CAPÍTULO 21
Sasuke abrió la boca y los ojos, y ella observó su expresión atónita mientras le dejaba el bocado en la lengua. Después, ella le puso un dedo sobre el labio superior y le ordenó que cerrara la boca y comiera. Él temblaba bajo sus dedos. Sakura lo sintió y lo vio hacerlo, y decidió que era muy satisfactorio ser mujer, al fin y al cabo. Después, bebió de su propia copa, dejando que algunas gotas del líquido rojizo se demoraran en sus labios antes de lamerlos. Sasuke se ahogaba sólo de verlo. Ella metió las mejillas hacia dentro y sonrió.
A continuación cogió una uva y la hizo rodar entre los dedos.
—¡Sasuke! —susurró—. Abre la boca otra vez.
Él parpadeó y retrocedió un poco. Después sacudió la cabeza casi como había hecho ella en la habitación del conde hacía quince días, como un pajarito. Sakura se rió entonces. No pudo evitarlo.
Sasuke reaccionó cogiéndole la copa y apurándola. Sakura le observó hacerlo.
—¿Crees que vas a evitarme emborrachándote? —preguntó.
Él dejó la copa y bajó la cabeza. Los oídos de Sakura rugían con un sonido tan fuerte que creyó que él podría oírlo.
—Oh, esta noche no te evitaré, Sakura. Me encanta tu nombre, Sakura. Sakura... amada de Sasuke Uchiha. Sakura, madre de los niños Uchiha. Sakura, la que une los clanes, campeona de armas. Cuántas cosas eres y serás, Sakura, mi amor, y yo apenas he rozado la superficie de ti.
Ella tuvo que cerrar los ojos o él vería cómo la agredían sus palabras, hiriéndola hasta el fondo del alma. No era nada de eso, ni lo sería nunca. Pero no hablaría de ello. Tenía que cumplir su juramento. Eso era todo lo que haría. Todas las cosas que Sasuke decía que era y quería para ella eran para una Sakura que no existía.
Se tragó su dolor. No estaba allí para el amor y lo sabía. Estaba allí para ser una prostituta. Era lo que debía hacer para enmendar sus errores. Estaba salvando a Aino de sí misma, a Obito de una existencia sin amor y llena de odio, a Temari de morir por sus propias manos; y estaba apartando los demonios de la cabeza de su amado Sasuke, porque era demasiado tonto para ver la verdad él solo. Nada de eso era real. No podía ser real. Tampoco era ilusión. Era magia, pura y simple magia.
Ella abrió los ojos. Sasuke respondió dándole unos golpecitos en la cabeza con los dedos y arrebatándole la uva de los suyos. Sakura los apartó en cuanto los labios de él empezaron a chupar, porque el contacto era más ardiente que las ampollas de las quemaduras de sus pantorrillas.
—Sasuke.
—Creo que me gustaría otra uva —contestó, tocándole la cabeza y abriéndole la boca.
Sakura arrancó una y la acercó insinuante a su boca abierta y ávida. Los labios volvieron a quemar, sólo que esta vez le pellizcó un poco la parte blanda del dedo índice. Sakura abrió más los ojos y él tiró hacia atrás la cabeza para captar su mirada y sostenerla.
—Otra —ordenó él.
Sakura fue torpe y perdió la primera que arrancó. Tuvo que coger otra y temblaba antes de poderla balancear sobre la boca de él. Esta vez él tenía su muñeca en la mano y no podía moverse mientras él chupaba la fruta en sus dedos, y después siguió chupando hasta que tuvo la punta del dedo en la boca. Los párpados de Sakura cayeron sin que pudiera evitarlo, las rodillas empezaron a temblarle y los labios se le abrieron para respirar antes de que él le soltara la mano y la liberara.
—Otra —ordenó él.
Las puntas de los dedos de Sakura no sólo ardían, tenían cosquilleos de sensibilidad y estaban como en carne viva con cualquier contacto de la boca de él, pero se refrescaron con la forma y la textura de la uva. Esta vez se le cayeron dos uvas antes de que pudiera coger una, y la mano le temblaba cuando se la ofreció.
