CAPÍTULO 18
—Sak, debes hacerlo. No hay nadie más. La producción fracasará si no les ayudas.
—Sal de la habitación, Obito. —Sakura pronunció las palabras más al escamel de Sasuke que al Uchiha que la estaba molestando desde la puerta. La suave madera de los muebles de Sasuke había ocultado bien su pena cuando se cubrió con una manta. Sakura escondió la nariz en la tela, más para secarse las lágrimas absurdas de la cara que por otra cosa. Esperaba que su interlocutor no se percatara desde la puerta.
—Pero Sak, te necesitamos. Sasuke también te necesita.
—Sasuke no me necesita. Tiene a su hermosa novia, Temari, a su lado. No se me necesita. Me entrometería. No sirvo para nada excepto para matar y acertar; grandes blancos de madera. El entretenimiento no es lugar para arreas. ¡Sal de mi habitación!
Su voz no sonaba ni tan autoritaria ni tan fuerte como sus palabras. Parecía herida y perdida, exactamente como se sentía desde que Sasuke la había dejado.
Él chasqueó la lengua.
—Necesitan uno más para su teatro.
—¡Pues que encuentren a otro! —¡Ah!, ¿por qué no se marchaba? Sakura se tapó los ojos con las manos y deseó estar fuera, cerca de una hoguera que ablandara la tela en la que había sollozado hasta dejarla caliente y empapada.
—¿Dónde?
—¡Elige a uno de mis seguidores! Están por todas partes. Mira a tu alrededor. ¡Vete!
—No hay nadie más a la vista, Sak, excepto Eagan. ¿No es cierto, Eagan?
El hombretón del clan que Sasuke había dejado en su umbral respondió que no. Sakura no le hizo caso.
—Aunque a Eagan probablemente también le apetecería asistir a los festejos.
—¿Es que no te entra nada en ese cráneo tan duro, Obito Uchiha? ¡No quiero participar en esa función! ¡No quiero ir a ninguna parte! ¡No quiero ser un entretenimiento, para nadie, nunca más!
Dejó de gritar.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó.
Su corazón se agitó y Sakura tragó saliva.
—Ser... libre —susurró—. Salir de aquí. Volver a mi vida de antes. Terminar lo que me había propuesto hacer y dejar de actuar y de vivir. Eso es lo que deseo.
Obito suspiró.
—¿Y sollozar en esta habitación te va ayudar a obtener todo eso? —preguntó, en voz baja.
Sakura levantó la cabeza y miró la llama de las antorchas crepitantes. No sollozaba. Sólo un Uchiha podía acusar a un Haruno de una debilidad como ésa. Se puso rígida.
—Falta una persona para la función. El muchacho que tenían se ha puesto enfermo. La función no puede hacerse sin esa parte.
—Yo no sé actuar —dijo Sakura al fuego.
—Sólo tú puedes decir eso como si fuera cierto. Has estado actuando toda tu vida, escudero Sak. Dime que me equivoco. Adelante. Dímelo. Haz que me lo crea.
—Vete.
—¡Se casará con ella dentro de dos días, Sak! ¡Dos días! Sabes que puedes detenerle ¿y no lo harás?
—Tres —contestó ella.
—¿Olvidó decirte que hoy también contaba? Mi hermanito Sasuke. Siempre tan despreocupado y juguetón. Siempre bromeando.
Más lágrimas pugnaban por salir y las retuvo con la manta. Detrás de ella, Obito resopló fastidiado.
Después, más animado, dijo:
—Hay alguien que desea hablar contigo, Sak; se trata de lady Temari. Temari. El escudero Sak. Tal vez podáis consolaros mutuamente con vuestras lágrimas.
—¡No estoy llorando!
Sakura se volvió y miró furiosa, desafiándole a contradecirla. Obito tenía a lady Temari al lado, aunque ella llevaba un velo de viuda sobre la cara y su cuerpo se estremecía antes de levantar la tela que la cubría.
A Sakura se le encogió el corazón. La tristeza de la dama era evidente.
—¿Por qué lloras? —preguntó Sakura amablemente.
