CAPÍTULO 17

Sakura venció a todos los contrincantes, y a continuación compitió consigo misma. Después resultó que había veinte campeones patrocinados por los nobles y cada señor elegía una contienda, la que quisiera. Sin embargo, en cuanto Sakura ganaba la contienda, decidía el desafío. Cuando nadie lo lograba, ella lo hacía, y así siempre.

Empezó con cuchillos. El reto original era clavar dos puñales en el mismo punto. En cuanto Sakura demostró que dos era un juego de niños, hizo un despliegue de destreza rodeando los dos de su contrincantes con diez de los suyos. Con el arco, no sólo demostró cómo clavar una flecha en el mismo centro de los cuatro blancos antes de que los aplausos tuvieran ocasión de empezar por su primer tiro. Con el hacha, clavó cuatro en una línea recta, y después cuatro debajo. Con la maza inglesa tiró recto y seguro, y consiguió que la cadena se envolviera alrededor de la bola de púas y después se desenrollara, arrancando la maza. Con la honda, su puntería fue tan precisa que al día siguiente casi todos sus numerosos seguidores estaban practicando tiros laterales con sus hondas, en lugar de verticales. Pero su especialidad eran los puñales. Todos parecían saberlo y cuando ella cogió un muñeco, lo colocó frente a un blanco y después clavó un puñal en los hilos del saco exterior, alrededor del perfil, clavándolo a su vez en el blanco, sin verter ni una semilla de dentro, la muchedumbre se quedó callada antes de estallar en un aplauso ensordecedor.

Fue tan estimulante como había creído mientras sucedía, y fue casi igual de decepcionante casi todo el resto del tiempo. Se volvió prisionera de su propia fama. Sus numerosos seguidores crecieron y se expandieron hasta que Sasuke tuvo que mandar a más hombres del clan Uchiha para agruparse alrededor de ella siempre que salía de su habitación, y eso aún la limitaba más. Hacia el final de la exhibición, ella había pasado del entusiasmo al miedo, de la celebración al desaliento, del júbilo a la desesperación, a partes iguales en cada una de estas emociones.

Las noches estaban presididas por tal libertinaje que se entablaban contiendas para beber, hacer llaves y luchar. De eso Sakura se mantenía alejada, aunque oía las juergas desde la habitación de Sasuke, hasta la madrugada, cuando él volvía tambaleándose, con los ojos enrojecidos, el paso incierto, malhumorado y brusco, y más de una vez lo bastante afectuoso para que tuviera que amenazarlo con la hoja de dragón.

El décimo día de la competición sólo quedaba el joven escudero Sak del clan Uchiha. Todos los contrincantes no sólo habían sido eliminados, sino aniquilados, y el conde pedía otra exhibición. Quería que la final de sus juegos fuera una exhibición única de la destreza de Sakura antes de que el torneo se pudiera considerar completado, realizadas todas las apuestas y concluida su hospitalidad.

Para la ocasión, Sasuke hizo que le dieran un traje ceremonial, junto con un broche con un dragón de plata, muñequeras de plata talladas y un cinturón de plata estampado en relieve. El lujo dejó estupefacta a Sakura, y la sonrisa de Sasuke fue más amplia que nunca. Después trajeron una bañera a la estancia que se había convertido en su celda y todo lo que había experimentado durante diez días se convirtió en una mera cata de lo que vendría.

Los ojos de Sakura se abrieron más y se tragó la inmediata humedad que se formó de repente en su boca. Observó la bañera, que parecía un cubo enorme, con lados curvos de roble unidos por bandas de metal grandes, colocado en medio de la habitación de Sasuke, desplazando el taburete. Sakura observó cómo traían el agua y la echaban dentro, llenando el ambiente de vapor, y vio que Sasuke la miraba. Tenía la empuñadura del cuchillo del dragón con el rubí en la punta de los dedos todo el rato.

Entonces Sasuke hizo salir a todos.

—Les parecería fuera de lugar que no estuviera con mi campeón en este momento —dijo finalmente, cuando ella se limitó a quedarse junto a la bañera mirándolo.

—No puedo permitirlo —susurró Sakura.

Su cara parecía gris a la luz matinal y su sonrisa ya no era sincera, sino torcida, y después desapareció.

