CAPÍTULO 22

La luz del sol salpicó la tela carmesí cuando ella abrió un ojo. Fue tan desconcertante que abrió el otro ojo. Sakura parpadeó y la visión no cambió. Seguía pareciendo una luz matinal sospechosamente normal filtrándose por la ventana abierta y extendiéndose en un prisma multicolor del arco iris contra la colcha bordada. Pasó una mano por los pequeños y meticulosos puntos y se preguntó qué pobre mujer habría realizado la tarea de ponerlos todos.

Sentía el lado sobre el que estaba recostada un poco entumecido, y probó a estirar una pierna. La recogió rápidamente al entrar en contacto con otra más grande, más peluda y más cálida. Abrió mucho los ojos. Su intención era acostarse con él, no podía negarlo, y la cara se le encendió al pensar en ello. Su intención era enmendar su error, desvanecer los demonios que había creado en su cabeza y después quería buscar a su hermano, Hikaku, y acabar con él. ¡Nunca había tenido la intención de quedarse a dormir con él!

La intimidad era algo que nunca había experimentado, y Sakura se puso boca abajo, intentando no despertar al varón roncador y acalorado que había junto a ella. «No sabía que roncaba», pensó, y sonrió. Probablemente fue porque siempre se levantaba antes que ella y la hacía levantarse sin muchos miramientos.

Sentía rara la sábana contra sus costillas, su estómago, sus pechos. Sakura apoyó la mejilla en el tupido tejido y se abandonó a la sensación. Era muy agradable, un poco como despertarse con la manga o el tartán bajo la cara, en lugar de hierba.

La respiración de Sasuke cambió, alertándola, y levantó la cabeza para afrontar esos ojos negros medianoche. La expresión de esos ojos casi deshizo todo lo que estaba utilizando para mantenerse firme.

—Buenos días, Sakura —susurró él, y le acarició la mejilla.

Sakura se apartó, vio que su mano se detenía, en expresión de alerta, y después bajó la mano al espacio de sábana que había entre ellos.

—¿No es una buena mañana para ti? —preguntó.

—Esto... no debería haber pasado —susurró.

Él sonrió.

—Oh, sí que debería. Era un hecho inevitable, aunque ahora parezca imposible, hay un hombre lo suficiente macho para ti, Sakura. Y yo tengo el honor de ser él. Mejor aún, finalmente he encontrado a la mujer que me iguala, y no me refiero sólo a levantamientos.

A Sakura se le encendió la cara. Sabía qué era lo que él quería.

—Quiero que tengas claro, Sakura, que seré insaciable cuando se trate de ti. Tengo un récord de cinco que debo superar. Me pareció increíble que lo igualaras, pero acepto el desafío. Con gusto.

Se acercó para tocarle el hombro y ella se apartó.

—Sasuke... —empezó a decir.

—Oh, muy bien, lo intentaré con seis. No me dejes dormir tanto la próxima vez.

Ella lo miró en silencio hasta que se le borró la sonrisa.

—No puedo permitir que esto se repita —dijo.

—¿Permitir? —Pronunció la palabra con sorna, y la repitió—. ¿Permitir? ¿Crees que el Señor sabe nada, Sakura? Sabe más de lo que tú crees. Sabe que estamos hechos el uno para el otro, aunque tú no lo sepas. Sabe que no puedo mantener mis manos alejadas de ti, ni siquiera ahora. Sabe que me pongo duro sólo con estar cerca de ti y oler tu aroma. Sabe cómo te afecta a ti también. —La voz de Sasuke se hizo más baja y arqueó las cejas, insinuante—. Dios lo hizo así a propósito. También sabe que mi cara te parece atractiva, varonil e intrigante. ¿Si no para qué me habría hecho así? —volvía a sonreír con una cierta coquetería.

Sakura tragó saliva y lo intentó de nuevo.

—Digo que no permitiré que vuelva a suceder.

Él se lo pensó.

—¿Que no lo permitirás? ¿Tan mal lo he hecho? Debes darme otra oportunidad, entonces. Te convenceré de ello. Lo intentaré con todas mis fuerzas, lo haré durar más. Te lo juro.

Iba a tocarla y eso no podía permitirlo.

—¡Sasuke, quieres parar y escucharme! ¡Sólo piensas en jugar!

—Bueno, eso es una buena cosa, porque todo lo que tú ves es seriedad, trabajo y horror. Uno de los dos tiene que saber jugar.

