CAPÍTULO 23

El plan de Sasuke funcionó a la perfección. Por supuesto, decidió Sakura, cuando estuviera al otro lado de la puerta y haciendo lo posible para fingir que era Shiseru, funcionaría. El hombre sabía por instinto exactamente cuánto disfrutarían los hombres del clan agrupados por todas partes, cómo se darían codazos y harían comentarios. Le ardían las mejillas sólo de pensarlo.

Sasuke sólo había dicho que quería ver qué tenía Shiseru para tener tan interesado al joven escudero Sak, y todos se habían reído. Sak, por otro lado, tuvo que proclamar en voz bien alta que buscaba la cama de Aino. Una vez allí, Shiseru se desnudó y disfrazó a Sakura para que pareciera más gorda, le puso una gran capa, advirtió a Sakura de que doblara las rodillas para que tuviera la altura correcta y la sacó fuera.

Lo que tuvo que escuchar, las pullas que tuvo que soportar y los toqueteos en el postizo del trasero por parte de los borrachos que intentaban robarle un beso o una caricia, iba más allá de su experiencia. Le hizo sentir asco por todo aquello en lo que se había convertido.

Llegó a la puerta de Sasuke, llamó con fuerza y meneó las nalgas; la risa de él al verla le habría hecho lanzarle todos sus puñales de haberlos llevado encima.

—Vaya, vaya... mira a quién tenemos aquí, muchachos. Shiseru en persona. Shiseru del escudero Sak. Pasa, pasa, querida. Te he estado esperando. ¿Muchachos? No os necesitaré esta noche. —Sasuke puso toda su voz de orador en esa palabra, y probablemente le oyeron todos los que estaban en el pasillo—. ¡Mañana tampoco os necesitaré, creo! ¡Ven aquí, guapa! ¡Muéstrame lo que le mostraste al escudero Sak y yo te enseñaré lo que hace un hombre de verdad!

Se oyeron risotadas en el pasillo cuando Sakura cerró la puerta. Entonces sacó el cuchillo del dragón y lo clavó en el escamel antes de que tuviera que desahogar más rabia. Sasuke lo miró sorprendido y después la miró a ella.

—¡No vuelvas a hacerme algo así, Uchiha! —gritó, quitándose la capa y escupiendo las palabras.

—¡Vaya, qué arpía, Shiseru! —gritó Sasuke, levantando los pies y arrancando el cuchillo del dragón de donde ella lo había clavado entre sus piernas—. De haberlo sabido, juro que no te habría dejado. Ven aquí, mi amor nocturno. ¡Por Dios, Shiseru! ¿Dónde has aprendido esto?

Él le puso un dedo en los labios y escuchó a través de la puerta. Ella contuvo el aliento y también escuchó. Voces. Charla. Risas.

—Querida mía. Daría lo que fuera para que esto fuera diferente. Tenerte a mi lado, sin recurrir a estas tretas. Te quiero, Sakura, hasta el último aliento. —Le susurró al oído, con una mano bajo la barbilla y la otra levantándole los cabellos, y Sakura se quedó embelesada—. Hace años que te busco. Haría lo que fuera por ti. Incluso fingir pasión por una ramera gorda y gastada para poder tenerte, y escuchar los insultos de mi clan por mi elección.

—Si hubieras visto lo que he tenido que pasar yo no te sentirías tan orgulloso. ¡Las cosas que me han dicho! ¡Los toqueteos que he debido soportar!

Los ojos de Sasuke brillaron con furia y la mandíbula se le puso tensa.

—Dime quién ha sido y me encargaré.

—Todos, Sasuke. No puedes encargarte de todos.

Las lágrimas brillaron en sus ojos y él le besó un extremo.

—Perdóname, mi amor. No debería haberlo hecho. Debería haber tenido más control. No debería desearte tanto como para hacerte esto. Perdóname.

—¿Por qué no puedo venir como tu escudero?

