CAPITULO 33

Hanare se acercó a Yamato. Llevaba una semana sin separarse de la cama de Shizune. Una semana en la que su amiga se había debatido entre la vida y la muerte y donde pensaron más de una vez que no vería un nuevo amanecer.

Ver el sufrimiento en los ojos de Yamato, el tormento que no podía disimular, como si estuviese desangrándose por dentro poco a poco, incrementó su propio sufrimiento por sentir en determinados momentos que no podría salvar a Shizune de una muerte segura. Sin embargo, llevaba unas horas sin fiebre y su respiración se había tornado más regular. Eso les dio a todos las esperanzas que prácticamente habían perdido durante días.

Hanare se detuvo cuando escuchó unos pasos a su espalda. Kakashi entró en la habitación y la miró, todavía como si temiera que ella desapareciera entre sus manos en cualquier momento. Cuando aquella aciaga noche acabó, y tanto Naruto como Yamato se recuperaron de los efectos de la sustancia que habían ingerido, dejándolos apenas sin voluntad ni fuerzas, Naruto mandó a varios de sus hombres a tierras Hatake para que le contaran a Kakashi lo ocurrido y le dijeran que tanto Hanare como Yamato estaban bien. También envió a un hombre a tierras de los Chattan. Sabía que el padre de Shizune estaba de visita en ese clan. Sin embargo, su hombre todavía no había vuelto, por lo que esperaban a Katō en cualquier momento.

Hanare aún recordaba la cara de Kakashi cuando llegó y la miró. El miedo que vio en sus ojos a que lo que le habían dicho no fuese verdad y que ella estuviese herida, se había clavado en su pecho. No había dicho ni una palabra antes de abrazarla y no soltarla por lo que parecieron horas, hasta que se convenció de que ella estaba bien y a salvo.

Hanare volvió sus pasos hasta donde estaba Kakashi.

—Déjame a mí. Necesitáis descansar. Tanto tú como el pequeño —dijo Kakashi tocándole el vientre que poco a poco se hacía más pronunciado. En breve se le notaría.

Hanare asintió antes de volver la vista hacia Yamato, que tenía cogida la mano de Shizune entre las suyas.

—Temari está esperándote fuera. Va a llevarte a comer y luego a cerciorarse de que duermes algo.

Hanare vio la ternura en los ojos de su marido, la determinación, y asintió.

—Has hecho lo imposible, mi amor —le dijo al darle un breve beso en los labios—. Se pondrá bien, es fuerte y ha pasado lo peor. Nadie hubiese pensado que eso sería posible hace tres días.

Hanare le tocó la mejilla y le apartó varios mechones de pelo antes de sonreír con un gesto cansado en su rostro. Cuando su esposa salió de la habitación, Kakashi se acercó hasta donde estaba Yamato. Jamás había visto a su primo en ese estado, sin embargo, él lo entendía mejor que nadie. Ver que la vida de la persona que amas se escurre entre tus dedos sin poder hacer nada era simplemente horrible.

—Necesitas descansar, y ella está mejor. Se pondrá bien —dijo Kakashi posando una de sus manos sobre el hombro de Yamato.

Cuando su primo levantó la mirada hacia donde estaba él, Kakashi supo que Yamato estaba pasando por un infierno.

—Sé lo que es estar en tu situación y perderlo todo. Dime qué puedo hacer... —dijo Kakashi preocupado.

Yamato tragó saliva antes de hablar.

—No puedes hacer nada, Kakashi. No puedes retroceder en el tiempo y evitar que ella se interponga entre ese cuchillo y yo. Me salvó la vida a costa de la suya propia. No fui capaz de mantenerla a salvo. Ni a tu esposa. Si las cosas hubieran sido de otra manera... No sé ni cómo puedes dirigirme la palabra.

Kakashi se agachó para que sus ojos estuvieran a la misma altura que los de Yamato.

—Jamás vuelvas a decir eso. Jamás, ¿me oyes? —dijo entre dientes, furioso, tomando un brazo de Yamato, haciendo que este lo mirara—. Has estado siempre a mi lado. Has luchado conmigo cada batalla y me has salvado la vida tantas veces que me es imposible recordarlas todas. Eres mi familia y el mejor de mis hombres. Ni tú, ni Naruto, nadie hubiese podido prever lo que ocurrió. No fue una lucha justa, fue un acto sin honor, a traición, por una mujer loca y moribunda que engañó hasta a su propia familia. No tienes nada que reprocharte. Ni se te ocurra juzgarte por ello, porque ni yo ni nadie lo hace. Naruto se siente igual o peor que tú, y también hablé con él anoche, hasta que le hice entrar en razón.

Los ojos de Yamato preguntando cómo, sin palabras, hicieron que una tenue sonrisa se abriera paso en los labios de Kakashi.

—Tuve esa charla con él, con Temari a mi lado. Creí que varias veces lo estrangulaba, pero al final consiguió que Naruto entendiera que tenía que perdonarse a sí mismo, porque nadie hubiese sido capaz de hacer más.

—Te dije que debía mantenerme alejado de ella. Si hubiese sido otro, Shizune no se hubiese puesto en peligro por salvarlo.

Kakashi apretó los dientes antes de hablar.

—Eso solo te demuestra que debes dejar de ser un idiota cabezota, asumir que la amas y que ella también siente algo por ti. Cuando su padre llegue, deberías hablar con él. Has estado a punto de perderla, no permitas que pase de nuevo.

