CAPÍTULO 28

Fueron a recogerla justo antes de medianoche y sin previo aviso. Sakura no estaba dormida, más que nada porque Sasuke no había vuelto, pero cuando los hombres Uchiha entraron en la tienda, se puso de pie, frotándose los ojos e intentando disimular el terror. Eran cinco, Sasuke en la retaguardia. Reconoció a Obito, pero a ninguno más.

—Sakura —dijo Sasuke, y el uso de su nombre la dejó totalmente estupefacta.

—Sasuke, ¿qué has hecho? —susurró Sakura.

—He traído a mis hermanos. Quieren conocer a Sak, el gran lanzador, el escudero que ha aportado tanta fama y reconocimiento a nuestro clan, y que además es una mujer, Sakura, a la que amo.

Los ojos de Sakura estaban muy abiertos. Le daba miedo respirar.

—Éste es Itachi Uchiha. ¿Ita? Te presento a Sakura.

Un hombre de la misma altura que Sakura y que se parecía un poco a Obito, y un físico esbelto que negaba cualquier relación con Sasuke, se arrodilló frente a ella. Sakura le vio hacerlo y retrocedió un paso.

—El siguiente es Shisui. ¿Shisui Uchiha? Te presento a Sakura.

El siguiente varón Uchiha le llegaba a las cejas, tenía los cabellos ondulados en las puntas y color negro como Sasuke y sus otros hermanos, había dicho y era tan esbelto como Ita. También se arrodilló frente a ella. Los ojos de Sakura seguían muy abiertos y ahora también se le abrió la boca.

—El cuarto, y el único que tiene un nombre raro, William Uchiha. ¿William? Te presento a Sakura.

Este hermano tenía ojos y los cabellos igual que los anteriores Uchiha, los cuales empezaban a caerle. Era un poco más alto que Shisui, pero más bajo que Ita. También era más robusto que los otros dos. Se arrodilló junto a los otros e inclinó la cabeza.

Sakura miró a Sasuke, pero él estaba tenso y rebosaba ira por los poros. Entonces miró a Obito. El gesto de disculpa de sus cejas no le dio ninguna pista. Sasuke no había dicho nada que no fuera verdad. Sus hermanos eran todos más bajos, menos imponentes y ni de lejos tan guapos. Obito y Ita era los únicos igual de altos que Sakura.

—Ya nos conocemos, señora —dijo, inclinando la cabeza—. Obito Uchiha.

Y entonces Obito se arrodilló.

—¿Sasuke? —susurró Sakura—. ¿De qué va esto?

—He dicho a mis hermanos que llevas un hijo mío, Sakura.

Tenía la cara tensa antes de decir las malditas palabras. Sakura se puso pálida. Tuvo que agarrarse a la estaca de la tienda para mantenerse erguida. Temblaba, anonadada, desmoralizada y totalmente envilecida. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se las secó con rabia antes de apartarse de la estaca de la tienda y mandar todo el odio que poseía en la mirada que le dedicó.

—Pues has mentido, Uchiha, porque no llevo el hijo de nadie. Ni el tuyo ni el de nadie —contestó por fin.

—Sí lo llevas, y he traído a mis hermanos para que asistan a la boda a la que pienso obligarte.

A Sakura no le funcionaba la boca y las rodillas le fallaban.

—Sasuke, yo...

Entonces cayó, pero él la cogió y la apretó contra sí antes de que pudiera hacerse daño. Su torso era grande, fuerte y consolador, y descansó contra él durante un segundo. Después se apartó de él.

—¡No me casaré contigo, Uchiha! ¡No!

Él le cogió el puño y lo retuvo, sin permitirle apartarse.

—Te casarás, Sakura, aunque tenga que obligarte. Y te obligaré. No lo dudes.

—No —susurró ella.

—No lo haré solo. He traído a cien hombres del clan para asegurarme. Te tomaré como esposa. Ya no puedes elegir.

—Pero... ¿por qué?

Su mandíbula seguía tensa y un nervio estaba hinchado en uno de sus lados.

—Llevas dentro a mi hijo. No tendré bastardos. Te casarás conmigo. Esta noche.

—No, Sasuke, no. No puedo. Tú no lo entiendes. —Si quería que le escuchara, tendría que darle un argumento más consistente que ése, acompañado de un indicio de lágrimas, se dijo a sí misma.

