CAPÍTULO 04
El sol aún no había salido cuando despertaron a Sakura. No fue una experiencia agradable y sabía que Sasuke Uchiha no pretendía que lo fuera. La había agarrado de la trenza y había tirado de ella, hasta que la obligó a ponerse de pie, todavía parpadeando y sin enterarse de nada.
—No me pongas a prueba con tu pereza, escudero Sak.
Ella levantó las manos para frotarse los ojos, pero la detuvo la cuerda que tenía atada al brazo derecho. Sakura miró a Sasuke entornando los ojos y después miró al otro extremo de la cuerda, de la que él tiraba hacia su hombro. Su postura lo decía todo. No le dejaría ni un centímetro de espacio y ella sabía por qué. Dio un paso hacia él para poder llegar a tocarse los ojos.
Cuando acabó, volvió a retroceder. Él había blasfemado y despotricado de ella por el dolor que le había infligido la víspera y le estaba bien empleado, decidió Sakura.
—Pareces muy satisfecho de ti mismo, escudero.
—Yo no pedí ser tu escudero, ni pienso serlo. Te lo dije anoche, que yo recuerde.
—Eso dijiste y más que prometiste. Te vas a quedar. No tienes elección.
—¿No tengo elección? —explotó ella—. Preferiría servir a una bruja.
—Llevas el traje de los Uchiha y no has tenido que pagarlo. Exijo el pago de un traje tan elegante. Me lo cobraré con tus servicios.
Los dientes apretados de Sakura no impidieron que se oyera el sonido furioso que se formó en su garganta. Sabía que era de frustración, pero no servía de mucho saberlo.
—¡No me quedaré y te serviré por una ropa que me he visto obligado a ponerme porque me quitaste la mía a la fuerza!
—Ayer no vi que nadie te obligara a desnudarte. ¿A qué te refieres con esa fuerza de que me acusas?
Disfrutaba con su impotencia. Sakura lo veía en cada respiración que tomaba con los brazos cruzados, obligándola a levantar el brazo con el movimiento, mientras la miraba. Sakura respiró hondo, tiró de la cuerda y después le espetó:
—¿Me has despertado para que te sirva o para charlar conmigo? —preguntó con los dientes apretados.
—Te he despertado porque tenemos que viajar un buen trecho y no tenemos toda la mañana. Has dormido mucho más de lo que yo esperaría de un buen escudero. No seré tan indulgente con los castigos en el futuro.
Los ojos de Sakura centellearon. Debería haber sido más rápida la noche anterior y haberse escapado. Debería haber visto, cuando empezó a reventarle las bolsas de pus que habían formado las espinas, que no la dejaría marchar. Debería haber ideado un plan para escapar de él. Él estaba sufriendo, en parte gracias a ella y su uso del cuchillo, y aun así había sido lo bastante rápido para atraparla. Volvió a preguntarse cómo lo hacía.
—No he pedido ser tu escudero y no quiero serlo.
Él ignoró su estallido.
—Un buen escudero se despierta antes que su amo y procura que todo esté preparado para la jornada. Habrá que enseñarte cuatro cosas.
—No me quedaré a aprender nada de ti ni para ti.
—Te quedarás y pagarás tu ropa. Si aceptas esto, te garantizo que te dejaré marchar cuando la hayas pagado.
—Pero yo no la he pedido —repitió ella.
—Entonces, quítatela y lárgate. No te detendré.
Ella lo miró furiosa.
—Pero si tú echaste la mía al río... Ahora ya estará en el mar —dijo.
—Es probable. ¿Estás dispuesto a servirme?
—Necesito estar libre para hacerlo, ¿no? —Gruñó y cerró la mano en un puño.
—Tienes tu libertad. Yo miro y te veo libre. ¿Qué quieres decir con que te falta libertad?
—Hay un metro de espacio entre tú y yo.
Él se rió.
—Es lo más que puedo confiar en ti.
—Si te doy mi palabra de quedarme, ¿me soltarás? —
—No —contestó él, sin dudarlo.
