CAPÍTULO 24
Sasuke volvió a despertarla antes del alba. Esta vez, soplando suavemente en sus hombros. Sakura se encogió y gimió.
—Venga, Sakura. Tienes que disfrazarte de Shiseru. Venga, mi amor. Esa ropa no se sostiene a la luz del día. Venga, mi amor...
Ella le dio un manotazo y el soltó una risita. A continuación, él tiró de las piernas de Sakura hacia los pies de la cama y empezó a vestirla con las capas de ropa. Incluso le dio la vuelta y le ató la cesta a la espalda.
—¡Vaya, Shiseru! Eres más mujer de lo que estoy acostumbrado, querida. Venga, deja que te vista como Dios manda. ¡Para de una vez!
Utilizaba su voz de orador y era demasiado fuerte para una sola habitación. Sakura abrió un ojo y lo miró furiosa.
—Venga, venga, se acabó la noche, mi amor. No dejaré que gastes energía en la escalera. Ni hablar... te llevaré en brazos. No es que mis piernas estén muy fuertes, tampoco.
—¿Qué haces? —susurró ella, mientras él la obligaba a ponerse en pie para echarle encima la capa del disfraz, sin haber abrochado un solo corchete.
—Creando mi propia leyenda, por supuesto. ¿Qué otro hombre puede cargar cien kilos de peso en una escalera? —Dejó de susurrar, le guiñó un ojo y se puso a gritar otra vez.
—¿Quieres abrirme la puerta, cielo? ¡Tengo las manos ocupadas con mucha mujer!
Tuvieron público todo el camino. Sasuke caminó entre ellos al principio y después hizo exactamente lo que había dicho que haría. Subió corriendo las escaleras, con Sakura agarrada a su cuello.
—¡Arriba, Sak, muchacho! ¡Estamos perdiendo el tiempo y tenemos que practicar! —Sasuke dio una patada a la puerta de Aino que resonó en el pasillo—. No sé qué le pasa a este chico. Un poco de juego amoroso y se pasa el día durmiendo.
Se inclinó y plantó un beso húmedo en la mejilla de Sakura a través de la capa. Después, levantó la cabeza y aulló su nombre, con las dos sílabas bien separadas.
—¡S! ¡Ak!
La puerta se abrió y una Aino muy despeinada apareció en el umbral, con un tartán Uchiha tapando su desnudez. Sasuke la empujó y dejó a Sakura en el suelo. Se cerró la puerta.
—Vístete deprisa. El soberano tiene un programa muy apretado para hoy. Quiere estar en marcha antes de que salga el sol.
—¿El soberano?
—Sí. Nuestro rey. El rey de Escocia. Ahora te necesita, Sakura, mi amor. Escocia te necesita. Rápido. —Se agachó, le plantó un beso junto a la nariz y se puso a gritar otra vez—. ¡Muchachas! Esa no es manera de tratar a un señor. Levantad a ese perezoso escudero, o lo haré yo... ¿qué? ¿No soy bien recibido? ¡Bien! No hace falta que empujes. Contaré hasta diez y después ¡me iré sin él!
Sasuke abrió la puerta y salió, fingiendo que lo empujaban, y la puerta se cerró en su cara.
Sasuke todavía temblaba de pies a cabeza y tenía dificultades para sonreír cuando Aino le dijo que estaba lista, el tartán perfecto, las muñequeras de plata relucientes, todos los puñales encima y ni un cabello de la trenza fuera de sitio. Después la acompañaron al patio del castillo, donde legiones de personas habían salido a observar cómo lanzaba puñales, disparaba flechas y tiraba hachas.
Entonces todo quedó en silencio.
El sol estaba saliendo cuando las gaitas empezaron a tocar. Todos fueron a ver por qué, y la boca de Sakura se abrió tanto como la de todos los demás. Era el conde de Argylle y no llevaba encima nada recargado o pretencioso, ni remotamente inglés. Iba vestido con un feile-breacan rojo, oro y azul marino, una gorra de lana escocesa en la cabeza rapada y una espada escocesa en la cadera.
