CAPÍTULO 20

Sakura se quedó delante de la puerta de la habitación de Sasuke, apoyó la frente en la puerta e intentó convencerse a sí misma de no interferir. Había corrido como una loca para llegar allí y se había dado cuenta de que Obito la estaba empujando a hacer lo que él quería, no el juramento de los Haruno. Le estaba haciendo olvidar que todo lo que habían prometido los Haruno estaba al alcance de su mano, allí y ahora. Sólo podía consumar una venganza sangrienta contra el clan Uchiha arrebatándoles a uno de ellos, pero de hecho lo estaba haciendo sin tener que verter ni una gota de sangre.

Todos los Haruno que habían muerto seguían con ella, su sangre corría por sus venas con su propia sangre, su dolor se añadía al de ella, hasta que su corazón era un gran pesar. Se obligó a sí misma a esperar. Sólo necesitaba esperar, contenerse y no interferir, y sucedería. Si detenía a Sasuke, estaría admitiendo lo que no se atrevía a creer.

Tendría que reconocer que había amor en el mundo y era más fuerte que los juramentos, más fuerte que la muerte. Si abría esa puerta, no habría vuelta atrás. Lo sabía. Sabía que Obito lo esperaba de ella. Esperaba que ella fuera la ramera de Sasuke, que le diera lo que quería, lo que Sasuke quería... lo que ella quería.

Sakura suspiró y se apartó de la puerta. No sería la ramera de nadie, pero tampoco podía negar su corazón. El amor era demasiado fuerte. Tendría que detener a Sasuke de alguna manera, y sólo se le ocurría una... contándole la verdad.

Abrió la puerta.

Sasuke estaba echado en la cama, con el cuchillo del dragón entre los dedos, y lo giraba a un lado y al otro, mirándolo. Sakura cerró la puerta con suavidad y bajó el pestillo nuevo y recién instalado.

—¿Has venido a despedirte? —preguntó.

—No —dijo ella—. He venido a buscar mi cuchillo.

—¿Por qué?

—Dame el cuchillo, Sasuke. Hablaremos.

Sasuke la miró. No se había quitado ni un poco de barro antes de echarse en la cama. Sakura sabía que era porque le daba igual. Sabía lo que tenía planeado. Lo mismo que haría ella en su lugar.

—Me quitarás el cuchillo de mi mano muerta, Sak, y no antes. ¿Comprendes?

Lo levantó. Sakura abrió la boca y empezó a hablar.

—No soy Sak, sin nombre y sin clan, Sasuke. Procedo de una familia de cuatro hijos y dos hijas. Mi padre era el señor. No era un gran clan, ni era un clan rico. Tenía tíos, primos... todos mayores. No teníamos un castillo como éste, ni éramos pobres campesinos. Teníamos una casa de piedra, muy sólida, con un desván. Conocí el amor, también. Estaba rodeada de amor. Lo recuerdo perfectamente, aunque lo perdí cuando era muy pequeño.

Nada. El cuchillo seguía planeando sobre el pecho de Sasuke. Sakura se atragantó y siguió hablando precipitadamente.

—Mi hermana mayor se llama Azami. Es veintiún años mayor que yo. Era como yo antes. Los mismos cabellos largos, los mismos ojos, la misma cara. Nos parecíamos a nuestra madre. Mi hermana tenía un hijo, un niño, y otro en camino. Tuve eso, Sasuke. Conocí el amor. Conocí la vida. Luego me lo arrebataron. Yo tenía cuatro años.

La hoja destelló. Sakura no sabía lo que significaba. No se atrevió a dejar de hablar para preguntárselo.