Sakura apretó los dientes.
—¿No? —repitió, y después con más estupefacción—: ¿No?
—No puedo confiar en ti, muchacho. Demuéstrame que puedo confiar y reconsideraré tus ataduras.
¡No podía estar atada a él hasta que eso ocurriera! Los ojos de Sakura probablemente delataron su pánico. Todavía tenía que vendarse los pechos y, aunque no tenía una gran talla, el frío del alba le estaba dando problemas. Sin duda él acabaría descubriéndolo. No le costaría mucho deducir su sexo. En cuanto lo supiera, ella sabía lo que ocurriría. Era demasiado grande para luchar contra él y ya le había dicho que lo que más le gustaba era una mujer que fuera doncella. Añadió a ese pensamiento que él le había dicho que parecía inexperto. La violaría si continuaba atada a él y dejaba que descubriera la verdad. Cuando se resistiera, la forzaría. No tenía que darle muchas vueltas, lo sabía. Era un espécimen típico del clan Haruno. Tragó saliva. ¡No podía seguir atada a él!
—Anoche... no te maté —contestó, haciendo una mueca al oír la vacilación de su voz.
Él la miró atentamente.
—No porque no lo intentaras.
—Podría haber clavado todos mis puñales en una parte vital y te habrías muerto desangrado —insistió ella.
—Y como eso falló, decidiste retorcerme todas las espinas y cortarme, para ir sobre seguro. Todavía siento el dolor de tu hábil trabajo.
Se levantó la camisa y la túnica, arrancándose la costra del costado. Sakura miró y tuvo la loca idea de esperar que no le hubiera dejado marcas. Apartó a un lado esa insensatez. Había jurado hacerle pagar la matanza y la difamación del clan Haruno. ¿De qué le serviría a su cadáver tener una piel sin cicatrices?
—Tenías veneno en todas las espinas. Si no te hubiera extraído el pus estarías sufriendo fiebres y delirando de dolor.
—Y tú estarías sufriendo mi mano por haberme dejado echado sobre la ceniza todo el día para que se me infectaran.
—Ya estuviste a punto de ahogarme por eso.
—No. Te sumergí por tu desobediencia.
Sakura apretó los labios, levantó los hombros y lo miró. El sol había aclarado el cielo mientras él se divertía con las palabras de Sakura. El calor estaba disipando los restos de neblina, permitiéndole una visión mejor. Tuvo que tragarse su propia respuesta a la vista de su torso ancho y peludo antes de que se tapara otra vez con la camisa y se la metiera debajo del kilt.
Sakura se aclaró la garganta.
—¿Me has despertado para que te sirva, amo? Está bien, ¿cuál es tu orden? ¿Qué servicio deseas primero? —preguntó en un tono sarcástico.
Él sonrió.
—Sí, necesito ser servido. Tendría necesidad de un buen trago de mi whisky, si la bolsa no hubiera recibido un puñal y todavía le quedara líquido, un cuenco de gachas en mi estómago y un rato para vaciar mis intestinos. ¿Puedes hacer eso por mí?
Ella miró la distancia de un metro con la máxima ecuanimidad que le fue posible.
—No sé cocinar —contestó finalmente— y no pienso aprender.
La respuesta de él fue una risotada sincera. Sakura se preguntó por qué.
—¿Sigues igual de testarudo? No dirás que no te he advertido.
—¿Sobre qué? —preguntó.
—Si quieres que te libere de tu atadura, aprenderás lo que quiero que aprendas.
Sakura respiró hondo, contuvo la respiración y después soltó aire lentamente. Seguía sin funcionar. No podía superarlo en fortaleza y, hasta que recuperara sus puñales, no pensaba intentarlo.
—Muy bien, amo Sasuke, aprenderé a cocinar gachas. ¿De qué están hechas?
Eso le valió otra risotada.
—En realidad no estamos lejos de una granja Tatsushiro. La gente de allí cocina buenos pucheros de gachas. No les parecerá fuera de lugar que les compre otro desayuno. Lo cambiaré por parte del venado que cazaste.
