CAPITULO 28
Los tímidos rayos del sol lo encontraron contemplando a su esposa, dormida a su lado, sin que el hecho de perfilar su rostro, sus hombros y sus pequeñas manos con los ojos, una y otra vez, evitara que su necesidad por ella disminuyera, sino todo lo contrario. Su esposa se estaba convirtiendo en una adición peligrosa para él. La tentación de quedarse entre las sábanas junto a ella durante todo el día y los siguientes era tan grande que tuvo que recurrir a todo su autocontrol para poder separarse de su lado.
Durante toda la noche no había hecho sino rememorar una y otra vez la conversación que había mantenido con Temari, dándose cuenta de que ella había tenido razón todo ese tiempo. El confiar de nuevo en alguien y compartir con ella sus preocupaciones habían aliviado su alma como no hubiese creído posible.
Intentando no despertar a su bella esposa, se vistió en silencio, y dejó la habitación, no sin antes mirarla una vez más. Entre las mantas, con los primeros rayos de luz acariciando su piel, era una visión única, recordándole nuevamente lo afortunado que era de tenerla a su lado.
Cuando bajó al salón, tomó unas gachas junto a Lee, con el que compartió unas palabras sobre la rutina del día, y después se dirigió a casa de Alpina. No iba a postergar más el momento de ver a Ni y comprobar si lo que le habían dicho era cierto.
Disonas abrió la puerta cuando él golpeó repetidas veces.
—Naruto —dijo el hermano de Ni, y en sus ojos Namikaze pudo ver el sufrimiento de aquel hombre. Lo escuchó tomar aire antes de dejarle pasar y endurecer su mandíbula cuando se dirigió a él.
—Imagino que Sai te lo habrá dicho ya. Iba a verte ahora para contártelo yo mismo. Sé que no debí traerla aquí, y asumiré todas las consecuencias de mis actos.
Naruto lo miró fijamente antes de hablar.
—No voy a negar mi sorpresa o que no esté de acuerdo con que Ni permanezca aquí, pero tranquilo, de ser mi hermana y encontrarse en las circunstancias en las que está ella, yo hubiese hecho lo mismo que tú.
Naruto comprobó el alivio y la gratitud que se reflejó al instante en los ojos de Disonas.
El ruido al abrirse la puerta que daba a la pequeña estancia en donde estaba Ni hizo que ambos hombres fijaran su vista allí. Alpina, con cara de preocupación, miró a su Laird. Había oído a su hijo hablar con alguien y quiso saber quién era, pero al salir y ver a Naruto, su estómago se contrajo preso de la preocupación y la angustia.
—Tranquila, Alpina, tu hija puede quedarse. Solo he venido a hablar con ella —contestó Naruto a la pregunta que había en los ojos de la madre de Ni y que su boca no se atrevía a realizar.
Las facciones de Alpina se relajaron tras esas palabras.
—Gracias.
Naruto asintió antes de dirigirse a ella nuevamente.
—¿Es este un buen momento?
Alpina tardó unos segundos en entender qué era lo que le estaba preguntando.
—Sí, claro. Puedes pasar. Está despierta y parece que el dolor hoy es menos agudo.
Naruto miró de nuevo a Disonas antes de pasar por el lado de Alpina, abrir la puerta que daba a la pequeña habitación y desaparecer tras ella.
Ni estaba acostada, ligeramente incorporada. Sus ojos lo miraron, y el pequeño lapsus de tiempo en que tardó en reconocerlo fue también el tiempo en que su mirada se demoró en teñirse de odio. En ellos se veían el dolor, los estragos de la enfermedad y una fuerza inusitada, a pesar de que su rostro evidenciaba lo cerca que estaba de dejar este mundo. Naruto agradeció que ni siquiera tratara de disimular lo que aún seguía sintiendo hacia él.
—¿Vienes a regodearte de mi pronta muerte o quizá, en un nuevo acto deleznable en tu papel de Laird, quieres echarme para que no pueda disfrutar de mis últimos días al lado de los míos? ¿Quieres arrebatármelo todo? Porque si es así llegas un poco tarde. Al matar a Ichirōta , ya lo hiciste. Lo que ves es solo una mujer vacía.
Naruto la miró fijamente, y una parte de él, esa que recordaba los años de amistad, los años en los que creyó amarla, se lamentó de que estuviesen en aquella situación, y de verla sucumbir bajo los avances de una enfermedad que sin duda la estaba matando.
—Yo no te arrebaté nada, Ni. Ichirōta eligió su destino el mismo día en que intentó matarme.
—¡Lo asesinaste, maldito bastardo! —siseó entre dientes Ni, y con ello un acceso de tos la hizo prácticamente doblarse por la mitad.
