CAPÍTULO 30
Sakura y Sasuke pasaron dos días magníficos en la casa del funcionario antes de que acabaran. Fue una experiencia de aprendizaje maravillosa, en la que todo se dijo una y otra vez, en la que Sakura le comunicó a Sasuke, verbal y físicamente, su amor y él no le dejó lugar a dudas de que la amaba.
Pero tenía que acabar. Nada dura para siempre, a pesar de las palabras de Sasuke. Fue Robert el soberano quien lo acabó. Requería la presencia del señor y la dama Haruno-Uchiha en la gran sala y, entre muchas risas y juegos, fueron a saludar al soberano.
—¡Veo que la vida de casado te sienta bien, Haruno-Uchiha! —Lo dijo en voz muy alta en la sala.
—Sí —contestó Sasuke, y se inclinó.
—Y tú, señora. No había visto jamás una dama tan encantadora y satisfecha. ¿Has disfrutado de tu respiro?
—¿Respiro? —repitió ella.
—Sí. Es todo el tiempo que he podido mantener el orden en los campamentos, con la tienda de Uchiha vacía y ninguna señal del escudero. Me temo que ha llegado la hora.
—Estoy preparada.
Sakura buscó sus puñales, el cuchillo del dragón y tocó los brazaletes de plata de las muñecas. Sasuke la había ayudado a vestirse, de modo que sabía que todo estaba en su sitio.
—Me has entendido mal, señora.
Robert el soberano la tomó de las manos y se arrodilló frente a ella. Los ojos de Sakura se abrieron mucho y miró a Sasuke para que la guiara. Él arqueó las cejas y se encogió de hombros.
El rey se puso en pie.
—Ha llegado la hora de que Sak, el escudero, vuelva a las nieblas de las que vino. El escudero Sak es una leyenda. Está en el corazón, en el brazo que sostiene la espada, y en la puntería de todo escocés en Escocia. Allí vivirá. No puede sobrevivir como gemelo de la esposa de uno de los señores. ¿No lo comprendes?
Ella sacudió la cabeza.
—Mi vasallo, el señor Haruno-Uchiha es un hombre rico. Es un hombre asombroso, capaz de liderar a las masas, aunque él diga otra cosa. Es un hombre notable. Su esposa también lo será. No se me escapa el detalle de lo íntimamente relacionada que está con el escudero Sak, especialmente si el escudero Sak es tan caro de ver.
—Nunca pensé... no creía que... lo siento, señor.
—No es culpa de nadie, Sakura. Es así y basta. Escocia necesitaba unificación. Necesitábamos a un campeón que pudiera vencer a los ingleses. Necesitábamos una fuerza avasalladora para unir a los clanes a fin de que yo pudiera hablar con ellos. Tú has sido todo eso. Nunca podré pagarte lo que me has dado, aunque lo intentaré.
Sacó una bolsita de piel de la banda de la cintura y se la tendió. A Sakura le temblaba la mano al cogerla, y cuando la abrió vio una docena de puñales en compartimientos cosidos por separado, todos con joyas incrustadas y empuñaduras de plata. Se quedó atónita.
—No puedo aceptar un regalo así —dijo con voz temblorosa.
—Prueba el equilibrio. —Sonrió—. El señor Haruno-Uchiha me ha contado lo importante que es para tu puntería. Hice que el mejor herrero de Escocia los diseñara y los fundiera para ti. Pruébalos.
Sakura sacó uno de su funda bordada. Cerró los ojos y lo sostuvo, moviendo la mano a un lado y a otro. Era asombroso. La empuñadura pesaba lo mismo que la hoja. Abrió los ojos.
—Es perfecto —susurró.
—Muy bien. Le diré que te ha gustado. Crear hojas para el legendario escudero Sak ha mejorado su reputación cien veces.
Sakura sonrió.
—Gracias —contestó.
—Bien. ¿En cuanto a tu plan, Uchiha?
Haruno-Uchiha —corrigió Sasuke.
Robert sonrió y agitó la cabeza.
—Es engorroso, lord Sasuke.
