CAPÍTULO 27

—Sakura.

—¡Calla! —la respuesta de Sakura sonó más como un soplo de viento que como la orden que pretendía ser, mientras apuntaba a un ciervo macho. Sería un tiro digno de su destreza, porque estaba oculto detrás de su hembra, mientras un cervatillo se movía por los puntos de luz solar que había detrás de ellos, haciendo que fuera casi imposible verlos.

El macho sólo era visible por la cornamenta por encima del cuello de la hembra y cada vez que bajaba la cabeza para coger hierba en sus pezuñas. El tiro rozaría la base del cuello de la hembra con el movimiento, rozaría tal vez el pelo con la caña de plumas de la flecha, antes de clavarse exactamente donde Sakura quería: en su ojo.

Tensó el arco.

—¿Llevas un hijo mío?

Sasuke lo dijo desde su indolente posición justo debajo de ella y la sobresaltó de tal forma que el tiro salió muy alto. Tan alto, en realidad, que ambos ciervos levantaron la cabeza un instante, con el ruido, y después volvieron a pastar, sin alarmarse lo más mínimo.

Sakura cerró los ojos, controló el miedo instantáneo y se recompuso antes de mirar furiosamente al Sasuke a sus pies.

—Si no puedes estar callado, Uchiha, no comerás —contestó por fin, buscando otra flecha.

Él soltó una risita.

—Están muy lejos, no pueden oírnos. Vaya, yo ni siquiera los he visto, al principio. Aparte de eso, tengo un estofado cociéndose de maravilla en mi hogar y no menos de dieciséis doncellas cocinando una buena sopa para el gran escudero Sak y para mí. No veo la necesidad de separar a esta familia, ¿y tú?

—Eso no es una familia, Sasuke. Eso es un animal. Un animal del que dependemos para comer, por cierto.

Volvió a apuntar, esperando que él no percibiera el ligero temblor de la cuerda del arco, y que no afectara a su precisión. Nunca había tenido esos problemas, y todo porque Sasuke Uchiha no la había dejado sola ni un momento desde la noche anterior en el círculo de culto.

—¿Qué? ¿Llevas un hijo mío?

El susurro de él fue quedo, pero afectó a su puntería. Esta vez, la flecha dio en un lugar a la derecha del hocico de su objetivo y alarmó a todo el grupo, que escapó. Sakura bajó la mirada hacia donde estaba apoyado Sasuke, con la cabeza en un tronco caído, una pierna apoyada sobre una rodilla, la otra doblada y su atención dividida entre una espiga de hierba larga en los dedos y ella.

—¿Se te ha escapado la presa? —preguntó amablemente.

—No estaba apuntando —mintió.

—¿En serio? —Volvió la cabeza a tiempo para captar el destello de la cola blanca y la hierba en movimiento, que claramente significaba que la presa había escapado—. Es muy noble por tu parte, Sakura.

Ella se rió con todo el sarcasmo de que fue capaz.

—¿Noble? ¿Y pasar hambre? ¿Qué tiene eso de noble?

—Era un macho magnífico, en celo, orgulloso de su hembra y su cría. Era un animal bello, puesto para nuestro disfrute, para que veamos lo gloriosa que puede ser la naturaleza. Me alegro de que le dejaras vivir.

Sakura se encogió de hombros.

—Lo abatirá el próximo cazador, Sasuke. Es una pieza demasiado buena para que no sea así. Ven. Hay un rastro fresco de un alce. Los hemos pasado al venir. Intentaré cazar uno.

—Ya tenemos suficiente caza, Sakura —dijo él en voz baja.

—Nunca hay suficiente caza, Uchiha. Lo sé. He pasado hambre. No creo que tú la hayas pasado nunca.

Él suspiró.

—Eso es probablemente cierto. Me han mimado, amado y adorado y me han llenado la cabeza de lo maravilloso que soy, seguramente en cuanto salí del vientre de mi madre. ¿Y qué? Sigue habiendo caza suficiente. No necesitamos más.

—Tenemos que cazar —contestó ella.

—¿Por qué?

Ella clavó la punta de la flecha en el suelo, se apoyó ligeramente en ella y pensó en su pregunta.

—Ya me has preguntado esto antes, Sasuke, y la respuesta es siempre la misma. No sé por qué cazo, sólo sé que necesito hacerlo. ¿Por qué es tan importante para ti?

—Porque hay algo ahí, Sakura. Algo que sólo tú ves y sientes. Quiero comprender lo que es, para entenderte.