Naruto vio una jarra con agua cerca y un vaso. Lo llenó y se lo tendió a Ni. Esta miró su mano. Con menos fuerza que la de un pajarillo herido intentó tirarlo dando un manotazo a Naruto. Este no se inmutó. Había sido tan leve aquel golpe que apenas había movido su mano.
—Bebe —ordenó Naruto con dureza, y esta vez Ni sí tomó el vaso y bebió pequeños sorbos hasta que se tranquilizó un poco.
—No he venido aquí a remover el pasado, aunque no lo creas —dijo Naruto con un tono carente de toda emoción—. Sabías que no podías volver y a pesar de ello lo has hecho. Deberías atenerte a las consecuencias, y yo cumplir la promesa que hice cuando te desterré. Pero las personas que hay ahí fuera: tu madre, tu hermano, ellos no merecen sufrir más de lo que ya lo están haciendo. El dejar que permanezcas aquí, no lo hago por ti, lo hago por ellos. Permitiré que te quedes hasta el final, y que seas enterrada en esta tierra, pero te juro por Dios que si tramas algo, si vuelves a intentar a hacer daño a alguno de los miembros de este clan, no habrá lugar en la tierra donde puedas ocultarte, ni persona capaz de salvarte de una muerte aún más temprana de la que se te ha destinado —concluyó Naruto con una frialdad que avivó aún más el odio que prendía fuerte en el pecho de Ni.
—¿Te crees que eres un santo? Siempre tan justo, tan recto, tan vacío. Tú no sabes lo que es amar y ser amado, y nunca lo sabrás. ¿Crees que me preocupa mi muerte? Te equivocas. Yo ya estoy muerta, Naruto, desde el mismo día en el que el amor de mi vida dejó este mundo bajo el filo de tu espada. Solo eres una escoria.
Naruto sonrió de medio lado, con pena, con la suficiencia de alguien que está pleno y que es sabedor de algo que el otro desconoce por completo. Aquello endureció las facciones de Ni hasta que sintió sus dientes rechinar.
La noticia de que Namikaze se había casado y que parecía encaprichado de su esposa había corrido veloz entre los miembros del clan, a pesar de que Naruto había llegado la tarde anterior. Sin embargo, tanto su hermano como su madre habían hablado de ello. Disonas se había enterado por Sai y su madre por Masako esa misma mañana, cuando esta se acercó a llevarles algo de comida. Masako había sido siempre amiga de su madre, desde años atrás, y desde que supo que Ni estaba allí, se acercaba de vez en cuando a ayudar.
—No significas nada para este clan, ni para mí. Intenta morir con dignidad aunque sea por los tuyos —finalizó Naruto antes de darse la vuelta para salir de allí.
Cuando la puerta se cerró, Ni se juró a sí misma nuevamente que mataría a Naruto, que nada la detendría esta vez, y que, si era cierto que él amaba a su esposa, antes de que Naruto exhalara su último aliento, ella se la arrebataría delante de sus ojos. Nada le daría más satisfacción que ver la agonía en su mirada antes de clavarle un puñal en el corazón.
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Naruto entró en el salón con la conversación que había mantenido con Ni aún resonando en su cabeza. El semblante serio de Temari lo golpeó, haciéndole aminorar el paso.
Cuando la había dejado descansando, dormida al amanecer, no queriendo perturbar su sueño antes de que Temari tuviese que enfrentar ese día y a todo su clan, ante el que anunciaría más tarde que ella era su esposa, había imaginado que a su vuelta la encontraría feliz y tranquila... Pero la visión de ella que tenía delante en nada se correspondía con esa imagen. La forma en que el puño de Temari se cerraba sobre la falda de su vestido con fuerza, dejando sus nudillos blancos, y la expresión de sus ojos, entre dolida y furiosa, le hizo apretar los dientes, sobre todo cuando comprendió quién podría ser el causante del estado de su esposa.
En medio de la estancia, a unos metros de Temari, lo estaba mirando su tío Hermes con el semblante contraído por el malestar.
Lo que más le dolió fue ver cómo su esposa, al percatarse de la seriedad con la que Naruto miraba a su tío, intentó disimular su turbación con una sonrisa que no llegó a sus ojos y que Naruto supo que estaba destinada a tranquilizarlo. Eso solo le hizo enervarse aún más.
—Jamás imaginé que a mi vuelta iba a tener que darte la enhorabuena por tu enlace, sobrino —dijo Hermes, y la palabra sobrino dicha lentamente, con más intensidad, sonó sucia entre sus labios—. No creo que fuese mucho pedir que tu única familia estuviese presente en tu boda. Me he sentido como un bufón cuando he tenido que enterarme por otros.
Naruto se acercó a Temari en dos pasos y la besó en los labios antes de volverse hacia su tío.
