CAPÍTULO 10
Esta vez la despertó de un modo diferente. Sakura le vio sentado en el suelo mirándola cuando se despertó sobresaltada, con la cara llena de lágrimas y el corazón retumbando. Parpadeó, vio que él sonreía y después volvió a dejarse caer en el suelo. La segunda vez, abrió los ojos y él seguía allí sentado, inmenso, con las piernas cruzadas y como si hubiera estado allí toda la noche.
—¿Estás a punto para hacer ejercicio? —preguntó cuando ella parpadeó, se frotó los ojos con los puños y volvió a parpadear.
—¿Ejercicio? —preguntó.
Se encogió de hombros.
—Algo así. Trae los cuchillos. No te dejé enseñarme cómo usarlos. Me iría bien otra lección.
Sakura no sabía qué pensar de su nuevo humor, o sea que no pensó nada, y se dijo a sí misma que debía responder en consonancia. Se levantó, se sacudió el feile-breacan, se echó la trenza atrás, se ató las botas y lo siguió.
El sol aún no había salido, pero eso no era raro para Sasuke Uchiha. El hombre era un amo de esclavos con su propio régimen. Lo que resultaba raro era que sólo quisiera que le siguiera Sakura. Se habría preguntado a qué se debía, pero se estaba obligando a no pensar y, de todos modos, tenía la cabeza demasiado abotargada de sueño para reflexionar.
Habían estado levantados hasta tarde, y aunque a ella le dolían todos los músculos del cuerpo, él parecía no notarlo. Sin embargo, tenía arrugas que no le había visto antes marcadas en las mejillas y en la frente. Se preguntó si las habría provocado la posición en la que había dormido, y se obligó a no pensar en eso. No quería pensar en nada. Soportaría lo que tuviera que soportar hasta que pudiera vengarse. Entonces dejaría de existir. Pensar en Sasuke Uchiha era una pérdida de tiempo.
Por desgracia él era demasiado inmenso, vibrante y vital para ignorarlo. Sus manos se lo hicieron saber cuando se detuvo junto a un grupo de árboles y señaló un blanco que había tallado. Sakura lo miró. Estaba apenas a diez o doce pasos. Era un juego de niños.
—¿Puedes acertarlo? —preguntó él.
—Dormido —contestó ella, cogiendo un puñal. Se preparó y, sin más, lanzó el cuchillo al blanco.
—¿Cómo lo haces con esa precisión y esa falta de emoción? Daría lo que fuera por saber hacerlo.
—¿Sabes lanzar? —preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
—Antes de conocerte me había ganado unos cuantos criados. Soy bastante bueno.
—Lanza tu cuchillo —contestó ella.
Él se preparó, simuló dos lanzamientos por encima del hombro y soltó el puñal. Dio al lado del de Sakura.
Ella arqueó las cejas antes de mirarlo y su sonrisa fue arrolladora antes de desvanecerse.
—¿Lo puedes hacer siempre? —preguntó ella, en el incómodo silencio que siguió.
—Más o menos siempre —contestó él.
—¿Sabes por qué fallas?
Él sacudió la cabeza.
—Equilibrio —susurró ella—. Coge otro cuchillo y haz esto con él. —Se agachó para coger otro puñal, le dio la vuelta y lo lanzó, apoyándose sobre una rodilla. Fue a parar justo entre los dos anteriores, donde se quedó temblando, rozando ambas hojas con el balanceo.
—Magnífico —exclamó Sasuke sin aliento, con una voz rebosante de admiración.
—Apunta e inténtalo.
—De rodillas no —contestó él.
—Ah, eso —sonrió ella—. Era muy joven cuando empecé a lanzar. Mi posición no era mucho más alta que ésa. Aprendí a lanzar bien desde cualquier nivel.
—¿A qué edad empezaste a lanzar?
—En la infancia —contestó ella evasivamente—. Lanza tu cuchillo. Déjame ver cómo lo haces.
Hizo los dos mismo simulacros de lanzamiento por encima del hombro antes de soltar el cuchillo. No era malo. Sakura vio que había clavado el cuchillo a un dedo de distancia de los otros tres. Volvió a arquear las cejas.