La mano de Sasuke sujetaba su muñeca, él sostenía la uva y después pasaba su lengua por la parte sensible de la palma de la mano de ella en pequeños círculos, y ella no podía ni jadear. Después la soltó.
—Otra —ordenó él.
—Creo que... necesito... sentarme —susurró.
Él sonrió y se arrodilló para facilitarle las cosas. Sakura lo miró desde arriba y perdió el equilibrio antes de poder agarrarse a la mesa. Sasuke tenía las cejas arqueadas y una chispa en los ojos oscuros antes de que ella se dejara caer en la silla, se llevara una mano al pecho e intentara calmar el temblor.
—¿Qué me está sucediendo? —susurró.
—Oh... eso. Eso es contra lo que has luchado durante años. Es ese asunto tan horripilante. Eso es lo que te está sucediendo. Lo que te has negado a ti misma. Esto es la vida. Éste es el juego. Ven, Sakura, juega conmigo. Me apetece otra uva y quiero que me la des tú.
Posó la cabeza sobre el regazo de ella y la ladeó para mirarla. Sakura se volvió de la consistencia del pudín con el contacto. Cerró los ojos, sintió que temblaba, y cuando volvió a abrirlos, la mirada oscura medianoche de Sasuke seguía esperándola. Cogió una uva, aunque su mano temblorosa agitó el cuenco.
Dudó antes de dársela, sin embargo. Su mano se movió un poco, luego un poco más, antes de retirarla, y al tercer intento él la cogió, chupó la uva de sus dedos y la lamió hasta la muñeca antes de que ella pudiera retirarla. Sakura soltó un gritito, después se calmó mientras él le lamía la piel, provocándole escalofríos hasta el centro de sus pechos ya liberados. Los ojos de ella se abrieron mucho y se miró sin ningún miedo. Eso hizo que Sasuke se riera encantado cuando le soltó la mano.
—Otra —ordenó.
—No puedo —gimió.
—Quiero otra uva, Sakura, mi amor, y quiero que tú me la des. Ya.
Ella ladeó el cuenco con su movimiento y no lograba que sus dedos la obedecieran. Tuvo que intentarlo tres veces para coger una uva con los dedos. Esos mismos dedos que eran tan sensibles que podían sentir, apuntar y lanzar con perfección un cuchillo, ¿tenían problemas con una uva? Sakura se miró la mano sorprendida y con cierta desesperación.
—¿Mi uva? —preguntó él.
—Sasuke. —Ella miró su mano y después a él, y otra vez su mano—. Mis dedos... están raros. No entiendo qué les pasa.
Él volvió a reírse y le cogió la muñeca antes de que ella pudiera acercarla. Chupó la uva y le subió la manga para llegar a la piel sensible de la parte interior del codo. Sakura se agitó en la silla, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta, mientras él la lamía formando pequeños dibujos en la piel y después levantaba la cabeza.
—Otra —exigió.
—¡No puedo! —gritó—. ¡No me obligues! No sé lo que me sucede. ¡Creo que no me gusta! ¡Oh, Sasuke, ayúdame!
La levantó de la silla y la abrazó antes de que pudiera pronunciar otra palabra, y su boca le dijo todo lo que estaba deseando. Sakura sintió sus manos temblorosas sosteniéndola por los brazos, y sintió su enormidad donde la tenía apretada sobre él, y también sintió la insistente exigencia de los labios de él empujando para abrir los suyos, la lengua codiciosa, exigente y ambiciosa.
—¡Oh, mi cielo, mi inocente amor! —Era él el que rompía el contacto, apartando la cabeza de la de ella con un movimiento furioso mientras la miraba, con los ojos negros resplandecientes, y ella sintió claramente el ardor en el centro de su ser, donde el cuerpo parecía retorcerse. Se le abrieron mucho los ojos al darse cuenta de ello.
—Sasuke —exclamó.
—Amada Sakura. Mi Sakura, ¡mía!
