CAPÍTULO 29

—¡Oh, Dios mío! —Sasuke se sentó, gimiendo, y se llevó una mano a la frente—. ¿Qué he hecho?

Sakura tardó más en despertarse, y se desperezó a la luz previa al amanecer.

—¿Qué has hecho, mi amor? —susurró.

—¡No quería ser señor! Ni siquiera puedo dar estructura a mi propia vida. ¿Cómo voy a darla a todo un clan?

Sakura se rió.

—No es de extrañar que mi madre estuviera encantada. Ahora está en mi casa, imponiendo orden... o creando algún orden.

—No te preocupes mi señor, conde de Haruno-Uchiha susurró Sakura—. Te ayudaré.

Sasuke la miró por encima del hombro.

—¿Ayudarme? La ayuda que me has dado esta noche me ha dejado con las rodillas flojas y apto para nada, salvo bordar con las mujeres de mi clan.

Sakura volvió a reír. Ella había sido la insaciable. Eso era cierto. Lo que no era cierto era que Sasuke estuviera débil por todas partes, especialmente las piernas.

—Déjame ver —dijo, intentando apartar la manta.

Él se tapó como si quisiera protegerse.

—Tengo deberes que atender, señora. Probablemente debería ver a los hombres de mi nuevo clan. ¿Quieres robarme las fuerzas que me quedan?

—Quiero —contestó ella.

Él sonrió.

—También tengo que poner a trabajar a las tejedoras. ¿No te das cuenta de lo que has hecho?

—¿Qué he hecho? —preguntó ella, deslizando una de sus manos por el muslo de él, sobre la rodilla y hasta el tobillo, por encima de la sábana.

—Has hecho que el traje que diseñé y encargué tejer para hacer los feile-breacan no sirva para nada, y ahora todas nuestras ovejas tendrán que ser esquiladas de nuevo y habrá que cardar la lana e hilar, teñir y tejer otra vez. Vaya, mi nuevo clan irá desnudo hasta que tengamos a punto los nuevos colores.

—Hasta entonces pueden vestir de Uchiha —observó ella, subiendo el dedo—. Anoche no parecía importarles.

—He declarado la muerte al señor Uchiha —dijo Sasuke solemnemente—. No permitiré que mi nuevo clan se vista como el hombre al que debo matar.

—Yo juré matar a Hikaku y lo haré —contestó Sakura, levantando la mano que tenía en la cadera de él.

—Oh, no, no lo harás. Tú te quedarás en nuestra casa este invierno, dejando crecer a nuestro hijo y dándole a luz. No te dejaré matar a nadie. No creo ni que te deje cazar. Ya ves lo mucho que significa para mí.

—¡Sasuke! ¡Vivo para cazar!

—Entonces buscaremos blancos vivos para ti.

—Te estás convirtiendo en un tirano y llevamos casados menos de un día. No creo que me guste.

—Nos hemos casado para siempre, mi amor, y sólo llevamos medio día de esta vida. Me amoldaré. Si necesitamos carne, puedes acompañarme a cazar.

—¿Acompañarte? Eres un creído, musculoso, testarudo, arrogante...

—Y guapo, no lo olvides —interrumpió Sasuke.

Los labios de Sakura se torcieron, y después se echó a reír.

—¡Ja! La esposa se ríe de su nuevo marido. ¡No creo que deba pasar eso por alto!

Le hizo cosquillas y la hizo reír alegremente. Después se puso serio.

—¿Te das cuenta de lo poco que te has reído desde que te conozco, Sakura? Es un sonido muy alegre.

—No había muchos motivos para sonreír, mi señor, Sasuke Haruno-Uchiha.

—Este nuevo nombre es muy engorroso, mi amor. ¿No crees que es demasiado? Pediré que se recupere el de Haruno y lo adoptaré si es tu deseo.

Ella ya no se reía. Tenía dificultades para controlar las lágrimas.

—Oh... Sasuke —tartamudeó, respirando superficialmente.

—Y también te hago llorar. Obito es el experto en eso. Creía que era el único con ese don. Vamos, mi amor. No te eches a llorar. Creerán que he abusado de ti, cuando ha sido al revés.

Ella volvió a reírse.

—Yo no he abusado... de ti.

—¿No? —Se echó atrás y se desperezó, haciendo crujir la cabecera de la cama—. Pues estoy bien agotado. Seré inútil para mi rey hasta la noche. Puede que ni entonces.

—¿Y los hombres de tu clan? Quiero decir, nuestros nuevos hombres del clan. ¿Qué van a pensar ellos si su nuevo señor se pasa el día en la cama?