—¡Maldita sea! —dijo.
—No está mal. En serio.
Él la miró con expresión de absoluto disgusto.
—Pero tú eres un genio. ¿Por qué? ¿Qué te hace tan diferente?
Sakura sacó dos puñales más del calcetín.
—¿Cuándo vas a devolverme todos mis cuchillos? —preguntó.
—Cuando tenga algo más para retenerte —respondió.
Ella lo miró a los ojos y tuvo que ignorar la sensación de caída en picado, como si sus entrañas estuvieran rodando sobre sí mismas.
—Ya tienes mis cabellos —dijo finalmente, poniéndose de pie.
—Cierto —observó él—. Y tú tienes seis de tus cuchillos. Acaba la lección.
—Observa. —Empezó a caminar hacia atrás, en línea recta y con el blanco a la vista, hasta que pudo verlo como un punto más pequeño que la punta de su dedo. Sasuke estaba de pie, donde lo había dejado, y la miraba entornando los ojos—. Fíjate en el blanco —gritó.
Sintió euforia cuando el cuchillo penetró en el árbol entre los otros cuatro y el sexto se reunió con ellos. También sabía que se estaba exhibiendo. Pero no quería pensar en por qué era tan importante para ella.
Sasuke se acercó al blanco y arrancó los cuchillos. Después se acercó a ella, con una expresión en el rostro que era todo lo que ella quería ver. Estaba admirado con su habilidad y eso era tan gratificante como estimulante; no perdería el tiempo pensando en otros sentimientos. Sasuke se quedó frente a ella y le tendió los cuchillos.
—Enséñame lo del equilibrio —dijo.
—No es algo fácil de aprender. El equilibrio está en la sensación. La perfecta coordinación de la hoja con la mano y de allí al blanco, como una extensión del cuerpo.
Tenía un color negro demasiado intenso en los ojos y un rostro demasiado atractivo para estar tan cerca de ella como estaba sin que ella no esperara tener dificultades para respirar. Sakura retrocedió, dejando un espacio necesario entre ambos. Sasuke no dijo nada, aunque arqueó las cejas y esperó.
—Dame los cuchillos —dijo ella, extendiendo las dos manos.
Él los depositó uno por uno, como si pudieran hacerle daño y, sorprendentemente, ella se sintió como si le cortaran, o peor, cada vez que una hoja dejaba el calor de la piel de él, la acariciaba. Sakura lo miró a la cara hasta que tuvo todos los cuchillos. No la estaba observando: se estaba observando a sí mismo poniendo cada hoja sobre la mano de Sakura, una por una. Después levantó la cabeza y la miró fijamente.
La tierra se abrió, lanzándola al paraíso antes de dejarla caer otra vez, depositándola de nuevo en el mismo lugar que antes. Él debió sentir lo mismo, porque era lo que decían sus ojos. Los ojos de Sakura se abrieron mucho y los labios se le separaron sin querer.
Vio que los ojos de él bajaban hasta su boca y volvían a subir. Después lo hizo de nuevo. Entonces se mojó los labios. Sakura tuvo que cerrar los ojos al sentir un espasmo, y supo que había sido audible porque las hojas de los cuchillos tintinearon en las palmas de sus manos. Cuando volvió a abrirlos, él no se había movido. Ni una pizca.
—Ahora cierra los ojos y dame tu mano más sensible —susurró ella.
—¿Estás seguro de que es una buena idea? —preguntó.
—Estamos intentado encontrar tu equilibrio. Es la única manera.
—Puede que sea tarde para eso, Sak —contestó él, pero cerró los ojos y tendió ambas manos.
—¿Para qué? —preguntó Sakura.
—Para encontrar el equilibrio —contestó.
—¿De quién es este puñal? —preguntó ella en voz baja, depositando uno en la palma de la mano izquierda de él.
Observó cómo ladeaba la mano, a un lado y a otro, y fruncía el ceño. Después su cara se iluminó.
—Es tuyo —dijo.
Sakura lo recogió.