—¿Es que nadie ha visto antes un señor bien vestido? —gritó cuando todos se pusieron en pie con la boca abierta.
—¡Vaya, señor conde! ¡Está magnífico! —La voz de Sasuke era alta y fuerte. La multitud manifestó a gritos su aprobación.
—¡Conde no, joven Uchiha, sino duque! Mi verdadero rey y soberano, Robert «el Bruce», me ha concedido un ducado y he comprometido a mi clan para liberar Escocia y disfrutar de mi nuevo título. ¡No os quedéis ahí! ¡Reunid el clan! ¡Nos vamos!
Sasuke le sonrió.
—¿Te das cuenta ahora de tu poder? —le susurró a Sakura.
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El primer campamento estaba a menos de seis leguas del castillo de Argylle y todavía podía verse desde la copa de un árbol, pero la distancia parecía enorme. Los grupos cada vez más numerosos alrededor del soberano se contaban por miles, y cada vez que un clan montaba el campamento el rey parecía estar allí para darle la bienvenida, con Sakura y Sasuke a su lado.
Era incansable —era agotador mantener su ritmo— y era regio. Sakura lanzó puñales, hizo demostraciones con la honda y en cierto momento le dieron una lanza para que demostrara su destreza con ella. Sostuvo la lanza en su mano un instante, sopesándola, calibrando la rigidez, la longitud, la flexibilidad, arriba y abajo, con cualquier movimiento. Sasuke le preguntó qué hacía. Sakura lo miró y sonrió. Entonces, apoyó bien los pies en el suelo y abrió un buen agujero en el centro del objetivo.
Todos se quedaron boquiabiertos y después la vitorearon. A continuación el soberano habló sobre los antepasados de Escocia, la belleza del país, su fuerza, su unidad y su libertad.
Sasuke esperaba que Sakura lo mirara y ella lo sabía. Desvió la mirada hacia él y arqueó las cejas como él hacía siempre.
—Eres asombrosa —susurró.
—Es un don de Dios, ¿recuerdas? —contestó.
—Sin duda Dios te ha bendecido, diría yo, y espero que nuestros hijos sean bendecidos del mismo modo. —Ante su dura mirada, él hundió los carrillos—. Bien, bien, nuestras hijas también.
Sakura giró la cara para disimular una sonrisa. Después volvieron a montar y se acercaron al nuevo clan, hablando a todos de la gloria de Escocia.
Hasta que la oscuridad no se aposentó oficialmente sobre la tierra el soberano no les hizo detenerse, y en unos instantes se montaron las tiendas en todo el recinto. Sakura sentía vergüenza de mirar a Sasuke. Compartiría su tienda y sería imposible resistirse a él. Lo sabía. Él debía de saberlo, pero eso no significaba que lo que hacían estuviera bien o sancionado por Dios. Seguía siendo una ramera que por casualidad era un tirador diestro.
—Ven, escudero Sak. Mi tienda espera. Tú dormirás en el suelo. Ayúdame.
Hizo encender una vela y fingió y actuó para todos los observadores interesados hasta que cerró la puerta de la tienda, habló incesantemente sobre lo que sucedía frente a sus narices y golpeó y tiró al suelo picheles y platos. Finalmente apagó la vela y Sakura esperó.
Estaba a punto de pensar que no deseaba nada de ella cuando unas grandes manos empezaron a acariciarla. El cuerpo de él se adaptó al de ella por detrás mientras murmuraba algo sobre lo agradecido que estaba a los kilts y advertía a Sakura de que no hiciera ruido con un susurro. Le mostró que un beso es una forma excelente de captar y retener el sonido de los gritos de éxtasis. Y le dejó su semilla, otra vez.