Sasuke levantó la cabeza y la miró a los ojos.

—Un recién nombrado Haruno-Uchiha puede beber más que cualquier otro hombre. Vaya, pueden ponerle un océano de whisky. Creo que lo demostraron anoche. Ninguno de ellos desea moverse antes de la noche. Créeme.

—¿Sasuke? —dijo ella.

—¿Sí?

—Esos hombres que vinieron a ti anoche y juraron lealtad, ¿vendrán todos con nosotros? ¿Qué pasa con el clan Uchiha?

—Esos hombres ya eran mis hombres, Sakura. Han luchado a mi lado y han estado conmigo desde que alcanzamos la virilidad. No hay ni uno de ellos que no me siguiera. Si yo jurara lealtad al diablo, me seguirían. Me habría sentido insultado si no hubieran intentado seguirme.

—¿Tú también tienes seguidores?

Él arqueó las cejas.

—Soy un Haruno-Uchiha, ¿entiendes? Tengo una gran voz de orador. Doy discursos. Tengo seguidores.

—No pretendía insultarte —susurró ella.

—¿Tú? —Hizo una mueca burlona—. ¿Insultarme? Vaya, si no recuerdo mal, una vez me dijiste que mi tamaño podía rivalizar con las nueces. ¿Insultarme?

Ella volvió a reír.

—Desde entonces he cambiado de opinión, señor.

Sasuke sonrió.

—Llegaré a amar esta risa tuya, mi amor, de verdad.

La tenía inmovilizada con la barbilla en su hombro y balanceándola. Tenía las manos por todas partes. Sakura hizo chasquear la lengua cuando lo atrapó por debajo de la sábana, una vez más.

—Pero ¿qué pasa con los Uchiha, Sasuke? —preguntó.

Él levantó la cabeza y suspiró.

—No descansarás hasta que Hikaku deje este mundo, ¿verdad? Muy bien. Me pondré mis nuevos colores y batallaré con él. Después volveré. Más vale que tú también te prepares. Cuando vuelva no aceptaré una dócil sumisión por tu parte. Esperaré ser atacado de nuevo. Como anoche, pero más. ¿Puedes garantizarme eso, cuando vuelva?

—Hablo en serio, Sasuke —contestó ella.

Él suspiró otra vez.

—No te has trabajado la conversación de la mañana después, Sakura, porque no has mejorado nada. Mi hermano Obito ha jurado llevar a Hikaku ante la justicia. Yo he jurado lo mismo. No aceptaré la idea de justicia de Obito, a menos que se ajuste a la mía. ¿Podemos volver ya a ser unos recién casados?

—Quería decir... ¿el clan Uchiha intentará recuperar las tierras?

—¿Por qué habrían de hacerlo? Estás hablando de mis hermanos, Sakura. Están tan arrepentidos como yo por la destrucción del clan Haruno. No hubo uno solo de nosotros que no estuviera en la última batalla. Luchamos. Matamos. Lo celebramos. No intento causarte aflicción, sólo deseo que sepas que sentimos remordimiento, pesar y culpabilidad. No sabíamos que debíamos estar arrodillados suplicando perdón. Ahora lo sabemos.

A Sakura se le encogió el corazón, y el bebé en su vientre se agitó y a ella se le humedecieron los ojos. Parpadeó para retener las lágrimas. No quería perder más tiempo con lamentaciones. Quería un futuro y, por una vez, era posible.

—Eres demasiado serio, Sasuke. Espero que no tengas la intención de pasarte así todo el día —contestó ella.

Él arqueó las cejas y sonrió.

—Entonces, ¿por qué lo provocas?

—Lo único que he preguntado era si sería un problema para tus hermanos. El rey nos ha cedido la mitad de la tierra de los Uchiha a nosotros. Creo que eso es suficiente para iniciar una guerra de clanes, ¿no?

—Necesitas una lección sobre el hombre con quien te has casado. Eso es todo. Lo tienes en poca consideración. No sé qué puedo hacer para cambiarlo. No lo sé.

—¿Esto va a ser otro de tus «soy el más grande, guapo, magnífico, bien dotado y con don de palabra»? —bromeó Sakura.

—No está mal que sea todas esas cosas. Tu falta de consideración haría pedazos a un hombre más débil. Compadezco al pobre idiota que intente vencer a mi mujer.

—Sasuke... —dijo ella, en tono amenazador.