—Los saqueadores llegaron de madrugada. Todos los hombres estaban fuera. Sólo mi hermana, mi madre y el niño estaban en casa conmigo. Todavía recuerdo los colores que lucían. No los he olvidado nunca. Nunca lo olvidaré. —Miró aquellos colores idénticos y se estremeció antes de dominarse—. Primero mataron a mi madre, y no sé lo que hicieron con ella una y otra vez mientras gritaba y sangraba sobre la mesa. Yo miré desde el desván y después Azami estaba conmigo. Me explicó su plan. Me dejaría caer desde el desván. Era un gran salto, Sasuke, sobre todo para un crío de cuatro años y de madrugada. Recuerdo que Azami me llamó, para asegurarse de que estaba bien. Después me dijo que cogiera al niño. Se llamaba Sam. Era un chico muy listo, aunque sólo tuviera un año. Era sano. Era precioso. Era perfecto. Levanté los brazos.

El cuchillo ya no se cernía, pero Sakura no lo vio de todos modos. Volvía a ver aquella madrugada.

—La casa empezaba a incendiarse, pero yo no lo sabía. Estaba concentrado. Estaba preparado. Planté bien los pies para recogerlo y la explosión me hizo caer de golpe. No sabía que las casas pudieran hacer esas cosas. Todavía no logro explicármelo. Sólo sé que no estaba para recoger a mi sobrino por culpa de eso. Ya estaba en el suelo. Me miró con sus grandes ojos llenos de confianza y después se quedó quieto. Intentaba despertarlo cuando Azami cayó a mi lado, agarrándose el estómago hinchado y gritándome por mi torpeza. Sus gritos atrajeron a los saqueadores.

—¿Qué hiciste entonces? —preguntó Sasuke en voz baja.

—Me escondí. No sabía qué más hacer. La casa se quemaba, había humo por todas partes y Azami gritaba y gritaba. Pero entonces no sabía por qué.

—¿Sabes quiénes eran? —preguntó.

Sakura deshizo un enorme nudo en la garganta para poder contestar.

—Lo sé ahora —respondió con la voz ronca—. Entonces sólo conocía el clan. Se lo dije a mi padre cuando volvió. Él, mis hermanos, mis tíos y primos y el marido de Azami, aunque no recuerdo siquiera su nombre. Creía que Azami se moría. Estaba llena de sangre y gritaba que yo había matado a su hijo, y entonces parió un niño muerto sobre la hierba.

—Oh, Dios mío. —La voz de Sasuke demostraba el mismo horror que ella veía.

Sakura cerró los ojos.

—Azami se volvió loca. Todavía lo está, creo. Yo la llamo bruja cuando la llamo algo. Ella todavía me llama mataniños. Siempre me llamará así.

—¡Pero si tenías cuatro años!

Ella abrió los ojos y lo miró.

—Cuatro años no es ser demasiado joven para aprender sobre la vida y la muerte, Sasuke. Yo soy testimonio de ello. Debo haberlo aprendido bien. Tú mismo lo has comentado a veces.

—No lo sabía.

—No lo sabe nadie. Pero ya no importa. Es el pasado y no puede cambiarse.

—¿Tu clan juró venganza?

—Sí. Y pasé seis años intentando conseguirlo. Pasé esos años aprendiendo. Aprendiendo a matar. Viendo matar. Enterrando a nuestros muertos. Riéndome de los muertos de los otros. Me convertí en la sombra de mi padre. Estuviera donde estuviera, yo estaba en la sombra. Si alguien se acercaba al clan sin hogar en que nos habíamos convertido habría visto un niño desamparado en la sombra detrás de ellos. Mi padre era un gran entendido en armas, aunque no tan rápido ni tan preciso como yo. Primero aprendí a lanzar puñales. Eso ya te lo habrás imaginado.

—Sigue —dijo él.

Sakura se humedeció la sequedad de la garganta.

—Cada estación perdíamos a alguien del clan, pero les hacíamos pagar por ello. Mi clan había jurado consumar una venganza sangrienta. La matanza siguió. No podíamos parar hasta que termináramos. Entonces llegó el final.

—¿El final?