Ella emitió un sonido de frustración y empezó a hablar.

—Esto no volverá a suceder, Sasuke Uchiha, ¡porque yo no quiero que vuelva a suceder! ¡No lo quiero! ¡Nada! ¡No te quiero!

De haber podido retirar alguna, o todas las palabras que habían hecho que pusiera esa cara de asombro y esa mirada ofensiva en sus ojos negros, convirtiéndolos en estanques, lo habría hecho. Sakura le vio temblar antes de echarse boca arriba y mirar el techo.

—Dios, Sakura, ¿por qué no sacas el cuchillo del dragón y lo usas para abrirme en canal? Me dolería menos.

Lo que parecía una lágrima le resbaló por el rabillo del ojo. Sakura tragó antes de acercarse para tocarla con los labios. Él la apartó bruscamente, y ella contuvo el aliento ante la sensación de rechazo.

—No lo he dicho en serio —dijo.

—Ahora no puedo mirarte, Sakura. Tal vez podrías concederme esto y darte la vuelta.

«¿Dónde estaba la máquina despiadada de matar en la que se había convertido?», se preguntó. Sin duda no estaba allí cuando la necesitaba, y el dolor que manifestaba endurecía la bola de dolor de su pecho y la hacía crecer hasta sentir que sería demasiado pesada para levantarla.

—Parece que sólo sé hacer daño a los demás, Sasuke. Vine a ti anoche para desvanecer el dolor y ahora descubro que he provocado más. Algo en mí no está bien. No lo ha estado desde hace mucho tiempo. Tú no tienes la culpa.

Él volvió la cabeza y la miró. Todo en su cuerpo latía ante la expresión de sus ojos, dejándola mareada y temblorosa. Encima, se sentía caliente, caliente por todas partes.

—No hay nada en este mundo que el amor no pueda curar, Sakura. Nada. Quiero que lo sepas. Quiero que sepas que sucederá.

Sakura cerró los ojos para poder soportarlo.

—Tus sentimientos son como los del juglar y no existen para mí. Soy una máquina de matar, Sasuke, ¿recuerdas? Es lo único que sé. No puedo olvidarlo porque los muertos de mi clan están a mi lado a cada paso que doy y cada día que pasa sin que obtenga justicia. Soy su única posibilidad de obtenerla. No pueden volver de sus tumbas y cada vez que me aparto de eso tengo que compensarlo.

Él seguía mirándola con sus ojos negros medianoche cuando ella abrió los suyos, y lo que vio hizo que cualquier otro pensamiento volara definitivamente fuera de su cuerpo.

—Ahora te entiendo, Sakura, amor mío. No digo que me guste tu charla matinal después de hacer el amor, pero lo entiendo. Lo permitiré esta mañana. Mañana por la mañana, me gustaría una charla más amorosa y con menos rechazo.

Ella apretó los labios.

—Sasuke Uchiha...

Él posó un dedo sobre sus labios y la silenció más eficazmente de lo que lo habría hecho toda su mano.

—No podrás abrirte al amor y a la alegría hasta que cumplas el juramento que hiciste. Lo acepto. En realidad, no me gustaría que fuera de otro modo. Así que, dime, ¿a cuántos bastardos tenemos que matar?

Ella tomó aire.

—¿Cómo te atreves a tomarte a la ligera mi juramento?

—No me tomo nada a la ligera, Sakura. Hablo muy en serio. Quiero que seas mi esposa. Estarás a mi lado o no lo estará nadie. Te ayudaré a exorcizar tus demonios, y tu juramento es ahora mío. Tu clan merece venganza. Les ayudaré a obtenerla.

Ella soltó el aire lentamente, experimentando lo que se sentía al tener a alguien para compartirlo todo. Apartó la mirada.

—No puedes, Uchiha. Esto es algo que debo hacer sola. No soy una asesina. Soy el brazo de la justicia. Hice el juramento. Verteré la sangre del señor. Le haré pagar.

—¿El señor?

—Sí. Sólo él.

Él soltó un bufido sobre su frente y los cabellos despeinados.

—¿Y si él no tuvo la culpa?

—La tuvo —susurró ella y lo miró a los ojos. Entonces llamaron a la puerta y los dos se sobresaltaron.

—¡Sasuke! ¡Abre la puerta! ¡Sasuke! ¿Sak? ¡Venid, los dos! ¡Abre la puerta! ¡Sasuke!

Era Obito. No estaba gritando, pero hablaba muy fuerte. Probablemente el ceño de Sasuke era igual al de Sakura.