—¡Nadie me entiende! —Dio a su risa un tono de disgusto y se volvió para seguir el rastro del alce. La mano de él en su tobillo la detuvo.

—Sigue alegrándome que le dejaras vivir —susurró él.

—¿Vivir? No, le he dejado vagar un poco hasta que otro cazador más necesitado lo mate. No le he hecho ningún favor.

—Le has dado otra gloriosa tarde con la que disfrutar de la vida. Eso es lo que le has dado.

—No sé cómo has podido cazar algo para comer alguna vez, Uchiha, con esa clase de sentimientos.

—Cazo cuando lo necesito, Sakura. Para comer.

—Es lo mismo que hago yo —contestó ella— y si no me sueltas, también regresaremos sin el alce.

Él dejó escapar un gran suspiro de su enorme pecho y ella lo vio subir y bajar. Tuvo que cerrar los ojos un momento y dominar la vibración que la atravesó con el suspiro. Ya había sido bastante malo adorarle en medio de un campo de extrañas piedras erectas, rodeados de niebla y en la oscuridad. En la deslumbrante luz solar del claro del bosque era imposible taparse o esconderse.

—¿Disfrutas matando, Sakura? ¿La idea de hacer que un corazón deje de latir te estimula? ¿Es eso lo que te aporta la caza?

Las lágrimas le hicieron brillar los ojos, pero nunca le permitiría saberlo. Se encogió de hombros.

—¿Y qué si es así? —preguntó.

—Yo creo que no. Yo creo que pones a prueba tu destreza.

—¡Mi destreza es un don de Dios! ¿Por qué la vilipendias?

Sasuke la miró y con la otra mano le cogió la pantorrilla para que no pudiera moverse.

—Yo no la vilipendio, Sakura. La respeto. La adoro. Me llena de reverencia.

—Entonces ¿por qué me fastidias con eso? Es así y basta.

—No me he explicado bien. Es raro, porque tengo el don del habla sólo por detrás del soberano. Quería decir que tienes este don y creo que debes usarlo porque lo tienes.

Sakura meneó la cabeza.

—Será oscuro cuando regresemos, Uchiha, con tantos discursos. Mientras tanto, mi alce se está alejando.

—Déjalo —contestó Sasuke—. Me gusta que no te pongas el taparrabos, Sak. Es más sensual. Tu amo y señor te agradece este regalo.

Le miraba por debajo del kilt y como tenía una de sus piernas bien agarradas ella no podía hacer nada más que aguantar y ruborizarse. Sabía qué era lo que él quería.

—Sólo eres amo y señor por casualidad, por nacimiento, Sasuke —dijo.

—¿Por casualidad? Estoy seguro de que mis padres estuvieron encantados. Aunque querían una hembra, pero yo soy bastante atractivo.

Le hizo una demostración física para que lo viera, y Sakura levantó los ojos al cielo.

—Eres un macho estupendo, Uchiha. No me necesitas para saberlo porque ya te lo tienes muy creído.

Él apretó los labios.

—Pues hoy te está costando mucho reconocerlo y apreciarlo.

—Naciste varón, Sasuke. Son los varones los que son amos y señores. De esa casualidad hablaba yo.

—Pero la mujer tiene todo el poder —contestó él.

El sonido que hizo ella delató todo su disgusto, y más.

—¿Qué poder tiene una mujer?

—El poder de volver locos a los hombres.

—Me has demostrado que tengo ese poder, pero no se debe a mi sexo sino a mi puntería. Vaya, si se supiera que no soy un muchacho, el soberano sería el blanco del ridículo y la vergüenza.

—No es esa clase de poder, Sakura. ¿Vas a tergiversar todas mis palabras hoy? Es muy difícil hablar contigo.

—Como es difícil cazar contigo. El maldito alce se ha escapado mientras tú me retrasas con palabras inútiles.

—¿Inútiles? Inútiles, dice —contestó él—. Tengo un don para las palabras y tú las calificas de inútiles. Me siento insultado. Si lo pienso bien, estoy seguro de que me has insultado.

Sakura se rió.

—Eres un hombre atractivo, Sasuke Uchiha, y tienes una gran voz de orador, que es tu don. Pero si me soltaras, utilizaría el mío.

—Deja en paz el alce, Sakura. Se lo merece. Déjalo vivir otra tarde, tal vez un día más.

—¿Por qué?

—Si lo digo, te enfadarás conmigo. O sea que no lo diré.

—¡Sasuke Uchiha! —exclamó en voz alta.