Sakura no veía nada más que la noche. Tampoco oyó la pregunta de Sasuke. Sólo oía los gritos, después los gemidos y el silencio.

—Entonces tenía diez años y no se me permitía participar en la batalla, así que me quedaba atrás mirando. Observé mientras eliminaban a todo mi clan. A todos. Mataron a treinta y siete hombres aquella noche, y muchos de ellos eran de mi familia. Todo lo que tenía. Todos mis primos, mis tíos, todos.

—¿Qué hiciste, entonces?

—¿Qué crees que hice? Los enterré. Tardé ocho días y tuve que esconderme cuando vinieron a recoger a sus muertos. No tenía mucha práctica excavando y ¿a quién iba a pedir ayuda, a la bruja? No podía soportar verme. Nadie podía. Cogí las pertenencias de los cuerpos más pequeños para mí y cuando estuve demasiado débil por falta de comida volví. Recogí todas las armas que pude de sus tumbas. Todavía estarán recorriendo la tierra buscando su traje y sus puñales. Lo sé. A veces lo noto.

—Ellos no harían eso, Sak. Lo comprenderían. Es lo que hubieran querido —dijo él amablemente.

—¿Qué sabrás tú? —dijo ella con rabia—. Sano y salvo en tu clan y rodeado de tus hermanos, y con toda tu familia. ¿Qué? Tú no sabes lo que es no tener a nadie más que a ti mismo. Tú no sabes lo que es ver cómo violan y queman a tu madre. No comprendes el tormento de saber que has matado al hijo de tu hermana. ¡No comprendes lo que es tener antepasados vagando por la tierra porque tú saqueaste sus tumbas! No sabes nada de eso, Sasuke, nada.

—Tienes razón, Sak. No lo sé. Pero empiezo a entenderlo un poco.

—Juré que lo acabaría. No me daba miedo morir cuando lo hubiera cumplido. Lo esperaba. Lo necesitaba. Me vengaría y después moriría. Así tal vez los cadáveres de mi clan descansarían en paz y me dejarían.

—¿Tus sueños? —susurró Sasuke.

Sakura asintió y volvió a mirarlo. Ahora sólo tenía el cuchillo suspendido por la empuñadura con dos dedos, pero todavía lo tenía.

—Entonces te conocí, Sasuke Uchiha. O más bien me secuestraste. ¿Existe un destino peor para mí? ¿Secuestrado por un Uchiha? Uno de los Uchiha de las tierras altas más arrogantes y ricos, amantes de los Sassenach. Peor aún, que me llevó el Uchiha más joven, juguetón, fuerte y viril. No sabes el esfuerzo que he hecho para odiarte.

—Me lo imagino —dijo.

—¡Tú te propusiste enseñarme y yo no deseaba aprender! Yo sabía cuál era el propósito de mi vida. Vengarme y morir. Era mi única finalidad. Es la razón que está detrás de todo. Hago todo lo que he hecho y tú vas y me obligas a convertirme en tu escudero.

—¿Y eso adónde te conduce? ¿Vas a decirme que encontraste una nueva alegría de vivir, una razón para amar? ¿Qué, Sak? Di algo que dé sentido a este día tan tenebroso.

—Ya no puedo negar que existe algo llamado amor. Ya no recordaba que existía, pero me hiciste verlo. Sí, todavía existe amor en el mundo. Todavía existe alegría. Todavía existe una razón para todo. Todavía existe un Dios que se preocupa. Siempre habrá bebés que nazcan y crezcan para ser hombres y mujeres. Seguirá habiendo muerte. Seguirá habiendo brutalidad. También habrá vida. Todavía hay amor en el mundo.

Él suspiró.

—Ahora lo entiendo, Sak. Lo siento. No tienes que contarme esto, pero lo comprendo. Que Dios me ayude, de todos modos, comprendo lo que dices y comprendo el porqué. Con toda la muerte que hay en esta tierra ya, ¿por qué iba a añadirle más? Eso es lo que estás diciendo ¿no?