La muchacha intentó sonreír. Sakura no podía creer cuánto había cambiado desde que la había conocido quince días atrás.
—Necesitan a otro para actuar y no hay ningún muchacho adecuado. Te lo ruego —susurró.
Sakura frunció el ceño.
—¿Esa es la causa de tu tristeza? —preguntó por fin.
La muchacha miró a Obito y luego otra vez a Sakura. Después asintió, aunque le temblaba el labio inferior.
—Si actúo en la función, ¿dejarás de llorar? —preguntó Sakura.
—Haré... haré lo que pueda.
El labio inferior de Lady Temari tembló aún más y unas lágrimas enormes le brotaron de los ojos. A Sakura se le partió el corazón por ella. Sabía exactamente cómo se sentía Temari, aunque era una estupidez llorar por algo tan banal como la cancelación de una función.
Suspiró.
—No puedo ser tan poco caballeroso. Dime lo que tengo que hacer.
—Ven conmigo.
Lo que había dicho Obito podía ser cierto, porque en cuanto Sakura aceptó, la muchacha se animó y le tendió la mano. Sakura la miró.
—Te seguiré —dijo sencillamente. No podía tocar a la prometida de Sasuke disfrazada de muchacho y seguir funcionando. No era posible.
Se acercaban a Great Hall, que se había destinado a la representación, y entonces Obito se llevó a Sakura a un lado, cogiéndola del antebrazo. Hizo entrar a Lady Temari en una antecámara.
—Tengo que advertirte de algo —dijo.
—¿De qué? —cuchicheó ella, sintiendo que se le ponían los pelos de punta.
—Es un papel de mujer.
El impacto la dejó paralizada, pero enseguida le lanzó un puñetazo a la mandíbula. Él lo detuvo con una mano y apretó la suya. Sakura sufrió el dolor sin parpadear. Sasuke le había hecho más daño y más duradero. Obito retuvo su puño y apretó hasta que los nudillos de ella crujieron.
—En esto no puedes ganar. Un hombre de verdad no tiene el movimiento ligero y suave de una hoja, querido Sak —susurró—. Tampoco se puede jugar tan fácilmente con él. Esperaba que tú y mi hermano resolvierais esto solos, sin mi ayuda. Pero no me dejas alternativa.
—No te comprendo —respondió ella.
—Oh, sí, lo comprendes. Venga, apresúrate. Lady Temari te espera para ayudarte con tu traje. Te esperaré en el Salón.
—No lo haré. Me niego.
—Si te niegas te obligaré a hacerlo.
—No puedes obligarme. Tengo el cuchillo del dragón. —Sakura lo sacó de debajo del kilt.
Obito arqueó las cejas.
—Es lo correcto, supongo. Ese cuchillo es para el más fuerte de los Uchiha. Te lo has ganado. No me extraña que te lo haya dado hoy.
—Me lo dio antes de la exhibición.
Su aplomo cedió.
—¿Por qué? —preguntó.
—Para usarlo contra cualquier Uchiha que me acosara. Cualquier Uchiha.
—Ese hombre está loco. ¿Temari? —Soltó la mano de Sakura.
La menuda Lady Temari apareció en el umbral.
—Ya es casi la hora, Sak. Apresúrate. ¡Todavía tengo que pintarte la cara!
—¿Pintarme la cara? ¿Como una... una ramera? —Su voz era amarga en cada palabra.
—No. Esto es sólo maquillaje. Todos los actores lo llevan, sobre todo los que hacen de mujer. Les elimina la fealdad de la cara y crea la ilusión. ¿Comprendes lo de la ilusión?
—Sak es el que mejor lo comprende —contestó Obito en su lugar.
—Eres una dama que recibe a sus valientes muchachos que regresan del mar. Sólo tienes tres líneas. «Me alegro de veros, muchachos», «Gracias a Dios» y «Ya está». ¿Te acordarás?
—¿Tengo que hablar? No puedo hablar como una mujer, ni con voz de mujer —protestó Sakura.
—¡Pero si Obito ha dicho que eres el único que puede!