—Ni yo imaginé que mi única familia no estuviese a la altura que se espera de ella.
Los ojos de su tío brillaron llenos de furia, una que supo contener por su propio bien. Naruto sintió la mano de Temari sobre su pecho antes de que tomara la palabra.
—Tu tío estaba preocupado por las circunstancias de nuestro enlace. Me estaba haciendo partícipe de sus dudas, y del porqué de nuestro repentino casamiento. Intentaba explicarle que...
—Ese tema no te incumbe —dijo Naruto a su tío directamente antes de que Temari terminara de hablar.
Hermes frunció el ceño mostrando a las claras su disconformidad y lo decepcionante que le resultaba esa respuesta.
—Soy tu tío. Tengo todo el derecho.
Naruto casi gruñó ante ese despliegue lleno de hipocresía. Mientras su tío Ashina vivió, Hermes apenas estuvo presente en la vida de su sobrino. Siempre lo trató con indiferencia e incluso con desdén. A Naruto apenas le afectaba. Tenía a su tío Ashina, un hombre generoso, noble y justo, que siempre estuvo a su lado, actuando como un padre, como un consejero y un amigo. Cuando Naruto fue madurando, cuando el peso del clan recayó completamente sobre sus hombros, mucho antes de que su tío Naruto cayera enfermo, Hermes empezó a intentar llamar su atención, ofreciéndole los consejos y el apoyo que nunca antes le había dado. Ambos siempre estaban teñidos por la codicia y el interés propio. En esas conversaciones que a Naruto no engañaban, siempre acababan con una petición por parte de su tío en su propio beneficio. Era demasiado listo y siempre intentaba encubrir sus propios intereses detrás del bienestar del clan, pero sus maniobras eran tan claras para Naruto que al final terminó por decirle que sus consejos no eran bienvenidos. Cuando Ashina cayó enfermo, y sobre todo tras su muerte, Hermes se sintió con el derecho de ocupar el lugar de su tío Ashina a su lado, como su consejero. Cuando Naruto le dejó claro que ese sitio nunca sería ocupado por él, simplemente Hermes montó en cólera, y le hizo partícipe de que no aceptaría eso de ninguna de las maneras. Le dijo que él era la única familia que le quedaba y que su deber era estar a su lado y ayudarlo. Las palabras que siguieron a esas Naruto todavía las tenía grabadas en su mente: «el bastardo de mi hermano siempre usurpó mi lugar, pero ya es pasto de los gusanos». Naruto jamás sintió más náuseas que al escucharlas, dichas todavía sobre la tumba fresca de su tío Ashina. Ese fue el día en que Naruto trazó una línea entre los dos. Fulminándolo con la mirada, lo amenazó con que si volvía a hablar alguna vez sobre Ashina de esa forma, sería lo último que hiciese. Y su tío Hermes lo creyó, porque desde entonces jamás había vuelto a pronunciar el nombre de su propio hermano en su presencia.
El hecho de actuar en nombre de Naruto sin su conocimiento en determinadas ocasiones durante el último año, y finalmente, prometerlo a sus espaldas, fue la gota que colmó el vaso. Desde entonces le dejó claro a su tío Hermes que sus responsabilidades eran nulas, y que si volvía a hacer algo parecido, no le temblaría el pulso a la hora de desterrarlo de su clan.
—Estás muy equivocado, Hermes. No tienes ningún derecho, jamás lo has tenido. La confianza es algo que se gana. Harás bien en recordarlo en adelante. Jamás vuelvas a molestar a mi esposa. Deberías estar contento. De hecho, fue idea tuya y de su padre el que nos comprometiéramos. Algo que hiciste a mis espaldas.
—Buscaba tu bienestar.
—¡Buscabas tu interés! —exclamó Naruto entredientes—. Ahora que estoy casado con Temari nada más debe importarte.
—¿Sabe tu padre de este enlace? —preguntó Hermes a Temari con seriedad.
—No sigas por ahí.
Y la forma en la que Naruto dijo esas palabras hizo que su tío contuviese su verborrea por un instante.
Naruto no quería a Hermes cerca de Temari.
—Está bien —dijo Hermes pasados unos segundos, dibujando una sonrisa tan falsa en sus labios que erizó los vellos de la nuca a Temari—. Bienvenida a la familia —continuó, desviando su mirada de nuevo hacia su sobrino—. Sin embargo, espero que algún día sacies mi curiosidad sobre lo que ha originado que este enlace se haya llevado a cabo de forma tan abrupta.
Naruto sabía que el océano se congelaría antes de que hablara con Hermes algo relacionado con Temari.
