CAPITULO 31
Temari miró al exterior a través de la ventana de su habitación. Estaba amaneciendo cuando sintió los brazos de Naruto rodearla desde atrás.
—Vuelve a la cama, por favor —susurró Naruto en su oído mientras dejaba un beso tierno en su cuello.
Temari no pudo evitar el leve gemido que se escapó de sus labios, apoyando la cabeza en el hombro de su esposo para darle mejor acceso a su piel.
La risa bajita de Naruto la hizo sonreír.
—No vas a convencerme tan fácilmente, ¿sabes?
El pequeño gruñido de Naruto hizo que Temari sintiera escalofríos de placer por su vientre.
—Entonces tendré que recurrir a otros métodos —amenazó Naruto antes de tomar a Temari en brazos y llevarla hasta la cama entre risas.
—Eso es hacer trampas, Namikaze.
Naruto se encogió de hombros con una sonrisa socarrona.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi esposo, el hombre recto y justo con el que me casé solo hace unos días? —preguntó Temari frunciendo el ceño.
Naruto la dejó en la cama, y antes de que ella pudiese escapar, la cubrió con su cuerpo, impidiendo que su esposa se moviese.
—Era un amargado, un auténtico imbécil. Me he deshecho de él —contestó Naruto con una mirada divertida.
El calor, la ternura, el amor que vio en los ojos de Temari al devolverle la mirada y la delicadeza con la que ella apartó un mechón rubio de la frente de Naruto, le encogieron el corazón, haciendo que este martilleara en su pecho de forma presta.
—¿Eres feliz? —preguntó de repente, mirando atentamente las facciones de su esposa. No sabía por qué, pero justo en ese instante era muy importante para él saber si Temari era feliz.
Naruto se colocó al lado de su esposa mientras esperaba su respuesta, llevándosela junto a él, rodeándola con sus brazos.
—Soy muy feliz, Naruto, mucho. Hasta Hanare y Shizune me lo han dicho. Dicen que tengo la cara de tonta enamorada.
—¿Eso han dicho? —preguntó Naruto con un brillo divertido en sus ojos.
Temari suspiró, asintiendo con resignación fingida.
—Sí.
Y Naruto, con la mano, le hizo cosquillas en la cintura y Temari se retorció en sus brazos.
—Para, Naruto, por favor —dijo con esfuerzo.
Naruto aprovechó para darle un beso lento y apasionado que silenció las risas y los dejó a los dos jadeando cuando separaron sus labios.
—Es bueno saber que no soy entonces el único con cara de tonto enamorado. Yahico también ha mencionado algo parecido respecto a mí.
—Parece ser que no somos nada discretos —dijo Temari con una mueca.
Naruto negó con la cabeza, dándole la razón.
—Mejor. Así todos sabrán que estoy loco por mi esposa.
Temari besó tiernamente los labios de Naruto, solo un roce, insuficiente y doloroso a tenor de la cara de Naruto cuando ella se separó. Eso la hizo pasar los dedos por el ceño fruncido de su esposo a fin de que este desapareciera.
—Me emocioné mucho cuando vi llegar ayer a Shizune y a Temari. Me gustaría visitarlas de vez en cuando. Y a las demás también. Me han ayudado mucho. Arriesgaron demasiado por mí.
Naruto la miró fijamente.
—Te prometo que las verás. He estado mucho tiempo fuera y ahora me necesitan aquí, pero en cuanto pasen unas semanas, te llevaré a visitarlas.
Temari sonrió y el brillo de sus ojos hizo que Naruto deseara darle todo lo que ella quisiera con tal de que lo mirara siempre así.
—Hablando de ellas, ¿no notaste anoche durante la cena algo raro entre Shizune e Yamato? —preguntó Naruto.
—¿Lo dices porque Yamato casi le gruñó cuando Shizune le pidió que le pasara el agua?
Naruto asintió con una sonrisa.
—Por eso, y porque el primo de Kakashi la miraba como si quisiera estrangularla —siguió Naruto, y al ver la mirada huidiza de Temari, achicó los ojos percatándose de que quizá su esposa sabía algo que él desconocía.
—¿Qué me estás ocultando? —preguntó Naruto con la voz algo más ronca de lo normal.
—Yo nada —dijo Temari intentando parecer seria.
—¿Voy a tener que recurrir a métodos despiadados? —preguntó Naruto llevando de nuevo sus manos a la cintura de su esposa. Esta abrió los ojos como platos al ver que su esposo era capaz de llevar a cabo su amenaza. Desde que Naruto había descubierto que tenía cosquillas, las utilizaba contra ella en cualquier ocasión.