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La segunda semana del viaje del soberano por el país, se encontraron con los clanes Kaminarimon y Suikazan, a los que no les importaba nada Escocia, ni el soberano ni los Sassenach. Lo único que querían era pelearse entre ellos. Toda la masa de guerreros del rey, escuderos y mujeres se extendieron por las colinas del valle en el que los dos clanes rivales se enfrentaban.
El soberano cabalgó hacia donde estaba Sakura montada junto al caballo de Sasuke. Había sido una selección fácil, a pesar de que el caballo era enorme. El semental que Argylle le había regalado estaba demasiado poco domado para que lo montara ella, de modo que lo había cogido Sasuke. La diferencia de un palmo de tamaño entre las dos monturas igualaba a los jinetes en altura. También los hacía destacables.
Había llovido todo el día, pero las nubes se habían despejado hacia mediodía. El campo resplandecía de humedad y el odio y el deseo de sangre flotaban en el ambiente. Parecía que en cualquier momento los clanes que se enfrentaban abajo atacarían.
—¿Cuál es la situación? —preguntó el rey a Sasuke.
—Creo que a Kaminarimon le robaron whisky y reaccionó robando una mujer. No sabían que era la mujer de Suikazan y la forzaron. La forzaron a base de bien. A los Kaminarimon no les hizo ninguna gracia —explicó Sasuke—. Era el mismo feudo que casi me liquidó antes de que mi escudero Sak apareciera entre la niebla y me salvara. ¿No es cierto, escudero?
Sakura bajó la cabeza para disimular una sonrisa.
Robert frunció el ceño un momento.
—Esto parece una situación propia de los ingleses.
Sakura y Sasuke intercambiaron una mirada.
—Sí, lo parece —siguió el soberano—. Parece que los ingleses sean la razón de que se robe el buen whisky escocés y las buenas mujeres escocesas deban ser robadas como castigo. Los Sassenach tienen demasiadas normas contra el whisky y su elaboración. También tienen el primer derecho de consumación, y por eso cogieron a la mujer Suikazan, para evitarlo. Los ingleses tienen la culpa de todo.
—No sabía que fuera eso lo que sucedía —dijo Sakura en voz baja.
Él sonrió.
—Es verdad, pero eso es lo que voy a hacerles creer que ha sucedido. Un escocés que pelea contra otro escocés es hombre muerto. No quiero hombres muertos. Quiero guerreros, vivos. Necesito guerreros. Vivos. Por eso estoy aquí. Acaba con las escaramuzas de clanes, escudero Sak.
—¿Acabar con ellas? —preguntó Sakura atónita. No entendía lo que le pedía—. ¿Cómo?
—Para eso estás aquí, escudero Sak. ¿Por qué crees que el Señor te ha puesto aquí conmigo, en este momento, con toda tu destreza, valor y fama? Te diré por qué. Lo ha hecho para que logres que los clanes cesen de matarse entre sí, para que puedan vivir como escoceses libres. Ahora, detenlos. Ya sabrás cómo. Siempre lo sabes. Yo hablaré cuando lo hayas hecho.
Se alejó cabalgando y Sakura lo miró alejarse, con la boca y la garganta totalmente secas.
—¿Sasuke? —susurró.
—A tu lado, mi amor. ¿Qué necesitarás? —preguntó.
Ella desmontó y buscó un lugar elevado y estable que fuera fácil de ver. Había una roca que sobresalía sobre el campo. La señaló con la cabeza.
—Necesitaré flechas. Más de una aljaba llena. Necesitaré esa roca. Sígueme.
Tenía la aljaba a mano antes de llegar a lo alto de la roca. Ya tenía una flecha larga a punto. Sasuke estaba a su lado.
—¿Cuál es el emblema del campo más alejado? —preguntó.
—¿Por qué me lo preguntas a mí? ¡Ni siquiera puedo ver al hombre que lo lleva! —Sasuke puso una expresión tan ofendida como sus palabras, entornando los ojos junto a ella.
—Es un pájaro, creo. Un halcón. Puede que no tenga bastantes flechas en mi aljaba.