—Mi hermano tiene la sutileza de un dragón. Espero que tenga una buena razón para anunciar a todos que mi puerta está cerrada con pestillo y todavía estamos en cama.

—¡Sasuke! ¡Abre la puerta! ¡Rápido! ¡No tenemos mucho tiempo!

—¿Por qué no podrá pasar el tiempo que falta para la boda con los preparativos, como todo el mundo? —gruñó Sasuke antes de levantarse, pasar por encima de ella y dirigirse a la puerta. Sakura dejó vagar los ojos por el cuerpo de él mientras caminaba hacia la puerta, levantaba el pestillo y abría la puerta de par en par. Después, cerró los ojos para alejar la imagen.

—¿Qué pasa?

—Gracias a Dios. —Obito parecía que estuviera rezando—. Cierra la puerta. ¡Rápido! Pasa el pestillo. ¡No tenemos mucho tiempo!

—Vete, Obito. Tu boda no será hasta la noche y estoy cansado.

Ella le oyó bostezar al final de su discurso. Sakura abrió los ojos y vio a Sasuke estirando el cuerpo, mientras su hermano gesticulaba. Decidió que era más interesante mirar a Sasuke.

—Rápido, ponte el kilt. Aquí está el de ella... esto... de él, también. Que tu escudero se vista. ¡Ya! No tenéis mucho tiempo y me estoy cansando de repetirlo. ¡Sasuke!

Obito empujó a su hermano y Sasuke le desafió.

—Es demasiada mujer para ponerle un kilt tan pronto. Necesito más tiempo. Vuelve a mediodía.

—Veo que has curado a mi hermano de la ceguera, Sak. Pero no has mejorado mucho su inteligencia. ¡Levántate! ¡Ponte el feile-breacan! Han descubierto la mentira sobre tu retozo con Aino.

—¿Su retozo con quién? ¿Has traído comida, Obito? Me muero de hambre.

Obito emitió el sonido más exasperado que Sakura había oído jamás. Se sentó, tapándose con la colcha. El colchón se movió curiosamente con su peso. Posó la otra mano sobre él para no caer.

—Están llamando a tu escudero y fue sólo por la gracia de Dios que primero fueran a ver a Aino. Parece que la muchacha se llevó los vestidos de Sak a su habitación anoche, aunque lo utilizó para sus propios fines. Me han dicho que tu escudero fue visto en la habitación de Aino pasando un buen rato con ella. Por supuesto, ha sido Shiseru la que difundió el cuento. —Se detuvo para respirar antes de proseguir—. Hemos tenido suerte de que yo tuviera el kilt y el tartán del campeón. Esto podría haber sido un desastre. Toma, Sak. ¡Póntelo! ¡Rápido! Tienes que vestirte, y como un muchacho. Ya. Ahora mismo. No puedes aparecer como otra cosa que lo que creen que eres.

—¿Mi escudero? —preguntó Sasuke.

—No. Una leyenda.

Los ojos de Sakura se abrieron mucho al mirar a Sasuke y después a Obito.

—No —susurró.

—Es cierto. Se ha corrido la voz. Los clanes están aquí. Han llegado durante toda la noche.

—¿Qué clanes? —preguntó Sasuke, sentándose y cogiendo unas medias.

—¿Qué clanes? —repitió Obito, levantando los ojos al cielo—. ¡Todos los clanes! Deberías ver el panorama. Ha sido suficiente para que los Sassenach se largaran. Hikaku también. Le he dicho que se pudra.

—¿Hikaku... se ha ido? —preguntó Sakura atragantándose.

—Sí, el enamorado de los ingleses. Mejor para nosotros. Porque por mucho honor que hayas traído tú al nombre Uchiha, él no ha traído más que vergüenza. Será nuestro señor por derecho de nacimiento, pero no por elección.

—¿Todos los clanes están aquí? ¿En serio? —preguntó Sasuke.

Obito se rió con sorna.

—¡Madre debería haberme dado a mí la belleza y a ti la inteligencia! Nunca había visto tantos. No sabía que hubiera tantos, eso es lo que parece. Y no han venido a participar en mi boda. ¡Sak! ¡Levántate! ¡Vístete!

—No permitiré que mi dama se vista mientras tú miras, Obito.

Obito lanzó el kilt y el tartán ceremonial sobre la cama y se dio la vuelta.