Gracias a que cuando Sabaku volvió a tierras Hatake para contar que su hija había desaparecido, solo quedaban aún entre los invitados de Hatake, Asuma, Utakata y él mismo, nadie más tuvo conocimiento de esa desaparición. Cuando Rasa se marchó a sus tierras para esperar alguna comunicación por parte de quien se la hubiese llevado, quedó con los restantes en que guardarían en secreto la desaparición de su hija el tiempo que fuese posible. Si alguien preguntaba, ella estaba de visita en territorio Gekkō. Incluso hizo jurar a sus hombres que nada saldría de sus bocas bajo pena de muerte. No sabía si en esas dos semanas transcurridas desde entonces, Rasa había hecho partícipe a alguien más sobre la realidad de la desaparición de Temari, aunque lo dudaba. Si se descubría, la reputación de su hija quedaría en entredicho, y él sería uno de los más perjudicados con ello.
—La curiosidad a veces es peligrosa, tío —contestó Naruto.
La mirada que le dedicó Hermes antes de asentir y abandonar la sala no pasó desapercibida para Temari, que violenta por la escena tan tensa que acababa de presenciar entre Naruto y su tío, tomó la mano de su esposo, acariciándole el dorso, sin ser consciente de ese gesto hasta que Naruto levantó las manos unidas y besó la de Temari.
—Siento que hayas tenido que presenciar eso. ¿Te estaba molestando antes de que yo llegara?
Los ojos color turquesa de Temari, expresivos y normalmente alegres, evadieron los de su esposo al contestar.
—Solo quería saber detalles de nuestra boda. Quería entender por qué había tenido que ser tan precipitada.
Naruto frunció el ceño ante el intento de su esposa de mentirle. Tomando la barbilla de Temari la instó a mirarlo.
—Anoche me dijiste que no hiciera eso, ahora te lo pido yo.
Temari sacudió la cabeza intentando entender a qué se refería.
—No me mientas Temari. La confianza debe ser mutua.
La mueca de su esposa le indicó que ese comentario le había dolido.
—Y lo es. ¿No te confesé todo lo que sentía por ti?
—Sí. Por eso no entiendo por qué ahora no quieres decirme qué es lo que te ha dicho —preguntó Naruto preocupado.
Temari cerró los ojos con fuerza antes de abrirlos y mirarlo fijamente.
—No quería que discutieras con tu tío, y además, sé defenderme sola. Sabía que te pondrías hecho una furia si te contaba lo que me había dicho.
—¿Y qué te ha dicho, Temari? —preguntó Naruto muy despacio, apretando la mandíbula—. Temari... —volvió a decir, esta vez con un tono de voz urgente.
—Me dijo que, sin duda, el motivo por el que te habías casado conmigo rápidamente era porque me había abierto de piernas sin pudor para ti. Que una puta no debería ir con la cabeza tan alta. Que haría bien en no olvidarlo.
—¡Maldito hijo de perra...! ¡Voy a matarlo! —exclamó Naruto dando la vuelta para ir tras Hermes, pero Temari se adelantó y se puso delante de él, taponándole la salida.
—No, no lo harás, porque entonces lo que yo le he dicho no servirá de nada.
Naruto la miró con la furia corriendo por sus venas.
—Sé cuidarme sola. ¿Piensas que iba a dejar que tu tío me dijera todo eso y me humillara?
—¿Qué le dijiste?
—Más bien, qué le hice.
La ceja arqueada de Naruto la invitó a seguir hablando.
—Antes de que se diese cuenta, tenía mi puñal haciendo presión en sus atributos. Le dije que la próxima vez que me faltara al respeto, no me temblaría el pulso y quizá cortase lo que no debía. Ahí fue cuando escuché unos pasos. Entonces guardé mi puñal y me separé de él. Es cuando has entrado.
Una sonrisa traicionera asomó a los labios de Naruto.
—Eso te lo ha enseñado Uchiha, ¿verdad?
Temari hizo un gesto con los hombros guiñándole un ojo.
—Al final va a caerme bien ese bastardo —dijo Naruto mascullando.
Y la risa de Temari resonó en la estancia, haciendo que parte de la tensión de Naruto desapareciera.
Más tarde, Naruto presentó a Temari a todo su clan, reunido por Sai a las puertas del castillo, como su esposa. Hubo una pequeña celebración y todos acudieron a la comida que Naruto, como sorpresa, tenía preparada para ella. Agnes, la cocinera, había tenido poco tiempo, pero la mujer había estado más que ilusionada cuando la noche anterior, él le había hecho partícipe de su idea.
La celebración se alargó hasta tarde. Hermes ni siquiera apareció, algo que no evitó que Naruto, cuando Temari se retiró a su habitación a esperarlo, lo buscara y le dejara claro a su tío que jamás consentiría que hiciera daño a Temari.