—Oh, muy bien. Responderé a tu pregunta. El clan Uchiha no tendrá ningún problema con mi posesión de la tierra. Fue gracias a mi destreza que ganamos la mayoría de ellas, esposa. De hecho, gracias a mi espada se consiguió poner en manos de los Uchiha casi todo North Pitt Vale. Es decir, en realidad ya era mía.

—Ya era tuya. ¿Cómo?

—Yo no batallaba sólo para derramar sangre, mi amor. Lo hacía por el botín. Cogía tierras. Cogía oro. Cogía doncellas.

Ella entornó los ojos.

—Será mejor que sea broma, Sasuke.

—Cuando has acabado de decir mi nombre, ya he tenido tiempo de inventar una excusa. Te estaba contando un cuento. No un gran cuento, pero un cuento. No me llevaba doncellas. Venían por propia voluntad.

Ella le dio un puñetazo en su musculoso estómago. Él respondió sentándose y fingiendo un dolor digno de una espada. Sakura se sentó con las piernas cruzadas y le observó.

El rey los había hecho salir de la catedral con un sigilo digno de la teatralidad de Sasuke. Sólo estaba a media legua de la casa de piedra, perteneciente a un alcalde u otro funcionario. Era cálida, tenía una infinidad de criadas que reían, se daban codazos y prometían buenas porciones de comida y bebida siempre que lo desearan, y total intimidad. Ese fue otro de los regalos del soberano al nuevo señor del clan Haruno-Uchiha. Era un regalo maravilloso.

—¿De verdad que no nos desean ningún mal? —preguntó.

—Mi madre ya está en mi casa. ¿Es que no me escuchabas antes? La dama de Uchiha gobierna el castillo. Ya ha decretado que lo que he recibido es justo y correcto. Aparte de eso, tengo que decir que parte de mi tierra había sido de los Haruno.

—Oh.

—No lo digas así. Cuando la recibí no sabía que fuera una traición y un asesinato de la peor clase. Mi madre ha dejado el castillo Uchiha mientras Hikaku sea el señor. No volverá mientras él permanezca allí. Desea que lo sepas.

—¿Aceptará la muerte de Hikaku?

—Hikaku es su primer hijo, eso es cierto, pero también es un asesino y un profanador de inocentes. Aceptará la ley del clan. Ya oíste a Obito anoche. Él será el señor. Hikaku no lo será más. Y me oíste a mí, ¿no?

—Hablaste mucho, Sasuke. No lo recuerdo todo.

Él ladeó la cabeza hacia ella y arqueó las cejas otra vez.

—Hikaku es mío, Sakura. No irá a ninguna parte, excepto al infierno, y allí es donde lo pondré. He jurado justicia para el clan Haruno. Lo he jurado.

—¿Y mi juramento?

Sasuke se sentó, cruzó las piernas y levantó las manos. Sakura lo miró y él puso sus manos en las de ella sin dejar de mirarla.

—Cuando hiciste tu juramento, Sakura Haruno, eras una niña. No quedaba ningún hombre en tu clan. Se había cometido una grave injusticia y no había nadie que pudiera rectificarla. Juraste hacerlo. Juraste matar al señor. ¿Es así?

Ella asintió.

—Ahora hay un señor del clan Haruno, Sakura. Hay un hombre para hacer justicia. Hay un hombre que ha asumido tu juramento y lo cumplirá. Tu juramento es ahora el suyo. Tu mano será la suya. Tu puntería será la suya. ¿Lo comprendes?

Ella entrecerró los ojos.

—Lo intento —respondió.

—Eres una mujer, Sakura. Una mujer. No puedes cambiar tu nacimiento y yo no querría que lo hicieras. Además llevas en el vientre el futuro del clan Haruno-Uchiha. Vas a traer una vida al mundo, no una muerte. Llevas un bebé en las entrañas y ese bebé fue concebido con amor, nacerá con amor y conocerá el amor. Y todo eso lo aprenderá de su madre. Su madre, Sakura. Habrá tiempo para aprender sobre la muerte y el odio, pero desde el momento de su nacimiento, mi hijo conocerá el amor. No conocerá el amor de un asesino. Conocerá el amor de una mujer. Su madre. Tú.

Ni siquiera lo veía a través de las lágrimas.

—Hikaku Uchiha es mío. Se hará justicia. Tu juramento se cumplirá y entonces devolveré el mismo amor que mi hijo recibe. ¿Lo entiendes ahora?

Ella asintió.

—No hago juramentos a la ligera, Sakura, aunque tú me hayas acusado de ello. Todo lo que te he prometido lo he cumplido, ¿no?

Ella asintió de nuevo.

—Ahora he jurado venganza para los Haruno. Y lo haré. ¿Confías lo suficiente en mí?