Temari tomó la mano de Sakura y la apretó entre las suyas. Le brotaron más lágrimas, que resbalaron por sus mejillas, y miró a Sakura, que miró a Obito llena de odio. Él le respondió con una sonrisa.
—¿Quién puede resistirse a este ruego? Cualquier otro muchacho estaría de rodillas, suplicando sus favores, pero tú no, ¿eh, Sak?
—No tengo tetas. ¿Qué voy a ponerme? —Lo dijo con rabia.
Temari miró a Obito a la espera de una explicación y cuando se la dio sus labios temblaron un poco, pero dejó de llorar. De cerca era aún más bonita de lo que recordaba Sakura.
—Tienen bolsas para esas cosas. Iré a buscarlas mientras te cambias. Entra ahí. Ponte el traje. Obito te ayudará. ¡Tenemos muy poco tiempo! Vuelvo enseguida para pintarte.
—¿Sak? —Obito le indicaba la cámara donde tenía que transformarse. Sakura descubrió que los pies no le obedecían—. Si quieres puedes usar las tuyas —dijo al final.
Sakura daba la espalda al público cuando empezó el tercer acto.
Habían colocado antorchas en todo el Salón, que proyectaban una luz humeante, pero el escenario tenía un sistema más raro de iluminación. Alguien había llenado un gran caldero de aceite, había puesto mechas dentro y las había encendido. La combinación de luces crecía hacia un agujero más claro y más brillante y se reflejaba en toda la largura de los cabellos trenzados de Sakura, que se sentó en lo que representaba ser un balcón, y que en realidad eran dos troncos cruzados con otros dos, con un tapiz de color piedra encima.
El traje que le habían obligado a ponerse era de terciopelo de color borgoña. Era demasiado corto, era demasiado grande y era demasiado viejo. Tenía manchas de sudor en los encajes de las mangas y el cuello de lino blanco del bajo escote cuadrado tenía más de una mancha. Obito había declarado inmediatamente que el vestido era demasiado holgado, como si ése fuera su único defecto. Sakura se había sentido indefensa mientas él cogía un trozo de cordel negro y lo cruzaba sobre su caja torácica hasta el inicio de la cadera, dejando una cintura esbelta, que siempre había disimulado, bien perfilada. Sólo podía esperar que los cabellos lo taparan.
Lady Temari le había dicho que estaba cautivador, fuera lo que fuera, y le puso tanto color en la cara que le escocía. Sakura nunca se había sentido tan diferente. Nunca había sentido el balanceo de las faldas en sus tobillos, la sensación de aire sobre la piel encima de su corpiño, ni el roce del terciopelo contra sus propios pechos liberados.
¡Eso último había sido culpa suya!
Sakura no reflexionó sobre la razón de sus actos, sólo supo que estaba experimentando lo que se sentía siendo una mujer por primera y única vez en su vida, y cuando Temari trajo unas bolsas apestosas que colgaban de una cuerda colocada alrededor de su cuello Sakura supo que no se las pondría. Se había escondido detrás del biombo y las había tirado en un rincón con las esteras, se había deshecho el vendaje y se lo había puesto en la rodilla, donde ahora guardaba el cuchillo del dragón y la tela de los Haruno.
No les había discutido que le soltaran el pelo. Le serviría de cortina, o eso esperaba. No había contado con las ondas de su pelo, una vez cepillado, provocadas por las tirantes trenzas que le había hecho Shiseru esa misma mañana. No había espejo donde contemplar la transformación, pero Sakura sabía que estaba transformada. Lo supo por la expresión de satisfacción en los ojos de Obito y la cara de los demás cuando se situó detrás del telón.
Hubo un silencio total y absoluto cuando el telón se abrió para el Tercer Acto. Sakura esperó su momento. Jamás en su vida había tenido tanto miedo.
—¿Qué hace una mujer en ese escenario? Paradlo inmediatamente. Ninguna mujer puede subir al escenario.
Sakura reconoció la voz del conde. Pero contestó Obito.