Le había cogido mechones de cabellos y estaba inhalando los aceites perfumados con los que las damas la habían peinado. Y estaba temblando. Sakura lo sintió todo, hasta que la parte más dura de él cambió y se ablandó un poco, y eso la preocupó. Seguía preocupada cuando él levantó la cabeza.
—¿Qué te pasa, mi amor? —preguntó.
—Ya no me deseas... —preguntó.
Él se rió y, abrazándola, la apretó más contra sí.
—Te deseo más que la vida, mi amor. Sólo tengo que conseguir controlarme. No soy un jovenzuelo, que sólo desea encontrar el propio placer. Quiero que experimentes todo el placer que soy capaz de dar, ¿entiendes?
Ella sacudió la cabeza. Eso pareció que aún le hacía más feliz, y volvió a besarla, en todas las partes de ella que podía alcanzar. La nariz, la garganta, la barbilla, los hombros, donde el vestido se había deslizado.
Sakura estaba viviendo un torbellino que no se podía comparar con ninguna tormenta, después se sentó en la silla y el respaldo de madera dura contrastó con el calor que acababa de dejar, y los sólidos brazos de madera parecían vacíos y fríos. Abrió los ojos de golpe.
—Sasuke.
—Creía que te había dicho que me dieras una uva, Sakura —ordenó, con el tono de voz más bajo que ella le había oído.
Sakura fue a coger una, pero tomó dos con el tallo y se las alargó, viendo cómo le temblaba la mano. Se concentró en controlarlo, pero entonces él estaba subiendo una mano por sus piernas y no podía parar de temblar. Entonces él se detuvo y alzó los ojos al cielo cuando entró en contacto con el cuchillo del dragón.
No apartó la mirada mientras desataba el lazo y tiraba del bulto del cuchillo, el ribete y el retazo de kilt. Sakura contuvo la respiración, pero todo lo que hizo Sasuke después de mirarlo fue envolver el cuchillo y el puñal gris con la tela, antes de dejarlo sobre la mesa.
—No es seguro desnudarte, Sakura, y no necesitas temer. Esta noche no lo usaremos —susurró, y después le guiñó un ojo.
Si se hubiera parado allí, ella podría haber soltado el aire. Pero le cogió el tobillo y subió por la pierna otra vez. Sakura resbaló por la madera, con un pie contra el pecho de él mientras él movía la mano hasta la rodilla y llegaba al final de la media. Sakura tembló sin saber por qué. Gimió en voz alta, perdiendo lo que parecía su única posibilidad de volver a respirar. Se estaba derritiendo. Todas sus extremidades se convirtieron en gachas, mientras él iba bajando los dedos y con ellos las medias. Y cuando se las quitó, él le lamió el arco del pie, haciendo volar la lengua con pasión temblorosa.
—Sasuke. Yo no... no puedo... —Sakura jadeó. Después volvió a gemir cuando él se rió, soltando un aliento cálido en la humedad que acababa de dejar sobre su tobillo.
—¿Recuerdas que me enseñaste el equilibrio? —preguntó, con una mano metida debajo de la falda jugueteando con el extremo de la otra media y rozando ligeramente el otro muslo al mismo tiempo.
—¿Equilibrio? —preguntó, en un jadeo.
—Bien, esta es tu primera lección en el mundo del desequilibrio —apostilló, y le quitó la otra media.
Sakura tuvo la presencia de ánimo de meter las dos piernas debajo de su cuerpo en cuanto él terminó, y avanzó las manos con las palmas hacia fuera.
—Oh, no, Sasuke. Oh, no.
—Oh, sí, Sakura —contestó—. Oh, sí. —Después sonrió, haciendo que el corazón de Sakura se detuviera, hasta que tuvo que jadear para hacer que volviera a latir—. Creo que te debo una lección de sensibilidad, yo también. Veamos... ¿cómo era?
Le cogió ambas palmas y le enseñó exactamente lo sensibles que eran, con lametones, chupetones y roces en su superficie. Sakura estaba inmersa en una agonía de sensaciones, todas las partes sintonizaban con lo que él estaba haciendo. Entonces él le soltó las manos, sorprendiéndola, de modo que cayó contra el respaldo y él empezó a desabrocharse el jubón.