—¡Como sea, pero hacedlo! ¡Ya! Tengo hombres del clan pisándome los talones y este pestillo no aguantará; ella tiene que ser el escudero Sak para entonces.

—Rápido, Sak. Arriba. Te ayudaré. Los clanes están aquí. No me atrevo a creerlo. —La voz de Sasuke estaba llena de respeto—. Lo que he intentado conseguir durante años lo has hecho tú en quince días. ¡Arriba, mi amor!

—Espera a verlo. Es toda una visión. Vaya, cuando el soberano vio el alcance del poder de convocatoria de Sak, salió a hablar. Ha estado hablando toda la mañana. Les ha prometido al gran campeón, al escudero Sak, a ellos. Han mandado al clan Uchiha a cumplir la orden.

Sakura se encogía en medio de la cama y se sentía más y más pequeña. Aquello no era lo que ella quería.

—Estaré a tu lado, mi amor. No lo dudes. —Sasuke habló bajito pero ella le oyó. Lo miró a los ojos.

Se oyó un golpe atronador en la puerta. Se sobresaltó una fracción de segundo y a continuación ya se estaba poniendo el vendaje, la túnica de abajo, la camisa y los calcetines. Sasuke la envolvió con el feile-breacan, se lo echó sobre los hombros y le ciñó el cinturón a la cadera. Para acabar le entregó el cuchillo del dragón.

—He olvidado ponerme el taparrabos —susurró ella.

Él la miró de arriba abajo varias veces.

—Y yo que pensaba que no deseabas interesarme hoy.

—¿Queréis parar y prepararos vosotros dos?

—Está listo, Obito. ¿Sabes trenzar cabellos?

Obito se dio la vuelta con ojos asombrados.

—Debe de ser muchacho en parte. Ninguna mujer se viste así de rápido. Y no, no tengo experiencia en trenzar cabellos. Mis disculpas, muchacho.

—No necesito ayuda. Lo he hecho yo sola toda la vida. ¿Dónde están mis puñales? ¿Y mi fíbula?

Obito dejó la bolsa sobre la mesa y el clic le dijo que contenía todo lo que necesitaba. Sakura se metió el cuchillo del dragón en la parte frontal del cinturón, contra el estómago, y después empezó a colocar los puñales en los calcetines y en la parte trasera del cinturón, se puso los brazaletes de plata y se prendió la fíbula.

Se oyó otro golpe en la puerta y Obito se puso detrás de ella.

—Para ahorrarle a Argylle la molestia de volver a cambiar el pestillo de tu puerta, abriré. ¿Estáis listos?

Sakura volvió a mirar a Sasuke. Se estaba trenzando el pelo con toda la rapidez que podía y Sasuke estaba terminando de prenderse su fíbula del dragón. El tiempo se detuvo y entonces él sonrió.

Obito abrió la puerta.

Sasuke tuvo que encargarse de ella. Había demasiada gente en el pasillo y demasiados que deseaban tocarla. Cuando llegaron a las almenas, Sakura habría caído si Sasuke no la hubiera agarrado por el hombro, para hacerla volver hacia lo que parecía un mar virtual de hombres en tartán, todos gritando, todos aclamando, todos vitoreando.

Estaba temblando antes de que llegaran a los campos.

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Lo que siguió fue el día más raro en la vida de Sakura. Conoció al rey Robert en el rastrillo sobre el puente levadizo. Entonces, a ella y a Sasuke les dieron caballos y se la llevaron. El soberano le dijo que no estaban todos los clanes, al fin y al cabo. Estaban los de las tierras bajas, los que le costaba más dominar.

Sakura escuchó e intentó comprender. Los de las tierras altas estaban en el norte lejano, muy lejos de la influencia inglesa, y estaban acostumbrados a la vida dura. Cualquier cosa que los Sassenach les obligaran a hacer era ignorado y vengado, y la venganza solía ser más dura. Vivían para luchar, y si no era contra un clan rival era contra los ingleses. El rey Robert prefería que fuera contra los ingleses. Sasuke se ajustaba a esa descripción, pensó ella.

A Robert le costaba más convencer a los de las tierras bajas. Eran como Argylle. Compartían la frontera con Inglaterra, se casaban con familias inglesas, se adaptaban a las costumbres inglesas, y como estaban más cerca de los castigos de los ingleses, su obediencia era más rápida. El hombre que había sido coronado rey de un país que ni siquiera era independiente necesitaba a los de las tierras bajas si quería triunfar. Necesitaba lo que estaba sucediendo, y eso significaba que necesitaba a Sakura.