—Es el escudero de los Uchiha, es Sak, señor. Calmaos. No es una mujer. Es el campeón en persona. Lo juro. ¿Ve las muñequeras de plata? Yo mismo lo he vestido.
Entonces hubo una ruidosa conmoción y alguien dijo a Sasuke que se sentara y dejara de tapar la vista. Los cuatro actores de la función salieron de detrás del escenario y Sakura esperó el momento de decir su primera frase. Cuando llegó, se volvió para mirar al público y dijo en el tono más agudo y del modo más paródico que pudo:
—Me alegro de veros, muchachos.
Se rieron mucho al oírla. Se percibió de ello y entonces ordenaron a Sasuke que se sentara otra vez. Esta vez fue su hermano. Sakura entornó los ojos para verlo entre el velo de humo negro que salía del caldero.
Deseó no haberlo hecho, porque necesitó el maquillaje para disimular la palidez que la cubrió en cuanto los ojos de él se encontraron con los suyos. No estaba en el fondo de la sala. Estaba en la primera fila y volvió a ponerse en pie.
Esta vez Obito tuvo que tirar de él para que se sentara y usar la fuerza y las palabras para convencerlo. La función seguía alrededor de ella, pero Sakura había perdido el sentido del espacio y el tiempo. Por suerte ya no tenía más frases. Lo único que tenía era la mirada ardiente del hombre que estaba a cuatro metros de ella, desplegando tanto deseo y tanta pasión masculina que todas las personas de la sala tenían que darse cuenta de ello. Sakura sin duda se daba cuenta.
Los ojos de ella no se apartaron de él hasta que el telón se cerró con el mismo movimiento vacilante que había efectuado al abrirse. No la necesitaban hasta el Quinto Acto, de modo que se fue a la antecámara hasta que llegara el momento. Hikaku era el Uchiha que la esperaba allí. Sakura lo miró desde el umbral, y le vio sonreír. Su mente se puso completamente alerta.
—¿Me darás ese beso ahora? —preguntó.
Ella echó a correr. No le importaba ni dónde ni cuán lejos. Obito la detuvo de golpe rodeando su cintura con sus fuertes brazos, contra los que no podía por mucho que luchara.
—¡Quieto, Sak! ¡Quieto! ¡No puedes salir en público así. ¡No puedes! ¡Para! ¡No entenderán la ilusión! ¡No entenderán qué papel representas! Son demasiados. ¡Descubrirán la verdad, y entonces tomarán lo que le pertenece a mi hermano! ¡Para!
«¿Su hermano?» Al imaginarse un horror tan enorme, la lucha empezó de nuevo. Obito apretó más fuerte, dejándola sin respiración y haciendo que le costara tomar aire.
—¡Sak, para! ¡Te haré daño si no paras! ¡Para de una vez! ¡Maldito seas! No permitiré que le hagas esto a mi hermano. ¡No lo permitiré! Para y vuelve a la función. Sasuke te está esperando. Está muy cerca de ver la verdad por sí mismo. ¿Comprendes, Sak? La está viendo por sí mismo. No puedes huir de eso.
—El Uchiha... —susurró ella.
—Sí. Sasuke Uchiha. Te quiere, muchacha.
—¿Muchacha? —repitió ella, susurrando.
—Con esto ya no pareces un muchacho. Tampoco te sientes como un muchacho. Si el público ve esto, no seguirás siendo inocente mucho tiempo. Te destrozarán. ¿Comprendes?
—¿Sasuke? —volvió a susurrar.
—Ya te has calmado. Gracias a Dios. No deseaba hacerte daño, pero si Sasuke me ve contigo, así, será él quien me haga daño a mí. ¿Entendido?
Remolinos de emoción cayeron en cascada sobre ella, y Sakura se quedó quieta como una roca. Sasuke Uchiha era el Uchiha al que amaba. Sasuke. Era a su hermano Hikaku al que mataría.
—¿Sasuke? —volvió a susurrar.
—Es un diablo, no hay quien lo frene y asaltará al escenario muy pronto. Yo no me alejaría mucho la próxima vez.