—Sasuke —susurró ella.
Él sonrió.
—¿Tienes miedo? —preguntó.
—Sí, estoy aterrada —contestó.
Eso lo hizo sonreír aún más, y entonces se quitó el jubón. Sakura no podía apartar los ojos de aquella visión cuando él se arrancó la camisa, poniéndose de rodillas para hacerlo, y mostrándole que definitivamente sí la deseaba, y mucho. Los ojos de Sakura estaban muy abiertos, no conseguía respirar la cantidad de aire suficiente y se aferraba tanto con las manos a los brazos de la silla que hasta se podía levantar por encima de ésta.
Sasuke lo vio todo y sonrió aún más.
—¿Estás preparada para ver a un hombre de verdad?
—No —gimió—. Todavía no, Sasuke. Por favor.
—Pues no abras los ojos.
Su advertencia llegó tarde y la respiración de Sakura se hizo más rápida y más superficial con el pánico. Se puso ambas manos en las mejillas e intentó controlarlo. Nunca había visto lo que parecía un cañón, ni siquiera se lo había imaginado. Sus ojos se abrieron todo lo posible mientras la mirada ascendía desde el cuerpo hasta la cara. El amor y la adoración que vio allí la ayudaron a aliviar el miedo, hasta que se convirtió en un problema de latidos constantes en su estómago.
—Sasuke.
—Te quiero, Sakura. No quiero hacerte daño. Te lo prometo, aunque ahora parece...
—No me entrará —protestó, interrumpiéndolo con los ojos resplandecientes de lágrimas no vertidas—. Me vas a destrozar.
Él sonrió.
—No, mi amor. Al menos, ésta no es la respuesta habitual. Ven. Dame tu mano.
Ella sacudió la cabeza. Él respondió tirando de ella para que se levantara de la silla y abrazarla. Sakura se estremeció y entonces ella ya estaba en sus sábanas rojas, con el cuerpo atrapado entre sus piernas, y sintiendo su instrumento de tortura intentando perforar un agujero en sus riñones.
—Sasuke. Por favor, para —suplicó, cuando él le levantó los cabellos para lamerle la nuca, justo antes de empezar a chuparle la piel. Eso le hizo arquear la espalda, permitiendo que le desatara todos los lazos del cordón. El vestido ondeó cuando él acabó.
—¿Parar? Oh, no, mi amor... mi Sakura. Mi vida. —Él canturreaba las palabras, deslizando el satén de sus brazos hacia abajo hasta formar una pila de tela a sus pies, y acunaba su temor con palabras en voz baja—. Mi amor... mi belleza... mi mujer.
El satén fue empujado a alguna parte entre los pies de la cama y el colchón. Sakura sólo sintió que lo perdía por una conciencia más fuerte del aire y la luz y el calor, y entonces Sasuke le subió la camisa lo suficiente para llegar a sus pechos. Él ladeó la cabeza y, al primer contacto, Sakura gritó, en un tono agudo, llena de miedo y presa de un gran impacto. Sasuke tembló con una especie de risa mientras le lamía el pezón como Obito había descrito, y los gritos de Sakura se volvieron gemidos de delicia. Después se convirtieron en jadeos de absoluto placer. Sakura se arqueaba por una razón diferente, para que él tuviera mejor acceso. Para asegurarse de ello, le retuvo la cabeza donde quería, y eso le hizo reír aún más.
Oía música en alguna parte y le habría gustado saber por qué. Entonces él se deslizó desde atrás y se puso debajo, pegado por completo a ella, y sus manos terminaron el trabajo de quitarle toda la ropa que los separaba, levantándola allí donde se había pegado al bulto de sus nalgas, temblando al colgar del último pie.
Sasuke disfrutaba con lo que veía y Sakura lo miró con ojos muy abiertos y con miedo bajo la superficie.
—Tienes un cuerpo muy en forma, Sakura. Ahora entiendo por qué me ganas en levantamientos. —Le pasaba un dedo pierna arriba, y los músculos de los muslos de Sakura se hinchaban sin que ella tuviera nada que ver, y después le acarició los músculos del abdomen—. Me gusta mucho. Una princesa guerrera para un guerrero. ¿Qué mejor pareja puede haber?