—Con una reacción como ésta, no habrá presas en una legua, oh, gran dios de la caza, escudero Sak.

Su voz seguía siendo tranquila y seductora y había movido los dedos hasta la parte trasera de la rodilla. Sakura tuvo que concentrarse en mantener esa parte de la pierna tensa y no doblarla.

—¿Ya has decidido el porqué de tu caza? —preguntó él, bajándole el calcetín y pasando los dedos por la pantorrilla, hasta el punto más alto del muslo que pudo alcanzar.

—¿Mi caza? —contestó.

—Estás haciendo una demostración de tu don. No necesitamos la carne, aunque no me burlo de lo que haces, toda la carne que traigas se utilizará de un modo u otro. Es sólo que cazas porque puedes.

—Lo simplificas todo. Nada es... tan simple. —Estaba susurrando las palabras al final, y era culpa de él.

Era como si él mandara chispas directamente desde sus oscuros ojos hasta su corazón, y ni tan sólo se diera cuenta. El bebé debió de notarlo, sin embargo, porque se agitó, más fuerte esta vez, y Sakura no tuvo la pericia de disimularlo. Iba a llevar y a parir un bebé muy activo. Eso no se podía dudar.

Vio que él la observaba y no parpadeó. Se obligó a respirar con normalidad y uniformemente, con sumo cuidado.

—No es sencillo, Sakura, y al mismo tiempo en cierto modo lo es. Tienes un don con la puntería, el tiro y la caza. Cazas porque tienes ese don. Puede que no te guste, pero lo utilizas, porque sabes que tienes una destreza especial.

—Me estropeas la caza y dices tonterías. Eres un extraño compañero de caza, Sasuke —contestó ella, sorprendida de tener voz.

Él sonrió, y un océano de sonido le avasalló los oídos al verlo. El bebé se agitó otra vez en su vientre. Sakura contuvo el aliento y rogó que el bebé se calmara. Estuvo a punto de mirarse el vientre, y estaba en la línea de visión del fantástico Uchiha, a sus pies. Pero si lo hacía, sabía que él se daría cuenta.

La verdad era que no sabía qué hacer.

—Dios podría haber concedido este don a centenares... no... miles de personas, pero no lo hizo. Te lo dio a ti. Por lo tanto, debes utilizarlo. De lo contrario se malgastaría. De modo que creo que cazas porque puedes. Es sencillo.

—Y eso significaría que tú hablas porque puedes. Sin importar si tus palabras tienen algún sentido. Tú llenas el día con palabras porque puedes.

—Acabaré sintiéndome insultado, Sakura. Quiero que lo sepas de entrada.

Ella se rió.

—Puede que haya otra razón para tu necesidad de cazar. ¿Lo habías pensado?

—Intento no pensar demasiado. Mi amo y señor ya piensa por mí —contestó ella sonriendo.

—Estás aprendiendo a bromear, Sakura. Estoy orgulloso de ti —contestó él en voz baja.

Sakura tendría que mirar a otra parte o iba a delatarse con las continuas patadas del bebé y el efecto del amor y el orgullo de los ojos de él. También se preguntó si en caso de que mirara a otra parte, eso también la delataría. Tragó saliva.

—He cambiado de idea, Sasuke. No quiero acabar esta cacería. Has ganado. Tu alce puede vivir otro día. O puede llevárselo otro cazador. Ya puedes soltarme la pierna.

—Bromeo sobre tu forma de bromear y ya estás dispuesta a huir. Eres una persona extraña, Sakura. Creo que es porque perderías el control si permitieras que el humor entrara en tu mundo. Eres tan consagradamente seria porque no puedes permitir la más mínima grieta en tu compostura. No puedes perder el control. Si eso sucede, tú... ¿qué? ¿Dejarías que algo más que el juramento de tu vida gobernara tu mundo? ¿Algo... como el amor, tal vez?

Ella volvió a tragar saliva. No tenía una respuesta. Sacudió la cabeza. Él no entendía la importancia de su juramento. Cuando lo descubriera, no le diría palabras de amor ni hablaría de perder el control o nada más con ella, sino de odio y venganza.

—Puede que caces por esa razón. Tal vez cazas porque da un orden perfecto a tu mundo. Te pone al mando de él, en lugar de al revés. Puede que para ti la caza se reduzca a eso.

Los ojos de ella estaban húmedos, y él brillaba a través de ella como una visión borrosa de tela negra y largas y gruesas extremidades.

—Ya te he dicho que el alce podía vivir, Sasuke. ¿Qué más quieres de mí? —susurró.