—Puedes y lo harás. ¿Es que no escuchas? Te obligaré.

—Oh, Dios, no, Sasuke. Por favor. ¡Eso no! ¡Tú no lo entiendes! —Sakura miró a su alrededor con desesperación.

Los otros cuatro Uchiha seguían en fila sobre una rodilla y fingían no oír una sola palabra. Era horrible. Había tenido pesadillas sobre ese bebé, sobre el tamaño que acabaría adoptando su vientre, sobre dar a luz a un miembro del clan Uchiha, sobre enfrentarse a los miembros difuntos de su clan cuando sucediera. Ninguna de sus pesadillas era tan terrible como la que le estaba imponiendo Sasuke.

—Sakura, llevas a mi hijo —repitió él más suavemente que antes, pero igual de implacable. Tenía la cabeza baja y le clavaba los ojos negros medianoche desde debajo del ángulo de las cejas. Las manos que la sujetaban temblaban.

—Esto no, por favor. Te lo suplico. Por favor. —Sakura sentía lágrimas de odio hacia sí misma mezclándose con la misma emoción con que le estaba suplicando. Un Haruno se estaba rebajando a suplicar a un Uchiha. No creía poder soportarlo, pero casarse con él sería peor. Lo sabía.

No podía hacerlo. ¡No podía prometer ante Dios ser suya toda la vida! ¡No podía! No podía adoptar su apellido. No podía prometer lealtad a un clan del que era señor Hikaku Uchiha. ¡No podía y basta! La traición a sus antepasados sería más de lo que podía soportar.

—Llevas dentro a mi hijo —repitió él, con la misma voz tranquila, controlada y sin emoción.

—¡Muy bien, Sasuke, sí! —Lo dijo en voz baja, aunque la sintió como si gritara—. ¡Llevo un hijo tuyo! Esto es lo que querías, lo que tenías planeado, por lo que te has esforzado y lo que te has asegurado. Me convenciste de que era amor, cuando no era nada de eso. Era una trampa que me estabas tendiendo. Pues no me casaré contigo. No prometeré fidelidad a un Uchiha. No puedo. No puedo evitar este bebé que me has hecho. Ya decidiré qué hacer cuando nazca, pero ¡no me casaré contigo, Uchiha! ¡No puedo!

Sasuke estaba perfectamente quieto, aunque ella notaba que seguía respirando porque se oía un ligero gruñido de dolor. Estaba pálido bajo el bronceado y la mandíbula parecía aún más tensa, y tenía los dientes apretados. Los duros y reflexivos ojos negros medianoche eran más como la superficie de un lago en invierno, e igual de cálidos. Sakura apartó la mirada. No podía sostenerla. La estaba matando. El bebé tampoco estaba reaccionando bien, porque no paraba de dar patadas en su vientre.

—Bueno, ¿la habéis oído, hermanos? Lleva a mi hijo dentro. Va a casarse conmigo, tanto si le gusta como si no. Vamos, voy a tener que obligarte, Sakura, a no ser que te unas conmigo por las buenas.

—¡Tú no lo entiendes, Sasuke! No puedo casarme contigo. Aunque lo deseara, no puedo! ¡No lo entiendes! —Le resbalaban las lágrimas por las mejillas, pero las ignoró.

Él suspiró ruidosamente.

—Sakura, si no caminas por tu propia voluntad hasta Sak, el caballo, lo montas y me sigues a la catedral, te ataré, te amordazaré y te llevaré sobre el hombro. ¿Qué eliges?

—Si me obligas a hacer esto, Uchiha, te odiaré. Nunca te perdonaré. Quiero que lo sepas.

Nada. No vio ninguna reacción a sus palabras. Sakura miró al suelo. Miró a los cuatro Uchiha arrodillados y después miró la puerta. Tensó los muslos para salir corriendo. Si Sasuke aflojaba la presión, estaba dispuesta a aprovecharlo.

—¿Es que no me oyes, mi amor? —susurró Sasuke—. Hay cientos de hombres del clan fuera de esta tienda. No podrás apartarte dos pasos de mí. ¿Qué eliges?