—¿De... de verdad debo desaparecer? —preguntó Sakura.
—Es lo mejor para Escocia —contestó el rey.
—Pero ¿la gente seguirá viniendo?
—Lo que has puesto en movimiento ya no puede detenerse, señora. Estaré en deuda contigo para siempre. Te lo aseguro, si se necesita al escudero Sak, mandaré a buscarte. Te haré llegar un mensaje a través de mi leal noble y súbdito, el conde de Haruno-Uchiha, y su encantadora esposa. Mis súbditos lo sabrán. El escudero Sak viene cuando se le necesita.
—El escudero Sak desaparecerá, Sakura —dijo Sasuke —. No, lady Haruno-Uchiha. Reaparecerás como mi esposa en nuestro hogar. Mi único pesar es que estaremos separados un tiempo breve mientras terminamos en Aberdeen.
Ella debía de parecer tan confusa como realmente se sentía.
—Si el amo del escudero Sak desaparece también, entonces te asediarán en las puertas de tu castillo. Sabrán dónde encontrarte. Sasuke debe estar a mi lado. Ya se lo había dicho.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó Sakura, tragando saliva antes de que nadie se diera cuenta de que estaba a punto de llorar. Para ser una mujer de pocas emociones, acostumbrada a tenerse sólo a sí misma como compañía, estaba aprendiendo la sensación de soledad. No se daba cuenta de lo desamparada que se sentía, y ella y Sasuke todavía no estaban separados.
—Veamos, éste es el plan...
Sakura escuchó a Sasuke, pero no le prestó atención. No podía. Todo su ser reaccionaba con dolor y no sabía por qué.
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El plan de Sasuke funcionó a la perfección, lo que no era sorprendente. Parecía tener un don para idear y ejecutar planes. Sakura se situó sobre el escenario cónico, envuelto en la luz de las antorchas a través de la niebla, y puso puñal tras puñal a los pies de Sasuke y el rey Robert. Agotaron todo su arsenal, los viejos y los nuevos con joyas. Se sentía bastante desnuda sólo con el cuchillo del dragón, pero Sasuke le había prometido que le devolverían los puñales, y él siempre mantenía sus promesas. Eso lo sabía.
Después se deslizó entre las piezas cruzadas y se arrastró hasta el fondo, desapareciendo en el bosque, lejos del sonido de la voz de Sasuke. Oyó todo lo que dijo sobre cómo había conocido al escudero Sak. Cómo le habían herido mortalmente con una espada inglesa en el vientre y no tenía nada más que hacer en este mundo que ver cómo se desangraba, mientras hombres escoceses perecían a su alrededor a manos de los Sassenach. Después oyó cómo, de la niebla, emergía un joven para rescatarlo. El escudero Sak había arrancado la espada de su vientre, había curado la herida y después se había vuelto contra el enemigo y los había exterminado a todos.
Los oídos de Sakura ardían al oír la historia. Todo su cuerpo estaba encendido de rubor. A continuación, los cuatro hermanos Uchiha, Obito, Shisui, William y Itachi, salieron de entre los árboles.
—Nuestro hermano no te confiaría a nadie más —susurró Obito, al acercarse, mientras ella se asombraba al ver lo que le daba. Sostenía una capa de lana negra, forrada de piel. Sakura no pudo decir nada. Las palabras se ahogaron en su garganta.
No supo quién la ayudó a montar, un caballo más pequeño que Sak, el caballo, pero igual de estable, ni supo quién tomó las riendas para guiarla. Pero sabía que Itachi estaba en la retaguardia. Obito habló de ello cuando dejaron atrás el último de los campamentos del soberano.
—Itachi monta detrás. Como guardia. No queríamos a nuestro peor espadachín a tu espalda, señora —susurró.
—¿Espadachín? —preguntó Sakura.
Él le sonrió rápidamente desde debajo del tartán con que se había envuelto la cabeza y los hombros.
—Ita es muy conocido por su destreza. Hikaku no tiene nada que hacer contra él.
—¿Espadachín? —repitió ella.
