EPÍLOGO
Había luna llena. Yakushi y sus hombres pararon en un claro a pasar la noche. Después de dos días de viaje todavía no estaban cerca de pisar sus tierras, sin embargo, seguir a esas horas no era conveniente para nadie. Los caballos estaban cansados y él también.
Había ido a ver a Laird del clan Samidare buscando un nuevo aliado, ya que Sabaku no le servía para nada. El plan de matar a Namikaze había fracasado de nuevo. Ese hijo de perra parecía tener la suerte de su parte, tanta, que el deseo de verlo muerto se había convertido ya en una obsesión.
Cuando los tres hombres que lo acompañaban se encargaron de los caballos y de encender una pequeña hoguera, Kabuto les avisó de que se acercaría al rio, cuyo cauce habían seguido, para refrescarse un poco y mear de paso. Los hombres rieron antes de seguir con lo que estaban haciendo.
Kabuto se alejó lo suficiente como para apenas escuchar las voces de sus hombres. Se acercó a la orilla del rio y sumergió sus manos en las frías aguas. El reflejo que vio en el agua le hizo volverse con rapidez, pero no la suficiente como para poder alertar a sus hombres antes de que la oscuridad se cerniera sobre él.
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Kabuto abrió los ojos y sintió el inmediato dolor de cabeza que martilleaba sus sienes con insistencia. Tardó un instante en recordar. Él en el rio, un reflejo...
De un salto se puso en pie algo tambaleante. El hombre que tenía delante era el último que habría esperado encontrar. Aquel no era el claro en el que había parado con sus hombres para pasar la noche, ni siquiera reconocía dónde estaba.
—Ni te molestes en gritar... Nadie va escucharte. He cabalgado contigo inconsciente durante más de tres horas. Estamos completamente solos.
La espada que tiraron a sus pies no era la suya.
—¿Qué quieres? ¿Por qué haces esto? —preguntó Kabuto gritando.
—¿Te he dicho ya que nadie te va a escuchar? No deberías alterarte de esa manera. Así me va a ser más fácil matarte y quiero disfrutar haciéndote sufrir antes de destriparte como la escoria que eres.
—¡Estás loco! ¿De qué demonios estás hablando? No he hecho nada en tu contra.
Los ojos de Sasuke parecieron brillar en la noche al escuchar esas palabras.
—¿Estás seguro de eso, Yakushi? —preguntó con una sonrisa que hubiese congelado el mismísimo infierno—. Has intentado matar a Namikaze dos veces, y en el proceso has herido a algunas personas que me importan. El líder de los mercenarios, los que le tendieron la emboscada a Naruto la primera vez que intentaste matarlo, ese que se llamaba Kakazu, estuvo a punto de matar a Hanare Hatake, la esposa de Kakashi. Ella es como una hermana para mí, y él mi único amigo. Y la segunda vez que intentaste matar a Namikaze, aquellos con los que te aliaste pusieron en peligro la vida de mi familia, porque Temari es mi familia. Han estado a punto de matar a Shizune Katō, a la que le he cogido cariño, y de destrozar a uno de los mejores guerreros que he conocido, Yamato Hatake. Y aunque no me guste el bastardo de Naruto, él es ahora también de mi familia, y nadie, nadie amenaza a los míos.
Kabuto estaba fuera de sí cuando Sasuke acabó de hablar.
—No tienes pruebas. Yo no tengo nada que ver —dijo Yakushi desesperado.
—No las necesito. Sé que has sido tú, así que toma la espada y defiéndete o te mataré igualmente. El honor no es lo mío.
Sasuke se acercó a Kabuto con su propia espada en la mano.
—No puedes matarme, ¿me escuchas? Soy un Laird.
—Como si eres el rey Guillermo. Coge la espada.
Yakushi tomó la espada y la tiró más lejos.
—No pienso luchar contra ti y no puedes matarme.
La expresión de Sasuke hizo que Kabuto se encogiera levemente.
—Tú no me conoces, por eso voy a darte una sola oportunidad —dijo Sasuke antes de acercarse a él tan rápido que Kabuto no pudo reaccionar a tiempo de esquivar el golpe que lo tiró al suelo, haciéndolo caer bocabajo. Sasuke lo tomó del pelo y lo arrastró por el suelo mientras Kabuto chillaba, acercándolo hasta donde estaba la espada, esa que Yakushi había tirado, golpeando la cabeza de Kabuto contra ella.
—Toma la maldita espada o te juro que te abro en canal y juego con tus tripas mientras aún sigues vivo.
Kabuto, con la cara llena de sangre, reticente, tomó la espada y se puso a cuatro patas cuando Sasuke le soltó el pelo.
Se levantó en cuanto pudo y con la espada en la mano encaró a Uchiha.
—Podrás matarme, pero tú también tienes tus días contados. Hay alguien que quiere verte muerto.
—¿Solo uno? Me sorprende —contestó Sasuke mientras andaba en círculo alrededor de Kabuto.
—No me mates y te daré lo que quieras. ¿Joyas? ¿Oro?
Los movimientos de Sasuke se hicieron más lentos antes de que dejara salir el aire con evidente hastío.
—Terminas con mi paciencia. Si vas a luchar, hazlo ahora, porque no voy a escuchar tus estúpidas quejas.
Sasuke atacó y Yakushi solo pudo defenderse. Kabuto no tenía nada que hacer frente a Uchiha, que en tres movimientos hirió a Kabuto en su brazo, haciendo que la sangre corriera por la camisa de Yakushi de forma profusa. Solo fueron necesarios dos movimientos más para que la espada de Uchiha profiriera un corte en la pierna de Yakushi, haciendo que este apenas pudiese mantenerse en pie.
—¡Maldito bastardo! —gritó Yakushi cargando con toda su furia sobre Uchiha, el cual lo atravesó por el estómago haciendo que los ojos de Kabuto se abrieran de golpe con terror.
—Nos vemos en el infierno —le dijo Sasuke al oído antes de sacar su espada del cuerpo de Yakushi, dejando que este cayese al suelo sin vida.
Sasuke limpió su espada en el feileadh more de Yakushi antes de levantarse e ir hacia su caballo. Todavía quedaban unas horas antes del amanecer. Si se daba prisa, estaría en sus tierras a tiempo, volviendo de la guardia que le tocaba realizar esa noche. Nunca exigía nada a sus hombres que él mismo no estuviese dispuesto a hacer.
Con la seguridad de que los suyos, después de esa noche, estaban más seguros, se permitió pensar en la visita que no podía prorrogar por más tiempo.
Debía ir a tierras de los Senju y hablar con los hermanos de su arpía pelirosa.
Iba echar de menos el odio y la pasión que destilaban los ojos verdes de Sakura cada vez que lo miraban, pero el destino era un bastardo retorcido y él no pensaba arrastrarla a ella hasta sus sombras.
FIN
Continuará en: INVIERNO (SASUSAKU)
