EPÍLOGO
1323 d.C.
—Cuéntanos otra vez la historia del escudero Sak, padre, por favor.
—Ya la he contado una vez esta semana. Pedídselo a vuestra madre.
—Pero madre no tiene una voz como la tuya. Además no la cuenta bien. Cuando la cuenta, el escudero Sak es una muchacha. —El fastidio del segundo hijo, Tadashi Haruno-Uchiha, resultaba evidente.
Sakura tuvo que morderse el labio para no echarse a reír.
—¿Y qué mal habría en eso? —preguntó la bonita, alta y morena muchacha, levantando la falda con un gesto elegante mientras se acercaba a la chimenea—. Las mujeres pueden lanzar cuchillos tan bien como cualquier hombre. Vaya, apuesto a que madre puede ganar a cualquier hombre, incluso a padre.
Sasuke levantó las manos, derrotado.
—No vale la pena competir, Sarada, cariño. Tu madre siempre me vence. Tiene mejores manos.
—¡Pero es una mujer! —se quejó Tadashi.
—Es cierto, y doy gracias a Dios por ello. —Sasuke se calló y se aclaró la garganta—. ¿Os he contado alguna vez la historia de cuando el escudero Sak me ayudó a salvar a vuestra madre del diabólico señor de los Uchiha amante de los ingleses? Sentaos. Os la contaré.
—¡Yo prefiero oír lo de la escaramuza Suikazan-Kaminarimon, en que el escudero Sak clavó flechas a todos los escudos de los guerreros!
Sasuke levantó los ojos al cielo y Sakura rió. Se calló cuando esos ojos negros medianoche captaron su mirada.
—Oh, no —se quejó Tadashi—. Ya estáis otra vez. Nunca oiremos esa historia.
—¡Calla! —La muchacha dio un codazo a su hermano—. Están enamorados. Algún día yo también tendré un amor así.
Sasuke se estremeció y volvió a mirar a su hija, y Sakura vio que su expresión se ablandaba.
—Oh, tienes mi palabra, hay un hombre para ti en el mundo, cariño. Lo han creado sólo para ti. Créeme. Conozco el tema.
—Tendrá que ser muy alto —se burló Tadashi.
—Es cierto —contestó Sasuke—. Tendrá que ser alto, fuerte y virtuoso. Y tendrá que ser escocés.
—No olvides guapo —intervino Sakura.
—Tendrá que ser extremadamente guapo si quiere ganarse la mano de mi bella Sarada. Eso también está claro.
Sakura vio que su hija se ruborizaba con las palabras del padre. La hacía aún más encantadora. Tenía casi trece años, era delgada como un junco y alta como su madre. También daba unas puntadas perfectas en todos sus tapices, sabía pintar y tenía una mano excelente cuando se trataba de llevar la casa Haruno-Uchiha.
—No vas a hablarnos del escudero Sak —se quejó Tadashi.
—Te lo juro, Tadashi, cada día que pasa te pareces más a tu madre cuando la conocí. Mira, había un tiempo en que nunca sonreía. Ni una vez. Siempre estaba seria, siempre pensando en una cosa y sólo en esa cosa. Era imposible sacarla de ahí... o casi.
—¿Qué era? —Su segundo hijo varón, Arata, habló levantando la cabeza de su libro.
—Yo, por supuesto —contestó Sasuke.
—Sasuke... —dijo Sakura, en tono medio amenazador.
—Oh, bueno. Estaba empeñada en una guerra de clanes. No había ni un ápice de blandura en ella. Ni siquiera se daba cuenta de que ya había encontrado al hombre que estaba hecho para ella. Tuve que demostrárselo. Se puso muy terca con eso. Mucho.
Tadashi suspiró ruidosamente.
—¿Cuándo vas a hablarnos del escudero Sak? —preguntó.
Sasuke se rió y se aclaró la garganta. Sakura lo miró y no pudo reprimir la sonrisa. Si algo le gustaba era hablar con su gran voz de orador. Se inclinó sobre el pergamino que estaba enarenando antes de mandarlo.
Hizo girar el gran anillo que llevaba colgando de una cadena al cuello. Inclinó la vela y echó un poco de cera. Después sopló hasta que obtuvo la consistencia correcta para sostener el símbolo del dragón entrelazado encima. Ya llamaría a un mensajero más tarde. Tenían noticias. El bebé que llevaba no esperaría quince días más para nacer y la madre de Sasuke no desearía perdérselo.
Esa mujer tenía la promesa de Sakura de que podría poner nombre a todas las muchachas. Sakura sacudió la cabeza. La madre de Sasuke siempre se salía con la suya, y lo hacía sólo con una sonrisa dulce, una corriente continua de palabras amables y un abrazo cariñoso.
—Venid aquí, niños. Tengo que contaros una historia, una de sangre, dolor, guerra y victoria. Es una historia que se contará siempre. Es la historia del escudero Sak.