Él suspiró ruidosamente.
—Muy bien. Espada escocesa. Ita es el mejor con ella. ¿Era eso lo que querías oír?
—Ya sabes lo que me gustaría saber, Obito.
—De hecho, si he dicho palabras sobre espadas y destreza, no era cierto. Decidimos en el último momento quién cabalgaría a tu lado, y quién guiaría. Ita quería ir detrás. La destreza no tuvo nada que ver. Lo siento.
—No me tomes por tonta, Obito Uchiha. ¿Para qué los necesitamos?
—Sólo charlaba. Para amenizar el camino. Ita es muy hábil con las armas, especialmente la espada escocesa. Antes era el mejor. Ya no lo es, pero eso ya lo sabes. El escudero Sak tiene el título. De todos modos, todos fuimos entrenados en esas artes. Aprendimos bien. Con una excepción, por supuesto.
—¿Quién será? —preguntó Sakura—. ¿Quién?
—¿Yo? Me despellejas con tus palabras, Sakura.
—¿Quién entonces? ¿Shisui? Eso explicaría su posición a mi otro lado, mientras William va a la cabeza. Ése es William, ¿no?
—Shisui es el que va a tu lado, sí. Fue fácil decidirlo. No tiene sentido de la dirección. De habernos guiado él, estaríamos perdidos.
—¿Quién es, pues, la excepción? ¿Quién es el peor con la espada? ¿Bien? Habla, Obito. Me has picado la curiosidad.
—¿No lo adivinas? —Se rió burlonamente—. Es tu señor, Sasuke.
—Me tomas el pelo. Sasuke es bueno. Te venció.
—¿Es tan bueno como tú? —preguntó.
—Bien... creo que compensaría mi velocidad y precisión con su fuerza. Si pudiera conservar la espada, creo que me vencería. No lo sé. Nunca nos hemos batido con espada.
—Sólo porque yo me entrometí para impedirlo.
—¡Obito!
—No hables tan fuerte. Hay gente.
—Lo sé. Los veo.
—No me refiero a mis hermanos. Mi clan. El clan Uchiha es grande. Es poderoso. Está enraizado en la tradición. Nos contamos por miles. Muchos han oído la historia y están de acuerdo con hacer justicia. Probablemente muchos más lo han oído y siguen fieles a su señor, porque así es como ha sido siempre. Hay muchos más que no lo saben. No te preocupes. Lo sabrán y cambiarán de bando, con el tiempo.
—¿Aún pueden acosarnos los Uchiha? ¿Es eso lo que me estás diciendo? —La voz de Sakura tradujo su desánimo. Apenas empezaba a sentirse femenina y calmada y a confiar de nuevo en la promesa de cada día. Volver atrás, al estado de alerta constante, no le parecía real.
—No he dicho nada de eso. Tienes una lengua rápida. No creo que me guste. Me alegraré de dejarte con Sasuke. A él siempre le hace falta que le azoten verbalmente. Hazlo a diario, para suavizar su cabezonería.
Sakura no pudo evitarlo y se echó a reír.
—Recuérdame que no discuta contigo. Te cae encima un buen rapapolvo. Eso es propio de las mujeres, por si no lo sabías.
—Dímelo a mí —contestó Sakura en tono sarcástico.
—Bien, al principio, cuando las mujeres hablan, los hombres escuchan. Bueno, al principio, cuando las mujeres hablan, incluso los niños escuchan. Pero después sucede algo. Las mujeres hablan, hablan y hablan. Pronto nadie las escucha. Todos se han cansado de escuchar. Las mujeres siguen hablando. Encuéntrame una mujer vieja, seguirá hablando. Encuéntrame un hombre viejo, será sordo. ¿Lo ves?
—Lady Temari tiene mis condolencias, creo —contestó Sakura.
Otra sonrisa.
—Deberías dormir un poco. Nos espera una larga cabalgata.
—Sasuke me dijo que eran cinco leguas. Llegaremos a media mañana.