—¿No aceptas la admiración y el aprecio de tu amo por el honor que has aportado al clan?

—Puedo aceptarlo todo. Acepto esta vestimenta que luciré y devolveré, en honor de un escocés que gana un torneo, pero no permitiré que te quedes mientras me preparo y me visto. —De haber tenido la boca menos húmeda sus palabras habrían sido más comprensibles.

Sasuke lo escuchó todo y después sonrió.

—No tendrás que devolver este traje. No se te exige ningún pago ni habrá ninguna discusión. Se hizo con esmero, sólo para ti. Esto es lo que debe lucir un campeón... lo que lucirá. Aunque tenga que quitarte el kilt que llevas y esconderlo. —Arqueó las cejas y después las bajó—. No me avergonzaré negociando con uno como tú. La oferta del conde por tus servicios se ha doblado con cada uno de tus logros y no dejaré que ni siquiera se diga que el clan Uchiha necesita escuchar estas ofertas, por falta de nuestra propia plata.

—Con toda la que lleva este traje no hará falta —bromeó ella—, pero no hace el suficiente tiempo que soy campeón para lucir un traje como éste, Sasuke.

—A veces desearía que no fueras tan listo, muchacho. —Suspiró—. Pero lo eres. Es cierto. Lo encargué cuando te dejé la primera vez y fui a buscar a mis hermanos. Supe entonces lo que significarías para mí y quería que supieras qué posición ocupabas en mi casa. No eres sólo un escudero, Sak. Eres mi amigo para siempre.

—No podré trabajar con este traje —dijo ella, levantando la barbilla.

Sasuke sonrió tembloroso.

—No hay servidumbre que pueda añadir a toda una vida que tú ya has maldecido. Dejemos el tema. Debemos prepararte para la exhibición. Dame tu kilt.

Sakura palideció.

—No me desnudaré delante de ti, Uchiha,

—Necesitas que alguien te ayude. Obito insistió en que fuera yo.

«¿Obito?», se maravilló Sakura. «Debería haberlo adivinado».

—No aceptaré tu ayuda, Sasuke, tanto si lo dice Obito como si no.

La sonrisa de Sasuke se desvaneció.

—A mí tampoco me apetece. Pero dame tu vestimenta y métete en el agua.

—No —susurró ella.

—Obito dice que debo hacerlo.

—Obito es tonto. Ningún escudero es atendido por su amo. Siempre es al revés. Siempre.

—Excepto en ocasiones de honor. Eso es lo que dice Obito.

—¡Obito no tiene razón siempre! —argumentó Sakura.

—Me hará ganar muchos puntos con tus seguidores. Demostrará mi respeto y la consideración que siento por ti. Dame tu kilt. No tenemos todo el día.

Sakura se estaba desesperando, y Sasuke lo veía. Se acercó a la chimenea y sacó el cuchillo del dragón.

—¿Sabe Obito lo del cuchillo? —preguntó.

—No.

—Pues díselo. Dile que no puede insistir en algo así. Dile que tendrá consecuencias.

—Lo he hecho. Lo sabe. Dice que eso es lo que espera. No me lo explicó.

—¿Que él qué? —La última palabra la dijo Sakura en un tono muy agudo.

—Sak, sé que esto es tan aborrecible para ti como para mí, pero tiene sentido. Estoy demostrándote mi respeto. Demuestro mi disposición a servirte en este asunto, por el servicio que me has prestado. Vamos, deja de discutir y métete en la maldita bañera, antes de que te quite la ropa y te obligue a hacerlo. —Ya estaba cruzando la habitación a grandes zancadas.

Sakura dio vueltas al cuchillo entre sus manos y el rubí resplandeció con la luz. Decidió que odiaba a Obito.

—Si me tocas no me quedaré contigo, Uchiha. Me perderás. Para siempre. ¿Lo comprendes?

La hoja ya no le apuntaba a él. Sakura la tenía contra su estómago. Aquello detuvo la marcha de Sasuke. Entornó los ojos. Se volvió y le dio la espalda.

—Yo tampoco puedo hacerlo, pero debes ser servido. ¿Mando al escudero Hishaku? Tal vez Obito debería ayudarte, puesto que ha sido su plan.

