CAPÍTULO 32

—Haz ensillar caballos, En. Ocúpate de ello. Ya. Si llevabas alguna delantera a mis hermanos, la has perdido viajando con una mujer.

—No es una mujer cualquiera, señor, y si me he retrasado ha sido por el mal tiempo. Tus hermanos se encontrarán con lo mismo.

Hikaku siguió mirándola.

—No es verdad, En. Es una mujer. Con un don, pero sólo es una mujer. Ya lo verás. Es débil... y es tonta.

Sakura arqueó las cejas, pero no dijo nada.

—Es verdad, y lo sabes —continuó él—. Una mujer fuerte no estaría aquí. Habría muerto antes de aceptar el trato. ¿No es tonta? Una mujer lista no habría dejado el campamento del soberano con una guardia de sólo cuatro hombres. Estás en tierra Uchiha, eres enemigo de los Uchiha y soy el señor de los Uchiha. Sigo al mando de las fuerzas y la lealtad de los Uchiha. Lo repito para que no te equivoques. Eres débil y no tienes mucho seso. Parece un defecto de familia.

Sakura no dijo nada. Dejó que su silencio respondiera por ella. Él se burló de ella y después la miró por encima del hombro.

—Ve a ensillar los caballos, En. Prepara vituallas. Reúne a los hombres leales del clan que están ocultos en las salas. Partiremos en cuanto podamos. Tenemos un regalo que entregar al rey Sassenach... por mucho que deteste a ese bastardo.

Sakura se negó a darle la satisfacción de una respuesta cuando Oyashiro salió de la sala, regresando por donde había venido.

—¿Creías que me arrodillaba ante el bastardo porque se lo merecía? Bueno, únete a las filas de los Uchiha desleales con sus habladurías y sus ilusiones. Sé qué bando tiene la fuerza y el poder. Lo saben todos los hombres. También saben cuál es el castigo. La muerte. No es agradable. No es civilizado. Lo he visto de primera mano y he elegido. —Levantó un hombro y luego lo dejó caer—. He escogido el gobierno de los ingleses por una razón. No quiero morir. Elijo la vida ante la muerte.

—Entonces, ¿por qué me has secuestrado? —preguntó Sakura en voz baja.

Debería haberse mordido la lengua porque el negro glacial de los ojos de él se apaciguó un instante. Ella supo por qué. Por qué la había engatusado para que hablara.

—Eres el billete de mi libertad, muchacha... mi pase fuera de este país y para recuperar el poder. Puede que hayan puesto precio a mi cabeza, pero ¿qué habitante de estas tierras me hará daño cuando tenga al escudero Sak del clan Uchiha? ¿Y qué rey me dará la espalda cuando posea el medio para ridiculizar y arruinar al enemigo? ¿El rey de Escocia?

Sakura volvió a responderle con el silencio. Él sonrió imperceptiblemente.

—Perdemos el tiempo con palabras cuando deberíamos estar preparándonos. Bebe. Come. No tendrás mucho tiempo de hacerlo después. —Indicó una mesa lateral, apoyada contra una pared. Sakura no apartó la mirada—. Es por tu bien, muchacha, porque no te gustará cuando te obligue a hacerlo.

—Ya no me gustas ahora —contestó ella.

Él se rió.

—Eso no importa. Tenemos un largo camino por delante, tienes un bebé que proteger y dar a luz y tenemos un rey al que impresionar con tus habilidades al final del viaje.

Se frotó las manos.

—Deja marchar a la bruja —contestó Sakura.

El movimiento de las manos se detuvo, pero las mantuvo unidas sobre el estómago.

—¿Por qué iba a hacer una cosa tan tonta?

—A veces tengo mala puntería. Viene y va.

—Y tu hermana tiene mucha carne que perder si lo intentas.

Sakura no se movió. Azami sí. Volvió la cabeza y miró a Sakura como si no la viera.

Sakura se encogió de hombros de forma casi imperceptible.

—Me tienes a mí. No necesitas más. Déjala marchar.

—Creo que me gusta más donde está.

—¿Por qué? ¿Para poder violarla otra vez?

Sakura vio a Azami por el rabillo del ojo pero no se atrevió a moverse y mirar en su dirección.

—Ay, mujer, la estás confundiendo. Ella cobra por sus favores ahora. No tiene nada que ver con violaciones.

—¿La has tomado? ¿Otra vez? —El ceño de Azami estaba cambiando mientras Sakura seguía hablando en un tono de voz bajo y neutral—. ¿No fue suficiente pegar, matar y violar una vez, Uchiha? ¿Todavía no estás satisfecho?