—¿Llevas a mi hijo en tu vientre? —preguntó él en voz baja.

Sakura tuvo que apartar la mirada. Se concentró en un árbol, cualquier árbol, y eligió uno grande y robusto, con una corteza tan gruesa como la cabeza de Sasuke. La idea la ayudó a controlar las lágrimas.

Ella lo miró.

—Ya te he dicho, Sasuke Uchiha, que no puedo quedarme embarazada, ni de un gran semental y señor como tú, ni de un hombre sencillo. No es culpa tuya, si es que ibas a culparte por ello. Es mía.

—Si no llevas un bebé, ni es culpa mía ni tuya, Sakura, mi amor. Es la voluntad de Dios. —Se encogió de hombros—. Tenía la esperanza de que estuvieras preñada ya. Era mi mayor deseo.

—¿Por qué?

Habría dado lo que fuera por no haberlo preguntado. Se dio cuenta cuando él puso toda la fuerza de sus ojos negros en ella. Los ojos de Sakura se abrieron más y suspiró. De hecho sintió una sensación de ardor que se iniciaba en sus profundidades y se difundía hacia el exterior, y el bebé también lo sintió, a juzgar por sus movimientos.

—¿Recuerdas cuando te hablé del poder de la mujer, Sakura? —dijo él.

Ella asintió. Fue todo lo que pudo hacer.

—Radica en la vida que da. La vida que crea para el hombre es el reino del valor, la galantería y la caballería que hace que un hombre se esfuerce, para poder ser lo bastante noble para merecer estar al lado de ella. Y es la vida que crece dentro de ella. Un hombre no puede hacer ninguna de esas cosas. Ése es el poder que tienen las mujeres. Te lo pregunto de nuevo, Sakura, y te suplico que no me mientas... ¿llevas un hijo mío en tu vientre?

No se delató ni con un ligero movimiento de los cabellos.

—Y yo te he dicho que por qué sigues preguntándolo —contestó finalmente, aunque nada en su voz parecía normal. Tenía dificultades para oír con el rugido que le ensordecía los oídos.

Él suspiró.

—Esta estación ha sido maravillosa. Ha sido todo lo que he deseado para Escocia. El soberano ha convocado a sus hombres. La necesidad de libertad ha enraizado, y con cada palabra que pronuncia y cada multitud que reúne ha animado y ayudado a que este sentimiento crezca. Sin embargo, esta marcha forzada no puede durar. Se acercan los meses de invierno. Ya se huele la nieve en el ambiente. Anoche hizo frío en el círculo, ¿no?

—Yo no tenía frío —susurró ella.

Él sonrió, y lo hizo de una forma cálida, amorosa y pura. Sakura oyó en sus oídos el océano subiendo en olas reactivas. Las sintió en las entrañas. El bebé de su vientre no se movió.

—Esta estación terminará y entonces todos podrán vivir un poco. Tú también.

Para ella no habría nada más que la muerte de Hikaku, y después esperaba que la suya propia. O sospechaba que sería peor que morir. Perdería a Sasuke. Para siempre. La muerte probablemente sería más compasiva.

El bebé se agitó, casi dolorosamente, y se le cortó la respiración. ¿Cómo podía desear morir cuando llevaba una vida dentro de ella? La idea la dejó estupefacta. ¿Sospechaba Sasuke que ése era su plan y por eso le había dado un hijo, a propósito?

—... y está el futuro. El bebé que llevas dentro, Sakura. Nos une. Es tan mío como tuyo. Te das cuentas de eso, ¿no?

Se obligó a escucharle y captó el final de lo que estaba diciendo. Se le encogió el corazón.

—Sasuke, empiezo a cansarme de... —Había encontrado la voz, pero antes de que pudiera empezar a protestar, la interrumpió.

—No tendré bastardos, Sakura. Ya te dije que eso pertenecía a otra vida, cuando nos conocimos. Tú llevas a mi hijo en tu vientre. No permitiré que traigas a mi hijo a este mundo sin su padre. Escúchame bien, Sakura, porque esto también te lo juro.

—¡No llevo ningún hijo tuyo! —gritó ella—. Deja de hablar de ello de una vez!

Se hizo el silencio entre los dos. Sakura lo miró y esperó. Él torció los labios en una media sonrisa, arqueó las cejas y muy lentamente le guiñó el ojo. El resultado fue peor que si le hubieran tirado un cubo de agua fría encima. Se preguntó si lo sabría.