—Porque ningún hombre pasa el pestillo con su escudero dentro y no sería capaz de mantener las manos alejadas de ti, y algún hombre del clan lo adivinaría y todo lo que el soberano ha conseguido acabaría en nada. Aléjate de la puerta, mi vida. No sé si pueden oírnos.

—Yo no debería estar aquí, Sasuke.

Él suspiró, tirando de ella hacia el fuego y desnudándola al mismo tiempo.

—No, no deberías. Deberías estar en mi casa, con el estómago hinchado con un hijo mío y tu vida llena sólo del placer que yo puedo darte.

Ella se ruborizó.

—Igualmente no debería estar aquí.

Sasuke le desabrochó el vestido y éste cayó mientras caminaba. Después, hizo lo mismo con el primero de los cuatro más que llevaba debajo. Ése también cayó fácilmente y Sasuke arqueó las cejas al ver el postizo que llevaba atado para fingir unos falsos pechos que llenaran el vestido. Intentaba por todos los medios no sonreír.

—Oh, sí, sí deberías. Sucederá, te lo prometo. El futuro de Escocia será nuestro, mis hijos e hijas nacerán libres y mi vida será completa. Sakura, ¿qué te pasa ahora?

Estaba mirando la cesta que le habían atado atrás para que se contoneara como un pato.

—No digas ni una palabra, Uchiha, o sacaré el cuchillo del dragón y esta vez no fallaré en la parte importante.

—Pero es que vamos a necesitar esa parte, Sakura. ¿No me has escuchado? Quiero hijos. Quiero hijas. Quiero muchos hijos. Quiero que me los des tú. Tú y sólo tú. Quiero que empieces ahora. ¡Por Dios! ¿Cuántas capas te han puesto?

—Ahora no podemos crear una vida, Sasuke.

—¿Por qué no? Soy capaz. Tú eres capaz. Estoy deseándolo. ¿No lo estás deseando tú?

Tenía demasiadas armas a su disposición, y ninguna que no le doliera justo en el centro de su ser. Su aliento era un arma, cuando se lo echaba en el cuello, en los hombros, en el espacio entre los pechos al acercarse más a la camisa que llevaba debajo de todo. Su tacto era otra arma, al deslizar los dedos por sus brazos, arriba y abajo, y después por la espalda al desabrocharle cada uno de los trajes, que caían al suelo, y empezaba de nuevo. Sus manos también eran un arma terrible, al desatarle la cesta, echarla a un lado y acariciar la carne a través del último traje, levantándola contra él y sosteniéndola así.

Sus ojos también eran un arma perversa, tal vez la mejor. Sakura se dio cuenta al levantar la cabeza, captar esa mirada negra medianoche y dejar de pensar con claridad.

—Querida, este cuento de Shiseru no será para siempre. Esto es lo único que he podido organizar para esta noche, para que estés conmigo, cerca de mí, llena de mí. Quiero darte un hijo. Daría un año de mi vida para hacerte un hijo esta noche. No sé por qué. Sólo sé que es importante.

—Pero... ¿por qué?

—Porque te quiero. Nunca he amado a otra. Nunca amaré a otra. Te amaba cuando te creía un muchacho. Te quiero ahora. Crece dentro de mí hasta que no puedo pensar. No puedo moverme. Veo cómo te portas con mis hombres y deseo besarte los pies. Sé que no puedo existir a menos que sepa que estás a mi lado. Quiero crear una vida contigo. Tengo que hacerlo. No me importa el porqué. Sólo sé que es así.

Su voz probablemente era su arma más perversa, pensó mientras él seguía hablando, chupándole el lóbulo de la oreja mientras le susurraba su corriente continua de melosas palabras.

Su beso era su arma más letal. Sakura le rodeaba el cuello con los brazos cuando lo recibió, aunque esperó a que le apartara toda la ropa de Shiseru del cuerpo y la alejara de una patada, dejándola sólo con una camisa muy fina. Entonces le cogió la cara con las manos, la volvió hacia sí ligeramente y acercó los labios a los suyos.

