CAPÍTULO 13
Sasuke estaba de pie frente a la chimenea, contemplando las llamas. Se volvió cuando ella abrió la puerta y vio cómo la cerraba y se apoyaba sobre ésta.
—¿Dónde has estado? —preguntó, y como no le contestó inmediatamente, cruzó la habitación y se quedó mirándola furioso, a un brazo de distancia.
Sakura no pudo sostenerle la mirada. Ya tenía demasiadas emociones a flor de piel.
—Me he perdido —contestó.
—¿Qué le ha pasado a tu cara?
Iba a tocarle la mejilla y ella se apartó, ignorando lo que antes consideraba dolor, pero el cuello se lo recordó agudamente al moverse. La mano de él se detuvo a poca distancia de la mejilla.
—No me muevo con bastante rapidez —susurró ella.
—¿Quién te ha golpeado?
—Nadie. Soy torpe.
—¿Torpe? ¿Tú? —Retrocedió y la miró de arriba abajo—. ¿Qué ha pasado? Ha pasado algo, ¿no? ¿Qué?
Lágrimas inútiles, tontas y femeninas, provocadas por el tono amable de él, inundaron sus ojos. Sakura miró al suelo justo cuando le resbalaban por las mejillas y le caían de la barbilla. Vio cómo le oscurecían la blusa y la tela de kilt alrededor del pecho.
—Oh, Sak, por favor, para. No puedo soportarlo.
Sentía el aliento de él en la frente y tuvo que cerrar los puños. «¿No podía soportarlo?», pensó sorprendida. Pestañeó hasta que pudo verlo otra vez. Después levantó la cabeza y lo miró con indignación.
—Apártate, Uchiha —escupió— y déjame ver qué aposentos se conceden a un gran señor de las tierras altas.
Él arqueó las cejas, levantó ambos brazos y se apartó a un lado. Después, con un gesto indicó el lujo que los rodeaba. Sakura abrió la boca cautivada.
Había una gran cama junto a la pared: la cabecera, el pie y el soporte del colchón parecían hechos a partir del mismo tronco. Tenía un colchón encima y más de dos mantas, a juzgar por los diferentes colores. Había tapices en las paredes, una alfombra en el suelo y más bordados en las sábanas, como si las polillas hubieran hecho su trabajo a juzgar por los huecos y vacíos simétricos.
Había una gran silla al otro lado de la estancia, con un taburete delante que parecía lo bastante grande para dormir encima. Sobre éste había otra manta y una piel echada sobre el respaldo de la silla. Había una gran chimenea que ocupaba toda la pared de enfrente, aunque sólo tenía una pequeña hoguera encendida dentro. Había un escudo de armas sobre la chimenea y varios soportes para antorchas en las paredes, aunque todavía no había ninguna encendida.
El techo estaba fuera del alcance de su visión en ese momento, pero parecía muy alto, a juzgar por las sombras. También había una mesa de aspecto robusto junto a la silla, aunque el tallado ornamental de debajo estropeaba más que acentuaba el efecto de solidez. Le habían dejado una bandeja de plata llena de uva madura y lo que parecía una barra entera de pan junto a la jarra, que probablemente estaría llena de aguamiel. Sakura lo observó todo y después miró a Sasuke.
—¿Y bien? —preguntó.
—Será demasiado caluroso —contestó ella.
Él sonrió y se acercó a la mesa, donde levantó un racimo de uva para inspeccionarlo.
—¿Tienes hambre?
Su estómago contestó por ella con un rugido sordo. Sakura se ruborizó cuando los dos lo oyeron. Él se rió bajito.
—Ven, Sak, y prueba mi festín. No quiero que mi campeón se muera de hambre.
—¿Tu campe...? —No pudo acabar.
—He aceptado un desafío del conde de Cantor. Es un bastardo Sassenach de la peor calaña. Tiene un maestro de esgrima que se ha traído consigo. Ya te hablé de él.
Sakura intentó pensar.
—No me acuerdo —dijo por fin.
—Ven. Hay más de lo que yo puedo comer, aunque si necesito más, sólo tengo que abrir la puerta y decirle a Hishaku que me lo traiga.
—¿Hishaku? —preguntó.
—Por supuesto, Hishaku. A partir de ahora, he cedido sus servicios a Obito, pero sigue siendo mi escudero si lo necesito.
—¿Y yo qué? —preguntó Sakura.
—Obito te pidió primero a ti, si eso es lo que preguntas. —Sakura notó que no disimulaba muy bien su enfado.
—No tengo ningún deseo de ser el escudero de Obito, amo Sasuke. Quería asegurarme de mi posición en tu casa. Si necesitas comida, yo iré a buscarla.