—Para, Naruto, no puedes hacer eso.
—¿Ah, no? Detenme si puedes, o dime lo que quiero saber, eso que me estás ocultando.
Ella negó, y las manos de Naruto obraron su venganza. Minutos más tarde, cuando Temari no lo soportó más, le suplicó que parase.
—Te odio, Naruto.
Él le besó el cuello.
—No... En verdad me amas, y lo sabes...
—Creo que prefería al Naruto amargado e imbécil. Era un presuntuoso, pero no estaba tan pagado de sí mismo como tú —dijo Temari mirándolo con la barbilla un poco alzada.
Naruto la miró fijamente, como si estuviese evaluando en verdad sus palabras, hasta que soltó un «nooooo» con una mueca, y Temari rio con fuerza.
Esa convicción en la respuesta, en la mirada de Naruto, de que ella lo amaba, calentó a Temari de una manera inimaginable.
—Cuéntamelo, Temari. Dijimos que entre nosotros no habría secretos.
Ella lo miró, dejando salir lentamente el aire y poniéndole una mano en su mejilla.
—Está bien, pero que no salga de tus labios ni una palabra.
Naruto se llevó una mano al pecho, como si la pusiera encima de donde debería estar el broche con el lema de su clan y que portaba en su feileadh mor cada día.
—Te lo juro —dijo con seriedad, y Temari tuvo que morderse el labio para no sonreír ante tanta solemnidad.
—Cuando estábamos planeando la forma en la que me escaparía de tierras Hatake... —dijo Temari, parando un momento cuando vio ensombrecerse la luz en los ojos de Naruto—. Estoy bien —continuó, tocando la mejilla de su esposo para que supiera que sus palabras eran ciertas y que no debía preocuparse por el pasado—. De aquello salieron cosas buenas, ¿sabes? Mi amistad con Hotaru y Yūgao, por ejemplo, a las que no conocía. Descubrir que soy familia de Sasuke. —Al nombrar a su primo, Naruto gruñó y Temari soltó una carcajada—. Vas a tener que acostumbrarte a él. Es mi familia, ya te lo dije. Bueno, lo que quería contarte —continuó Temari cambiando de tema cuando vio que el ceño fruncido de Naruto no desaparecía—, es que cuando estábamos planeando mi huida, Sasuke se dio cuenta de que Yamato sospechaba algo, y decidió que teníamos que distraerle para poder tener nuestras reuniones sin que él se percatara. Por descarte, tuvo que ser Shizune. No vayas a pensar nada raro... Solo tenía que estar pendiente de él e intentar que no se fijase tanto en nosotros. Lo extraño es que yo pensé que ella se negaría en redondo. Shizune es demasiado práctica y jamás la vi tener ningún interés amoroso por nadie, pero en esos días que estuvo cerca de Yamato, la vi sonrojarse más de una vez, y mirarlo como lo haría alguien que siente algo más que mera curiosidad.
—¿Así que crees que a Shizune podría gustarle ese viejo cascarrabias?
Temari le dio un leve golpe a su esposo en el hombro.
—¡Ayyy! —dijo Naruto, quejándose con una sonrisa.
—Yamato no es viejo. ¿Qué tiene más que tú? ¿Diez años?
—Unos pocos más, pero no muchos —contestó Naruto, sabiendo que Yamato estaba en plena forma para sus treinta y ocho años. No por nada, era la mano derecha de Kakashi. Muchos de los más jóvenes ya quisieran tener la fortaleza y la agilidad que tenía Yamato.
Temari se mordió el labio antes de preguntar, y Naruto deseó comerse su boca con un hambre que amenazaba con descontrolarse en cuestión de segundos.
—¿Yamato alguna vez ha estado prometido? —preguntó mirando a Naruto—. Tú lo conoces desde hace tiempo.
Naruto negó antes de contestar.
—Que yo sepa, no. Yamato no es un santo, pero nunca lo he visto enamorado. Por lo menos, no que yo haya notado o que él lo contase. Sin embargo, las miradas que le echaba anoche a Shizune... Eso no lo había visto antes.
—No eran exactamente de amor —dijo Temari frunciendo el ceño.
—Eso es lo que tú crees... —contestó Naruto guiñándole un ojo.