—¿No te importa? —susurró cuando él llegó a los tendones y los músculos de los brazos—, ¿En serio?
—¿Si me importa? —preguntó, y después lo repitió saboreando la sorpresa—. ¿Si me importa? Cualquier otra mujer palidece en comparación. Creo que eres una delicia para la vista. Soy la envidia de todos los hombres de verdad; lo juro.
Sakura se iluminó de orgullo y después se olvidó de cualquier idea de sentir vergüenza por ninguna parte de su cuerpo cuando él se situó sobre ella, con los pelos del pecho cosquilleando todo cuanto tocaban, la respiración exhalando sobre su nariz y mejillas y la dureza de él introduciéndose entre sus muslos.
—Debemos practicar los levantamientos, ahora, Sakura. ¿Recuerdas cómo se hace? Recuerdo un jueguecito que intentaste cuando yo estaba demasiado borracho para saber que tenía una mujer en mis brazos. Estúpido de mí.
—¿Levantamientos ?
—Algo así. Tú también serás una activa participante. Es como cualquier otro ejercicio. ¿Sigues asustada?
Ella asintió con los ojos muy abiertos.
—Intentaré ir con cuidado. No es fácil. Se me ha negado durante mucho tiempo, no soy de una talla sutil y tú eres virgen. Puede dolerte, pero pasará. Te lo prometo por todo lo que es sagrado.
Él se levantó apretándole los hombros. Sakura levantó las manos y las apoyó en su pecho. Él le miró el cuerpo, cerró los ojos una fracción de segundo y ella vio que temblaba.
—Sasuke.
—Eres muy especial, Sakura. Tienes el beso del éxtasis en los muslos, te lo juro. Deja que te dé placer antes de que desperdicie mi semilla sobre las sábanas.
Ella agitó la cabeza con movimientos rápidos y cortos.
—Sakura, he esperado y soñado este momento. Tú también lo disfrutarás. Abre las piernas para mí, muchacha.
Ella volvió a sacudir la cabeza. Sasuke bajó la suya, le tocó los labios con los suyos, y respiró dentro de ella.
—Abre las piernas, mi amor. Abre. Ábrete para mí, para tu hombre, para tu amor. Abre. Ahora.
Su beso fue diferente. Era fuerte, exigente e imperioso. Era todo tensión, era irresistible y era avasallador. Le pedía que se rindiera, y no se conformaría con menos. Los muslos de Sakura se abrieron mientras él seguía besándola, mandando todo su cuerpo en una espiral que se hundió en el colchón y volvió a subir al cielo, y después él la estaba abriendo con un dolor tan desgarrador que Sakura se puso toda tensa mientras él empujaba casi dentro de ella.
—Sasuke... ¡no puedo! Es demasiado grande. Me estás destrozando.
—Sakura, calla. Tranquila. Calla, mi amor, calla. —Él susurraba palabras de amor y le besaba las mejillas, pero no se apartaba—. Es sólo tu virginidad, mi amor. Sólo te dolerá esta vez. Te lo prometo. Calla.
Sakura tembló y obligó a su cuerpo a aceptarlo. Se obligó a soltar la tensión poco a poco.
—Me prometiste que sentiría placer —susurró finalmente—. Esto no es placer, Sasuke. No lo es. Preferiría saborear tus puños.
—Primero tenemos que cruzar el velo de tu virginidad, mi amor. Ya no te dolerá después. ¿O es que no confías en mí?
Sakura miró sus ojos oscuros, esa cara hermosa, y asintió. El cuerpo se le tensó de nuevo mientras él empujaba, y los ojos de él se oscurecían con las muecas de dolor de ella.
—Estás muy en forma, Sakura. Puedes aguantar una cuchillada y el dolor de una marcha forzada con la espalda lesionada, así que también puedes soportar esto.