Sakura cerró los ojos, intentó mandar todas las emociones donde no pudieran hacerle daño y los abrió. Todas las semanas de amor, todas las palabras de adoración y todos los juramentos que le había hecho ¿eran para esto? Lo había hecho para obligarla a casarse con él, cuando todo lo que era Haruno en ella preferiría morir.

Sakura se soltó una mano de un tirón y buscó el puñal del dragón.

Sasuke fue más rápido. La retuvo contra su pecho y le hizo soltar el cuchillo y después los puñales que llevaba en la espalda. Después le dijo a Obito que le quitara los del calcetín. Sakura se resistió. Pataleó. Se retorció. Con ningún resultado. Tuvo que parar cuando ellos tuvieron las trece armas y ella nada, excepto los brazos de Sasuke alrededor de ella, como tiras de hierro.

—Coge las cuerdas, Ita —dijo Sasuke.

—Espera —dijo Sakura, haciendo que todos se detuvieran. Estaba derrotada y lo sabía. Todos lo sabían. Lo único que conseguiría resistiéndose sería que la ataran y se la llevaran ante el sacerdote como a una pieza recién cazada, y lo único que cambiaría es que todos se enterarían. No lo impedirían. Había que pensar en el niño no nacido, y a las mujeres siempre se las había obligado. Siempre se las obligaría.

Bajó la cabeza.

—Me casaré contigo, Sasuke Uchiha —susurró, y después dejó que las lágrimas cayeran.

Sakura lloró cuando le pusieron la capa que la cubría de pies a cabeza. Lloró cuando la montaron sobre Sak, el caballo, y después Sasuke la cogió entre sus brazos. Lloró con cada paso del caballo y cada lágrima fue como si llevara sangre. Lloró cuando llegaron a la catedral. Lloró cuando entraron: no sólo ellos seis, sino todos los hombres del clan Uchiha que Sasuke había traído. Lloró cuando Sasuke la llevó a una habitación pequeña, sólo suficientemente grande para los dos, y le quitó la capa y le mostró el precioso vestido que estaba reservado para ella.

Lloró aún más cuando la dejó sola para que se vistiera.

Sakura se quitó todas las piezas de vestimenta de los Uchiha del cuerpo. Entonces se quitó el vendaje del pecho y miró el cuadrado de tela raída que había sido su compañero constante. Cerró los ojos con fuerza en el mismo momento en que cerró el puño sobre él. Ya no merecía lucirlo. Sin duda no era digna de tener aquella pieza. Abrió los ojos, se pasó un brazo por la cara llorosa y dejó la tela Haruno sobre el banco, sola. No permitiría de ninguna manera que estuviera cerca de los colores Uchiha... ahora no. Sólo volvería a recogerlo cuando Sasuke le diera la espalda y le diera tiempo para reunirse con su familia.

Sakura suspiró, volvió a secarse los ojos y después dio la espalda a los últimos restos de su clan. Se puso el vestido que le habían regalado los Uchiha casi con rabia. Había una camisa. Sobre ésta iba una túnica de lino y un vestido tejido en lino de color blanco marfil, con un escote cuadrado y mangas largas de encaje que le llegaban por debajo de la muñeca.

No tenía velo, así que Sakura se deshizo la trenza y se peinó los cabellos con los dedos hasta que formaron un velo. Había un espejo de plata en la pared pero ella lo ignoró. De todos modos las lágrimas no le permitían ver nada.

Cuando salió oyó un débil sonido procedente del altar principal y vio que Obito era el Uchiha que la esperaba de pie para acompañarla. Sakura miró el pasillo de la catedral y vio el altar. Vio al enorme y pomposo obispo que iba a casarlos, vio que todo el espacio disponible estaba ocupado por algún Uchiha y entonces empezó a caminar.

Había monaguillos cantando cuando se acercó más, y voces que se combinaban de forma celestial, en una música reverente. Pensó que era raro, porque lo que hacían era una profanación. Los pies le pesaban cada vez más cuanto más se acercaba al altar, y eso también era raro.

Entonces Sasuke caminó hasta el altar, y el tiempo se detuvo por completo un breve momento. Sasuke Uchiha iba vestido del cuello a las rodillas con el feile-breacan de sus amados colores Haruno.