Sakura bailó de puntillas alrededor de él, recibiendo todos sus gemidos mientras él le suplicaba que abriera los labios. Cuando lo hizo, sólo la palpó con la lengua antes de introducírsela en la boca. Sakura se derritió y volvió a apoyarse sobre los pies cuando la soltó. Después él se apartó un poco de ella y esperó a que abriera los ojos.

—Te quiero, Sakura —susurró.

—Oh, Sasuke —contestó ella, y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Y ahora es cuando mi amada Sakura dice «yo también te amo, Sasuke» —dijo, antes de rozarle con los labios la barbilla, el cuello, hasta el comienzo de la camisa. Después le chupó los pezones a través de la tela de la camisa, tirando de manera que pudiera succionarlos. Eso la estaba volviendo loca, y sus gritos probablemente rivalizaban con los que habría dado Shiseru—. ¿Estás preparada para ver a un hombre adulto lleno de deseo? —bromeó, cuando ella ya había perdido la ambición necesaria para permanecer de pie por sí sola y estaba echada sobre el escamel, donde él la había colocado.
La forma como la había dejado tenía una lascivia que ella nunca había experimentado. La había puesto arqueada, con los hombros apoyados en un mueble, y las nalgas en otro. Y el erotismo que le había provocado con los pechos le hacía más atormentador respirar y necesitaba más.

—¿Sasuke? —susurró.

Le abrió el broche y lo tiró sobre la mesa, después le pasó la pieza del chal del tartán hacia delante para desenvolverlo. Sus manos no se detuvieron mientras los ojos la devoraban. El cuerpo de Sakura se agitó, con un movimiento de serpiente, y ella observó que entornaba los ojos mientras un escalofrío le recorría el cuerpo.

—¿Sasuke? —volvió a susurrar.

El feile-breacan cayó al suelo. Entonces, él estaba de pie al lado de su cabeza y se arrodilló, mientras las manos se posaban en sus hombros, apretaba la cabeza contra su hombro al tiempo que le acariciaba los pechos, la caja torácica, los músculos del abdomen, hasta que llegó a la parte que ella acababa de descubrir que existía. Sakura se puso tensa y todas las zonas de su cuerpo lloraban, gemían y después sollozaban de placer. Volvió a apretar la cabeza contra el hombro de Sasuke y se quedó allí un rato mirando las altas vigas del techo de Argylle, sin pensar en nada en absoluto.

No había pensamientos incesantes de violencia de clan o venganza, o muerte. Ni fantasmas, ni pasado... estaba absolutamente liberada de todo eso, y por una fracción de minuto se abandonó a la experiencia de ese placer.

—¿Sakura? —susurró Sasuke a su cuello.

—Creo... creo que podría morir —contestó ella, aunque sonó raro con los labios de él succionándole el cuello y acariciando el camino que debía recorrer su voz.

Él se rió.

—Oh, no, mi vida. No morirás. Vas a vivir. Vas a traer vida al mundo. Ya lo estás haciendo. Sólo que no lo ves.

Los dedos de él estaban enrollando las mangas de la camisa como lazos serpenteantes que bajaban por los brazos de Sakura, y ella levantó las manos para librarse de ellas. Sasuke no acabó, sin embargo: tenía las manos sobre sus pechos, utilizando las palmas de un modo rotatorio hasta que ella le gritó que cesara o que acabara de una vez.

—Pero si estoy probando mi sensibilidad —contestó él—. Y creo que mi palma izquierda es la mejor.

Ella se movió un poco para golpearlo, pero en lugar de eso le cogió la cabeza y le obligó a succionarla y, cuando lo hizo, el escamel se convirtió menos en un objeto duro y más en una pendiente resbalosa de agua tibia que caía sobre su regazo.