Todo el dolor estaba centrado en su entrada, le subía por la espalda ¿y él le decía que podía soportarlo? Sakura intentó concentrarse para mirarlo con furia. Lo intentó pero los ojos se le llenaron de lágrimas. Ya no le quedaba ningún punto fuerte en el cuerpo.
—Rodéame con tus piernas, Sakura. Enlaza los tobillos detrás de mi cintura. Tenemos que acabar con esto, y a mí no me gusta más que a ti. Dentro de un momento, entraré por la fuerza.
Ella sacudió la cabeza.
—No. No puedo.
—Hazlo —ordenó él.
Ella lo intentó y todo tembló al hacerlo. Los ojos se le inundaron de lágrimas. Sasuke maldijo, bajó las manos hasta las caderas de ella y la forzó, como había dicho. Sakura se quedó quieta, abierta hasta el estómago con su entrada, e intentó recibirle.
—Sakura —susurró—. Mírame, mi amor.
Sasuke parecía tan dolorido como ella y Sakura sintió que su dolor disminuía al observarlo.
—Perdóname, mi amor. No he tomado a muchas vírgenes, a pesar de mis fanfarronadas, y he olvidado los problemas.
—No sabía que hiciera tanto daño —susurró ella, sintiendo que el dolor disminuía más mientras él esperaba.
—¿Estás mejor? —preguntó.
Ella lo miró haciendo una mueca.
—Ya no es tan fuerte, ya no me quema.
—Gracias a Dios —murmuró él—. Porque si me quedo mucho rato más en tus melosas profundidades, mi querida Sakura, voy a perder toda idea de tu propio placer y llenarte el estómago con mi propia necesidad.
Y al decir eso, se movió.
Sakura gritó de dolor. Después se agitó con algo que podía ser dolor pero la sensación era un poco diferente. Se aferró a ella, subiendo y bajando con él, y haciendo levantamientos con todo el cuerpo. Entonces, sencillamente se abandonó a la experiencia de lluvias peores que cualquier tormenta, relámpagos peores que ningún rayo y truenos más fuertes que cualquier golpe, que le atravesaron todo el cuerpo. También podría ser eso lo que se sentía al morir.
Sakura se apretó contra él, sintiendo que se dejaba absorber por lo que él estaba creando, y sintió el trueno, sintió el relámpago, experimentó la lluvia, por segunda vez. Desde lo que parecía una larga distancia le oyó gemir y entonces le sintió latir y tensarse con todas las extremidades que ella tenía enlazadas alrededor de su cuerpo.
Los brazos de él temblaron y después se hundió, apoyando el pecho sobre ella. Sakura lo abrazó y esperó lo que le pareció mucho tiempo.
Estaba casi atontada por su peso antes de que Sasuke gimiera y rodara a un lado llevándola con él. Se rió y todo su cuerpo se sacudió.
—Aunque nunca lo reconoceré, ha valido la pena esperar, Sakura, mi amor —dijo por fin.
—¿Siempre es así?
—¿Cómo? —Abrió sus ojos negros al preguntar.
Sakura se ruborizó.
—Eso... la fuerza, la sensación, el...
—¿Éxtasis? —preguntó.
—Sí. Eso. ¿Es así?
—No te he hecho demasiado daño, ¿verdad? —preguntó.
—Me has hecho mucho daño —contestó ella.
—Era necesario romper tu virginidad. No volverá a suceder.
—Con lo que tú tienes, Sasuke Uchiha, me harás daño siempre. Lo sé. He estado con muchachos toda mi vida.
Él volvió a reírse.
—Sí, has estado con muchachos, mi amor, no hombres. No soy tan raro. Te lo prometo.
—Tendré que creer en tu palabra, Sasuke. Así será, porque no pienso comprobarlo.
—Y yo nunca lo permitiré. Eres mía, Sakura, muchacha. Mía. Nunca te dejaré. Nunca.
Ella se acurrucó sobre él, y era de su misma altura; apoyó la nariz en el espacio que había detrás de su oreja. Casi le creyó.
—¿Piensas en dormir? —preguntó.
—Sí... —contestó.
—Todavía no, no te duermas, Sakura. Tenemos que comer y jugar más. Arriba. Me apetece otra uva.