—¿La próxima vez? —preguntó ella.
—La función no ha acabado.
—No la terminaré —contestó Sakura. Ahora ya sabía lo que iba a hacer. Y no era actuar en una función tonta en un papel de mujer.
—La terminarás. La terminarás toda.
—No puedes obligarme, Obito Uchiha. Suéltame.
La tenía retenida contra su pecho por los dos brazos y sin tocar el suelo; y sus brazos eran tan fuertes y musculosos como los de Sasuke. Probablemente tenía un torso igual de velludo.
—Puedo hacer algo más que obligarte, muchacha. Puedo tomarte. Vestida así, cualquier hombre con quien te encuentres puede hacerlo. ¿Lo entiendes?
—¿Dónde está mi feile-breacan? ¿Mi camisa? ¿Mis botas?
—En mi poder. Sé buena chica y acaba esto, y haré que te lo devuelvan todo. Te doy mi palabra.
Sakura cerró los ojos. La experiencia de estar retenida por los brazos de Obito no era agradable, decidió, pero tampoco era desagradable. No era nada. Abrió los ojos.
—Eres una muchacha de la cabeza a los pies —susurró él cuando sus ojos se encontraron—. Y eres muy deseable. Entiendo la atracción de mi hermano, pero no comprendo su ceguera. ¿Tú lo comprendes?
—Bájame —respondió ella—. O lo contaré.
—Podría valer la pena que Sasuke me cortara el cuello si se lo cuentas. Tienes pechos. Los noto, como noto que tu corazón se acelera cuando te hablo así.
Los ojos de Sakura se entornaron aún más y apretó los labios hacia dentro. Estaba decidiendo a toda prisa que no le gustaba nada ser una mujer.
—No creas que soy estúpido, Uchiha. No le diré nada a mi amo, Sasuke. Puede que no me crea y si me cree, unos hermanos se distanciarán. Se lo contaré a tu enamorada, Temari.
Él arqueó las cejas. Entonces se puso de pie, con una mano en el codo de ella.
—¿Lo has adivinado?
—Sí, es muy mala suerte que esté prometida. Y que se case con tu hermano dentro de dos días.
Él se puso tenso.
—Tú puedes detener esa boda, Sak.
—¿Yo? ¿Qué poder tengo yo?
—Tienes mucho poder. No hablas, pero lo cambias todo. Libérala. Libera a Temari de su compromiso.
—No puedo. No tengo nada que ver con eso.
—Puedes y debes. Sólo tú puedes hacerlo. Y lo sabes.
—¿Por qué debería ayudar a un Uchiha? —preguntó—. Sobre todo a uno que me engaña, me esconde la ropa y me viste así.
—Te lo suplico, Sak. La amo. —Obito también tenía los ojos negros. Tenía los cabellos color negro, iguales a los de Sasuke. No tenía la hendidura de la barbilla, ni los labios tan llenos, tampoco era más alto que ella, pero poseía la misma sinceridad que Sasuke. Sakura tragó saliva.
—¿La amas? —repitió asombrada—. ¿Y ella corresponde a tu amor?
—Sí —respondió.
—Entonces, ¿cómo puede entregarse a Sasuke?
—No tiene otro remedio. El conde cerró el compromiso. Por derecho, yo sería la primera elección, pero fui demasiado lento. ¿Dónde crees que Sasuke nos encontró a Hikaku y a mí? Aquí mismo. Yo subía para pedir la mano de mi enamorada y entonces llega mi hermano como una tromba buscándonos y su padre se la otorga en matrimonio. No sabía lo que se traía entre manos, o se lo habría impedido.
—Siento mucha pena por los dos —contestó Sakura—, pero repito que no tengo nada que ver con esto y no puedo impedirlo.
—Muéstrate tal como eres, Sak. Dale lo que necesita. No necesita a Temari. Ni siquiera la ve cuando está a tu lado. ¡No puedes hacer esto! ¿Es que no tienes corazón?
—Si es que he tenido corazón, me lo arrancaron, y fue un Uchiha quien me lo arrancó.