Sasuke levantó la cabeza, buscando los labios de ella, y ya no era él el agresor, sino ella. Sakura le chupó el aliento y le dio el suyo a cambio. Sus manos encontraron y levantaron el borde de la camisa hasta la cintura. Ella le subió la camisa y la túnica por encima del torso; sin esperar a que se lo pasara por los hombros ella también tiró, antes de dejar que entrara en su interior, esperando dolor pero recibiendo sólo unos latidos de absoluto y completo éxtasis.

El efecto que tuvo sobre Sasuke fue inmediato, porque sus labios se separaron de los de ella y gimió, curvándose para echarse sobre la espalda y así arquearse más dentro de ella. Las manos de Sakura se apoyaron en su pecho y levantó las rodillas, y ese movimiento lo hizo gruñir cada vez que ella empujaba dentro de él, y ella ensortijaba los pelos del pecho entre sus dedos antes de palpar con las manos toda la dura carne de debajo.

El latido del corazón de Sasuke llenó la palma de la mano derecha de ella, igualando al suyo en estridencia, y ésta se balanceó hacia arriba antes de volver a bajar, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y la expectación, y con cierto temor. Entonces ya no hubo nada más que un torbellino de puro placer.

—¡Oh... Dios! ¡Oh... dios! ¡Oh... Dios! —El grito de Sakura fue un sonido largo y lamentoso que quedó suspendido sobre ella, y sintió que el remolino en el que estaba envuelto su cuerpo empezaba a girar cada vez más, bajando y subiendo, y finalmente descendiendo, y todo ello siempre acompañado de Sasuke.

Las manos de él palparon sus muslos, acariciando los músculos mientras ella le montaba, después se posaron sobre las caderas, forzando el ritmo, haciéndolo más fuerte. Después, sus manos estaban en su cintura y él la levantaba alternativamente, bajándola, empujándola hacia arriba cada vez que ella descendía y tirando cada vez que ella se alejaba de él.

La humedad creció dentro de ellos, la sensación de neblina, una neblina vaporosa y cálida, y Sakura se agarró a la vida a medida que él se volvía más rápido, más fuerte y más violento.

—¡Oh, cielos, Sakura... oh, mi amor! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Sakura! ¡Oh amor! ¡Mi amor! ¡Mía! ¡Oh, sí, mi amor! ¡Sí! ¡Oh... Dios!

La garganta de Sasuke gruñía las palabras, llenando los huecos de la neblina, y Sakura oyó cada una de ellas envolviéndola; después no oyó nada más que el retumbo de su corazón y sus propios gritos. La luz le hirió los párpados fuertemente cerrados y se aferró a Sasuke como si fuera un salvavidas mientras la recorría un estremecimiento tras otro, llevándola a un lugar donde no existía más que el placer y el amor.

Sasuke estaba debajo de ella y ella bajó la cabeza para mirar mientras él la cogía por la cintura y la apretaba contra sí. Sakura se llenó los ojos de él, estrechándose contra su cuerpo, mientras él la penetraba a un ritmo que sólo podía oír y descifrar, con la boca abierta y emitiendo el gemido más bajo y menos terrenal que existía.

Los ojos de Sakura estaban muy abiertos cuando él se paró y pareció detener el tiempo, suspendido en el lugar, con todos los músculos tensos, tirantes y definidos debajo de ella mientras se adentraba más y más. Después se soltó, cubierto de una capa de sudor por todo el cuerpo que le hacía brillar como si estuviera untado de aceite, y era de una gran belleza.

La boca de ella estaba abierta con reverencia cuando abrió los ojos, y nunca había visto una mirada tan llena de amor, calor y asombro.

—Sasuke —susurró.

—¿Sí?

—¿Qué... qué ha pasado?

Él rió. Se asombraba de cómo se sentía y eso le hizo reír con más ganas.

—No tengo ni idea, mi amor, pero te diré una cosa.

