de estupefacción y la forma en que la miraron, fulminándola como si fuera un engendro del diablo después de que Naruto les comunicara que ella era su esposa y que en adelante deberían tratar los temas del castillo y del clan con ella, fue reveladora. Sin embargo, los susurros no tan discretos entre las dos mientras la diseccionaban palmo a palmo con esos ojos medio entrecerrados cuando su esposo estaba distraído hablando con Lee, fue lo que le dio la puntilla. Por lo poco que Lee le había contado sobre ellas, sabía que las dos eran hermanas, y ahora que las veía juntas podía apreciar el parecido a pesar de las diferencias. Temari no sabía cómo Naruto las había puesto al frente del manejo de su propio hogar si no fuera porque Lee también le contó eso. Al morir Ashina, el tío de su esposo, la mujer que estaba al frente, y que lo había estado durante muchos años, gozando de la total confianza de Ashina y de la de Naruto, cayó enferma, de tal manera que comunicó a su nuevo Laird su incapacidad para poder seguir con sus responsabilidades. Lo único que le pidió a Naruto fue que dejase que sus hermanas tomaran su lugar. Por respeto y cariño hacia una mujer que había sido un pilar fundamental no solo en ese castillo, sino también en el propio clan, Naruto accedió. El único problema era que Maela y Masako no estaban ni nunca estarían a la altura de su hermana. Lee le dijo que en el fondo eran buenas personas, pero de trato difícil.
¿De trato difícil? Temari pensó que si las miradas pudiesen matar, ella ya estaría espachurrada en el suelo.
Un hombre de más o menos la edad de Naruto se acercó a ellos con una sonrisa en los labios cuando salió de uno de los pasillos que daban a la entrada.
Si fue cierto que por un instante el verla allí pareció sorprenderle, este supo reponerse con rapidez.
—Me alegra tenerte de vuelta. Y en muy buena compañía, por lo que veo.
Naruto apretó el antebrazo de aquel hombre con efusividad y le devolvió la sonrisa.
—Sai, te presento a mi esposa. Temari, este es Sai, uno de mis hombres de confianza y quien se queda al frente del clan en mi ausencia.
—¿Tu... tu... esposa?
La cara de perplejidad que se adueñó de las facciones del pelinegro alto y con una mirada inteligente y aguda ante las palabras de su Laird hizo que Lee, que venía detrás, soltara una carcajada.
—¿Y a mí nadie me da la bienvenida? —preguntó este último acercándose a Sai—. Cierra la boca, que no estás dando buena impresión a la esposa de nuestro Laird.
Sai sacudió la cabeza como si así pudiese desprenderse del asombro, y miró a Temari y a Naruto con un gesto alegre.
—Mis felicitaciones. Ha sido una sorpresa, no voy a negarlo, pero ya era hora de que nuestro Laird sentase la cabeza.
Temari correspondió esa espontaneidad y esa sonrisa contagiosa con una propia, sincera y llena de agradecimiento por su calurosa bienvenida. Muy diferente a la recibida por las dos hermanas arpías.
—¿Y mi tío? —preguntó Naruto con gesto más serio.
—Me dijo que iba a tierras Aburame y que volvería mañana.
Naruto miró a Sai con interés.
—¿Te contó el motivo de su visita?
Sai negó con la cabeza.
—Solo que quería a ver a un buen amigo. Nada más. De hecho, no se llevó a ningún hombre con él.
Naruto endureció la mandíbula.
—Antes de la cena me gustaría hablar contigo y con Lee. Y por cierto, ¿dónde está Yahico? —preguntó Sai a Naruto, mirando después a Temari con una disculpa en los ojos.
A Temari no le pasó desapercibida la mirada que su esposo intercambió con su hombre de confianza, ni tampoco la seriedad que cubrió las facciones de Lee, sin embargo, cuando Naruto se dirigió a ella, la tensión que había vislumbrado en el rostro de su esposo parecía haber desaparecido.
—Yahico llegará en unos días. Tuvo que ir a tierra de los Sabaku por un asunto que no podía esperar —contestó Naruto, e Sai asintió—. Temari, si quieres, Masako puede acompañarte a nuestra habitación para que te acomodes y descanses un rato antes de la cena. Yo iré a buscarte después —continuó tomando una de las manos de su esposa entre las suyas.
Temari asintió con cierta reticencia. No quería que Naruto la dejase al margen de los problemas del clan. Sabía que no era el momento para decir nada, pero más tarde le preguntaría y no iba a dejar que le ocultase lo que pasaba. Ahora era su esposa, y eso significaba que las dificultades las compartirían entre ambos. No iba a permitir menos.
Cuando subió las escaleras tras Masako, echó la vista de nuevo atrás para ver cómo Sai comentó algo que cambió el semblante de Naruto, como si le hubiesen drenado parte de la vida de las venas. Fuese lo que fuese, era grave, y Temari juró ayudarlo en lo que pudiese.
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—Es una maldita broma, ¿verdad? —preguntó Naruto cuando entró en el salón que estaba vacío seguido de Sai y Lee.
—Me gustaría poder decirte que sí, pero me temo que no lo es —dijo Sai seriamente.
Lee estaba tan perplejo como Naruto, aunque en el semblante de este último, a pesar del desconcierto inicial, ahora pudiese verse una furia ciega que amenazaba con cegarlo completamente.
—Cuéntanos que es lo que ha pasado, desde el principio. Y dime cómo es que Ni permanece dentro de estas tierras, porque no encuentro ninguna condenada razón que justifique eso.