—No con las vueltas que deberemos dar. Tenemos que mantenernos entre los árboles. Haremos nuestro propio camino. No podemos arriesgarnos.
Sakura se quedó estupefacta.
—¿No bromeabas? —susurró.
Él blasfemó tan bajito que casi no le oyó.
—Estaba todo planeado, Sakura. No te preocupes. Tenemos hombres del clan Uchiha y hombres del nuevo clan Haruno-Uchiha en los caminos y el bosque, distrayendo la atención con su presencia y haciendo ruido. ¿Es que no escuchas mis palabras?
—¿Cuáles? Los Uchiha habláis más que ninguna anciana.
—No sé por qué me molesto. Intento que no temas y tergiversas mis palabras. Volveré a decírtelo. Escúchame esta vez. Es un largo camino hasta tu nueva casa, nada más. Tu trasero y tus piernas te dolerán con el tiempo que pasarás montada a caballo. Necesitarás un trago de whisky y un buen meneo para reanimarte cuando lleguemos. Los árboles ofrecen más protección del sol. Por eso cabalgamos por el bosque.
—¿Qué sol? —preguntó ella, interrumpiéndole.
Él ignoró su pregunta y siguió.
—Estamos intentando mantener en secreto tu presencia. Es por nuestra seguridad. En cuanto se enteren de tu belleza, habrá más multitudes que las que creó tu fama. Eso es lo que decía. Lo que quería decir.
Sakura volvió a reír. Después se puso seria.
—¿Es peligroso?
—No más peligroso que llevar a mi mujer. Oh. Perdona. Había olvidado que ahora eras una mujer.
Sakura le dio un manotazo.
—¡Chitón! —William se volvió para hacerlos callar.
Obito hizo un gesto de asentimiento a su hermano.
Sakura le observó.
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Casi de mañana, se detuvieron. Amenazaba lluvia. Sakura la olía en el ambiente. Primero desmontó William y después Shisui. William desató un gran bulto de la silla y se lo entregó a Sakura.
—Este vestido es para Lady Haruno-Uchiha, señora. Sasuke lo ha preparado. Esperaremos a que te cambies.
—¿Por qué no puedo seguir así? —preguntó ella.
Fue Itachi el que contestó.
—Es demasiado arriesgado. El escudero Uchiha es muy conocido. También saben que ahora es un Haruno. Los sentimientos son muy fuertes en las tierras altas, señora, casi tanto como los lagos sin fondo. No puedo cambiar eso. Ninguno de nosotros puede cambiarlos.
—Lo que intenta decir Ita es que estamos cansados de vernos la cara y de estar en compañía de muchachos. Una mujer encantadora hará más agradable el viaje, y las leguas pasarán más deprisa.
—Obito —dijo Sakura en un tono de advertencia.
—¿Qué? —contestó él inocentemente.
Ita respondió.
—Obito bromea con las cosas serias. Ya sabes por qué. Nos quedan cuatro leguas por recorrer. Con una mujer tenemos más posibilidades de llegar sanos y salvos. Conozco a mi clan. Conozco el alcance de su odio. Conozco los riesgos. Todos los conocemos. Sasuke, sobre todo. Por eso te ha preparado este bulto.
Las lágrimas hacían que Ita se difuminara mientras Sakura lo miraba. Asintió.
—Hay otra razón, Sakura —dijo Obito, a su lado.
—¿Es otra broma? —preguntó ella, mirándolo.
—No, aunque me hayan acusado de bromista, esta vez sólo digo la verdad. Mi hermano desea que todos sepan que eres su esposa. Se te viste con respecto a esa posición. Tú no lo entiendes. Sasuke es el más rico de los Uchiha. No había de ser así. Nació con una vena mercenaria que nos falta a los demás. Ha desafiado y conquistado y competido, y ha sobresalido en todo. Los botines que tiene en su casa te asombrarán. Es cierto, no bromeo. En esto no, al menos.
—También sabe negociar —intervino William—. Si te gusta algo de lo que tiene, te lo hace pagar caro. Incluso a sus hermanos. Especialmente a sus hermanos.