Sasuke sonrió a su lado durante todo el apasionado discurso y entonces llegaron al primer clan. Sakura montó su caballo, miró todas las caras y se estremeció de miedo. Entonces, unos fanfarrones bocazas levantaron un bastón en el aire y la desafiaron a mostrar por qué alguien debería caminar leguas para ver a un muchacho con cara bonita con el traje de los Uchiha. Antes de que nadie pudiera volverse para mirar, Sakura tenía doce puñales en fila preparados y el cuchillo del dragón a punto para un lanzamiento final.

En el impactante silencio que siguió a sus lanzamientos, Robert «el Bruce» empezó a hablar. Se puso de pie sobre los estribos y se dirigió a todos los que podían oírle. Tenía la misma clase de voz de orador que poseía Sasuke. Hizo que Sakura sintiera escalofríos en los hombros y en los brazos, y eso le sucedió todas las veces que le oyó dar su discurso.

Sakura y Sasuke iban acompañados de los hombres del clan Uchiha, y ellos tenían la misión de recoger los puñales y devolvérselos. Se convirtió en una misión de todo el día, porque cada vez que el rey levantaba la mano para dirigirse al clan, primero le hacía una señal para que lanzara.

Se convirtió en una competición para ver cuál de los clanes podía hacerla fallar. Los labios de Sakura se crisparon cuando vio a los jóvenes salir corriendo en cuanto ella acabó y el soberano empezó a dar su discurso. Los muchachos hacían correr la voz y los objetivos se hicieron más pequeños y cada vez más lejanos. Uno de ellos incluso levantó un cubo, con la parte abierta de cara a ella, y la desafió a meter los puñales dentro.

Lo divertido fue que no se quedaban dentro y cada vez que uno entraba, salía inmediatamente, emitiendo un sonido gorjeante, como de pajarito. El rey tuvo que esperar a que el entusiasmo se calmara esa vez antes de que pudiera hacer su discurso. Sakura tampoco estaba escuchando, de todas maneras. Miraba a los ojos que la contemplaban y los escalofríos no los provocaba el discurso sino algo intangible que procedía de la multitud.

Sasuke estuvo a su lado todo el día. Fue quien le pasaba los puñales cada vez. Más tarde, fue un pedazo de pan, un trozo de carne asada de un clan, un vasito de whisky de otro. Sakura nunca se había sentido tan viva. Era mejor que cualquier habilidad que hubiera demostrado, mejor que abatir una presa, mejor que nada de lo que había conocido, excepto amar a Sasuke.

El rey era incansable, habló hasta que se quedó afónico y después siguió en un susurro glorioso que Sasuke repitió por él. Fueron otra vez al castillo. Sakura no se había dado cuenta de que habían inscrito un círculo completo, cubriendo tanto terreno como el que ocupaban los clanes. Había antorchas y tiendas montadas hasta el horizonte. Se ponía el sol y, como anunció el soberano al llegar, había que celebrar una boda.

Sakura no sabía si sus piernas podrían sostenerla, pero Sasuke no pensaba dejarla caer. La bajó del caballo, la sostuvo por el hombro, la guió hacia la puerta de la capilla y la sentó a su lado.

—Has conseguido lo que yo llevo intentando hace años, Sakura —dijo—. Has reunido a los clanes y has dado tiempo a nuestro soberano para hablar con ellos, y la oportunidad de que le escuchen. Por primera vez en mi vida, creo que Escocia tiene una posibilidad. Si no lo estropeara todo te abrazaría aquí mismo y te daría todo el amor que siento por ti. Pero no sobreviviríamos.

Sakura se quedó atónita con esas palabras, y eso que había oído maravillosos discursos todo el día. Decidió que era una suerte que Sasuke no utilizara su gran voz de orador en ese momento.

Las puertas de la capilla se abrieron y pasaron del ruido escandaloso de la multitud a la reverencia santificada e iluminada por las velas en un abrir y cerrar de ojos. Sakura contuvo la respiración ante la belleza de la capilla Argylle: el cristal emplomado de las ventanas, las vigas arqueadas del techo, la madera tallada del pulpito y la música que procedía del coro de niños en el altar.

Sasuke fue acompañado al lugar de honor, a la derecha de su hermano, y Sakura lo vio irse con la mayor sensación de pérdida de su vida. El soberano la situó a su lado, rodeada de nobles, asistentes y personas del pueblo, pero Sakura se sintió sola por primera vez desde que se había despertado. Eso también la impactó. Estaba acostumbrada a estar sola. Estaba acostumbrada a no tener a nadie, a cuidarse sola, a no depender de nadie, a no tener a nadie a quien cuidar, nadie que se preocupara por ella.