—No sería capaz de cavar tu tumba, Sasuke. Me duele muchísimo saber que tengo que hacerlo. Debes devolverme mi cuchillo ahora.

—¿Me prometes no fallar la próxima vez que yo arriesgue nuestra esperanza de paraíso intentando reclamarte?

—No espero ningún paraíso, Sasuke. ¿Es que no me has escuchado?

—¡Todo lo que me has contado pasó cuando eras un niño! ¡Apenas eras un crío! Ningún Dios sería tan poco misericordioso.

—Acabo de empezar a creer en Dios otra vez, Sasuke Uchiha. Te suplico que no te tomes demasiado en serio mi fe. Sabía lo que hacía. Sabía el porqué. Debo terminar este juramento y debo morir. Sé que mi clan descansará cuando haya satisfecho ambas cosas y no antes. ¿No lo entiendes?

—Entiendo la venganza, Sak, pero ¡nadie debe morir excepto el diablo! Debe morir. Dime el nombre del clan y te ayudaré. Se merecen todo lo que puedas hacerles.

Sakura se sintió como si lo hubieran lanzado por una cascada hasta el más profundo de los lagos y estuviera saliendo a la superficie para tomar aire. Cogió aire y le quemó.

—No puedo ayudarte, Sasuke. Es mi maldición y mi juramento. Ahora hablo porque tengo otro juramento. Esto es lo que quería que supieras y para ello necesito tu ayuda.

—¿De qué se trata?

—Voy a enmendar las cosas malas que he hecho. Aunque fueran sin intención, las hice. No podré descansar en mi tumba si no las enmiendo. Te necesito vivo para hacerlo. Cuando haya terminado, puedes buscar la muerte si lo deseas. Me reuniré contigo. Dame el cuchillo, Sasuke.

—No debes volver a fallar.

—No fallé antes. Hice lo que me habías dicho. Apuntaba a una grieta de la pared. Acerté.

Él se sentó y le lanzó el cuchillo. Sakura estaba tan atónita como él cuando se movió en esa dirección y lo cogió al vuelo. Lo levantó hacia la luz y observó el rubí a la luz de la hoguera.

—¿Crees en la magia, Sasuke? —preguntó.

—Creo en la ilusión —contestó él, con un atisbo de sonrisa.

Ella se encogió de hombros.

—Pensaré en eso, pues. Ahora duerme. Lo necesitarás. Volveré a esta habitación antes de que se ponga el sol mañana.

—¿Adónde vas? Si vas a buscar a esa ramera, Shiseru...

Sakura se puso las manos en las caderas, arqueó las cejas y lo miró con una de sus expresiones de «me estás decepcionando».

—Sasuke Uchiha, acabo de contarte más de lo que he contado a ninguna otra persona en la tierra. Ahora no me atosigues.

—¿No correrás peligro?

—Soy el campeon de armas de los Uchiha. ¿Peligro? ¿Qué tonto intentaría nada contra mí?

—¿Dónde estarás? ¿Cómo te encontraré?

—No dejaré el castillo. Tienes mi palabra. Descansa. Toma un baño. Pídeselo a Obito si necesitas ayuda. Encuentra un feile-breacan adecuado para el más hermoso de los Uchiha y atrévete a soñar, Sasuke. Te prometo magia. No ilusión. Magia. Hasta mañana.

Abrió la puerta y salió. Después fue a buscar a Aino y a lady Temari para hacer una mujer de ella.

El baño que habían llenado para ella fue una experiencia agradable cuando superó que tres mujeres la ayudaran. Shiseru no iba a dejarse apartar de la creación de Sakura, la misteriosa.

Lady Temari se sintió sorprendida y complacida ante la petición de Sakura y Aino se quedó atónita, y rió sin parar por lo que había hecho Sakura y por los muchachos que había vencido. Aino ya no quería ser una ramera gorda y perezosa. Quería estar al servicio de Sakura, fuera donde fuera.