—Pronto se hará de día —dijo Ita—. No habrá mejor momento para que te cambies. Ve. Te esperaremos.
Las lágrimas amenazaban más que la lluvia mientras Sakura desmontaba, cogía el bulto e iba hacia los árboles con él. La emoción no era por sus palabras. No era por las lujosas ropas que sabía que Sasuke le había dado. Era por cómo sabía que se sentiría. Sakura se desabrochó las muñequeras, acariciando los cierres de cada una, y las vio difuminadas por la humedad. Era como si las dejara atrás para siempre, Nunca más luciría un feile-breacan, lanzaría puñales en una competición o vencería a un contrincante. Suspiró, se pasó los brazos por los ojos para secarlos y puso firmes los hombros. Se estaba poniendo ridícula. Escocia todavía no era libre, y el escudero Sak podía ser necesario de nuevo. Era tonta de sentirse tan afectada por un cambio de ropa.
Mientras se despojaba del traje de campeón Uchiha y lo doblaba respetuosamente, la sensación se convirtió en certeza. El escudero Sak desaparecía y lady Sakura iba a sustituirlo. Ya no era una ilusión. Era la verdad. Lo había sido desde su nacimiento. Era una mujer. Siempre sería una mujer y supo que no volvería atrás. Sasuke y el bebé la habían cambiado demasiado.
Se quitó el vendaje del pecho y extrajo de él el retal de tartán Haruno. El uso diario había desgastado el pequeño retazo de tela y los lados estaban deshilachados y perdían hilos de lana. No le importó. Lo amaba igualmente. Sakura se lo llevó a los labios con reverencia antes de volver a ponerlo en el vendaje.
Después fue a ponerse las tupidas medias de lana que él le había dado. El cuchillo del dragón no se sostendría bien en una pieza tan femenina. Siempre lo había llevado metido en el calcetín. Sabía cuál era su objetivo, pero también conocía su poder. El cuchillo del dragón era demasiado valioso para estar metido en un calcetín. Se ató el puñal al muslo con el vendaje del pecho, directamente sobre la media tupida que le había dado Sasuke. Hacía que sus curvas femeninas parecieran peligrosas. Se preguntó qué pensaría cuando la desnudara.
El temblor que le recorría todo el cuerpo no era culpa de la humedad, ni de la noche, ni siquiera del frío. Era por la idea de que Sasuke la viera como era. Suspiró ruidosamente. No era el escudero Sak, al fin y al cabo.
La camisa de satén y la sobrecamisa que la acompañaba tenían lazos de tonos rosa como su cabello para ceñírsela al cuerpo. Las manos de Sakura temblaban cuando se ataba las cintas en un lacito por debajo de los pechos. Tenía problemas con los pechos, también... ¡qué sensación! No era de extrañar que las mujeres llevaran cintas, satenes y lazos, pensó. La hacía sentir deliciosamente libre... y perversa.
Sasuke le había dado una ropa interior de tejido de lino. Le llegaba a los tobillos. Probablemente tuvo que encargarla especialmente, pensó, pasando las manos sobre el material en la cintura, antes de llevarse las manos a las caderas y balancearse ligeramente. El lino se deslizó sobre sus extremidades como si lo hubiesen derramado sobre ella. Decidió que era una sensación extraña, pero muy agradable para querer que acabara.
Un poco de luz del amanecer se filtraba entre la neblina del bosque, alrededor de ella. Agradeció aquella pizca de iluminación al levantar el vestido.
Sasuke le había regalado un abrigo de terciopelo, de color negro. Sakura sabía que sería igual al tono de los ojos de Sasuke. No lo dudó ni un momento. Contuvo el aliento y lo desplegó y lo sacudió. El mismo bordado se había hecho en los bordes del terciopelo. Antes de ponérselo ya sabía que le gustaría.
No estaba decepcionada.