—Si no llevas un hijo mío, entonces me estoy adelantando, porque ya lo llevarás. Me aseguraré de que así sea.

—Por favor... no vuelvas a tocarme —contestó ella.

—Oh, Sakura, amor mío. Eso es lo más divertido que has dicho jamás —contestó él.

—Aunque llevara un hijo, Sasuke, no cambiaría nada. Debo cumplir un juramento. Siempre he vivido con este juramento. Ya lo sabías. Lo sabías y aun así me has puesto tu semilla. Creo que nunca te lo perdonaré.

—Tenía que hacerlo. Tal como te planteas tu juramento, acaba con tu muerte.

—¡Siempre ha sido así!

—No permitiré que mueras, Sakura. ¿Es que no has entendido nada de lo que he dicho? Eres la receptora de mi amor y la portadora de mi futuro. No permitiré que la muerte se acerque a ti, nunca más. Nunca. Este es otro de mis juramentos.

—Sasuke... por favor. —Estaba suplicando. Sólo esperaba despistarlo. Sus palabras le estaban haciendo más daño que ninguna espada.

—Llevas a un hijo mío, Sakura, y te hace más hermosa que nunca. Por eso lo he adivinado, en realidad. Lo niegas, pero yo lo sé. Lo sé, Sakura. Esto hace que esté bien que nos casemos. Me habría casado contigo mil veces sin esto, pero tenía que encontrar la manera de obligarte. Te casarás conmigo, Sakura. No puedes elegir. No puedo arriesgarme.

—¿No entiendes lo que significaría eso para mí, Uchiha?

—De hecho, me da miedo pensarlo —contestó él.

—¿Querrías que me convirtiera en una sombra de mí misma porque no tengo orgullo? ¿Es lo que deseas para mí, Uchiha? ¿Que pierda todo mi orgullo? No me casaré contigo y no tendré un hijo tuyo. No haré nada más que lo que juré hacer hace ocho años. Haré justicia para mi clan, y no permitiré que tú me desvíes de ello. No puedo.

Él volvió a subirle el calcetín y se puso en cuclillas, y después, lentamente, se puso de pie al lado de ella. Le levantó la barbilla para que lo mirara a la cara, pero ella apartó la cabeza bruscamente.

—Ha sido un mal día para cazar, creo —dijo él por fin.

—Crees que acabarás con esto ignorándolo. No será así, Sasuke. Dices que soy seria y es cierto. He tenido que serlo. Sigo teniendo que serlo. El hombre que destruyó a mi familia sigue vagando por la tierra. Él todavía habla, come y disfruta de la vida de la que siempre me estás hablando. No lo permitiré. No descansaré mientras sea así. No puedo casarme contigo, ni con ningún otro hombre hasta que ponga fin a esto. No puedo. ¡No lo comprendes!

—Lo comprendo, Sakura. Perdóname.

—¿No me presionarás más?

—Ya te he presionado bastante para una tarde, creo. Ya pensaré en la forma de atacar de nuevo tus defensas, aunque ahora no estoy seguro de cómo. Eres inmune a las palabras de amor. No quieres hablar del futuro y los hijos. Estás crispada de ira ante la idea de una casa acogedora, conmigo a tu lado como marido. Tendré que pensar en otra táctica para convencerte.

Los ojos de Sakura se llenaron de lágrimas. Tragó saliva y sorbió por la nariz, y se mantuvo tensa, pero nada funcionó. Que él lo viera la hizo sentirse humillada.

—No pasa nada, mi amor. Perdona mis palabras insistentes. Me olvidaré de mi deseo. Ven. Nos espera la sopa y tengo una noche planeada para nosotros.

—¡Sasuke Uchiha!

Lo dijo en respuesta a las manos que le cogían las nalgas, para levantarla contra él.

—No llevas taparrabos, te contoneas a mi lado exhibiendo tus encantos, a la vista y a mi alcance, ¿y ahora me dices que no? Eres una lianta, Sakura, mujer. Me sorprende no haberme dado cuenta antes.

—Y tú eres insaciable, mi señor.

Él sonrió y usó el pulgar para secarle las lágrimas de la cara.

—Si tienes quejas, te escucho.

—¿Qué pasaría si lo hiciera? —preguntó ella, intentando reír entre sollozos de emoción.

Él ladeó la cabeza y la miró hasta que ella se enfrentó a él.

—Creo que las tendría en cuenta —contestó—. E intentaría adaptarme a tus necesidades. ¿Qué te parece?

Nada. Ésa fue la única respuesta que tuvo. No la dijo en voz alta.