Ella parpadeó y dejó que las lágrimas le resbalaran por las mejillas. Volvió a asentir. No confiaba en su voz.

—No te decepcionaré, Sakura. Necesitas aprender muchas cosas, porque yo necesito algunas cosas de ti, mi amor. Necesito que aprendas a jugar y te olvides de la muerte. Necesito que me ayudes a estructurar mi vida. Necesito que ayudes al escriba Hishaku a dibujar un emblema de dragón para nuestro clan. Él no sabe poner sobre pergamino lo que yo veo en mi cabeza. Veo dos dragones... entrelazados, cada uno como una extensión del otro para siempre. ¿Lo ves tú también?

Ella asintió otra vez.

—También necesito que ayudes con el diseño del kilt que anunciaste delante de todos. ¿Son cuatro franjas de color, todas del mismo ancho? ¿Son dos franjas anchas con rayas finas, seguidas de dos colores en franjas anchas con rayas finas? ¿Es un color de fondo, con tres colores más del mismo ancho? No te das cuenta de los desbarajustes en los que me metes, ¿no?

Ella se rió, lloró y gimió al mismo tiempo. Sonó tan raro como se sentía.

—Necesito estas cosas de ti, Sakura, mi amor.

—Oh, Sasuke —susurró.

—También necesito otras cosas, Sakura.

—¿Más? —preguntó ella.

—Necesito también que me hables de tu amor. Nunca me lo has dicho. Espero y no desespero, y nunca has dicho que me amas. Me gustaría oírlo. Ahora.

—Oh, Sasuke —susurró ella, y por alguna razón se ruborizó. Sakura no podía creerlo. Entraba luz del sol por la ventana y ella estaba sentada en la gran cama conyugal que había presenciado su inmensa pasión casi toda la noche anterior. Estaba frente a la bella desnudez de su marido y ella estaba en el mismo estado de desnudez, ¿y se ruborizaba? Sakura tuvo que tragar saliva—. Te amo, Sasuke —susurró—. Te he querido desde que... no lo sé seguro. Creo que te amo desde siempre.

Él sonrió y la luz en sus ojos le hizo parecer exactamente igual al zafiro negro que Obito le había regalado.

—¿Cuándo me amaste? —preguntó ella.

—Si no fuera tan tonto y hubiera adivinado tu sexo, diría que desde el momento que salí del agua y me preguntaste cómo había perdido mi parte vital. ¡La expresión de tu cara era tan respetuosa, Sakura! Casi me pavoneo por ahí. O tal vez fue cuando vi tu cara cuando caíste sobre mí en la granja de las Tatsushiro. Debió de ser entonces. No lo sé con seguridad.

Ella levantó los ojos al cielo y se los secó antes de volver a mirarlo.

—Nunca piensas en nada más —dijo ella.

—Sí. Pienso en mi hijo. Me hace sentir bien, aquí. —Se llevó una de las manos al pecho—. Cuando me di cuenta de que lo llevabas no puedo decirte cómo me sentí. Quería bailar, cantar y gritar. Me asombra de verdad no haberlo hecho.

—¿Cuándo lo supiste? —preguntó ella.

—En cuanto llegamos a Castlegate. Tenías una expresión muy rara en la cara por un momento y al siguiente te tocabas el vientre. Casi me caigo del caballo de alegría.

—Fue en ese momento cuando lo supe.

—¿Cómo lo supiste? ¿Qué te hizo estar segura?

—Se mueve. Patalea.

—¿El bebé? Ya se mueve.

—Sí, pero no creo que sea raro. Han pasado casi cuatro meses, Sasuke.

—¿La noche en la habitación? ¿La noche de Shiseru? —preguntó, y no fingía sorpresa. Estaba escrito en sus rasgos.

Ella se encogió de hombros.

—No lo sé seguro, Sasuke, pero creo que fue esa noche.

—Es lo que te pedía y por lo que rezaba. No debería sorprenderme, pero me sorprende.

—No puedes estar sorprendido. Lo planificaste. Querías que sucediera. Me dices tan a menudo lo viril que eres, lo fuerte que eres, cómo te persiguen más a ti las mujeres que a tus hermanos.

—Haces que parezca vanidoso.

Ella arqueó las cejas, pero no dijo nada. Vio que se ruborizaba. Era muy enternecedor. Se aclaró la garganta.

—Además, eso no significa que podamos crear un hijo cada vez, Sakura. Esto es por lo que recé y lo que necesitaba, pero no lo garantiza.