—No necesito que me sirvan. Soy un escudero cualquiera, un muchacho de pueblo sin nombre y sin clan. Despojaba a los muertos de sus bienes. No soy nada.

—No eres nada de eso. Eres el campeón de los Uchiha. Te encontraré un ayudante. Te mandaré a Hikaku.

—¡No!

—Tampoco te gusta? ¿A quién quieres que te mande, Sak? ¿A quién? No te dejaré sin asistencia.

—Pues mándame a Shiseru —contestó Sakura, rápidamente. Fue lo primero que se le ocurrió.

—¿A esa ramera? —Se puso rígido al oírlo.

Sakura le observó.

—La moza. Quiero a Shiseru.

—¿La quieres a ella... quieres eso? —Parecía que fuera a ahogarse.

Sakura le observó.

—Obito quiere que me sirvan. Te obliga a ti a servirme. No aceptaré tus servicios. Aceptaré que me ayude Shiseru. No deseo nada más de ella que eso. Te lo juro. Hazla venir, Sasuke. Por mí.

No sabía si él haría lo que le pedía, porque en cuanto la puerta se cerró ya no pudo oír lo que ocurría, pero no pensaba quitarse una sola pieza de ropa con Sasuke en los alrededores. Las consecuencias eran demasiado inmensas y demasiado complicadas para su vida, y Obito estaba demasiado seguro de sí mismo con la certidumbre de que era una muchacha. Sakura decidió que le odiaba, mucho.

—¿Me has mandado llamar? —Los ojos de Shiseru centelleaban y su sonrisa era mayor de lo que su cara parecía capaz de contener.

A Sakura le temblaban las rodillas. No se había dado cuenta de lo tensa y nerviosa que estaba.

—Gracias a Dios. Tengo que vestirme y prepararme para la exhibición. No puedo permitir que me vea ningún Uchiha.

—Entonces no te verán. Shiseru se asegurará de eso. —Se volvió y pasó el pestillo de la puerta—. Vamos, quítate el kilt. Vamos a vestir a un campeón y yo pagaré una deuda.

—¿Una deuda? —preguntó Sakura, desnudándose.

—Has hecho subir mi valor multiplicado por mil, escudero Sak. Tú no comprendes a los hombres y las mujeres, o tal vez sí, pero yo no soy más que una vieja y usada criada, y entonces el escudero de los Uchiha me llama para que le ayude a prepararse. ¿Tienes idea del honor que acabas de concederme? ¡Por Dios! Y a media mañana, encima. Te juro que todos los demás se retorcían de celos. Métete en el agua. Te sostendré los cabellos.

El agua se había enfriado mientras Sakura discutía con Sasuke, pero seguía estando tibia y la sensación era de lujo. Las manos de Shiseru en sus sienes y la ausencia de Sasuke se combinaban para dejarla disfrutar a placer del agua y dejar la mente completamente en blanco. La exhibición que todavía tenía que dar le parecía muy lejana, su juramente incluso más lejano... y entonces Shiseru se puso a saltar en la cama de Sasuke y a emitir sonidos lujuriosos de acoplamiento.

—¡Para! —ordenó Sakura—. ¡Para inmediatamente!

La mujer no hizo más que aumentar el volumen, sus movimientos se volvieron más revoltosos, hasta el punto de que mandó el cinturón de plata al suelo con un golpe sordo.

—¡Shiseru! Si no paras inmediatamente, diré a todo el mundo...

—¿Que eres una muchacha? —Había dejado de saltar y miró a Sakura maliciosamente al preguntarle aquello; enseguida empezó de nuevo.

—¡Sak, te mataré con mis propias manos!

Sasuke golpeaba la puerta con los hombros, lo que detuvo a Shiseru un momento, pero vio que el pestillo resistía y empezó de nuevo. Sakura se introdujo en el agua y se preguntó por qué había sido tan estúpida. Podría haber mandado a Hishaku a un rincón mientras se bañaba. Podría haberse tapado con una toalla. No tenía que estar desnuda en una bañera, con espuma de jabón hasta la barbilla y los hombros y sintiendo el frío del agua contra su rubor, mientras una mujer a la que apenas conocía fingía intimidad frente a ella. Todo era culpa suya.