Pensó que no le gustaba conocer la sensación de pérdida y soledad.

También sentía flojera en las piernas. Las tensó y se apoyó en la pared, con los demás escuderos, cuando entró lady Temari. Fue entonces cuando Sakura supo con certeza que había hecho lo correcto, al menos con Obito y su futura esposa. Lady Temari lucía un traje incrustado de cuentas, que parecía más una joya líquida que un material, y la cola que la seguía ocupaba toda la longitud de la capilla.

Era como si todos contuvieran el aliento, y cuando las manos temblorosas del novio descubrieron la cara de la novia se oyó un suspiro provocado por su belleza. Sakura percibió la diferencia inmediatamente. Temari ya no era infeliz. Resplandecía de alegría.

Sakura miró a Sasuke a los ojos y tuvo que apartar la mirada. No podía sostenerla. Apenas podía soportar estar en medio de tanta felicidad, amor y paz impregnando el ambiente. No era por ella. Nunca lo sería. Ella había sido engendrada en el odio y el amor cuando era demasiado pequeña para cambiarlo, y a pesar de las palabras tranquilizadoras de Sasuke de que el amor lo curaba todo, ella sabía la verdad. Ahora nada podía cambiarlo. Se llevó una mano al pecho para tocar el retal de los Haruno y, por alguna razón, pensó que recibía la paz que necesitaba.

Aún tenía la cara vuelta cuando la pareja fue declarada casada y salió de la capilla con una aclamación ceremonial. Sakura sólo tuvo un momento de vacilación para preguntarse dónde estaba Sasuke antes de verlo a su lado, de que su mano tocara la suya y se inclinara hacia su oído.

—Obito desea que te dé las gracias. Quiere que tengas esto.

Sakura miró el anillo que Sasuke le puso en la mano. Lo había visto en la mano de Obito más de una vez, y el negro zafiro del centro era un incómodo recordatorio del tono de ciertos ojos Uchiha. Lo escondió en la palma de la mano y sintió que quemaba. No tanto como las lágrimas que vertió, pero bastante.

Parpadeó para dominarse. Ahora sí que le estaban pagando.

—Le diré que te hizo llorar, si me pregunta. Quédate cerca, Sakura. Hay algo que celebrar. Tengo un plan.

—¿Un plan para qué? —susurró ella.

Él apretó los labios.

—¿Para qué?, pregunta ella —dijo él—. Para llevarte a la cama y a mi lado. ¿Qué si no?

—Sasuke, yo...

Se calló porque la emoción le impidió seguir. No ayudó que el mundo dejara de hacer ruido, los testigos de la boda cesaron de existir y unos ojos negros, color ónix, crecieron hasta que no vio nada más. Sakura tragó saliva.

—Te quiero, Sakura —susurró—. No lo dudes nunca. Es lo único que pienso y lo único que sé. Quiero todo esto para ti. —Calló, miró a su alrededor y después volvió a mirarla. Ella no había apartado los ojos—. Quiero que estés siempre a mi lado. Te quiero como esposa y quiero ser tu marido. A Dios pongo por testigo de que será así. Tienes mi promesa.

—Sasuke...

Él le puso un dedo en los labios.

—No discutas en la casa de Dios. Espera. Yo también soy paciente.

—¿Sí?

—Sí. Estoy esperando hasta que estemos fuera para contarte mi plan. Eso es todo lo paciente que estoy dispuesto a ser.

—¿Por qué? —preguntó.

—Porque quiero abrazarte y quiero estar dentro de ti, y quiero compartir tu aliento y tu cuerpo, y ese kilt muestra demasiado de tus malditas piernas, y tú no llevas taparrabos, y un montón de otras cosas. ¿Qué quieres decir con «por qué»?

Sakura tragó saliva.

—A ver, ¿por qué has tardado tanto en decirlo?

Él frunció el ceño.

—No lo sé. Tal vez porque lo que había planeado para ti no era adecuado para decirlo en la iglesia.

—Oh.

«Debería haberlo sabido», pensó. Estaba haciendo exactamente lo que había dicho que no haría. Era la ramera de un Uchiha y había recibido un pago de su hermano. No era de extrañar que no deseara hablar de ello en un lugar santo.