—¿Tan lentamente como obedeces? No confiaría en que volvieras antes de que se estropeara. Venga, Sak, muchacho, basta de bromas. Ven. Me han dado una buena estancia. Una buena bienvenida.
—Eres el futuro yerno. ¿Qué esperabas que te dieran?
Él la miró.
—¿Ya lo sabes? —preguntó.
—He conocido a tu prometida —dijo ella.
—¿A Temari? ¿En serio?
—No me dijo su nombre. Si tú lo dices, supongo que era Temari. —Sakura reunió valor y se apartó del apoyo de la puerta. La mesa estaba tan lejos como parecía. Además era alta, le llegaba a la cintura, lo que no estaba mal porque no podía inclinarse para coger nada.
—¿Qué te ha parecido?
Sakura cogió unas uvas sin mirar y se metió una en la boca, como si estuviera reflexionando.
—Es bella y joven. Muy joven. Pero recuerdo que te gustaban jóvenes.
—¿Te recuerda a alguien? —preguntó Sasuke.
Sakura se metió otra uva en la boca y la chupó antes de partir la piel y disfrutar de su dulzura.
—No —contestó.
—¿No? Piensa, muchacho. Joven. Bella. Sana. Con la cabeza despierta. Virgen. ¿Te refresca la memoria?
Sakura se encogió de hombros, maldiciendo el momento en que lo hizo porque no pudo disimular la reacción al dolor. Se atragantó con la uva antes de tragársela entera.
—¿Aún sufres?
Ya tenía la situación controlada antes de que él terminara de preguntar, y lo miró con los ojos entornados.
—He acabado de comer, creo. Ahora voy a descansar.
—¿Dos uvas?
Sakura no podía encogerse de hombros, y no lo hizo. Tampoco contestó. Sencillamente se tragó el resto de uvas y retrocedió un paso, y luego otro.
—No puedes moverte, ¿verdad?
Sakura torció los labios.
—Me he movido hasta aquí. He venido desde el campamento. Me muevo.
—Quiero decir que no puedes moverte para eludir y esquivar.
—Si me preguntas si estoy débil, deja que te tranquilice. No estoy débil. Nunca estaré débil. Si aceptas un reto, soy tu escudero. Haré lo que me exijas.
—No pensaba que estuvieras débil, Sak. Creo que eres el muchacho más fuerte y más valiente que he conocido. Eso es lo que creo.
«¡Oh Dios!» Sakura se tragó un repentino sollozo con toda la furia de que fue capaz, y por una vez su esfuerzo fue recompensado, porque sus ojos sólo pensaron en humedecerse y enseguida se aclararon. Si un Uchiha pensaba eso de ella, tal vez los muertos Haruno no se levantarían de la tumba para castigarla, al fin y al cabo. ¡Un Uchiha que alababa a un Haruno!
Sonrió lentamente.
—Hace mucho calor en tu habitación, amo Sasuke —dijo.
—¿Y... qué significa eso?
Algo había cambiado y ella no sabía qué. Pero no era bueno. Cayó un tronco en el fuego y una luz repentina iluminó la habitación. Sakura retrocedió otro paso.
—¿No tiene ventana tu habitación?
—Sí —contestó él.
Se volvió girando los pies cuando él pasó delante de ella, fue hasta el extremo de la cama y apartó una cortina. El aire fresco ya era gratificante en sí mismo, aun sin el aroma de la incesante lluvia.
—Ahora responde a mi pregunta. Directamente esta vez. ¿Puedes moverte para practicar esgrima?
—No soy malo en la esgrima. No soy malo en nada si me lo propongo —contestó.
—Pero ¿puedes moverte?
—¿Cuál es el premio esta vez? —preguntó.
—El respeto. Veinte libras esterlinas. Otro escudero. —Sonrió—. Un escudero inglés.
Sakura lo miró.
—¿Y cuál es el castigo por perder?
—¿Qué quieres que sea? —preguntó.
—La muerte —respondió.
Él abrió mucho los ojos y después recorrió el espacio entre ellos a grandes zancadas, la cogió por los antebrazos y la atrajo hacia él.
—¿La muerte? —preguntó con un tono impactado, y volvió a repetirlo, sólo que esta vez más enfadado—. ¿La muerte? ¿Tanto quieres la sangre de un hombre? ¿Por qué?
—No vuelvas a tocarme, Uchiha —susurró, con los dientes apretados para defenderse del asalto.
Él la soltó, ignorando que ella se tambaleaba hacia atrás y se daba contra la mesa antes de recuperar el equilibrio. El aguamiel que había estado bebiendo tembló con el golpe, pero volvió a posarse sobre la bandeja de plata junto a las uvas, los melocotones y las peras. Sakura vio que Sasuke la miraba furioso.