Se exclamaron desesperadas al ver la cantidad de músculo en el abdomen de Sakura, en su espalda y en sus hombros. Por no hablar de los gruesos tendones de la parte trasera de los muslos y las nalgas. Mientras lady Temari mostraba desaprobación por los músculos que ninguna mujer debería tener, descubrió que las piernas de Sakura no eran más largas que las suyas y que su cintura era más estrecha.

Esto último fue una sorpresa para lady Temari, que sostenía una pesada tela de satén negro con la que estaban cosiendo un vestido para ella. Todavía no le habían cosido el dobladillo y se decidió que era justo lo que Sakura debería lucir para seducir a Sasuke Uchiha. Después untaron los cabellos y la piel de Sakura y le hicieron beber una poción de hierbas y especias para que se calmara y durmiera toda la tarde.

Cuando la despertaron, ella se ciñó el cuchillo del dragón y el retazo de kilt, a pesar de las protestas de las demás, se puso una camisa ligera casi transparente, medias que le resbalaban hacia abajo en las piernas y la vistieron con el satén negro. Le pusieron las mangas. Le ataron un cordón negro alrededor de las costillas y la esbeltez de su estómago y le pusieron lazos en los cabellos. Entonces decidieron que estaba lista y la acompañaron con un velo muy grueso hasta la habitación.

Fue entonces cuando el valor empezó a fallarle. Las damas debieron de notarlo porque simplemente le apartaron el velo, abrieron la puerta y la empujaron adentro, sin dejar de reír todo el rato. Después hubo un silencio total y absoluto.

Sasuke saltó de la silla, cruzó la habitación y se colocó frente a ella antes de que Sakura pudiera respirar. Lo que sonó cuando lo vio delante de ella fue más bien un jadeo. Aquellos ojos negros medianoche eran grandes y estaban estupefactos y muy, muy complacidos. Se notaba.

—Oh... Dios mío —dijo, arrodillándose delante de ella. Vio que le cogía el dobladillo y lo sostenía en su mano. Vio que le temblaba la mano. Después los hombros—. Dime que no estoy soñando. ¡Por favor, Dios mío!

Sakura posó la mano en la cabeza de él y lo acarició con los dedos hasta que tuvo mechones de cabellos donde normalmente tenía puñales.

—No estás soñando, señor Uchiha. Mi padre tenía dos hijas: Azami, de quien ya te he hablado... y Sakura —susurró.

—Oh, Sak, granuja. Eres un granuja. Cuando pienso en las noches, en las imágenes que he tenido, las...

—¿Vas a perder el tiempo hablándole al suelo de las pasadas frustraciones, señor?

—Oh, Sak, no puedo creer que seas real.

Sakura apartó los dedos de sus cabellos y sostuvo las palmas de las manos en alto.

—Sasuke, si no te levantas del suelo ¡iré a buscar a Obito y le preguntaré qué más se supone que debo hacer para que me creas! Soy una mujer como otra cualquiera. Siempre lo he sido.

Él se levantó, tomó aire y miró con mucho cuidado desde la coronilla de ella hasta la ligera sombra que podía vislumbrar entre los pechos, las puntas de los pies enfundados en medias, ya que en el armario de lady Temari no había zapatos de su medida, y después la observó de abajo arriba. Estaba suficientemente cerca para tocarla, pero se dominó. No importaba. A ella le hizo el mismo efecto.

—No te alejarás tanto de mí. No irás a buscar a Obito ni a ningún otro hombre. Jamás. No quiero a ninguna otra persona en esta habitación. Esta noche no. —Pasó por detrás de ella para correr el pestillo y volvió—. Puede que ni siquiera mañana.

—Mañana te casas, Sasuke.

Él frunció el ceño y la miró.

—Sólo si tú eres la novia —dijo por fin.

—No puedes romper una promesa, Sasuke.