Sai soltó el aire que estaba conteniendo. Sabía que Naruto iba a enfurecerse con la noticia, y no lo culpaba por ello. En verdad, él había querido echar a Ni en cuanto supo que estaba en tierras Namikaze, pero el ruego de Disonas y las enfermas facciones de su hermana, que parecían más propias del otro mundo que de este, le hicieron tomar la decisión de dejarla descansar con los suyos hasta que Naruto volviese. En el estado en el que llegó, si él la hubiese echado, no dudaba que la mujer hubiese muerto antes de volver a salir del territorio del clan.
Cuando Sai relató a Naruto todo lo que había pasado desde que Disonas se presentó con su hermana dentro de sus tierras y las circunstancias en las que se encontraba Ni, así como la petición de esta y el ruego de la madre y el hermano de la misma para que la dejaran cumplir su última voluntad, Naruto comprendió por qué Sai le había permitido quedarse y no censuró la decisión de su hombre de confianza.
Habían pasado muchos años desde la última vez que la vio. Fue el día en el que se dio cuenta de que la mujer que creía amar, su amiga desde que eran unos niños y su mejor amigo, habían intentado arrebatarle la vida de más de una forma. Quizá, si hubiesen alcanzado su cometido y Ichirōta le hubiese matado como pretendía, le hubiese dolido menos que ser testigo de la traición de ambos, de la ambición, la envidia y el rencor de uno, y el odio del otro, al ver cómo Naruto le arrebataba lo único que parecía importarle.
Que ahora ella estuviera allí de nuevo, cuando sabía que no debía volver a pisar aquellas tierras, de lo que él juró que haría si ese fuese el caso, mostraba sin duda una situación desesperada. No podía alegrarse porque Ni estuviese sufriendo la cercanía de una muerte segura; sin embargo, sí que lo sobrecogió el hecho de no poder sentir nada ante ese hecho. Le era totalmente indiferente que Ni dejara este mundo con presteza.
—No me gusta —dijo Lee extremadamente serio, contrastando con sus facciones siempre sonrientes.
Sai miró a Naruto con las manos puestas sobre sus caderas. Era más que visible que no estaba cómodo con el tema, pero si algo le sobraba al highlander era aplomo. Esa era una de las razones, entre otras, por las que Naruto lo eligió las últimas veces para que se quedara al frente del clan en su ausencia.
—Está muy enferma, puedo dar fe de ello. No me atreví a echarla porque supe que moriría si les hacía dar la vuelta. Apenas llegó hasta casa de su madre. Un vómito de sangre la acometió durante su viaje. Estaba demasiado débil. Quizá no debí permitirlo, pero creí más oportuno dejarla descansar y esperar tu decisión cuando volvieras.
—No me fio de ella. No dudo de que esté enferma, y me encargaré mañana personalmente de cerciorarme de ello, sin embargo, quiero que prestéis atención a cualquier cosa que os parezca extraña. ¿De acuerdo? —dijo Naruto mirando a Sai y a Lee, y ambos asintieron.
Después de eso, Sai le puso al día en todo lo demás que durante su ausencia había acontecido. Algún robo de ganado, disputas entre varios de los hombres y un enfrentamiento con varios Yakushi en el límite de las tierras del clan. La contienda que los llevaba enfrentando durante años por un pedazo de tierra que Yakushi reclamaba como suya estaba durando demasiado. Naruto no dudaba de que la situación se recrudecería cuando Yakushi tuviese conocimiento del enlace de Temari. Cierto que no había nada decidido entre su esposa y ese bastardo antes de que ella desapareciese, pero la palabra de Sabaku a Yakushi sobre un compromiso podía considerarse suficiente como para pedir una compensación. Naruto sabía que, aunque Sabaku debía ser el objeto de la furia de Yakushi, este no dejaría pasar el hecho de que Temari se hubiese casado con él para iniciar una contienda que, con seguridad, desgastaría a ambos clanes. Si era inteligente, Yakushi permanecería callado y reclamaría a Sabaku intentando mantener su orgullo intacto. Esa fue a la conclusión a la que llegaron todos la mañana en la que, en tierra de los Uchiha, hablaron del tema Kakashi, Utakata, Asuma, Sasuke e Yamato. Sin embargo, Naruto, que conocía demasiado bien a Yakushi, sospechaba que este no se quedaría de brazos cruzados.
—Avisa a los hombres, que hagan guardia y que varios de ellos vigilen continuamente las tierras que limitan con las de Yakushi. Es posible que en los próximos días tengamos algún problema con ellos.
Sai frunció el ceño ante esas palabras.
—¿Algo que no sepa? —preguntó mirando a Naruto cuando vio la cara de Lee entre divertida y resignada.
—El padre de Temari tenía un acuerdo con Yakushi para casar a su hija con él.
—¿Le has robado la novia a Yakushi? —preguntó Sai con la voz al final casi estrangulada, lo que provocó que Lee riera por lo bajo.
Naruto puso los ojos en blanco.
—Ella era mi prometida primero y además Temari no deseaba ese enlace con Yakushi. Ahora es mi esposa y no voy a dejar que ese malnacido se acerque de nuevo a ella.
Sai asintió cuando vio en los ojos de Naruto más de lo que este le había contado. Sin duda, sus palabras dejaban entrever que algo había ocurrido entre la hija de Sabaku y Yakushi que era condenable. Con esas palabras dieron por concluida aquella pequeña reunión hasta después de la cena.