A Sakura les fallaron las piernas y la respiración abandonó totalmente su cuerpo al sentir y oír la reacción de impacto, disgusto y odio que la rodeaba. Después oyó, desde mucha distancia, a Sasuke diciendo a Obito que la cogiera, por el amor de Dios, y después ya no oyó nada más.

El estrépito era enorme cuando Sakura abrió los ojos, y estaba echada en el regazo de Obito, directamente frente al altar, y Sasuke hablaba con su gran voz de orador.

—¡Escuchadme digo! ¡No! ¡No lo digo, lo ordeno! ¡Escuchad! ¡Callad y escuchadme! Voy a casarme con la última Haruno de Escocia, Sakura, y ¡no habrá más guerras de clanes por eso! Hay una historia que contar y todos vosotros vais a escucharme. Tekka Uchiha va a contarla. ¡Tekka!

—¡Tekka Uchiha es sordomudo! —gritó alguien burlonamente.

—¡No! —gritó Sasuke—. ¡Tekka no es sordo, ni mudo, aunque daría su alma por serlo! Tekka. ¡Levántate! Ahora. Ven aquí y cuenta tu historia.

El hombrecillo que se acercó a Sasuke parecía mayor y más frágil de lo que era, sólo por estar al lado del joven Uchiha. También parecía muy vistoso junto al apagado traje de Sasuke. Sakura parpadeó y se incorporó, y Obito la dejó, aunque le puso un dedo en los labios para silenciarla.

—Habla fuerte, Tekka. Esta iglesia tiene un gran espacio para que el sonido amplifique tus palabras, pero eso no lo es todo. Habla fuerte. Cuéntales la historia. ¡Haz que te oigan!

El hombrecillo abrió la boca y el mero hecho de que hablara fue probablemente lo que los hizo callar, más que lo que decía. Sakura observó cómo un hombre tras otro dejaron de gritar y agitar los puños y se dispusieron a escuchar.

—Lo que dice Sasuke es verdad, compañeros del clan. No soy sordomudo, aunque he elegido serlo desde los catorce años. ¡Catorce años y ya he envejecido más de veinte!

«¿Tiene cuarenta años?», pensó Sakura, atónita. Ella no era la única que lo miraba estupefacta.

—Escuchad y enteraos de la verdad, amigos míos, mi sangre, mi saga. Soy el hombre que tenéis delante porque cargo con la culpa, una gran culpa. Iba a ir a la tumba con ella, hasta que el amigo Sasuke habló conmigo hace dos días. Me suplicó que enmendara un agravio y eso es lo que debo hacer.

Había un absoluto silencio al final de aquellas palabras y todos esperaban mientras él tomaba aliento para continuar.

—Hace catorce años, yo no era el hombre apagado que veis delante de vosotros ahora. No, era joven. Era viril. Era un completo guerrero Uchiha y era un compañero para nuestro señor, Hikaku. Os lo digo para que lo sepáis. Algunos de vosotros incluso lo recordaréis.

—¡Yo lo recuerdo! —gritó alguien desde atrás.

Tekka asintió.

—Es bueno recordar. Es bueno que tengamos esa capacidad. Pero también es horrible. Dejad que os cuente mi historia. Era una mañana fría, no como hoy, cuando Hikaku nos pidió que le acompañáramos. Se llevó a En Oyashiro, a Yashiro Uchiha y a mí.

Todos murmuraron al oír mencionar a esos hombres, pero Sakura no sabía por qué.

—Hikaku quería dar una lección a una mujer. Nos dijo que no quería hacerle daño, sólo quería mostrarle que se equivocaba en su forma de hacer. Yo no sabía a qué se refería cuando íbamos a su casa. Sólo nos dijo que quería asustarla. Fuimos cruzando el lago. Atracamos el bote en silencio. Fuimos a la casa. La mujer mayor era la única que estaba despierta cuando entramos silenciosamente, y entonces Hikaku, En y Yashiro se lanzaron encima de ella. No estaban asustando a nadie. Estaban violando, estaban castigando y ni siquiera era la mujer que buscaban. Recuerdo los gritos. Recuerdo la sangre. Recuerdo que retrocedí hasta la puerta y vomité en el suelo. Recuerdo que Hikaku se rió cuando terminó y después vertió el contenido de su escarcela sobre la mujer y la mesa para pegarle fuego. Dios Santo, sólo espero que ya estuviera muerta.