El terciopelo tenía un dibujo de enrejado en el dobladillo, siguiendo la línea del corpiño, así como en la parte exterior de cada manga. El lino de la túnica interior llenaba los huecos. Sakura acabó de atarse las mangas antes de ceñirse un cinturón de filigrana a la cintura, que ajustaba el vestido al cuerpo. Unas florecitas unían el cinturón, dándole flexibilidad. Sasuke había incluido un espejo de plata y un peine. A Sakura le temblaban tanto las manos que tuvo dificultades para atarse el cinto y deshacerse la trenza. Después de peinarse los cabellos y soltarlos sobre los hombros, cogió el espejo.
Sasuke le había dicho que era la mujer más hermosa que había visto. Podía ser cierto. Sakura entornó los ojos. Eran verdes, como siempre. También estaban rodeados de unas pestañas largas y espesas. Siempre había pensado que su madre y Azami eran hermosas. Era un gran placer ver que ella también lo era.
Sasuke también le había regalado unos zapatos de mujer. Hechos con piel blanda y cosidos con puntadas en el interior para mantener a raya la humedad. Parecían tan frágiles e insustanciales como ella se sentía. Estuvo a punto de ponerse las botas encima, pero se detuvo. Las botas del escudero Sak pertenecían a un varón. Los nuevos zapatos de piel pertenecían a lady Haruno-Uchiha. Suspiró y se irguió con su nuevo calzado, sabiendo que sentiría todas las piedras en los pies, y probablemente también todas las hojas de brezo.
Lo último que Sasuke había incluido era una estola de encaje, tan finamente elaborada que podía pasarle a través de la alianza cuando montara. Sakura la sacudió y se tapó la cabeza con ella.
Lo tenía todo cuidadosamente guardado en el fardo cuando se acercó a donde aguardaban los Uchiha, sobre sus caballos, soltando el aliento contra la niebla en el aire de la mañana.
—La dama se acerca. Por fin. Me temo que Obito mintió sobre tu rapidez —bromeó Shisui.
—No tanto —contestó Sakura—. Sólo he tenido que asegurarme de que estaba todo bien atado. Soy novata, ya lo sabes. ¿Qué? ¿Está todo bien?
El hombre de delante chasqueó la lengua.
—¿Qué te pasa, Will? —preguntó Itachi.
Sakura miró y vio el asombro en la expresión de William. A pesar de que era su cuñado, se ruborizó.
—Creo que has dejado sin habla a nuestro hermano, lady Sakura. Eso no sucede a menudo con un Uchiha. Créeme.
—No estoy sin habla. Estoy decidiendo qué palabras utilizar.
—Será mejor que te pongas la capa, señora. Creo que mi hermano necesita descansar.
—¿De qué? —preguntó Sakura.
—De la belleza de tu presencia. Antes no mentía. Eres una visión para acelerar cualquier viaje.
Sakura se ruborizó aún más. Le entregó el fardo a Shisui y se acercó a su caballo.
—Vamos. Deja que te ayude. Mis hermanos han perdido la lengua y el seso con tu cambio de apariencia. No puedo decir que no me parezcas asombrosa. Nos hará más fácil el viaje, aunque nos pueden abordar por otra razón, ahora que lo pienso.
Fue Itachi quien le puso las manos en la cintura y la levantó. Sakura ni siquiera le había oído moverse.
—Si no lo dejáis de una vez... todos, volveré a ponerme el feile-breacan. Os lo advierto —dijo Sakura.
—No puedes. Lo tengo yo —comentó Shisui.
—Se lo voy a hacer pagar —murmuró William.
—¿Qué? —preguntó alguien.
Sakura estaba montada en su caballo y se movió para acercarse la falda a los tobillos todo lo posible. Llevaba más ropa que antes, pero se sentía diferente. No se atrevió a mirar a ninguno de ellos cuando acabó y mantuvo la mirada firme sobre sus manos.
—Bueno, mi hermano Will desearía haberte visto antes, y es mucho más alto que yo —contestó Obito—. Puedo responder por él. Vamos. Nos queda mucha distancia por cubrir, amenaza lluvia y mi hermano ha perdido medio seso con tu belleza.
—Yo no he perdido el seso —protestó William.
El hermano rió y Sakura se ruborizó aún más.