—Por el amor de Dios, ¿por qué?
Entonces tuvo que apartar la mirada y sus ojos deambularon por la estancia antes de posarse en la ventana abierta. «Porque la muerte es la única compasión que Dios está dispuesto a concederme», pensó.
—Tengo mis razones —susurró.
—Rechazaré el reto. ¡Hishaku!
Fue rápidamente a la puerta y la abrió de golpe, gritando lo bastante fuerte para despertar a todos los del piso y probablemente a los de arriba y también a los de abajo.
—Sasuke —dijo Sakura bajito.
Él se volvió a mirarla. Sakura dejó que sus ojos se llenaran de todo el amor que sentía por él y se permitió sentirlo, lo retuvo en su pecho, se llenó toda de él hasta que habría jurado que brillaba, y lo soltó. El paraíso que se había permitido vislumbrar era sólo la cúspide de un descenso infernal en la agonía. También quería que él lo supiera.
—Cierra la puerta —acabó.
Él la obedeció.
—Lucharé con ese campeón inglés. No perderé. Si no deseas su muerte, entonces no lo mataré. Además... —«Sólo perderé si sigo viviendo», acabó de decir mentalmente.
—Además... ¿qué? —preguntó.
Llamaron a la puerta y entraron Hishaku y Obito en la estancia, que por fin pareció de tamaño normal.
—¿Has llamado a mi escudero? —preguntó Obito, mirando primero a Sakura apoyado en la mesa y después a Sasuke.
—Sak tiene una lesión de espalda.
—¿Para decirnos eso despiertas a todo el castillo? —Obito volvió a mirarlos a los dos. Después se dio una palmada en la frente—. O eres tonto o eres muy lento, Sasuke Uchiha. Madre siempre dijo que había ahorrado la belleza para su último hijo, pero que al resto les había dado inteligencia. Deberías haberte quedado tú también con la inteligencia.
Sasuke sacudió la cabeza.
—No. Te falta oír el resto. Esa lesión de espalda se la hice yo. No lo hice a propósito. Creo que soy un bruto y no me doy cuenta.
—Eso podría habértelo dicho yo —observó Obito.
—Necesito tu ayuda —siguió Sasuke.
—¿Ahora quieres ayuda? ¿Con tu escudero? Por Dios, Sak, ¿qué le estás haciendo?
Sasuke apretaba los dientes. Sakura lo dedujo cuando habló.
—No podrá usar la espada si no le devolvemos la movilidad. ¿Alguno de los dos tiene una sugerencia? ¿Algo que podamos intentar?
—Anula el duelo —dijo Obito.
—Sak no me lo permitirá.
Obito la miró y ella vio que la expresión se le ablandaba. Sólo esperaba que los demás no lo advirtieran. Después se preguntó por qué le importaba. Sasuke ya no podía castigarla más de lo que la había castigado.
—Encuentra la piedra caliente —dijo Obito por fin.
—¿El qué? —preguntó Sasuke.
Hishaku ya estaba revolviendo el cesto al pie de la cama de Sasuke.
—La piedra caliente, para calentar la cama.
—¿Las utilizan?
—A los señores ingleses les gustan las comodidades. Tengo que reconocer que es muy de agradecer en una noche fría de las tierras altas. Ya lo verás si algún día vuelves a tu casa. ¿La tienes, Hishaku?
—Sí.
Sakura miró el extraño canto rodado plano y observó cómo Obito la recogía de manos del muchacho y se acercaba al fuego. La dejó allí y, con dos pinzas largas, la colocó en medio de la llama.
—Venga, Sak. Te toca. —Obito le guiñó el ojo—. Quítate la ropa.
—¡Ni hablar! —protestó ella.
Él le sonrió.
—Bueno, puesto que tu escudero es tan tímido, Sasuke, supongo que tendremos que ver si esto funciona a través del grueso traje de los Uchiha que lleva. Échate.
Sakura miró a los tres hombres de la habitación y sintió pánico. No se colocaría boca abajo con ellos mirando. Ya había mostrado demasiada debilidad.
—Ya le has oído. Échate. —Sasuke gesticulaba hacia el centro de la habitación.
—Pues apartaos —respondió ella.
Esperó a que Hishaku y Sasuke estuvieran junto a la pared. Obito seguía junto al fuego. Ella lo ignoró. Estaba ruborizada por la reacción que le producía tener testigos de su debilidad, y eso se estaba traduciendo en una capa de sudor que impregnaba todo su cuerpo; ¿y Obito estaba calentando una piedra para ella? Se moriría con el calor.