Sakura temblaba. Empezaron como pequeños temblores y fueron creciendo.

—Entonces, oí gritos en la parte trasera de la casa. Las llamas prendieron enseguida y recuerdo que pensé que no había visto nunca prender un fuego tan rápido. Las explosiones habían mandado llamas hacia el exterior, por las ventanas. Oí los gritos y me fui atrás a ver qué pasaba.

El temblor de Sakura se intensificó, hasta el punto de que su cuerpo golpeaba contra las estribaciones de las tallas de la base del altar. Obito la cogió entre sus brazos y le frotó los suyos, pero no la ayudó mucho.

—Vi a la mujer a la que habíamos ido a atormentar. Estaba hinchada con un bebé en el vientre, y le gritaba a una pequeña algo así como que era una asesina. Recuerdo que no entendía por qué gritaba tanto a la pequeña, y entonces Hikaku vio a la mujer. El rugido que dejó escapar fue indescriptible. Entonces supe que iba a hacerlo. Recé porque la pequeña se escondiera, y milagrosamente lo hizo. No vio lo que Hikaku le hizo a Azami. Yo tampoco quería verlo pero estaba paralizado por el horror cuando la cogió y le pegó con los puños. La cogió y la golpeó, la cogió y la golpeó, hasta que En y Yashiro le apartaron y corrieron a la barca. Casi se fueron sin mí, porque estaban deseosos de huir del horror que habían provocado, y yo estaba enfermo ante el horror en el que había participado. Hikaku nos obligó a jurar que guardaríamos el secreto. Estaba cubierto de sangre y su cara estaba llena de arañazos, y nos hizo jurar que nunca le contaríamos a nadie lo que había sucedido. Dijo que no quedaba ningún testigo. Que se había asegurado de ello. Yo sabía que eso era falso, pues sabía que la pequeña había sobrevivido, pero mantuve mi juramento. Mantuve el silencio. Nunca conté nada de aquella mañana, ni de nada. Me habría llevado el secreto a la tumba, de no ser por las palabras de Sasuke hace dos días.

El temblor de Sakura había alcanzado su punto álgido y allí se quedó, y Obito siguió masajeándole los brazos, con manos suaves y cálidas. Su contacto era la única sensación de la que era consciente.

—Cuéntales el resto, Tekka. Cuéntaselo todo —ordenó Sasuke al hombrecillo.

El viejo tomó aire y volvió a hablar.

—Hikaku dijo a todos los que le preguntaron que una loba de los Haruno le había hecho daño. Así explicó los arañazos de la cara y la sangre que no se iba de su traje por mucho que lo remojara. Contó una historia absurda de que le acosaban y nadie le contradijo, pero eso ya lo sabéis. En Oyashiro fue el primero en caer. No sé cuántos de vosotros lo recordáis, pero a Yashiro se lo llevaron una mañana y le cortaron su virilidad y le clavaron una espada en el pecho, y después lo envolvieron en una tela de los Haruno. Eso fue el principio. La matanza. La disputa. Y no fueron los Haruno los que lo empezaron. Fue un Uchiha. Peor aún, fue el nuevo señor de los Uchiha. Fue Hikaku Uchiha.

La gente guardaba un completo silencio. Podrían haber pasado por estatuas.

—Ahora cuéntales por qué, Tekka —dijo Sasuke con voz amable, probablemente porque el hombrecillo estaba sollozando—. Cruéntaselo. Adelante.

El temblor desenfrenado de Sakura iba remitiendo. Obito la mantuvo inmóvil, acariciándole los brazos y sosteniéndole la espalda.

—Hace cinco años, cuando Hikaku no era todavía el señor, sino el heredero, vio a una mujer no muy diferente a la que Sasuke ha traído esta noche para casarse. Era atractiva, era tan alta como él y era valiente. La cortejó y ella se rió en su cara. Después rechazó al rico heredero del clan Uchiha y se casó con un hombre sin tierras y sin títulos, un hombre llamado Tobirama Senju. Hikaku nunca olvidó el insulto. Por muchas mujeres que tomara, dijo que siempre veía a la mujer de cabellos rosas que se había reído de él y se había casado con un pobre.