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Temari aún sentía las caricias de Naruto por su cuerpo cuando esa misma tarde compartió un rato a solas con Hanare y Shizune.
Habían estado hablando de cómo habían pasado esa mañana, y de lo que a sus amigas les habían gustado los paisajes cercanos al castillo de los Namikaze. Habían ido a dar un paseo a caballo junto a Naruto e Yamato, acercándose hasta el lago, donde habían desmontado y andado un buen trecho hasta que decidieron volver al castillo antes de la comida.
Temari apretó los labios antes de pensar si sacar a colación lo que tenía en mente desde que esa mañana al amanecer tuviese la conversación con Naruto y saliera a relucir que entre Shizune e Yamato podía estar fraguándose algo más que un trato distante y cortés.
—El tío de Naruto, Hermes, siento decirlo, pero no me cae muy bien —dijo Hanare mientras miraba como Temari parecía en ese momento perdida en su mundo.
—A mí tampoco. Ayer cuando nos lo presentaste en la cena, apenas habló y su mirada es la de aquellos que se creen muy superiores. Odio a las personas que miran así. Hoy en la comida casi me atraganto cuando miró a Hanare como si fuera un monstruo con dos cabezas —dijo Shizune con el ceño fruncido.
Temari se acordaba de eso. Hanare estaba explicando que gracias a que Kakashi la estaba enseñando a leer, el acceso a determinados libros que el padre Baiu le había dado sobre plantas y sustancias que no eran propias de las Highlands había hecho saltar su curiosidad. Como curandera, era una parte esencial el manejo de las hierbas y el conocimiento del cuerpo humano. Hermes había comentado que no entendía cómo un Laird, con las responsabilidades que conllevaba serlo, perdía el tiempo en enseñar a leer a una mujer. Naruto tuvo que decirle que se abstuviera de hacer ese tipo de comentarios.
—¡Temari! Llevas con algo rondando en tu cabeza desde que nos hemos sentado. ¿Por qué no nos dices qué es? —preguntó Hanare cambiando de tema, ya que Temari seguía con la mirada ausente.
Temari sonrió y un brillo travieso se instaló en sus ojos cuando estos se posaron en Shizune, que al sentirse observada la miró alzando una ceja.
—¿Sientes algo por Yamato? —preguntó Temari de repente.
Los ojos de Shizune se abrieron desmesuradamente y Hanare tuvo que apretar los labios para no echarse a reír.
—¿De qué hablas? —Se defendió Shizune cuando pareció encontrar su voz después de la sorpresa inicial.
—Vamos, Shizune. Hasta un ciego pudo darse cuenta anoche de que te pasaba algo con él. Ya en tierras Hatake, me percaté de que no te era del todo indiferente. No te disgustaba el hecho de que tuvieses que estar junto a Yamato todo el día.
Shizune se llevó una mano al pecho y puso su mejor cara de agravio.
—Qué disparate. Jamás he escuchado nada tan poco certero y alejado de la realidad. Me sorprende que pienses que siento algo por él. Ha sido un comentario totalmente desafortunado e incierto... Yo... —Cuando vio las dos cejas levantadas de Temari, y que Hanare estaba a punto de caerse de la silla aguantando lo que a todas luces era una carcajada de las buenas, Shizune supo que estaba perdida, que el seguir negándolo era absurdo—. De acuerdo, me gusta Yamato. Mucho —dijo, como si el mero hecho de expresarlo con palabras fuese doloroso. Parecía que le estaban arrancando una muela en vez de confesar que sentía algo por el primo de Kakashi.
—¿Y cuándo ibas a contármelo? Pensé que teníamos confianza —preguntó Temari mirando también a Hanare, y cuando vio su expresión, gruñó—. ¡Y tú lo sabías! —exclamó sin atisbo de duda. Lo que había en los ojos de Hanare era una clara admisión.
—Sí, pero no te enojes, que Shizune no me lo contó, lo adiviné yo el día que Yamato se cayó por las escaleras y lo estuve curando. La cara que puso Shizune cuando vino en plena cura fue muy reveladora. Después, la acorralé hasta que no tuvo más remedio que contármelo. Además, estoy embarazada, no puedes darme disgustos —terminó Hanare, como si con ese argumento ya no pudiese reprocharle nada.
—Está bien —dijo Temari—, lo entiendo, sin embargo, hay algo que no puedo dejar de preguntarte.
—¿El qué? —dijo Shizune con las dos manos en señal de rendición.
—¿Qué piensas hacer al respecto?