—Es mío y soy yo el que debo cambiarlo —respondió.
—Lo cazaste con mi arco y mis flechas. Ahora sírveme. Soy tu amo. Todo lo que tienes es mío. Todo.
Las palabras de él hacían que todas las partes del cuerpo de Sakura se sobresaltaran. Se estremeció con esa sensación.
—¿Qué he hecho yo para merecerte? ¿Qué?
—No lo sé, muchacho. Supongo que ser demasiado pobre.
—No deseo ser escudero.
—¿Lo has sido alguna vez? —preguntó.
—No —respondió ella.
—Entonces, ¿cómo sabes que no te va a gustar?
—Si se trata de estar cerca de ti, no me gustará —contestó ella.
Él suspiró profundamente y el pecho le subió y le bajó.
Ella lo observó.
—Necesitabas desesperadamente este empleo, a juzgar por tu escuálido cuerpo, tu traje raído y las botas llenas de agujeros. Tampoco tienes familia, o si la tienes no te reclamarán, y no olvidemos que me obligaste a hacerlo.
—¿Obligarte? —No tuvo que fingir confusión.
—Intentaste robar mi cadáver. Eso exige una reacción.
—Yo no robo a nadie, ni muerto ni vivo.
—Lideras a ladrones, por lo tanto lo eres.
Ella bajó la cabeza un momento, otorgándole una victoria. Se lo había ganado, porque ella había pensado lo mismo cada vez que tenía que hacerlo.
—Debe de haber docenas de jóvenes del clan Uchiha donde elegir, que se sentirían honrados de servir a este señor. ¿Por qué yo?
—Echa un vistazo, muchacho. Estamos a leguas de distancia de las tierras Uchiha. En este momento hay escasez de hombres en mi clan y yo no soy el señor. Mi hermano lo es.
Ella se estaba tambaleando y no era de la sorpresa. Era de la desesperación que se abrió frente a ella hasta el punto de que ya no podía verlo. Cerró los ojos para controlarse. Desde los once años había jurado vengar a los Haruno. Había practicado con los cuchillos, las espadas, la honda, el arco y la flecha, cualquier arma que tuviera a mano, para poder conseguir una sola cosa. Estaba preparada y deseosa de morir por conseguirlo, si era necesario.
Eso significaba eliminar al señor de los Uchiha. Acabar con él cortándole el cuello y dejándolo desangrar gota a gota en honor del clan Haruno. Había intentado reunir el valor para hacerlo y se había odiado la noche anterior por no haberlo matado cuando se le había presentado la ocasión. Todavía no sabía por qué no lo había hecho, aunque ya empezaba a sospecharlo.
Sakura tragó saliva, intentando reprimir lo que fuera que le sucedía antes de tener que enfrentarse a ello. No estaba acostumbrada a ser una mujer y Sasuke era más hombre que ninguno de los que había tenido cerca. Tenía que luchar contra una reacción de su cuerpo, que era lo bastante femenino para sentir, y cada momento que pasaba en su compañía hacía que se intensificara, y encima ¿se enteraba de que ni siquiera era el señor?
Él estaba hablando cuando Sakura abrió los ojos por fin. Ella lo observó. Tal vez no era el señor, pero era su medio para llegar a él. Utilizaría a Sasuke para hacerlo y se obligaría a reprimir cualquier reacción que le provocara estar cerca de él. Lo que significaba, al fin y al cabo, que no intentaría librarse de él. Intentó pensar en una manera de convencerlo de ello.
—...debí de sentir deseos de compañía y tú eras el que estaba más a mano. Ahora que conozco tu falta de habilidades como criado, desearía haberte cortado la mano por robar a los muertos y haberte dejado allí.
—No estaba robando a los muertos. Me canso de tanto repetirlo y tengo mucha habilidad con el cuchillo, salvo con tu dura piel.
—Me estoy cansando de tu lengua, tanto como lo estoy de tu pereza. Haz tus necesidades. Vamos a recoger enseguida.