—¿Para qué?
—¡Silencio! —Era un blanco muy alejado y tenía que concentrarse si quería que fuera una sorpresa lo bastante grande para interrumpir la guerra. Se volvió para coger tres flechas entre los dedos, tensó el arco y suspiró.
Sonó un grito de guerra, anunciando el ataque. Sakura empezó a lanzar flechas al portador del escudo del clan, perfilando el pájaro, y no paró hasta que el portador lo tiró al suelo. Toda la hilera se detuvo y miró. Entonces, ella empezó a lanzar flechas a los otros. Como esa hilera estaba dispuesta de lado, sólo pudo clavarlas en el suelo a los pies del portador, rodeándolos con una anilla de flechas. La aljaba no se vació nunca. Cada vez que buscaba flechas, había más.
Los dos clanes se detuvieron y la miraron. Sakura estaba de pie, sola, porque Sasuke estaba echado contra la roca a su lado. Ni siquiera lo había oído caer. Entonces un arco iris se abrió entre las nubes, como un presagio, iluminando el campo desde el cielo, donde los hombres de abajo estaban planeando morir.
—¡Sak, al suelo!
—¿Qué?
—¡Al suelo! ¡Ya! ¡A mi lado! ¡Ya!
Lo hizo. Hubo un silencio inmediato y ensordecedor que dejaba oír el latido de su corazón. Entonces oyó al rey, con su voz imperiosa que llegaba lejos.
—¿Puedes arrastrarte hacia atrás? —susurró Sasuke.
—Puedo hacer todo lo que tú puedas —contestó ella.
—Con una excepción, por favor —contestó él, cogiéndola por las nalgas mientras ella avanzaba una pierna hacia la hierba.
—¡Sasuke!
—¡Rápido! Antes de que algún listo venga a mirar. ¡Sígueme!
—Mi aljaba nunca se vaciaba, Sasuke. ¿Cómo es posible?
—Porque yo las metía tan deprisa como tú las cogías, por eso. Es bueno que me tengas cerca siempre que quieras hacer una demostración, ¿no te parece?
—Sasuke...
—No hay tiempo. ¡Muévete!
—¿Y nuestras monturas?
—No sabes desaparecer muy bien, ¿eh, escudero Sak? Las he soltado. Ya estarán en el campamento. ¡Corre! ¡Ya!
La cogió de la mano y saltaron sobre troncos caídos, árboles torcidos y rocas, y no se la soltó en ningún momento. El latido de su corazón era más alto, más fuerte y más rápido que nunca, y sus pulmones estaban como si hubiera corrido horas antes de que él redujera la marcha, después se parara y se doblara para recuperar el aliento. Sakura hizo lo mismo, apoyando las manos en los muslos para no perder el equilibrio.
Entonces el hueco entre las nubes se cerró y unas gruesas gotas les cayeron encima, hasta que se convirtió en un diluvio. Momentos después, las mangas de Sakura estaban empapadas, el kilt le pesaba y sus cabellos formaban riachuelos hacia sus ojos.
Sasuke echó la cabeza atrás y rió con ganas.
—¡Dios, me encanta Escocia! —gritó, abriendo la boca para recoger toda la lluvia que podía.
Después la levantó en sus brazos y la abrazó, demostrándole que su corazón iba tan fuerte y rápido como el de ella. La lluvia le robaba la respiración que Sasuke le dejaba acumular al besarla, uniendo las bocas con fuerza, y Sakura dio un salto, separó las piernas para montar sobre sus caderas y enlazó los tobillos en su espalda.
Lo sintió moverse; habría sido imposible no sentirlo en esa posición, y enseguida se pusieron detrás de un gran pino, refugiados de la fuerza de la lluvia, y descubrieron que los kilts eran maravillosos para esa posición. Y él volvió a dejarle su semilla.