—No pongas palabras en mi boca, mujer. No me gusta.

—Pues deja marchar a la bruja. No la necesitas.

—Eso tampoco lo he dicho —contestó él.

—¿Y la necesitas?

—No para lo que tú has querido decir. La necesito para controlarte. Creo que es fácil de entender. A pesar de tus palabras, conozco la verdad. Habla de poca cosa más que de su niño. Sin duda tú también. Y no he tocado a tu hermana. No me gustan los deshecho de otros hombres. Ella se vende ahora. Me contagiaría la viruela.

—Déjala marchar entonces.

—No tiene mucho a lo que volver.

Azami no se puso pálida al oír esas palabras, se puso cenicienta. Sakura intentó ignorarla, pero la mirada atónita de la mujer junto a Hikaku le estaba llegando a la médula.

—¿Qué le has hecho a su casa, Hikaku? No era mucho, pero era todo lo que tenía. No me digas que también la has arrasado... —Sakura hizo chasquear la lengua después de acabar y esperó que la pausa que había hecho deliberadamente surtiera efecto. Sabía que era así porque de los ojos estupefactos de Azami empezaron a resbalar lágrimas hacia las mejillas.

—Hubo un incendio —susurró Azami en tono angustiado.

—¿Le incendiaste la casa? —preguntó Sakura.

—No quería dar nada por las buenas. Tuvimos que arrancarle el traje que llevas en las manos después de que se volviera a meter en ese tugurio para recogerlo. Mujer estúpida, arriesgando la vida por un pedazo de tela. Ése parece ser otro defecto de los Haruno, ¿eh?

Sakura tragó saliva, pero la sintió seca como la ceniza cuando le bajó por la garganta. Azami había vuelto a entrar en su casa incendiada para salvar el feile-breacan. Estuvo a punto de volver la mirada hacia su hermana, pero sabía que no podría soportar el sufrimiento que estaba evitando mirar.

—Será mejor que hagas traer rápidamente tus caballos, Hikaku —susurró.

—¿Por qué dices eso, mujer? —respondió él, empleando el mismo tono de susurro.

—Porque estás a punto de recoger lo que cosechaste. ¿Azami?

—¡Bastardo!

Azami reaccionó a su indicación. Su grito y el movimiento que hizo para aporrear a Hikaku dio a Sakura el tiempo que necesitaba. Se arrodilló y buscó el cuchillo.

No le ayudó maldecir la ropa de mujer, ni el impulso de haberse envuelto en la tela de los Haruno, pero lo hizo de todos modos. Estaba perdiendo un tiempo precioso para coger el puñal y era culpa suya. Solo tenía un instante hasta que Hikaku dominara a su hermana y no pensaba perderlo. Enseguida se oyó un ruido atronador, tan fuerte, tan abrupto y tan intenso que los cuernos de los candelabros vibraron.

Hubo un momento de silencio provocado por la sorpresa. Entonces Azami siguió gritando. Se oyó otro retumbo.

—¡Han entrado en el patio!

En Oyashiro gritó eso mientras corría para dejar caer un pestillo del tamaño de un árbol sobre la doble puerta.

—¿Por qué no había guardias, como había ordenado?

—¡Los había! ¡No vinieron por ahí, como esperábamos, sino por detrás! ¡No tenía hombres suficientes para eso!

—¡Los muy despreciables!

La maldición de Hikaku provocó más gritos de Azami y Sakura logró coger el cuchillo. Casi estaba otra vez de pie cuando se oyó otro retumbo, éste más fuerte y más alto, que hizo temblar tanto el suelo que se sintió más segura en cuclillas.

Estaban invadiendo el castillo. Por el ruido que hacían, ya estaban en las grandes puertas de roble del recinto. Sakura miró a Hikaku desde su posición cerca del suelo. Había cogido el cuchillo, pero había tardado demasiado. Hikaku tenía a su hermana frente a él.

—¡Cógela, En! —gritó utilizando a la hermana como escudo. Sus palabras rebosaban frustración y rabia y se mezclaban con los alaridos de Azami, que resonaban por las paredes.

—¡Necesitamos al escudero! ¡Negociaremos con ella!

Emitió un sonido ahogado al final de sus palabras. Llegó otro golpe que desprendió material del techo y del suelo, como una lluvia. Sakura se aclaró los ojos con el dorso de las manos, parpadeando para librarse del polvo y los escombros. Los brazos de En Oyashiro eran tan fuertes como parecían cuando la agarró por detrás y la levantó con facilidad del suelo.