Y, dicho esto, se abrió el kilt. Sakura apartó la mirada, sintió un estallido de calor por todo el cuerpo y se maldijo por esa reacción mientras él vaciaba la vejiga.
—No lo necesito —dijo muy tensa.
Él la miró de soslayo y esperó hasta que ella lo miró.
—¿Tienes la enfermedad?
—No tengo fiebres, si eso te preocupa.
—Tienes la piel enrojecida y no necesitas hacer lo que cualquier hombre necesita. Eso son señales de fiebre.
Sakura bajó los ojos. Había notado el rubor que había luchado tanto por no delatar. Tendría que esforzarse para reprimirlo y no conocía lo suficiente acerca del rubor para saber cómo eliminarlo, ni siquiera sabía si eso era posible.
Era una estupidez, además. Precisamente ella estaba acostumbrada a estar rodeada de muchachos. Había estado trabajando y viviendo con ellos desde hacía años. Pero todos perdían significado al lado de Sasuke Uchiha, y por primera vez en su vida le daba miedo el porqué.
—Si has acabado de charlar, ven. —No se lo pidió, tiró de la cuerda y Sakura se movió—. Tenemos que recoger el ciervo, comprar el desayuno y recorrer mucho camino. Hay una feria en Bannockburn. Habrá muchos clanes representados. Suspiro por llegar allí.
—¿Una feria? ¿Te levantas de madrugada para ir a una feria?
—Es tan buena razón como cualquiera. Además, ¿quién necesita una razón para ir a una feria? Apresúrate. —Se puso a caminar a un ritmo que la obligó a correr y mantuvo la cuerda corta para tenerla cerca—. Las muchachas Tatsushiro son blancas de piel, aunque un poco robustas para mi gusto, pero si flirteas un poco, te preparan buenos huevos y no los queman demasiado. También tienen falta de hombres. Perdieron a muchos en otra escaramuza inútil entre clanes. Deberíamos poner fin a eso. Debemos combinar nuestras energías para luchar contra el enemigo real.
—¿Los Uchiha? —preguntó ella.
Él se paró y se volvió, y ella tropezó con él. Ya sabía lo sólido que era. Ahora lo sabía también su cara, porque se golpeó contra su mandíbula. Se frotó la nariz para que no le sangrara mientras él la miraba con aire de sorpresa y sin signos de dolor.
—Me sigues demasiado de cerca.
Ella miró al cielo.
—Me tienes atado —contestó.
—Pórtate bien y te desataré.
—Oh, vivo para servir —contestó ella demasiado deprisa.
—Si corto esta cuerda, lo haré por mis propias razones. Ponme a prueba y no te gustará.
—Nada que tenga que ver con servirte me gustará —contestó.
Él sonrió.
—Tienes que aprender mucho, pero eres rápido. Eso lo reconozco. Refrena tu lengua en la granja Tatsushiro. Un escudero no lanza pullas a su amo.
—Si cortas la cuerda, refrenaré mi lengua.
Él sacó un puñal y lo sostuvo sobre la cuerda trenzada en su muñeca.
—Espero no tener que arrepentirme, Sak, pero no me gustaría que las mozas Tatsushiro crean que estamos unidos por otra razón.
Ella se encogió de hombros.
—Diles que soy tu prisionero. Es la verdad.
—¿Un prisionero que lleva el traje de mi clan? ¡Dios, dame paciencia!
—No te pondré a prueba. —Esperó a que levantara la cabeza y le dedicara otra vez una de sus sonrisas negras de medianoche. Tenía el torso encendido de dolor, de correr a un ritmo tan veloz y no haber podido hacer sus necesidades. Haría todo lo que le pidiera.
—¿Tengo tu palabra?
—La tienes —contestó ella.
Él asintió, cortó la cuerda de la muñeca de ella y después la de la propia. Ella se la frotó, la tenía roja y fea, antes de que él acabara de enrollarse la cuerda a la cintura.