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Exactamente un mes después de que salieran del castillo de Argylle, empezaron a dirigirse al norte. Era lo que Sakura había estado esperando. Pero lo mantuvo en secreto con Sasuke. Debía llegar a la tierra de los Uchiha, y tenía que acabar. Entonces vería lo que le deparaba la vida. Aunque no sería con Sasuke. ¿Qué hombre la querría después de que matara a su hermano, su sangre, su señor?
Ya sabía la respuesta, de modo que no se hizo la pregunta. No se lo diría a Sasuke, pero estaba cada día más nerviosa en las tierras bajas, encontrando a un clan tras otro, mientras parecían ignorar las tierras altas. Además, su papel era cada día menor. A ella le parecía bien. Y Sasuke también parecía contento con ello. Lo único que le pedían ahora era que hiciera una aparición, mostrara su destreza, llamara la atención de todos y después desapareciera, mientras crecían los rumores de su mito. Nadie sabía lo que hacían realmente ella y Sasuke por las tardes cuando se iban por su cuenta.
Era tan especial y maravilloso como las noches, y noche tras noche Sasuke la llenaba de besos, palabras de amor, y su cuerpo siempre daba, siempre se aseguraba de ello. Sasuke tenía su propio plan, y dejarla embarazada era lo más importante. Ni siquiera era sutil con ello. Se aseguraba de dejarle su semilla al menos dos veces cada noche y una cada día. Empezaba a parecer pálido y exhausto algunas mañanas, aunque seguía siendo el hombre más guapo y viril de todos los clanes.
Incluso el soberano lo había comentado, y le había dicho a Sasuke que se tomara una tarde libre y se alejara de las mujeres. Le recomendó que se quedara en la tienda, con su escudero, para que le sirviera. Si el soberano hubiera mirado hacia Sak mientras lo decía, habría sospechado que el escudero también estaba enfermo porque se puso rojo de rubor.
Los seguidores fueron abandonando poco a poco a medida que se adentraban en el norte, y eso era de esperar. Costaba menos encontrar comida para ellos, cazar para ellos y avanzaban más rápido. El tiempo se volvió más frío. Más de una vez, Sakura tuvo que subirse el chal por encima de la cabeza y sobre la nariz cuando montaba a Sak, el caballo.
Sin embargo, por las noches estaba en brazos de Sasuke, y no había lugar más cálido, más amoroso o que empezara a hacerla sentir más desesperada.
Una de esas noches, cuando llevaban siguiendo al soberano toda una estación y un mes, Sakura recostó la cabeza sobre un codo y preguntó si estaban cerca de la tierra de los Uchiha, y después esperó.
—¿Por qué? —preguntó Sasuke, poniéndose boca arriba con un gruñido que ella pudo oír a través del torso sobre el que estaba echada.
—Dicen que es un lugar espacioso y hermoso, con nada menos que cuatro lagos. ¿Es cierto?
—Sí. Sí, los Uchiha llevan allí siglos. Nuestros antepasados se remontan a los escandinavos.
—¿Vikingos? —preguntó Sakura estupefacta.
—Sí. Estoy espantosamente cansado, Sakura. No puedo quedarme despierto hasta tarde esta noche.
—Lo sé. Lo has hecho muy bien. Estoy completamente satisfecha y muy contenta con tu amor. No necesitaré tus servicios hasta el alba y necesitas descansar.
Él gimió.
—Eres insaciable, Sakura.
Ella se rió.
—Tú sólo quieres asegurarte de que me haces un hijo, aunque ya te dije que no era posible. Tampoco es que sea una buena idea.
—¿Yo sólo quiero hacerte un hijo? ¿Qué duende te ha robado el seso? Me pareces muy tentadora, Sakura, mi amor. Casi me vuelvo loco por eso, ¿recuerdas? No puedo negar que quiera tener un hijo contigo. No es un secreto, ¿no? Pero eres una mujer muy deseable y no soy un hombre escocés a la antigua. No puedo montar mi caballo sin pensar en tus finos muslos. No puedo dar un paso sin recordar tu cuerpo hambriento devorando el mío y no puedo dormir sin asegurarme de que sabes cuánto te amo. Pero esta noche debo de haber fallado.