—¿Y éste de quién es? —Le puso el mismo en la palma de la mano derecha. Él frunció el ceño y se puso a palparlo por un lado y por el otro, sin saber qué contestar.
—No sabría decirlo.
—¿Adivinas por qué? —preguntó ella.
Él sacudió la cabeza.
—Eres zurdo. Es tu mano izquierda la que tiene sensibilidad, no la derecha.
Él abrió los ojos y la miró. Sakura olvidó por un momento quién era, quién era él, todo, excepto lo oscuros que eran sus ojos negros y cómo el estómago se le estaba volviendo a llenar de nudos cuanto más sostenía su mirada.
—¿Es cierto eso?
Ella se aclaró la garganta, para encontrar la voz.
—Intenta lanzar con la izquierda la próxima vez.
—¿Crees que eso ayudará?
—Cierra los ojos otra vez.
Sasuke levantó los ojos al cielo, pero la obedeció. Sakura se agachó y arrancó un poco de pelusa de un diente de león. La colocó sobre la mano izquierda de él, que la cerró inmediatamente.
—¿Qué tontería es ésta? —preguntó él, abriendo los ojos y mirando su mano con indignación. Abrió los dedos, volvió la mano del revés y los dos vieron cómo la pelusa se alejaba flotando.
—Ninguna tontería. Sólo te estoy demostrando lo sensible que eres con la izquierda en comparación con la derecha.
—¿Y qué diferencia hay? Un guerrero ataca desde la derecha, una daga te viene por la derecha, una espada te viene por la derecha. La izquierda siempre sostiene el escudo. Siempre.
Ella asintió.
—Es cierto —contestó.
—Entonces ¿por qué me haces estar aquí palpando hierbas?
Ella se rió fuerte y se le escapó la sorpresa en la cara de él al oírla.
—A veces lo más inesperado es lo mejor —contestó por fin.
—Ríes —dijo—. No me lo esperaba de ti.
Sakura se mordió el labio inferior.
—¿Estás listo para seguir con lo del equilibrio?
Él la miró, cerró los ojos y volvió a tender ambas manos.
—¿Por qué me haces perder el tiempo con la derecha? —preguntó ella—. Ya sabemos que no tiene sensibilidad para notar la diferencia. Apártala.
Él movió la cabeza a punto de discutir, pero bajó la mano.
—Veamos, ¿de quién es este cuchillo?
Le puso uno en la mano y le observó palparlo por un lado.
—Mío —contestó.
Ella lo levantó y volvió a dejarlo en su mano.
—¿Y éste?
—Mío —contestó rápidamente.
Ella lo hizo de nuevo, levantándolo un momento y dejándolo caer otra vez.
—Mío —contestó él infalible.
—¿Y éstos?
Retiró el de él y le dejó dos de los suyos. Vio cómo ladeaba un poco la mano antes de sonreír.
—Tuyos. Los dos.
—Muy bien —respondió ella—. Muy, muy bien. Eres un pupilo excelente.
Él abrió los ojos otra vez al oír eso y Sakura apartó la mirada antes de que los ojos de él la tragaran y perdiera el sentido del tiempo y la realidad. Era Sasuke Uchiha de pie frente a ella, sonriendo como un chiquillo. Era un Uchiha. Era un hombre.
Nada estaba funcionando.
Sakura apartó la mirada de él. La sonrisa de él se desvaneció. Ella se aclaró la garganta.
—Venga, volvamos a tu blanco e inténtalo de nuevo.
—¿Con tus cuchillos? —preguntó.
—Y con tu mano izquierda —contestó.
Él la miró.
—¿Con la izquierda?
—¿Dónde está escrito que los puñales deban lanzarse con la mano derecha? —preguntó.
Él se lo pensó un momento y después le sonrió.
—No lo sé —contestó—, porque no sé leer.
Sakura volvió a reír y después se calló. Volvían a estar en el claro y el sol matinal era mágico. Gotas de rocío centelleaban en todas las superficies y la luz danzaba en el aire mientras la neblina se demoraba unos momentos antes de retirarse silenciosamente.