Arata dejó la pluma, Tadashi se inclino hacia delante en la silla, Sarada cogió su cesto de costura y se sentó al lado de su padre, e incluso el pequeño Daiki se acercó a ellos a gatas. Sakura miró a Sasuke coger al pequeño y ponérselo en el regazo antes de volver a sentarse. Estaba en su elemento.
—Era una noche de niebla, mucho antes de que vosotros nacierais. Antes de que Escocia fuera su propio país. Entonces estábamos sometidos a los ingleses. Eran tiempos oscuros. Tiempos de sufrimiento. No había hombre de un clan en la tierra que no hubiera estado sometido desde hacía años al yugo de la tiranía de los Sassenach.
—¿Qué es tiranía? —preguntó Arata.
—¡Calla! —protestó Tadashi.
—Las leyes y normas de los ingleses. Ni siquiera nos permitían llevar armas. Aunque sé por qué —dijo Sasuke.
—¿Por qué? —preguntó Arata.
—Nos temían. Un buen escocés con un arco vale por diez ingleses. Un escocés con un puñal vale por seis con una espada. Lo sabían y por eso nos dejaban sin ellas. Nos mantenían en la pobreza. Incluso tenían leyes que prohibían que luciéramos nuestros colores. Nos hacían pagar impuestos para ellos. Se llevaban a nuestras mujeres. Nos pusieron bajo el gobierno del rey inglés. Era más de lo que ningún buen escocés podía soportar.
—¿Qué pasó esa noche de niebla? —preguntó Tadashi.
Sasuke soltó un suspiro y Sakura volvió a sonreír. Tadashi se parecía mucho a ella en temperamento, aunque físicamente era como su padre a esa edad. También era mortífero con cualquier arma que le pusieran en las manos. Siempre lo había sido. Mejor aún, ya había alcanzado en altura a su hermana, y acabaría alcanzando o excediendo la de Sasuke. Era suficiente para enorgullecer a cualquier madre. Sakura pensó que su corazón explotaría de orgullo.
—Este muchacho tiene tanta paciencia como un alce en celo —dijo Azami desde su mecedora. Tenía un chal sobre los hombros y una taza de caldo en las manos. Sakura le sonrió. Azami ya no se movía mucho últimamente, pero ya tenía una edad y era de esperar—. Está demasiado mimado.
—¿Y quién es en parte responsable de eso? —preguntó Sasuke desde su corrillo de niños.
Los labios de Azami se torcieron. Sakura tuvo que apartar la mirada. Todos sabían que el muchacho tenía la adoración de su tía. Había sido así desde que nació. Sin embargo Azami los adoraba a todos y le decía a Sakura que no podía esperar a que naciera el nuevo bebé.
—Lo reconozco, Sasuke. Lo he consentido. Lo mecí cuando lloraba y lo mecí cuando dormía. Seguiría haciéndolo si no fuera tan grande. No os podéis imaginar lo reconfortante que es.
—Sí, nos lo imaginamos, Azami. Nos lo imaginamos.
Azami y Sakura se sonrieron, y fue en completa comunión y aceptación. Sasuke se aclaró la garganta.
—¿Por dónde iba?
—¡La noche de niebla, la batalla, la herida! —exclamó Tadashi.
—Sí, bien... yo había recibido una herida de espada y no me quedaba nada por hacer en la vida más que ver cómo mi sangre manchaba el suelo, cuando de la niebla surgió un muchacho, el más osado y fuerte que os podáis imaginar. Me arrancó la espada, impidió que siguiera sangrando y después se volvió hacia los ingleses soltando un grito horripilante. Tenía un cuchillo del dragón en la otra mano, uno igual al que tiene vuestra madre colgado de la pared junto a su retal de tela Haruno, allí.
Todos miraron donde señalaba Sasuke. Él esperó en una pausa teatral. Los labios de Sakura se torcieron de nuevo. Cuando se trataba de relatar una historia Sasuke no tenía rival.
—Bueno, el escudero Sak sacó su cuchillo y se volvió hacia los Sassenach y los aniquiló. Los eliminó a todos. Nunca había visto nada igual.
—Sasuke —interrumpió Sakura, y todos la miraron excepto Daiki. Él ya estaba adormilado en brazos de su padre.
—El rey cuenta la misma historia —contestó él a la defensiva.
—No la adornes demasiado.
Él sonrió, y aunque ella lamentara los cabellos grises y las arrugas alrededor de sus ojos negros medianoche el corazón se le ensanchó como siempre. Sasuke Haruno-Uchiha seguía siendo un hombre muy guapo. Siempre lo sería.
—Nada de lo que pudiera decir lo adornaría, cariño.
Sakura quedó atrapada en su mirada. Reconoció la sensación y se ruborizó aún más que su hija antes, cuando Tadashi se quejó otra vez con el mismo tono de fastidio.
—Ya están otra vez —dijo.
FIN