—¡Bien! ¡Ya la tienes! ¡No la dejes! ¡No la dejes!

Azami ya no chillaba. Arañaba y pegaba a Hikaku. Sakura no podía ayudarla. Estaba por encima del suelo y los brazos de Oyashiro no le dejaban espacio ni para respirar. Atacó ciegamente y le cortó en el brazo. Entonces la dejó caer.

Hikaku no había mentido sobre su posición, al fin y al cabo, y los ojos de Sakura se abrieron mucho al ver la cantidad de hombres armados que se precipitaron dentro de la sala desde todos los orificios que parecía haber.

—¡No podéis vencerlos, idiotas! ¡Son demasiados! ¡Coged al escudero! ¡Coged a la mujer! ¡Pararán cuando vean que la tenemos!

Hikaku tenía problemas para hablar por culpa de la furia de Azami, que se retorcía en sus brazos. Sakura intentó esconderse. Tiró sillas y taburetes a los hombres. Después corrió y se golpeó contra el primer hombre que encontró, pero utilizó un movimiento para abrirse camino fuera de la sala, exactamente en el momento en que la puerta cedió. No le resultó fácil llegar a ella y perdió el feile-breacan Haruno cuando alguien intentó agarrarla tirando de él. A sus espaldas, oyó que el roble se astillaba y el sonido de la batalla con espadas, escudos y otras armas. Sakura no vaciló. No podía. No sería objeto de negociación para que Hikaku escapara de la justicia.

Se abrieron puertas para dejarla pasar, que se cerraban en cuanto había cruzado el umbral. Vislumbró a una criada de refilón. ¿No le había dicho Sasuke que Hikaku maltrataba a sus criados? Torció los labios tristemente mientras corría. Sus criados parecían estar devolviéndole el tratamiento.

—¡Por aquí!

Otro siseo, otra puerta abierta y Sakura esperó a que se cerrara detrás de ella antes de seguir. Había ganado distancia y tiempo, y un dolor en el costado por la carrera. Desgraciadamente estaba totalmente desorientada.

Se volvió. La mujer que la había ayudado acababa de desaparecer detrás de un tapiz. Un cuerpo golpeó la puerta, doblando el pestillo mientras ella miraba.

Sakura jadeó y echó a corre otra vez. El castillo era un laberinto de salas, cavernas y habitaciones comunicadas entre sí. Una habitación llevaba a la otra, y de ahí a una tercera. Nada parecía igual. El corazón de Sakura latía con fuerza en sus oídos. Se paró para tomar aire. No parecía que la persiguiera nadie.

—¿Dónde estás, Hikaku?

El grito sofocado era de Sasuke y procedía de algún lugar por encima de ella. Sakura encontró una puerta, entró en una sala y no supo por dónde seguir.

—¡Si le has tocado un solo cabello a mi esposa... un solo cabello...!

—Oh... has venido... a matarme de todos modos. ¿Qué... importa lo que le haya hecho... o cuánto... haya disfrutado?

Hikaku resollaba al hablar, pero sus palabras seguían siendo brutales. El rugido con que reaccionó Sasuke era de dolor. Hizo que los pies de Sakura volaran. Ya no le importaba si corría en la dirección correcta; sólo sabía que tenía que salir para que Sasuke la viera.

—¿Dónde estás, Hikaku? —gritó Sasuke otra vez.

Sakura tuvo que girar el pomo de la puerta con ambas manos y se encontró afuera, en medio de la furiosa lluvia. Sus ojos les encontraron fácilmente. Estaban en una almena entre las torres, dos pisos por encima del suelo, y con cada estocada de las espadas subían un poco más. Sakura estaba directamente debajo de ellos, pero separada. Se acercó al muro, miró a ambos lados de la roca negra y a la niebla sin fin. No había nada que pudiera usar, ni asideros, ni escalones, ni escalera. No parecía haber ninguna forma de llegar a ellos desde su posición sin volar.

Sus dedos acariciaron el cuchillo del dragón que todavía tenía en la mano, inspirándose en el extraño poder que poseía cuando volvió a mirar arriba. Los combatientes se habían apartado de su visión. Tuvo que retroceder hasta un ángulo que le permitiera ver. No oía cómo avanzaba la batalla, no sabía dónde estaban los demás hombres del clan: lo único que veía era a Sasuke y a Hikaku.

Se le cortó la respiración, pero la recuperó al mirar. Sasuke era un guerrero. Hikaku no. Parecía que el resultado ya estaba decidido cuando Sasuke arrinconó a Hikaku contra una almena, lanzando estocadas sin parar, haciendo mella en el escudo de Hikaku lo bastante fuerte para volverlo cóncavo. Pero no estaba satisfecho.