—¡Pues recupéralo! Dale a Sasuke lo que quiere, lo que ambos queréis. Por favor, te lo ruego.
—¿Un Uchiha rogándome? —preguntó—. ¿A un escudero sin nombre y sin clan?
—Suplicaría al propio diablo por mi encantadora Temari. No comprendes el poder del amor, o lo sabrías.
Temblaba de emoción. Sakura lo miró y sonrió tristemente.
—No es lo que tú crees, Obito —susurró.
—Sasuke te ama. Tú le amas. No estoy ciego. Ve con él después de la función. ¡Díselo, Sak!
—No puedo —contestó.
Obito bajó los brazos y blasfemó. Después la miró con odio y finalmente escupió a sus pies. Sakura le observó hacerlo con una rara sensación de desapego.
—Temari ha jurado quitarse la vida antes de permitir que la toque.
Sakura palideció. Agradeció el maquillaje que lo disimulaba.
—Todo lo que vive, muere, Obito —respondió automáticamente.
—¡Pero no tiene por qué ocurrir! ¡Puedes detenerlo! Por favor. —Había dejado de mirarla con odio y tenía los ojos llenos de lágrimas—. Por favor.
Sakura volvió la cabeza.
—No puedo impedir que la muchacha haga lo que cree que debe hacer —dijo suavemente.
—Que tu alma arda en el infierno, Sakura.
—Eso ya está ocurriendo, Uchiha. No puedes hacerlo peor —susurró—. Sólo puedes repetir lo que ya está ocurriendo.
—Pues te maldigo. Te maldigo, Sak sin nombre y sin clan. Te maldigo para que mores en el infierno por toda la eternidad, ¡una peor de la que te has creado en la tierra!
Sakura tragó saliva. Sus hombros se hundieron. No cambió nada. Nada podía hacerlo.
—No he creado nada, Obito. Sólo lo he vivido. No era nada antes. Volveré a ser nada. Tú, Sasuke, Temari tenéis vidas que terminar, sean largas o cortas. Yo no estaré para ser testigo de ellas.
—Oh, en eso te equivocas. Voy a encargarme de ello. Si se casa con ella y ella se quita la vida, me aseguraré de que soportas cada momento de cómo me siento. Cada maldito momento. Te lo juro.
Si decía otra palabra o le hacía otro ruego, los ojos de Sakura no serían capaces de contener las lágrimas. Echaría a perder el hollín negro que perfilaba sus ojos y ensuciaría todo el maquillaje que Temari le había puesto en la cara. Haría todo eso, y todos los Haruno asesinados por un Uchiha seguirían muertos.
Esperó, obligando a su corazón a calmarse y a su visión a aclararse. Casi había llegado el momento. Si se vengaba antes de la boda, Lady Temari no tendría que quitarse la vida. Obito Uchiha aún tendría una posibilidad de obtener la mano de su amada. Hikaku se pudriría en el infierno. Sakura también iría para comprobarlo.
Se incorporó, parpadeó para alejar las lágrimas e hizo lo que pudo para sentirse del todo desapegada antes de volverse y mirarlo.
—Vamos, Obito, has perdido demasiado tiempo. Me perderé mi frase y estropearé la función en la que me has obligado a participar. Debo volver ya. Debo seguir viviendo hasta que cumpla mi juramento.
—¿Nada de lo que te he dicho te ha conmovido?
—Cuando caiga el telón al final, tienes que devolverme mi ropa. No volverán a pillarme vestida como una mujer débil y una presa para cualquier hombre. Quiero mi kilt y mi tartán y todos mis puñales. Quiero una escolta hasta la habitación de Sasuke. No dejaré las habitaciones de Sasuke hasta que lo haya cumplido. ¿Comprendido?
—¿No cambiarás de opinión?
—No —contestó ella.
—Pero ¿por qué? ¿Por qué?
Sakura no pensaba contestarle. No pensaba retroceder a sus recuerdos más lejanos hasta que no tuviera más remedio. Ahora que sabía exactamente lo que había allí, ya no se escondía de ellos en sus sueños. Pero ése no era el momento.