—¿En el centro? —preguntó Sasuke, sosteniendo el cuchillo por encima del hombro derecho como hacía antes de empezar a prepararse para lanzar.
La fantasía de Sakura se desvaneció y lo miró con una expresión de «estoy muy decepcionada».
—¿Qué? —dijo él, bajando el brazo.
—¿Zurdo? —recordó ella.
Él se pasó el cuchillo a la otra mano.
—Esto es absurdo —se quejó.
—Lánzalo. No muevas el brazo así —le imitó—. Mira el blanco, imagínate que estás acertando en él con el cuchillo y hazlo. Ya.
Él lanzó el cuchillo. No sólo no dio en el blanco, ni siquiera llegó a él. Sakura se rió encantada. Sasuke blasfemó.
—Lo haces demasiado fuerte.
—Si estropeas mi puntería, muchacho, te cortaré la mano.
—Entonces no la estropearé. Observa. Lo haré muy lentamente. Observa.
Le temblaba la mano porque él la observaba, pero se obligó a ignorarlo mientras se colocaba tres puñales entre los dedos de la mano izquierda, con las hojas hacia fuera. Después, sostuvo la empuñadura de uno entre el dedo pulgar y el índice.
—Uso un movimiento por debajo del hombro. Contra todo lo que te han enseñado. Es más eficaz, y más preciso. No vas a lanzar hacia abajo, pensando en cosas como vientos, lluvia y condiciones de batalla, vas a lanzar hacia arriba, donde hay menos interferencias. Observa.
Se volvió hacia el blanco y lanzó un cuchillo. Antes de que diera en el blanco, ya tenía otro colocado entre el índice y el pulgar.
—¡No mires el blanco! Ya es demasiado tarde para cambiar ese cuchillo. ¡Mira tu mano!
Le mostró cómo se colocaba el otro cuchillo en posición, se volvió y lanzó. Él miró cómo maniobraba el tercero y lo lanzaba. Cuando ella levantó la cabeza, los tres estaban temblando en el mismo centro del blanco.
Sakura se acercó a recoger los cuchillos, ignorando que él la estaba observando, y después se ruborizó al volverse, porque no había duda de que la observaba.
Se acercó a él, intentando no balancearse al caminar, y le tendió los cuchillos.
—Ahora inténtalo tú —dijo.
—¿Qué?
Él apartó los ojos de donde los había posado, en las piernas desnudas de ella por debajo del kilt, y la miró con una expresión confundida. Sakura se pasó la lengua por los dientes superiores, abultando el labio. Cuando acabó con un sonido chasqueante, levantó los cuchillos a la altura de la barbilla de él.
—Coge los cuchillos y da en el blanco —repitió, y vio que él se ruborizaba y que sus ojos se volvían aún más intensamente negros cuando miró hacia ella, por encima de la mano.
—No soy bastante bueno —contestó.
Sakura levantó los ojos al cielo.
—Bien, lo repetiré, pero, esta vez, cógeme la mano para sentir el lanzamiento. Así. —Se volvió, retrocedió hasta que le tocó el pecho y levantó el brazo—. Cógeme la parte exterior del brazo, Sasuke.
Esperó a que él hiciera lo que le pedía, aunque su temblor hacía difícil la conexión. Sakura no se atrevió a volverse para ver la causa. Le daba miedo lo que hacía presión contra sus nalgas. Sasuke Uchiha era un hombre de pies a cabeza y tenía a una mujer en sus brazos, y ¿ni siquiera lo imaginaba? Era divertido pensarlo.
No lo pensó.
—Cógeme la mano, Sasuke. Moldea tus dedos alrededor de los míos.
—Oh, santo cielo —murmuró él en sus cabellos, pero hizo lo que le pedía, cubriendo fácilmente con la palma de la mano el revés de la mano de Sakura, y después entrelazó sus dedos con los suyos.
A Sakura le temblaban las rodillas y la respiración se le volvió superficial y rápida. Se tragó el exceso de humedad en la boca y se concentró.
—Veamos, siente cómo sostenemos la hoja entre los dedos.