Sakura obligó a sus piernas a moverse, odiando los movimientos bruscos que tenía que utilizar, dado que había estado erguida y en la misma posición demasiado tiempo. Miró a Sasuke sólo una vez y vio sus labios apretados y la cara contraída.
Se colocó en el centro de la alfombra, mirando hacia la ventana y preparándose para doblar las rodillas.
—¿Sak? —El susurro de Sasuke le tocó el oído.
—¡No te muevas! —Gruñó la orden en su dirección y se dejó caer de rodillas sobre la alfombra. Después se estremeció con el calor del fuego mientras esperaba, jadeando por el dolor hasta que se volvió soportable.
—Obito, ayúdalo —dijo Sasuke—, ya que mi contacto es tan aborrecible.
—¡No me toques! Ninguno. Ninguno de vosotros.
Cerró los ojos con fuerza y se dejó caer sobre las nalgas jadeando sólo una vez. No vaciló antes de caer de lado. No se atrevió a dudar. Se quedó un momento quieta mientras el dolor remitía.
Apretó los dientes y rodó sobre la espalda; abrió los ojos hacia la asombrosa altura del techo y sonrió.
—Ya está. Hecho. Estoy en el suelo. ¿Qué más queréis de mí?
Sasuke estaba junto a su hombro y sus ojos nunca le habían parecido tan grandes, tan negros, como entonces, con un velo de humedad. Sakura apartó la mirada antes de que las emociones de él se transfirieran a ella. Debería haber sentido mortificación más que otra cosa, pero lo único que sintió fue alivio.
—Ahora le pondremos la piedra debajo del cuello. Sasuke, levántale la cabeza. Con cuidado cuando la dejes. Está caliente.
Sasuke no se movió. Sakura se forzó a mirarlo.
—Adelante, levántame la cabeza. Muéveme el cuello —dijo Sakura—. Ya lo has hecho una vez. Una vez más no me hará más daño, ¿no?
—No lo sé —dijo—. Por Dios, no lo sé...
—¡Todavía no lo sabes! Ninguno de vosotros. Le clavaré un cuchillo al primero que diga que no lo sabe, y no fallaré. ¿Entendido?
Sasuke sonrió, aunque no era una sonrisa fuerte como de costumbre. De hecho, tenía los labios un poco blancos. Sakura entornó los ojos pensando en eso. ¿Un poco de debilidad y se marea? Suerte que no se veía obligado a hacer incursiones en campos de batalla.
—Levántame la cabeza, Uchiha, o lo haré yo. Y si tengo que gastar mis fuerzas haciéndolo, te arrancaré todos los centímetros de piel.
—¿Me lo prometes? —susurró él, deslizando un brazo por debajo de ella mientras pasaba el otro por debajo de sus riñones, donde se levantaban del suelo.
Sakura cerró los ojos y se abandonó a su contacto. Lo sintió tan profundamente que no se dio cuenta de que él la levantaba, aunque sintió el calor cuando volvió a dejarla caer. Volvió a sonreír.
—Muy amable, amo Sasuke. Es muy amable por tu parte. Gracias a todos.
Le resbalaba el sudor por el cabello debido al calor, tal como había imaginado, pero el calor estaba empapando toda su columna, volviéndola más flexible, protegida, relajada y cómoda por primera vez desde que Sasuke la había atacado con su boca.
Antes lo había considerado un beso, pero ya no. No se parecía a lo que Emi había intentado hacerle, no se parecía a lo que había visto hacer a la ramera. No se parecía a nada de eso. No debió de ser un beso y eso significaba que no pretendía serlo.
—Cuando la piedra se enfríe, tendremos que cambiarla, Sasuke. —Obito habló desde lo que parecían leguas de distancia.
—Trae la de tu habitación. No perderemos tiempo calentando una cuando ya podríamos tener otra debajo de su cuello.
—¿Tanto deseas que luche?
Sakura mantuvo los ojos cerrados y escuchó las voces que flotaban en la altura casi obscena de la habitación del castillo de Argylle.
—Ya no sé lo que quiero, Obito. Lo que sé es que esto es culpa mía. Deseo enmendarlo. Me duele dentro sólo de verlo. Quiero expiar por esto y deseo que mi escudero se cure. Calentaré piedras toda la noche.
—¿Para que pueda luchar a tu servicio?
—No. Quiero que se ponga bien. No me importa si lucha o no después de mañana.
«Está bien, Sasuke», deseaba decir Sakura, «después de mañana no lucharé más. Será imposible hacer nada después de mañana. Te lo garantizo.»