—Vamos, pues, y pórtate bien. La tal Lacy gusta de utilizar sus manos. Muchas veces.
Siguió al mismo paso rápido y Sakura corrió detrás hasta que él se paró y partió por la mitad el ciervo. Estaba concentrado en la tarea, aunque Sakura sabía que estaba pendiente de ella. No se alejó mucho, pero sabía que la oiría seguir la llamada de la naturaleza. No sabría que utilizaría el tiempo para atarse el trozo de kilt al corazón y vendarse. Se quedó sorprendida de cómo recuperó la confianza cuando tuvo la venda colocada y ya no le saltaban los pechos y no tenía que soportar el roce del material de la túnica. Sakura creía que no había nada que le gustara de ser mujer. La sensación represiva de su vendaje se lo recordó. Tampoco quería tener nada que ver con Sasuke Uchiha como varón. Él sólo la perturbaba porque no estaba acostumbrada a tener cerca un hombre guapo, viril y en plena madurez. Era sólo eso.
Le importaba un rábano Sasuke Uchiha, sólo era un medio para llegar a su señor. Ni siquiera le importaba si le consideraba tímido e hizo lo que pudo para hacer ruido con el kilt mientras volvía con él, aunque tuvo que ignorar su sonrisa. Tenía cosas peores de las que preocuparse. «¿A esa Lacy le gusta utilizar las manos? ¿Qué significa eso?», se preguntó.
La granja no era muy grande, pero todas las muchachas Tatsushiro lo eran. ¿Sasuke las había calificado de robustas? Parecían capaces de competir con las vacas en gordura. Y eran cuatro. Cuatro mozas que pesaban más que Sasuke. Tenían caras agradables, eso sí. En eso no había mentido. Parecían copias en competencia del mismo molde, aunque la grasa de sus cuerpos restaba valor al brillo rosado de sus rostros, la llamarada roja de sus cabellos y el que parecieran conservar todos sus dientes. Si fuera hombre, nunca las habría considerado suficientemente atractivas para un revolcón, suponiendo que le interesaran esas cosas.
Sasuke probablemente no era de la misma opinión. Ella lo miró y lo vio sonreír.
—Ahora vamos a pagar por nuestro desayuno. Prepárate.
—¡Mozas! —La voz de Sasuke era fuerte y llena de admiración al llamarlas y lanzar el pedazo de ciervo frente al porche—. He venido a pagar por vuestra hospitalidad y a suplicar un poco más.
Se agitaron todas, como un grupito de ocas regocijadas. Sakura pestañeó. Pensaba que la forma de actuar de las mujeres era vergonzosa.
Una se adelantó y cogió a Sasuke del brazo.
—Por ti, Sasuke Uchiha, cocinaré la mejor cacerola que hayas probado en tu vida. Ven conmigo. Tengo un buen sitio para ti.
—Oh, Lace. Apenas me he recuperado de la última que me preparaste. No hay cocinera que pueda competir contigo en muchas leguas.
Ella soltó una risita y Sakura sintió que se le pasaba algo de la turbación. Entonces, ¿Sasuke se quedaba con Lacy?
—¿Y éste quién es? ¿A quién nos has traído, Sasuke?
Las otras tres salieron de las entrañas de la granja y la rodearon. Los ojos de Sakura se abrieron mucho buscando a Sasuke, pero el gran patán ya había desaparecido dentro.
—¿Cómo te llamas? —preguntó una.
—Es muy joven. —Una de ella le pellizcó el brazo e inmediatamente se apartó, como si no lo hubiera hecho a propósito.
—Pero es guapo. Muy guapo. Le falta un poco de carne, eso sí. ¿Cómo te llamas, mozo?
Sakura dio un paso adelante cuando unos dedos se hundieron en su trasero.
—S…ak —tartamudeó, y entonces tuvo que resistir un ataque frontal cuando tiraron de ella hacia unos grandes senos y luego la soltaron antes de que pudiera reaccionar.