Sakura vio cómo una y otra vez Sasuke golpeaba a Hikaku, utilizando el brazo izquierdo para infligir más daño. Con un golpe pareció que ya era suyo, y entonces el señor se escapó hábilmente, rodando por las almenas para eludir el castigo.

En aquel momento Sakura vio En Oyashiro. Estaba en una torre sobre Hikaku y Sasuke, y directamente en su línea de visión. Tenía el arco tenso, y no apuntaba a Hikaku. Sakura se apuntaló y lanzó el cuchillo del dragón directamente al ojo de Oyashiro.

No supo qué la había delatado ni por qué Sasuke se volvió, pero sus ojos se abrieron de horror cuando él recibió el cuchillo en el escudo, en el mismo momento en que sus ojos se encontraron.

—¡Sasuke! ¡No!

Estaba gritando cuando el arco de Oyashiro se soltó mandando una flecha detrás de la pared de piedra, donde ella no podía ver. Hikaku y Sasuke desaparecieron y tampoco hubo ninguna señal de vida de Oyashiro. A Sakura le entró el pánico. El miedo le puso el corazón en la garganta, y empezó a respirar dando grandes jadeos que le producían dolor.

Después echó a correr. Tenía que encontrar la forma de llegar a ellos, y los pasillos no eran de gran ayuda. Sakura corrió por ellos, destrozándose las plantas de los pies con los zapatos de mujer y golpeándose con todas las puertas de roble que se encontraba por el camino, antes de coger el pomo con las dos manos y abrir apenas una rendija de la puerta para poder cruzarla. Estaba perdida. No había criadas sin rostro para guiarla, ni manos invisibles que abrieran y cerraran puertas. Tenía los ojos cegados por las lágrimas, los pulmones le ardían y su nariz era una masa de tejido embozado. Pero no paró de correr.

Llegó a una puerta doble, igual que la de la entrada. Aquello era absurdo. Su mente la rechazó casi antes de posar sus ojos sobre ella. No estaba en la gran sala con mesas de banquete, ni estaba fuera, en el porche. El castillo Uchiha tenía otra puerta, idéntica a la principal. Cogió una manilla y tiró. Nada.

La puerta se abrió y arrastró a Sakura; Sasuke estaba allí, tirando de ella con la fuerza que había usado para abrirla, y la hizo caer de rodillas.

—¡Sakura!

Su voz de orador no había perdido ni pizca de volumen, pero no le importó. Estaba en sus brazos, contra su pecho, con las piernas rodeando su cintura, las manos en sus hombros y palpándose la espalda en busca de una flecha, y le daba besos en la cara sin parar.

—¡Oh, Sasuke... mi amor! ¡Sasuke!

No pudo emitir ningún otro sonido de alegría, porque él le tapó la boca. Su risa era tan fuerte como las lágrimas que resbalaban por la cara de ella mientras lo examinaba y no encontraba nada. Él no la dejaba separarse lo suficiente para verlo y verificarlo. Tenía sus brazos alrededor de los suyos, las manos en su nuca y se estaba asegurando de que estaba viva con todos los movimientos de sus labios sobre los de ella.

—Siento interrumpir, pero fuera hace un tiempo infernal y estás bloqueando la puerta, señor Sasuke Haruno-Uchiha. Perdonad la intromisión. Ya veo que es tu dama. Nos quedaremos aquí, aguantando los elementos y esperaremos. ¿No, muchachos?

«¿Robert el soberano está aquí?», se sorprendió Sakura. Se rió y el movimiento hizo el vacío entre los labios de Sasuke y los suyos.

Sasuke levantó la cabeza. Los ojos negros medianoche buscaron y encontraron lo que buscaban. Empezó a temblar y después enterró la cara en el cuello de ella; apenas podía contenerse para no sollozar. Sakura lo abrazó, lo acunó y esperó.

—Dios Santo, Sakura... temía no llegar a tiempo.

—Has llegado a tiempo —susurró ella.

—Hikaku... es el diablo. ¡Toma...! ¡Después de todo lo que te prometí! Después del horror que fue tu infancia. Nunca había sentido tanto miedo como cuando mis hermanos volvieron sin ti. Nunca.

—No me han hecho daño, Sasuke.

Él respiró hondo y sorbió por la nariz ruidosamente. Ya no tenía escalofríos, pero aún temblaba. Levantó la cabeza. Sakura esperó.