Un leve quejido procedente de la cama, hizo que la mirada que ambos hombres se mantenían se volviera hacia allí a la vez.

—¿Yamato? —preguntó Shizune con los ojos abiertos y la voz temblorosa y algo ronca por el esfuerzo de hablar.

Kakashi sonrió a Shizune.

—Iré a buscar a Hanare y a Temari. Ambas se van a poner muy contentas cuando sepan que estás despierta.

Shizune lo miró fijamente para volver a centrar su mirada en Yamato cuando Kakashi se fue, abandonando la habitación.

Yamato no supo que estaba llorando hasta que vio la preocupación desmedida en los ojos de Shizune.

—No llores, por favor... —dijo Shizune consumiendo casi todas sus fuerzas, mientras intentaba desasirse de la mano de Yamato para limpiar con sus dedos las lágrimas silenciosas que surcaban el rostro del highlander.

Yamato puso su mano encima de la de ella antes de mirarla, con todo lo que sentía saliendo por sus ojos a raudales, sin acotar ni un ápice sus sentimientos.

—Te amo, Shizune Katō. Dios sabe que no te merezco y que no tengo derecho a sentir esto, pero no puedo evitarlo. Te amo más que a mi vida.

Shizune esbozó una sonrisa antes de hablar. Sus ojos apenas se mantenían abiertos.

—No lo olvides. No voy a dejar que me apuñalen otra vez para que te decidas a confesármelo.

Una risa mezclada con llanto salió de la garganta de Yamato, que supo en ese instante, sin lugar a dudas, que nunca la dejaría marchar.

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Temari abrazó a Naruto cuando sintió que este no podía dormirse. Llevaba así desde que Ni había intentado matarlos. Los brazos de Naruto la estrecharon más contra él.

—No puedes seguir torturándote, Naruto. No voy a permitirlo. Necesito que estés conmigo. Te necesito —dijo Temari con la mejilla apoyada sobre su pecho.

Naruto escuchó el suspiro profundo y doloroso de Naruto antes de hablar.

—Repaso esa noche una y otra vez en mi mente. Debí haberme dado cuenta y no fui capaz de ver nada. Sabía que Masako no era una mujer fácil, pero jamás imaginé que ayudaría a Ni, aún sigo sin entender por qué. Sabía que Hermes había sido siempre un hombre al que la codicia y la ambición lo superaban, incluso en más de una ocasión pensé que sería capaz de venderme, pero jamás imaginé que hubiese tomado parte en el intento de asesinato de mi tío y mío hace años. Ni que ahora pretendía conseguir lo que en aquel entonces no obtuvo. Y Ni. ¡Dios, Temari! A ella sí la conocía, ya había sido víctima de su traición. ¿Cómo pude dejarme engañar de nuevo?

Temari levantó la cabeza del pecho de Naruto y lo miró a los ojos.

—Engañó a su propia madre y a su hermano. Era verdad que estaba enferma y que se estaba muriendo, pero agravó su estado de cara al resto para hacer efectiva su venganza. No puedes culparte por eso, por favor. No lo hagas más; no solo te haces daño a ti mismo, me lo haces a mí.

Era verdad lo que Temari le había dicho. Alpina, la madre de Ni, y Disonas apenas pudieron creer que su hija y su hermana respectivamente, había sido capaz de traicionar a su Laird de nuevo, intentando matarlo. Alpina se había ido a los dos días del clan. Naruto no la echó, se fue ella misma a casa de su hermana, que vivía con el clan Chattan. Disonas también quiso irse, pero Naruto e Sai se lo impidieron. Era un buen hombre, cuyo único pecado había sido amar a su hermana y creer en sus deseos de morir en paz rodeada de sus seres queridos. A Masako sí la desterró, y con ella se fue su hermana Maela. La intervención de Masako, a pesar de no saber con certeza los planes de Ni, fue decisiva para llevar a efecto la venganza de la castaña y de sus cómplices.

Los ojos de Naruto ante las últimas palabras de su esposa cambiaron de expresión. La culpa se tornó preocupación cuando miró a Temari.

—¿De qué hablas? No sabes lo que sentí cuando pensé que te matarían, sin que yo pudiese hacer nada. En ese instante quise que acabaran con mi vida.

—¿Y crees que no lo sé? ¿Cómo crees que me sentí yo cuando vi al padre de Ichirōta intentando acabar contigo? Sentí que me partía en dos, Naruto... jamás quiero volver a pasar por eso —dijo Temari y un pequeño sollozo salió de sus labios—. Pero lo que me da más miedo es que mi esposo, el hombre que se casó conmigo, desaparezca de nuevo tras un muro de culpa y traición. No dejes que ella gane al final. No permitas que mate lo que tenemos, porque yo ya no podría vivir sin ello.

Naruto tragó saliva mientras los ojos de su hermosa esposa le suplicaban que no la dejase sola, que no volviese atrás, a los días en los que la desconfianza y el recuerdo de la traición dominaban cada uno de sus actos.

—No vas a perderme, jamás. Te amo más que a mi vida y no dejaré que nada ni nadie nos arrebate esto. Te lo prometo —dijo Naruto sintiendo que parte del peso que había llevado desde la noche en que Ni había intentado matarlos a todos, desaparecía de sus hombros. Sabía que todavía necesitaría más tiempo para estar bien consigo mismo, para aceptar, como le dijo Kakashi, que nadie podría haber hecho más, pero si algo sabía es que con Temari a su lado todo era posible.