—Es un poco flaco. Ven mozalbete, estamos deseando alimentarte y satisfacerte.
—Satisfacerte de verdad —susurró otra.
Sakura jadeó y después echó a correr, y llegó antes que ellas a la granja. Bajó a toda prisa los tres escalones y entró. El humo la cegó momentáneamente y después abrió la boca al ver dónde tenía las manos la mujer llamada Lacy. Ésta tenía más pechos de los que había visto Sakura en su vida y Sasuke estaba sosteniendo uno de ellos. También disfrutaba de las manos de Lacy en la protuberancia del kilt en su regazo.
«Y anoche le creí grande», fue su primer pensamiento. A continuación una de las chicas le dio un empujón hacia Lacy, que la esquivó. Sakura cayó en las rodillas de Sasuke, recibiendo el golpe en el estómago. El impacto la hizo quedar inmóvil antes de que pudiera reaccionar y saltó de pie como un saqueador pillado con las manos en la masa. Después retrocedió hasta la pared, apartando la vista de él, de todos ellos. Sabía que tenía la cara en llamas.
—Compórtate, Sasuke. Mis hermanas están aquí —dijo Lacy con coquetería.
—Sí, perdonad mozas. Es la visión de vuestras bonitas caras, junto con estos deliciosos cuerpos, que me vuelven loco. Soy un hombre débil, querida.
Se estaba arreglando el kilt, aplastándose el bulto al hacerlo, y Lacy volvió a subirse el corpiño. Sakura no dijo nada mientras se arreglaban la ropa. La estancia parecía llena de muchachas agitadas y regocijadas, todas ellas intentando llamar la atención. Después se oyeron sonidos de cacharros, y olió a tocino frito y a pan negro tostándose, y más risas y susurros femeninos. Sakura no podía pensar, sólo escuchaba todos y cada uno de los sonidos.
Sus ojos se posaron en Sasuke. Él lo estaba esperando y le hizo un gesto hacia las mujeres.
—Gracias —silabeó sin voz.
Sakura apretó los labios.
—Es joven, pero ya crecerá —susurró una de las chicas bastante fuerte.
—Ya es lo bastante alto, sólo necesita engordar. Creo que es un encanto.
—Deberías tocarle los músculos...
Sakura tenía los ojos muy abiertos y el pulso errático. Ella tenía músculos en el estómago, de modo que Sasuke no podía deducir su género por el contacto que habían experimentado, pero todas sus terminaciones nerviosas estaban alerta y hormigueantes. ¿Las mozas Tatsushiro estaban hablando de ella?
—¿Os gusta mi nuevo escudero, señoras? —dijo Sasuke por encima del hombro, sin dejar de mirarla a los ojos.
—¿Es tu nuevo escudero? Oh, por favor, no me digas que vas a llevártelo.
—Se llama Sak. Debéis perdonar al muchacho, es un poco tímido. Ya sabéis —bajó la voz en un susurro—... novicio.
—¿Novicio? ¿En serio?
Sakura jadeó de miedo mientras todos la miraban. El olor de gachas quemadas en el puchero del hogar las distrajo. ¡Lo estaba haciendo a propósito! Lo sabía por su sonrisa.
—Es muy guapo, Sasuke. ¿De dónde has sacado un escudero tan guapo?
Él seguía observándola, y Sakura intentó controlar sus reacciones. ¿La llamaban guapo? Nunca se había visto a sí misma, salvo un atisbo ocasional en un riachuelo. No tenía ni idea de cómo era. ¿Pero guapo?, se maravilló.
—De donde siempre saco a mis escuderos, señoras. Del campo de batalla. ¿No es cierto, Sak?
—¿Un campo de batalla? ¿En serio? Qué emocionante y qué valientes.
Los ojos de Sakura estaban cada vez más abiertos mientras todos la miraban. Sabía que estaba ardiendo de rubor y llena de odio por culpa de aquel hombre. De todos modos las muchachas Tatsushiro tuvieron que prestar atención a la cocina porque la granja se llenó de humo.