«Tobirama Senju.» Sakura recordaba ese nombre. El esposo de Azami. Dejó de temblar, su espalda se inmovilizó y se sintió absolutamente calmada. Entonces Sasuke empezó a hablar de nuevo.

—Ahora ya lo sabéis, compañeros del clan. Ahora sabéis la verdad y deseo que sepáis también que...

—¿Organizas este espectáculo y no invitas a tu soberano y rey? ¡Quiero saber por qué!

Sakura se quedó asombrada cuando el soberano utilizó todo el timbre de su potente voz desde el fondo de la catedral y después caminó a buen paso por el pasillo, con un séquito de guardias detrás.

—Señor —Sasuke se arrodilló cuando el soberano llegó frente a él, y el rey posó una mano en su hombro.

—Hemos luchado tanto y tanto tiempo para unificar Escocia y detener la disputa, y ¿ahora pretendes hacer renacer una antigua? ¿Qué voy a hacer contigo, joven Uchiha?

Sasuke se puso de pie, empequeñeciendo a todos.

—Debéis quedaros y presenciar mi enlace, señor —respondió.

—¿Y con quién vas a casarte?

Sasuke se volvió y señaló a Sakura con la mano.

—Voy a casarme con Sakura Haruno, Su Majestad.

El rey la miró y ella vio que la reconocía al instante.

—Sí, Señor —dijo Sasuke otra vez con la voz de orador, volviéndose para dirigirse a todo el recinto—. Me desposaré con la hermana de mi escudero, y deseo a todo el clan Uchiha que sepan que mi escudero no es alguien «sin clan y sin nombre». Se llama Sak Haruno. Es el gemelo de mi prometida. Ya habéis aplaudido y aceptado a un Haruno entre vosotros. Ahora sabéis que ha sido por razones justas y correctas.

Hubo una ruidosa reacción a sus palabras y Sasuke tuvo que levantar una mano para hacerles callar.

—Quiero que sepáis también que solicito al rey que sancione mi alianza. Deseo tener otro nombre reivindicado en la tierra. Deseo casarme con una Haruno y deseo ser conocido como Sasuke Haruno-Uchiha. Quiero que nuestros hijos lleven el nombre de Haruno-Uchiha. Deseo que mi esposa sea conocida como Sakura Haruno-Uchiha. Fue con este objetivo que me hice tejer este tartán. Aunque no sea exacto al traje de los Haruno, es igual de válido y tiene el rojo y el blanco tejido en su tela. Éstos son los colores que deseo para mi nuevo clan, Su Majestad. Este es el regalo de bodas que deseo para mi novia.

—Es un pobre regalo de bodas, creo —respondió el Rey.

Sakura suspiró, y no fue la única.

—¿Pobre? —dijo Sasuke casi ahogándose.

—Sí, pobre. ¿Qué clan puede vivir sin tierras, o sin título? De rodillas, Sasuke Haruno-Uchiha. De rodillas para que pueda conferirte el título de conde y concederte la mitad de las posesiones de los Uchiha. ¿Te parece éste un regalo justo, Sakura?

El soberano le tendió una mano y Obito la ayudó a levantarse aunque las piernas tenían la consistencia de una ciénaga. Cuando llegó a su lado y le dio su mano, él inclinó la cabeza. Después la entregó a Uchiha, que estaba arrodillado a sus pies.

Sasuke se llevó la mano de ella a la frente. Temblaba más él que ella antes, y todos lo veían.

—¿Me tomarás como esposo, Sakura Haruno? ¿Estarás a mi lado y me ayudarás a encontrar y aumentar el nuevo clan Haruno-Uchiha? ¿Te casarás conmigo y te unirás a mí y me amarás y honrarás como yo a ti?

Los ojos negros medianoche la miraron y Sakura respondió con todo su corazón.

—No estoy satisfecha, señor —dijo.

—¿No... no estás...? —Sasuke bajó la mirada.

—No —contestó ella—. Porque no aceptaré tu nuevo traje a menos que lleve igual cantidad de negro y rojo de los Uchiha que de rojo y blanco de los Haruno. Esa es mi condición.

Él se levantó lentamente y ella supo que había conmoción a su alrededor, pero no oyó nada en absoluto.