—¿Es verdad? —preguntó.

—Es verdad. —Ladeó la cabeza.

—Gracias a Dios. —Volvía a abrazarla y era imposible ver nada excepto la piel de su cuello y una oreja.

—¿Tú tampoco estás herido? —preguntó.

Él negó con la cabeza. Su cabello negro le rozó la cara con el movimiento.

—¿Cómo? ¿Quién? He visto volar la flecha... —empezó, pero la interrumpió.

—¡Ha sido al escudero Sak a quien has visto, señora! ¡El escudero Sak hizo justicia para el clan Uchiha! ¡Todos lo hemos visto! ¿No es así, muchachos? —Era el rey quien la había interrumpido, utilizando todo el timbre de su voz atronadora para la multitud que tenía detrás.

Sasuke se volvió al mismo tiempo que Sakura levantaba la cabeza de su hombro. Había un mar de hombres Uchiha en el paseo, detrás de la puerta, y todos esperaban pacientemente a que ella y Sasuke dejaran de obstruir la entrada para acceder. Sakura sonrió y escondió la cara otra vez en el hombro de Sasuke mientras los vítores subían de volumen.

—¡Sí! ¡Ha sido un gran tiro! ¡Desde aquella torre! Nuestro escudero Sak detuvo al viejo, al señor Uchiha, amante de los Sassenach, de un solo golpe, y la flecha le ha atravesado el cuello. ¡Nunca había visto nada igual! ¿No es así, muchachos?

Hubo una respuesta correcta a eso, aunque el rugido de vítores pareció un sonido indeterminado. El rey hizo un gesto con el brazo.

—¡Y también Oyashiro! Todos hemos oído lo culpable que era, ¿no? Fue justo y correcto que el escudero Sak también le diera. Todavía está boca abajo en el patio, debajo de nosotros. Ése también ha sido un gran tiro. ¿Quién sino el escudero Sak podría haber realizado esos tiros? Oyashiro tiene un cuchillo con una empuñadura con dos dragones, bien hundido en el pecho, ¡Y todos sabemos quién es el propietario del cuchillo! ¡El escudero Sak! ¿Lo veis? ¡No nos ha dejado, compañeros! Viene cuando se le necesita. Siempre acudirá cuando se le necesite.

—¿Has sido tú quien ha lanzado el cuchillo? ¿Tú? —repitió.

—Siempre estás dudando de tu marido. Soy un buen lanzador. Lanzo cuchillos. Tu cuchillo del dragón antes era mío, ¿recuerdas? Además, lancé con la mano izquierda... por debajo del hombro. —Arqueó las cejas varias veces—. He estado practicando.

—Condúcenos a la sala grande, Haruno-Uchiha. ¡Me apetece probar el aguamiel del nuevo señor! Mejor aún, ¡traedme a Obito Uchiha!

—¿Obito? —susurró Sakura.

—Sí —contestó Sasuke—. Todos. Perdieron poco tiempo, salvo para reunirse con nosotros. Fue una suerte. No podrían haber tomado el castillo ellos solos. Necesitamos muchos hombres para levantar el pilón de delante de las puertas.

—Avanzad y jurad fidelidad a vuestro rey y soberano. Tengo suerte de tenerte al frente del poderoso clan Uchiha. Acepto tu alianza con Escocia. ¿Dónde está?

Empujaron a Obito entre la gente cercana a la galería. Resollaba de cansancio cuando cruzó la puerta y fue a arrodillarse a los pies del soberano.

—Como nuevo señor del poderoso clan Uchiha, juro mi lealtad, y la de mi clan, a mi justo y verdadero rey —dijo solemnemente. Después se puso de pie y se dirigió a los hombres—. Que quede constancia de que los Uchiha amantes de los Sassenach ya no existen. Un hombre del clan Uchiha es un verdadero escocés. ¡Ahora y siempre! —Hubo otra ovación salvaje al final del discurso.

—Adelante, Uchiha, demuéstranos tu hospitalidad. Sírvenos tu aguamiel, hasta que agotemos tus provisiones. ¡Prepáranos una cena! Hemos venido cabalgando y sin tiempo para comer. ¡Mis hombres están sedientos! ¡Están hambrientos!

El rey pasó un brazo alrededor de los hombros de Obito y empezó la procesión por las salas. Pero Sasuke no los siguió. Se quedó apoyado en la pared, con Sakura abrazado a él, y antes de que pasaran muchos hombres, sus hermanos, Shisui, Itachi y William, formaron un semicírculo frente a ellos, ocultando su abrazo.

Sakura ni se enteró.