Su respuesta fue demasiado confusa para entenderla y Sakura la ignoró y siguió hablando. Fue lo único que fue capaz de hacer.
—Ahora vamos a lanzar. Sólo se necesita un movimiento de dos dedos. ¿Preparado?
No esperó a oír su respuesta, sencillamente movió la mano como había hecho durante años y él la siguió. El puñal dio en el mismo centro. Se colocó otro en posición y sintió que los dedos de él se movían sobre los suyos. Sus entrañas se estaban volviendo líquidas y la garganta se le estaba cerrando tanto que no podía tragar.
—Vamos a lanzar otro.
Lo lanzó y oyó que se clavaba en la madera. Se estaba concentrando en colocarse el último cuchillo entre los dedos e intentar ignorar todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo que estaban en contacto con él.
Era una misión imposible.
—¿Estás preparado, Sasuke? —susurró.
La respuesta fue un gemido del fondo de la garganta de él. Sakura no tenía otro recurso que lanzar el último cuchillo, y oyó cómo se clavaba junto a los otros antes de que todo su mundo se pusiera patas arriba y cambiara completa e irrevocablemente. Para siempre.
Sasuke hizo girar el cuerpo de ella entre sus brazos, le agarró ambos lados de la cabeza con las manos y puso su boca sobre la suya. Sakura no tuvo tiempo de negarse, ni siquiera de aceptar, antes de estar merodeando en su boca, buscando alimento con su lengua, que él chupaba, y seducción en todos sus tejidos, mientras él la guiaba al borde del paraíso y la mantenía allí. Las manos de Sakura bajaron hasta su cinturón para evitar caer mientras la tierra debajo de ella se estremecía y se convertía en un pantano. Las rodillas ya no la sostenían, los tobillos estaban demasiado lejos para importar y los músculos de los muslos le temblaban con una combinación de fuego y hielo para la que no tenía nombre.
La respiración de él le llenó los orificios de la nariz, el sabor de él le llenó los sentidos y la lengua de él era una fuerza impulsora que no se podía negar. La cabeza de Sakura cesó de funcionar, su corazón dejó de latir y sus pulmones se olvidaron de respirar. Lo único que oía era la pesadez de la respiración de él.
Después levantó la cabeza y lo miró. Aquellos ojos negros medianoche brillaron maravillados momentáneamente y después con tal horror que se convirtieron en círculos completos.
—¡No!
El grito procedió de la profundidad de sus entrañas y fue un sonido brutal. Sasuke apartó a Sakura de un empujón, escupió y se secó la boca con la mano como si hubiera preferido que fuera un corte de puñal. Ella cayó de mala manera hiriéndose en los codos y las rodillas. Sintió el sobresalto desde la columna hasta la nuca. Se habría vuelto para mirarlo, pero en cuanto lo intentó, un dolor agudo en el cuello la perforó y le cortó la respiración.
Él se acercó y la obligó a levantarse. Sakura no pudo impedir el grito de dolor por la punzada en el cuello.
—¡Maldito seas! ¡Maldito, tú y tu alma! ¡Al infierno contigo!
—Sí —susurró ella. El dolor agónico en su cuello le bajaba hasta media espalda y era tan fuerte que la hacía sentir físicamente enferma. También podía tener que ver con la forma en que la tenía agarrada, con los puños rodeando sus antebrazos y las puntas de los dedos de los pies apenas tocando el suelo, como había hecho la noche anterior, cuando la sacudía. Tal como estaban las cosas, deseó estar en la casa de la ramera y volver a empezar.
—Me voy, Sak sin clan y sin apellido —escupió él y esperó a que ella lo mirara—. Voy a buscar a un sacerdote para que me absuelva. No hables con nadie de esto mientras esté fuera.
—No estaré aquí cuando vuelvas —susurró ella.
—Oh, sí, si estarás. Si te vas, te perseguiré y te mataré, y disfrutaré mucho haciéndolo. ¿Entendido?
La soltó y ella no fue capaz de sofocar el grito de dolor que le produjo el tirón en el cuello por tercera vez.