—¿Qué?

—No puedo mover ni un músculo. Estoy hecho un flan. Sinceramente espero que estés satisfecha con lo que has conseguido.

—¿En serio? —preguntó ella.

Él sonrió, arqueó las cejas y después elevó los ojos al cielo antes de contestar.

—Sí. Muy en serio.

—Esto es interesante.

—¿No sientes lo mismo?

Ella levantó los hombros.

—No me siento débil. Me siento llena de calor. Como si todos mis músculos hubieran recibido un tratamiento curativo. No sé cómo describirlo.

—¿Eres consciente de la suerte que tenemos, Sakura? —susurró él.

Ella sacudió la cabeza.

—He tenido mujeres antes. No te mentiré. Creía que sabía todo lo que había que saber del amor, de esto, de mi cuerpo. Tú, Sakura, mi amor, has hecho añicos todo lo que sabía y creía. Sin duda, lo que tenemos es lo más asombroso que nadie puede esperar encontrar. Espero que te des cuenta de que no tenemos alternativa, ninguno de los dos.

Ella se puso muy seria y contuvo la respiración un segundo antes de soltar el aire.

—¿Alternativa? —susurró.

—Oh, sí. Ninguna. Estoy total y completamente perdido para cualquier otra mujer, y a ti, mi amor, te pasará lo mismo. Nunca encontrarás otro hombre que pueda sustituirme.

—Eso ya lo sabía.

Él la perforó con sus ojos negros.

—Eso es bueno, creo yo. Vamos, Sakura, déjame levantarme.

—No te lo estoy impidiendo.

—Oh, sí, sí me lo impides. Pesas como un caballo y yo tengo la fuerza de una galleta de las Tatsushiro. Al menos apártate, para que pueda arrastrarme hasta la maldita cama.

—Duermo perfectamente en el suelo —contestó ella.

Él resopló.

—Oh, muy bien. Si insistes.

Cerró los ojos, abrió la boca y en dos segundos estaba roncando. De no haber sido por la ligera curva de los labios, Sakura habría creído que era sincero. Pero cuando le golpeó en un costado y no obtuvo más que un gruñido, descubrió que sí lo era.

Menos de dos horas después, Sasuke la despertó, acariciándola y deteniéndose de vez en cuando donde encontraba un montículo que le apetecía o un obstáculo agradable. Sakura intentó quitárselo de encima. Intentó moverse, pero el varón que tenía encima sólo se movió más. Intentó protestar, pero sólo consiguió sentir los dedos de él en los labios. Así que abrió los ojos.

—No me pareces muy cansado —observó, cuando él le sonrió y arqueó las cejas arriba y abajo insinuadoramente.

—No puedo hacer un hijo sin tu ayuda —dijo—. Y me he asignado esa misión. Cuantas más veces deje mi semilla, más posibilidades tendré. No me mires así, es verdad, ¡lo juro! Al menos, creo que es verdad. Nunca lo he intentado, o sea que no puedo asegurarlo, pero Itachi dice...

Sakura le puso un dedo en los labios para hacerle callar y no oyó el resto de sus palabras farfulladas sobre lo que decía o no decía Itachi. Sonrió suavemente y miró hacia otra parte.

—No puedes crear una vida conmigo, Sasuke. No es posible.

—¡Puedo y lo haré! Al menos, puedo intentarlo. El resto está en tus manos... o mejor dicho, en tu vientre.

—No tengo el período, Sasuke.

Él le puso un dedo bajo la barbilla y la obligó a volver la cara.

—Con lo mujer que eres, eso no será un problema. ¿Vas a ayudarme o qué?

Ella apretó la boca y después se pasó la lengua por el labio inferior, atrayendo su mirada, y sintió una reacción inmediata en el estómago. Sonrió ligeramente, pero tuvo que apartar la vista.