—Vienes a mi habitación, prometiendo todo lo que he tenido miedo de imaginar ¿y me dices que me case con otra? ¡Por Dios, Sak, a ver si te decides! No te tomaré a menos que me prometas que serás mi esposa. Lo juro.

Los ojos de Sakura se llenaron de lágrimas. Le pedía lo imposible, pero él no lo sabía. Sólo ella lo sabía.

—Además, Obito me contó la verdad sobre ellos. Ama a lady Temari, y ella a él. Ocupará mi lugar. Me dijo que no me arrepentiría. Tenía razón. No lo sé. Puede que me pierda su boda. Oh, Sak, ¿has comido?

Seguía sin tocarla y Sakura mantuvo la misma distancia que él parecía desear cuando se volvió para mostrarle la mesa. Había uvas, quesos, vino y pudín de sangre en la mesa. También había sábanas limpias en la cama y eran de color rojo oscuro. Sakura abrió mucho los ojos. Él vio donde miraba y sonrió.

—Obito estaba al corriente de tu sorpresa. Él ha decorado mi habitación. Puede que haya músicos más tarde para darnos una serenata. ¿Te gustaría?

—No lo entiendo, Sasuke.

Lo vio acercarse a la mesa, coger una copa y llenarla para ella. Se la dio. Tenía lágrimas en los ojos, pero no quería llorar. Sasuke Uchiha llevaba el kilt de la familia, un jubón negro y una blusa de mangas anchas. Estaba asombroso pero se comportaba de una forma diferente a la que ella esperaba. Tenía todo el derecho a tocarla, pero no lo hacía.

Le pasó la copa. Sakura la cogió y él evitó todo contacto con sus dedos, y se ruborizó curiosamente al ver que lo observaba. Temblaba tan fuerte que tuvo que sostenerla con las dos manos.

—¿Qué es lo que no entiendes, cielo?

—No me «tocas» —contestó, y entonces fue ella quien se ruborizó cuando él la miró.

—No me atrevo —dijo él finalmente.

—Sigo siendo Sak, el escudero —susurró.

—Sí, y sería como una bestia desatada si te tocara. Se me ha negado a Sakura demasiado tiempo. Me conozco. No te toco por una razón. Una razón muy buena. Bebe tu vino y deja de mirarme con esos ojos verdes y grandes, mientras yo me doy de patadas por no haber visto lo que tenía delante de las narices.

Sakura se atragantó con el primer sorbo de vino y él se rió, dejando que escupiera. Sakura cruzó la habitación, haciendo oscilar la falda al caminar como las damas le habían enseñado. La reacción de Sasuke fue como un bálsamo al bajar la cabeza y abrir sus atónitos ojos negros medianoche, cautivado. Sakura decidió que había cosas de ser mujer que podían llegar a gustarle.

—Creo que me gustaría probar un poco de pudín —dijo cuando llegó a la mesa.

Él ya se lo estaba sirviendo en un plato antes de que estuviera sentada, y después observó cómo cortaba un pedacito con los dedos y se lo llevaba a la boca. Después, entornó los ojos y se lamió los dedos antes de masticar. Sasuke cerró los ojos y tragó saliva. Sakura casi se echó a reír.

—¿Tú no comes? —preguntó cuando él volvió a abrir los ojos.

—No creo que sea capaz de engullir —contestó él. Después demostró que eso era falso tragándose una copa de vino antes de dejarla sobre la mesa—. Por Dios, Sakura, eres la mujer más encantadora que he visto en mi vida. No puedo creer que te haya tenido a mi lado día y noche durante casi cinco semanas y no haberlo adivinado. No puedo creer que haya sido tan ciego. ¡No puedo pensar! Sólo puedo cerrar los ojos y estremecerme. ¡Dios mío! —Acabó su incoherente discurso y Sakura cogió otro pedacito de pudín.

—Abre la boca, Sasuke —susurró.