—Es lo que planeaste y por lo que te has esforzado, Sasuke. No me engañarás. Me lo dijiste. Incluso me dijiste que Itachi te dijo que estaba hecho. Sabías lo que hacías, Sasuke. Me tendiste una trampa.

Su risa burlona estaba repleta de disgusto.

—Te estaba llevando a mi lecho de matrimonio de la única manera que sabía. No creo que comprendas lo difícil que era para un Uchiha llevar a un miembro del clan Haruno al altar. ¿Crees que fue fácil?

—Deberías haberme dicho antes que sabías quién era.

Él sonrió amablemente.

—Lo supe cuando me contaste tu historia en Argylle. Pero no quería creerlo.

—¿Pero te lo creíste?

—Sakura, llevas contigo un cuadradito de tela. Lo he visto muchas veces, desde la primera noche. Lo reconocí y después lo supe. Me provocó agitación en las venas y calor en el corazón. Sabía que decías la verdad, Sakura. Incluso recordé los arañazos y la sangre que tenía Hikaku. También sabía que mi clan necesitaría pruebas. Me acordé de Tekka. Conseguí las pruebas. Necesité tiempo para que tejieran los trajes. Necesitaba tiempo para convencer a Tekka de que hablara. Tenía que pedirle a Obito que lo organizara todo, porque tenía otras cosas en que ocuparme. Cosas como amar a una mujer, y concebir un hijo. Ha sido un tiempo de mucho trajín para mí, Sakura. No he estado sólo ganduleando a tu lado como consorte.

—Y yo estoy muy impresionada —contestó ella.

Él bajó la cabeza y la miró por debajo de las cejas.

—¿Y estoy perdonado?

—¿Por qué?

—Por tenderte una trampa. Por hacerte un hijo. Por obligarte a ir al altar.

—¿Quieres que te perdone por eso?

—Sí. Lo quiero. Ahora, por favor.

—Te quiero, Sasuke. Lo perdoné todo en cuanto te vi con el traje Haruno. Creo que me desvanecí.

—Eso es verdad, y fue muy femenino por tu parte. Obito te cogió. Eso también fue impresionante. Desvió la atención de los de mi clan que querían matarme el tiempo suficiente para hablar con ellos. Te lo agradezco. También le agradezco a Obito sus excelentes manos. Ha pagado su deuda. Puede volver con lady Temari.

—¿Qué deuda?

—Tú le devolviste a su amada para que pudieran casarse. Te estará eternamente agradecido. Por eso te dio su anillo. No había salido de su dedo hasta que te lo regaló. Lo comprendo. Yo preferiría morir que verte casada con otro. No te hizo daño al recogerte, ¿verdad?

—Obito impidió que me hiciera daño, Sasuke.

—Me habría gustado ser yo.

—Tenías que hacer tu discurso. Lo hiciste bien. Espero que nuestro hijo tenga ese don.

—Yo preferiría que tuviera la vista y la destreza de su madre con las armas. Escocia lo necesita.

—Escocia necesita ambas cosas, Sasuke.

Él asintió.

—Es cierto. Ven.

No fue una petición, fue una orden. Sasuke se aseguró de que lo hiciera, cogiéndola y retorciéndola hasta que se sentó sobre sus piernas, dándole la espalda.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Para poder tocar el lugar donde está mi hijo. —Con las dos manos le cogía el bulto del vientre. Sakura sintió su aliento en los hombros mientras la abrazaba. El bebé también reaccionó. Se preguntó si Sasuke lo notaría.

—¿Has pensado en un nombre para nuestro hijo, Sakura? —susurró él por fin. Ella sacudió la cabeza—. Debes dedicar tiempo a pensarlo. No dejes que mi madre te influya. Tiene ideas raras.

Sakura se rió. El bebé se agitó.

—Deberías haber oído cómo ayudaba a la esposa de Ita con mis sobrinos —dijo.

—¿Y si es una niña, Sasuke?

—Los Uchiha no tienen niñas. Los Haruno-Uchiha es posible que las tengan. Si llevas dentro una niña, habré hecho lo que mis padres y mis hermanos han sido incapaces de hacer. Eso tiene mérito, Sakura. Pero no permitas que mi madre le ponga nombre a la niña. Ha estado buscando una Sar... algo toda su vida.

Sakura volvió a reírse.

—Podríamos llamarla como su padre, Sasuke. También podríamos llamarla como su tío. ¿Qué te parece Ita?

Él gimió y se echó, haciéndola caer con él, hasta que la tuvo encima suyo por completo.

—Entonces será mejor que pensemos en una buena dote —contestó.