—En eso nunca... fallas, Sasuke.
—Debo de haberlo hecho. Sigues hablando.
Ella rió.
—Entonces cuéntame y te dejaré dormir. ¿Cómo se llaman tus otros hermanos?
—Obito —Bostezó—. El segundo. Hikaku es el primero, Obito el segundo.
—¿Quién es el siguiente?
Sasuke empezó a respirar con la profundidad que precedía a los ronquidos. Sakura le dio un codazo en las costillas.
—¡Sasuke!
—¿Qué pasa?
—¿Cuál el siguiente hermano?
—Oh. El tercero es Shisui.
—¿Y...?
—Luego Itachi. El penúltimo. Dos años mayor que yo. Ahora que recuerdo, pasaste algún tiempo en los brazos de Obito sobre su caballo. Me estoy despertando, Sakura, si eso es lo que pretendes.
—Ahora no te pondrás celoso, ¿no?
—Si estuvieras alejada de mí y en brazos de otro hombre, sí. Soy muy celoso, entre otras cosas. Obito debería haber vigilado.
Sakura se rió.
—Obito no me interesa, Sasuke.
Él se puso tenso.
—Es una gran suerte para mi hermano, te lo juro.
—Eres muy bueno cambiando de tema, Sasuke. Mucho.
—Intento contestar tus preguntas para que me dejes dormir y tú me sales con esto. ¿Cambiar de tema? ¿De qué tema hablamos?
—De tus hermanos.
—Ah, ellos. Créeme, Sakura, cuando te digo que te has quedado con el mejor de los Uchiha; desperdiciar un momento más de sueño con los demás es una pérdida de tiempo.
—¡Sasuke Uchiha! —susurró ella, haciendo hincapié donde se merecía.
—¿Ahora qué?
—No me has dicho el nombre del que está en medio.
—Oh. Shi…sui —dijo él, soltando un bostezo.
Ella le dio un codazo en las costillas y recibió un gruñido a cambio.
—Sakura, tienes suerte de ser el escudero y yo el amo. Con el programa que me has montado no habría sobrevivido a tu servicio.
—Sasuke... te lo advierto —dijo ella en tono juguetón.
—Oh, muy bien. Me gustaría morir a tu servicio. ¿Qué me has preguntado, otra vez?
—Conozco a Obito, y ahora a Itachi, y sé que está Shisui. Ya he conocido al mayor, vuestro señor, Hikaku... así que ¿quién es el sexto Uchiha? —La voz se le quebró con el nombre de Hikaku, pero él no pareció notarlo.
—Oh. El que va entre Obito y Shisui se llama William. —contestó él adormilado—. Sakura llegaremos a Oíd Aberdeen mañana, a primera hora. Será un día muy pesado. Necesitamos descansar.
—¿Por qué tienes un hermano llamado William? ¡Sasuke! —Tuvo que volver a darle un codazo.
—¿Qué? —contestó él—. Eres una negrera, Sakura. ¿Te he dejado insatisfecha? ¿Es eso?
Ella volvió a reír.
—No, eso nunca. Eres todo un hombre, Sasuke Uchiha. Todo un hombre. —Le rozó un muslo con un dedo y debajo del kilt y después lo acarició juguetona y afectuosamente—. Siempre gloriosamente duro...
—Muy bien, mi amor, muy bien. Es muy agradable. ¿Cuál era la pregunta?
Ella soltó un suspiro, haciendo un ruido exagerado.
—¿Por qué tienes un hermano llamado William?
—¿William? Pues... creo que mi padre estaba en casa cuando nació. Pudo dar su opinión. Mi madre se enfadó, sigue enfadada. Nunca ha dejado de fastidiarlo por eso. Recuérdame que te lo cuente algún día.
Sakura no pudo reprimir la risa esta vez y tuvo que sofocarla.
