CAPITULO 27

Dos horas después, Naruto besó el cuello de su esposa. Naruto estaba sentado entre las sábanas revueltas, apoyado en la pared mientras tenía a Temari entre sus brazos. La espalda de su esposa reposaba sobre su pecho y llevaban un rato en silencio mientras sus manos estaban entrelazadas, como si no quisieran separarse jamás. No, después de todo lo que se habían confesado.

Temari escuchó a Naruto inspirar profundamente. Iba a volverse, a preguntar qué era lo que había perturbado esa paz que se había instalado entre los dos, ese silencio compartido tan íntimo que la llenaba de felicidad, cuando lo oyó. Su voz sonó segura, clara, pero su tono de voz fue reticente, pausado, como si en el fondo lo que iba a decirle fuese más costoso de lo que quería aparentar.

—Esta noche, cuando has dicho que mi semblante cambió con las palabras de Sai... tenías razón. No pensaba que hubiese sido tan evidente mi reacción ante ellas o quizá no fue así y solo es que me conoces endemoniadamente bien. Eso me hace enloquecer un poco y a la vez me consuela, porque significa que no soy por completo el hombre vacío en el que creí convertirme cuando dos de las personas que más amaba en este mundo me traicionaron.

Temari endureció el gesto ante sus palabras. El hecho de que Naruto se lo estuviese contando significaba mucho para ella, sin embargo, estaba segura de que eso era solo el principio.

—¿Qué pasó? —preguntó con cuidado, no queriendo romper el momento en el que Naruto había decidido abrirse a ella.

—Perdí a mi madre a muy corta edad y a mi padre cuando era un muchacho. Mis tíos Ashina y Hermes fueron los que me criaron.

Temari asintió. Se acordaba vagamente de ellos, de la primera vez que vio a Naruto cuando este, siendo un muchacho, le salvó la vida.

—Aparte de ellos, todo mi mundo eran Ichirōta y Ni, mis mejores amigos. Ichirōta era el sobrino de Haido, uno de los hombres de confianza de mi padre, y después lo fue de mi tío Ashina y mío. Haido era nieto del antiguo jefe del clan. Por eso cuando su abuelo murió, y después mi padre, una parte de los nuestros siempre pensó que debería haber sido él y no yo, el siguiente Laird. A pesar de ello, su confianza en él por parte de mi padre y de mi tío siempre fue plena. Su sobrino Ichirōta estaba más unido a él que a su propio padre. Isono nunca fue un hombre al que la lucha le fuera placentera y Ichirōta se reconocía más en su tío Haido que en su progenitor. Él era quien adiestraba a los hombres y empezó a entrenarnos a nosotros. Al principio creí que la rivalidad entre Ichirōta y yo sería un problema, pero nada más lejos. Amigos desde que éramos unos niños, aquello nos unió más y nos acercó en cierta forma a Ni. El hermano de Ni era un poco mayor que nosotros y también entrenaba con Haido. Ella siempre estaba alrededor de él. Lo admiraba mucho. Con el tiempo fue inevitable que la constante presencia de Ni nos empujara a ambos a entablar conversación con ella, y cuando quisimos darnos cuenta, los tres éramos inseparables. Según fuimos creciendo, mis sentimientos hacia ella cambiaron de una amistad estrecha a algo más.

—¿Te enamoraste de ella? —preguntó Temari, temiendo la respuesta, porque aunque fuese egoísta pensarlo, aunque Ni fuese su pasado y ella su presente y su futuro, saber que Naruto había amado con intensidad a otra mujer le dolía.

—Si —contestó Naruto apretando un poco más los dedos de Temari que seguían enlazados con los suyos—. Hubo un tiempo en el que llegué a pensar que era el amor de mi vida. Ahora sé que no fue así. Ahora sé con certeza lo que es el amor, y puedo asegurar que no era aquello.

Temari tragó saliva y acarició el brazo de su esposo con la otra mano.

—Un día me armé de valor y se lo dije. Yo era demasiado joven y crédulo, porque cuando ella me confesó que el sentimiento era mutuo casi estallé de alegría. Así que nos prometimos. Ichirōta me dijo que estaba feliz por ambos. Él fue el primero al que se lo conté, porque también había sido al único, años atrás, al que le había confesado lo que empezaba a sentir por ella. Debía estar ciego, porque durante todo ese tiempo no vi lo que tenía delante de mis ojos.

Temari supo antes de que Naruto empezara a hablar que lo que iba a contarle era peor que todo lo que ella había podido imaginar.