—¡Sak! ¡Abre la puerta! ¡Sak! ¡Sak! —Gritó su nombre en dos respiraciones diferentes. Sakura estaba estupefacta. Se podía imaginar el aspecto de él, no tenía que verle. Y daba miedo imaginarlo—. ¡Fuera de aquí! ¡Ahora!

Hubo otro golpe en la madera; Shiseru gritó más fuerte. Sasuke llamó su nombre otra vez. Blasfemó otra vez. Se oyó otro empujón en la puerta.

—¡He dicho que fuera!

Sakura no sabía con quién estaba utilizando esa voz de orador suya. Lo oía todo. Enseguida él se puso a golpear la puerta otra vez.

—Sak, pongo a Dios por testigo, te cortaré todos los cabellos de la cabeza. ¡Todos los malditos cabellos!

Shiseru gritó. El pestillo de la puerta se astilló y Sakura vio que se rompía como si sucediera a cámara lenta. No había nadie con él y tampoco había nadie en el pasillo. Después sostuvo la mirada incrédula de Sasuke asumiendo la escena, seguida por la risotada más sincera que había oído en su vida.

Su reverencia fue burlona y su orden de que siguiera con el baño también lo fue, como su risa al recolocar la puerta en el marco. En definitiva, era la mañana más embarazosa de su vida.

El gentío era igual de numeroso que antes, aunque esta vez Sakura hizo reverencias a todos, empezando por las galerías de nobles y terminando por los criados, con Sasuke a su lado. La ropa que había encargado para ella la hacía resplandecer con el sol vespertino, y cada vez que levantaba un brazo, cambiaba de posición o se volvía la plata brillaba atrapando alfilerazos de luz. De vez en cuando ella misma los reflejaba.

Hizo lo que pudo para ignorar la cara burlona de Shiseru y a las otras muchachas que se agitaban mucho cada vez que miraba en su dirección. También ignoró a la prometida de Sasuke, sentada en la tarima junto a su padre, y con el recién coronado rey de Escocia, Robert «el Bruce», al otro lado. No era tan atractivo como se había imaginado, pero era regio. Eso no podía negarse. Y tenía problemas con los ojos de Sasuke posados en ella todo el rato, y esos ojos negros medianoche estaban iluminados con más brillo que el que pudiera tener la plata.

Eso hizo que le temblara la mano un momento antes de controlarse.

—Da un paso al frente, escudero Sak del clan Uchiha. Saluda a tu soberano.

Sakura hizo una gran reverencia, con Sasuke a su lado.

—Me han dicho que no hay nadie tan bueno como tú, escudero Sak. Deseo mucho verlo, francamente. Es una gran cosa que en la Escocia que ahora gobierno se permitan de nuevo las armas. ¿No es así, señores?

El rey se volvió hacia los demás buscando su aprobación.

—Debe observarle atentamente, señor —le informó Sasuke, al lado de Sakura—, porque Sak tiene el don de iluminar sus manos y la velocidad del viento en los cuchillos. Ésta es la exhibición.

Lo habían hablado la noche anterior y ella le había escuchado describir lo que tendría que hacer. Los labios de Sakura se torcieron y apartó la mirada en cuanto sus ojos se encontraron con los de Obito, sentado detrás de la prometida de Sasuke. Se ruborizó.

Fue bueno que ella y Sasuke hubieran hablado del orden en el que haría su exhibición porque no había vuelto a hablar con él desde lo del baño. Decidió que tal vez no volvería a hablar con él.

El rey asintió y Sakura se incorporó.

—Puedes empezar, Sak. No me mires así. Has aligerado mi corazón de una gran carga. Creo que éste es el mejor día de mi vida.

Se lo estaba susurrando al oído, pero eso no hizo más que empeorarlo. Al menos la vergüenza era algo que podía dominar.

Las armas de Sakura estaban dispuestas en semicírculo en medio de cuatro blancos, y ella se paró un momento para elegir el punto de inicio. La multitud dejó de existir, el rey cesó de ser imponente y lo único que veía eran los ojos negros medianoche perfectos de Sasuke. Cogió la espada de dos puños y empezó.