—Creo que sólo me quedaré echada un rato más y veré lo que sucede —susurró, y el lugar donde puso la mano hizo que él se quedara perfectamente quieto.

Le miró a los ojos asombrados.

—Puedes dormir si quieres —susurró.

—He intentado dormir. Incluso intentaba dormir cuando... —Su voz subió una octava cuando ella lo rodeó con la mano y después volvió a hablar—. Cuando... cuando... tú dormías... ¡oh, mi amor! —Se atragantó con la última palabra.

—¿Qué tiene de malo que duerma? —preguntó ella.

—Es difícil dormir... difícil... oh...

Sakura soltó una risita y Sasuke respondió con un lamento y otra indicación de que ya no estaba ni remotamente cansado.

—¿Y bien? —preguntó ella mirándolo.

—Pues... bueno. —Se lamió los labios—. Es que... ronroneas.

—Yo no ronroneo. Los gatos ronronean.

—Sí, ronroneas. Oh, Sakura... oh, por Dios, Sakura...

—¿Ronroneo, Sasuke? —insistió ella.

—Muy bajito, como... como un gatito. Po... podría ser un ronquido. Eso es. Un ronquido.

—¡Yo no ronco! —apartó las manos de él.

—¿Qué... qué he dicho? ¿Qué... qué he hecho? Por Dios, Sakura, ¿Por qué has parado?

—Has dicho que ronco.

Cerró los ojos, tembló un momento, después tomó aire y resopló. Después abrió los ojos. Sakura podría haberse desmayado y ni siquiera sabía lo que se sentía al desmayarse.

—Sí roncas, mi amor. También sonríes. Es la misma sonrisa que tenías aquella primera mañana en la cama de Shiseru. Casi destrozo la habitación cuando la vi.

—Sin embargo no hice nada con ella.

—Ya lo sé, ahora. Entonces, sin embargo, era un macho celoso y ni siquiera sabía por qué. Sólo sabía que tenías esa sonrisa complacida en la cara y ese ronroneo saliendo de tus labios que, Dios mío, me pertenecía. ¡Eso era lo que sabía! No entendía por qué me ponía tan furioso. Pero era así.

—Yo sé por qué —susurró Sakura.

—¿Sí?

—Sí. Porque tu instinto lo sabía. Sólo fuiste un poco lento, como dice Obito. — Puso los pies sobre los de él para tomar impulso y juntar su boca con la de su amante.

Sasuke la apartó y la miró furioso.

—Te arrepentirás de haberme tomado el pelo, maldita mujer.

—¿En serio? —se rió ella—. ¿Cómo?

Sasuke gruñó, se puso de pie y la levantó en sus brazos. Ella era como masa en sus manos y así se sentía. Se preguntó si él lo sabía.

—Ahora voy a tomarte, Sakura. Voy a demostrarte lo que es. Voy a tomarme mi placer y voy a asegurarme de que te enteras. Voy a tomar y tomar y tomar.

—¿Qué... a mí? —suspiró ella con la cabeza abandonada sobre su hombro, sintiendo que la habitación giraba agradablemente.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

La echó sobre la cama, le separó los muslos y se abalanzó sobre la parte de ella que más lo deseaba. Sakura gritó de placer con su envite y el sonido le provocó un profundo estremecimiento, que fue creciendo con cada uno de sus empujones largos, lentos y salvajes, hasta que no pudo resistirlo más. Sus gritos de satisfacción se mezclaron con las vigas que cruzaban el techo, hasta que le cayeron encima y se convirtieron en jadeantes súplicas.

Después lo repitió, otra vez. Otra vez. La experiencia casi la volvió loca de expectación. Todo el rato, Sasuke no paró de empujar, a veces con movimientos largos, lentos y regulares, a veces con una intensidad aterradora y apasionada, luego otra vez lento y suave, llevándola hasta el borde y manteniéndola allí antes de soltarla al vacío y volver a recogerla. Y entonces le dejó su semilla.