—Cuando mi padre murió, yo solo tenía trece años. Para muchos ya era un hombre, pero para otros era solo un muchacho que no merecía ser el jefe del clan, aun cuando contaba con la ayuda de mi tío Ashina, quien asumió muchas de las responsabilidades del Laird y me preparó para poder ser el jefe que este clan esperaba. Hubo muchas discusiones, pues los que defendían que Haido debería de haber sido el Laird en vez de mi padre, vieron en su muerte una oportunidad para que Haido tomara el lugar que le correspondía. Cuando esto no pasó, hubo ciertas divisiones, cuya importancia subestimamos. Yo siempre pensé que mi amistad con Ichirōta estaba por encima de todas esas disputas. Creí ciegamente en ello durante mucho tiempo, hasta que unos días después de mi compromiso con Ni, nos intentaron asesinar a mi tío Ashina y a mí. Varios hombres, entre ellos Ichirōta y Haido, nos tendieron una emboscada. Mi amigo, al que consideraba un hermano, me atacó buscando mi muerte. Jamás había visto en su rostro esa mirada de odio, sus facciones estaban retorcidas por la codicia y el rencor y yo ni si quiera podía reconocerlo. Me hirió antes de que me diese cuenta de que, en verdad, aquello estaba sucediendo, y cuando sentí en mi propia carne el filo de su espada, me defendí. Luchamos y varios movimientos después conseguí desarmarlo. Le di la oportunidad de rendirse, y él no la aceptó. Sacó un cuchillo que tenía en su bota y me atacó de nuevo. De un solo movimiento lo atravesé con mi espada. El alarido que escuché al hacerlo me dejó momentáneamente paralizado. No entendí lo que estaba viendo y lo que estaba escuchando hasta que los gritos de Ni arrodillada al lado de Ichirōta, besando su rostro, encontraron eco en mi mente.

Temari había dejado de respirar para cuando Naruto llegó a ese punto. Quería que el dolor que todavía percibía subyacente en sus palabras desapareciera.

—Ella gritaba que había matado al amor de su vida y que debía ser yo y no él quien estuviese muerto. Se desgarró la garganta diciéndome cuánto me odiaba y el asco que le había supuesto simular un sentimiento hacia mí durante todo aquel tiempo. Yo quedé aturdido por sus palabras, hasta que salí de mi estupor cuando en un arrebato la vi tomar el cuchillo que Ichirōta había dejado caer momentos antes y lanzarse sobre mí con toda su furia. Apenas reaccioné a tiempo. Y lo que no había conseguido Ichirōta, a punto estuvo de hacerlo ella. Me clavó el cuchillo en el hombro antes de que yo pudiera desviar su mano. Mi tío Ashina, que se enfrentó a Haido, lo hirió y este murió días después debido a las fiebres que le causó la herida.

—¿Qué pasó con ella? —preguntó Temari en un susurro. Tenía un nudo en el pecho, y sentía una furia ciega contra Ichirōta y Ni por todo el daño que le habían causado a Naruto.

—No fui capaz de matarla, así que la desterré.

Temari volvió su cara un instante para mirarlo a los ojos.

—Y eso tiene que ver con lo que te ha contado Sai esta noche, ¿verdad?

Naruto asintió.

—Me ha dicho que ella está aquí.

Temari frunció el ceño y acarició la mejilla de Naruto.

—Al parecer se está muriendo. Sai se enteró cuando Ni ya estaba dentro de nuestras tierras, y Disonas la acompañaba.

—¿Disonas es uno de tus hombres?

—Sí, y su hermano. Es un buen hombre. Le pidió a Sai que la dejara quedarse hasta que yo decidiera su destino a mi vuelta. Sai me dijo que si la hubiese echado, seguramente hubiese muerto antes de salir de estas tierras. El estado en el que llegó era muy delicado.

—¿Sientes aún algo por ella? —preguntó Temari, y la cara de sorpresa de Naruto por la pregunta fue sustituida al segundo por un ceño fruncido y una tonelada de preocupación en sus ojos.

—No, por supuesto que no.

—¿Entonces por qué te altera tanto que ella haya vuelto para morir entre los suyos?

Naruto enredó sus dedos en varios de los mechones de Temari antes de hablar.

—¿Te acuerdas de que la noche de nuestra boda te dije que habría cosas de las que no estarías orgullosa?

Temari asintió.

—No me fio de ella, ni de sus intenciones, a pesar de que esté medio moribunda, y de que su familia lo único que desee sea tenerla con ellos en los últimos momentos. No la quiero aquí, no la quiero cerca de ti. Y eso no dice mucho de mí, pero es la verdad.

Temari lo miró, y Naruto vio pasar un sinfín de emociones por aquellos preciosos ojos.

—Eso te hace humano, Naruto, no alguien de quien no estar orgulloso. Te lo dije, haces siempre lo que debes hacer. Ella te traicionó una vez, era parte de un plan para matarte. Lo único que quieres es cuidar de tu clan y que Ni no vuelva a amenazar a nadie. Tu primer instinto es proteger, y esa es una de las razones por las que me enamoré de ti. Sé que harás lo correcto —continuó Temari cuando vio la forma en la que Naruto se le había quedado mirando—. ¿Qué?

—No sabes cuánta falta me has hecho toda mi vida.

Temari sonrió y el brillo en sus ojos dejó a Naruto al borde del precipicio.

—Recuérdamelo otra vez.

Y Naruto se lo demostró de nuevo. Con su cuerpo, sus palabras, sus caricias.