Se había procurado cuatro de cada arma, una para cada blanco, y los fue cubriendo todos en un movimiento aparentemente inmaculado, atrás y adelante, primero al primer blanco, elegir el arma, clavarla en el tercer blanco. Después, el segundo, finalmente el cuarto. Si clavaba la espada escocesa en el centro, la siguiente arma iba justo debajo. La flecha fue a la derecha, las hachas a la izquierda, el skean dhu arriba y, finalmente, tres puñales en cada blanco, en el espacio que parecía inexistente entre las armas ya clavadas. Toda la exhibición duró menos tiempo que la anterior contienda, y cuando colocó el último puñal se arrodilló y abrió los brazos.

Lo primero que oyó fue el rugido de la multitud y después a Sasuke que estaba a su lado, esperando que se levantara y se reuniera con él. Sólo le miró a los ojos una vez, y el brillo era más cálido, más personal, menos aterrador. Dijo algo, pero ella no lo oyó. El rugido de la multitud lo hacía imposible. A continuación la escoltó de vuelta frente al rey, sentado junto al conde y la encantadora Temari.

Sakura intercambió una mirada con la chica y vio la misma adoración que en las otras chicas que la veían como un héroe. Era irritante. Pero en la mirada de la muchacha había algo más. No era fácil de descifrar lo que era, pero ella lo supo. Lo había visto a menudo en los ojos de su hermana. Temari era desgraciada, muy desgraciada. «¿Desgraciada?», se extrañó Sakura.

No tuvo tiempo para pensar en ello porque la mirada de Obito sobre ella era muy enervante. Sakura se dijo que no le importaba. Obito era un hombre fastidioso, inquisitivo y pesado. No le importaba lo que pensara de ella o lo que pensara que estaba haciendo.

—Tu prometida parece un poco... apagada, Sasuke —dijo dirigiéndose a su hombro mientras él la conducía de vuelta a la habitación, dejando a los hombres del clan y a los seguidores detrás. Nadie quería perderse el festín y la celebración. Nadie excepto el escudero Sak.

—He adelantado la boda —dijo Sasuke volviendo la cabeza para informarla—. He dicho que no podía esperar. Será mi esposa en tres días. Creo que eso la ha calmado como es debido.

—¿Has adelantado la boda?

—Sí. No me ha costado nada convencer al conde. Todavía intenta ablandarme para que te transfiera a él.

—No le serviré.

—Ya lo sé. Tú lo sabes. Él no. Cree que la plata lo compra todo. Ha estado demasiado tiempo rodeado de Sassenach. Así es como piensan ellos.

—Pero... ¿tres días, Sasuke? ¿Sólo tres?

—Tres días, Sak. Es lo más que he podido convencerlo de que lo adelantase.

—¿Querías adelantarla más? ¿Por qué?

—¿No te lo imaginas?

Abrió la puerta y esperó a que ella entrara. Sakura se sintió atada al suelo y el pulso se le aceleró dolorosamente. Habría perdido a Uchiha en tres días. No podía quedarse con él cuando se celebrara la boda. No se atrevía. Le daba miedo el dolor de la pérdida. Sabía que lo sentiría. Ya empezaba a sentirlo.

—Ven, Sak. Voy a aceptar tu premio. Han preparado festejos para la noche. Una tontería inglesa llamada teatro. Nunca he visto teatro. ¿Quieres asistir esta vez? Si es así, haré que te protejan. No permitiré que se te acerque ningún seguidor. Tienes mi palabra.

—No —susurró. Le sorprendió que su voz realmente emitiera un sonido.

Tenía miedo de seguir otro momento a su lado, en realidad. Se arrodillaría para suplicarle que la tomara como mujer... y ser su ramera. Su cuerpo y su corazón querían obligarle a tomarla y hacerlo realidad. Su orgullo y los años de odio, entrenamiento y sacrificio le exigían otra cosa. Estaba temblando. Sasuke podía notarlo porque la miraba desde muy cerca. No se atrevió a sostenerle la mirada.

Pasó por su lado. La puerta se cerró. No la siguió.

Se habían llevado la bañera. Sakura se situó en el centro de la habitación y se dio cuenta de lo mortalmente silencioso que estaba todo.