Capítulo II


Al momento que la línea avanzó. Remus sintió algo de aprehensión, más el vacío en su estómago silenció todo lo demás. El sitio no se veía sucio o descuidado, por el contrario estaba bien iluminado y sobrio, sin llegar a ser elegante.

Un hombre de mediana edad, les indico el camino hasta un espacioso comedor y allí les pidió que tomaran un refrigerio –previamente preparado– era sencillo, pero con todo lo necesario. El estómago de Remus retumbó, pero no fue el único. Un emparedado con un buen pedazo de pollo y sus respectivas ensaladas, un par de frutas, dos cajitas de jugo y una barra energética les cayó a la mayoría como un manjar, los únicos que no comieron mucho eran los que se encontraban con la resaca de la abstinencia.

Al momento que todos terminaron su refrigerio el mismo hombre les tomó su nombre, –sin apellidos– y su edad. Luego sin más preguntas los llevó a una sala donde había baños para que se asearan y se colocaran unos pijamas sencillos.

Hubo algunos que de inmediato preguntaron por el pago y el laboratorista, –Remus lo catalogó de ese modo por su ropa– les aseguró que lo recibirían en cuanto concluyeran las pruebas que no tardarían ni una hora, pero para eso necesitaban estar limpios de droga en sus sistemas y de mugre en su cuerpo.

Las filas se volvieron a acomodar al término del aseo. Y de nuevo, los guiaron; esta vez hasta un ancho pasillo con varias camillas; parecía la sala de un hospital, pero vacía de personal, no así de máquinas y material.

El hombre les ordenó que cada quien usara una de las camillas, y dependía de cada uno de ellos si deseaban acostarse o solo sentarse.

Remus caminó con los otros; pero el hombre lo detuvo:

–Espere un momento, usted será el primero.

Remus se armó de valor para lo que sabría vendría y esperó hasta que todo el grupo se instaló en cada uno de los cubículos. Otro hombre arribó y lo llamó, sin dejar de ver sus apuntes.

–¿John?

Remus tardó un poco, en responder, mas luego lo hizo y el recién llegado lo llamó.

–Venga conmigo.

Remus obedeció y siguió al segundo laboratorista. Caminaron por varios minutos; hasta que el licántropo no pudo seguir en silencio.

–¿De qué serán las pruebas? ¿Algo sobre alguna vacuna o...?

–No es peligroso, si eso es lo que desea saber. –dijo secamente el laboratorista.

–Oh...

Remus evitó preguntar de nuevo. Sus pasos se detuvieron frente lo que parecía una puerta fuertemente blindada o probablemente fuera la desconfianza del hombre lobo, la que lo hacía verla de ese modo.

El laboratorista se acercó a la pared donde un panel moderno le permitiría la entrada al colocar la contraseña.

Y al abrirse la puerta, Remus notó que el lugar era amplio, más también sintió magia en el interior. El hombre que lo guió entró y llamó:

–Entre.

Lupin dudo algunos momentos y sintió como la actitud del hombre se volvió nerviosa. Aun podía retirarse del lugar, sin embargo recordó de nuevo su precaria situación económica y dio el paso hacia el interior del lugar. La puerta se cerró y el rubio trigo se dio cuenta que el lugar parecía una sala de operaciones con todos los aditamentos quirúrgicos, casi se echó para atrás, más el hombre intentó calmarlo.

Severus y Lucius llegaron a las instalaciones y el pocionista se cambió la ropa por algo más sencillo y muggle, luego ponerse una bata sobre ella. Lucius caminó por la oficina de Severus y este se giró a verlo.

–No tienes que cambiar tu ropa, más te tendrás que quedar detrás del cristal reforzado.

–Por supuesto que lo haré. No quiero estar cerca de una criatura oscura. Convivir con GreyBack no fue un paseo.

–Sí, lo pones de ese modo. –aceptó Snape.

Cuando el pocionista estuvo listo, los dos magos se dirigieron hacia la zona privada y de alta seguridad. Al llegar, ambos entraron a la sala contigua de la principal y que estaba separada de esta, por una pared con la mitad de vidrio reforzado y la otra mitad de acero y concreto.

Con la libertad de ver la sala principal de lo que sería su principal experimento. Lucius se quedó estático. Severus al no escuchar nada de su amigo vio en la dirección de la que lo hizo este y...

–¡Dementores, es Lupin! –profirió Snape.

El rubio platino se recuperó con la exclamación de Severus y mencionó:

–Se ve muy mal...

–No sería extraño que ese fuera el motivo por el cual está aquí en primer lugar.

–Si. Sabes que en cuanto te vea saldrá de aquí sin mirar atrás ¿verdad?

–...

–Severus no te crees falsas esperanzas; que halla venido solo fue un paso. Que permita que hagas experimentos con él, sería imposible.

–Se escucha mal si lo dices de ese modo, solo le extraeré algo de sangre.

–¿No vas a retroceder verdad?

–Es el único candidato que hemos tenido desde que iniciamos con este proyecto.

–Te lo repetiré, Marcus no nos presionara.

–Lo sé, pero por prejuicios no voy a rendirme.

–Tú no, pero...

Severus se giró y sin permitir que el rubio siguiera hablando, entró a la sala.

–Buenas tardes Lupin.

Remus casi se cayó, al voltearse tan rápido cuando escuchó esa voz siseante.

–Snape... –masculló el licántropo.

–Así es. –respondió Severus. El pocionista actuó de lo más casual, permitiéndole al licántropo que se serenara. Snape llamó a su asistente– ¿Tiene los datos señor Goldsmith?

–Sí, doctor Snape.

Al escuchar como el laboratorista llamó a Severus, Remus supo que no era un mago, y que al parecer tampoco sabía mucho de la magia. Sin embargo no supo si toda esa información lo dejó más tranquilo o más asustado.

Severus leyó los pocos datos y lo hizo igualmente para fingir. Luego, al notar que Lupin aun estaba en el lugar; pidió a Goldsmith.

–Bien. Puede retirarse a sus labores, señor Goldsmith.

El hombre dudó un par de segundos, más luego de ellos, obedeció y salió del lugar.

Severus se sentó en uno de los bancos y señaló otro a Lupin.

–Podemos hablar ¿o te irás?

–No puedo confiar en que no quieras cortarme en pedazos y echarme a tus mascotas o que...

–No exageres Lupin. No hubiera tomado tanto trabajo si quisiera hacer eso.

–...

Remus se sentó, pero sin dejar de ver con suspicacia a Severus.

–Tú fuiste uno de sus seguidores.

–Si.

–¡¿No lo vas a negar?! –casi chilló Lupin.

Severus bufó, más dejó salir el aire y retomó la conversación.

–Lo fui y tengo mis razones. Pero no estamos aquí como miembros de dos lados enemigos, si no como pocionista y cobaya.*

El rubio trigo se cruzó de brazos y reclamó.

–No me llames así y por cierto aun no decido si lo seré.

–No mentimos en nuestra propagando y el trabajo que ofrecemos. Así que no puedes decir que te puse una trampa o algo parecido. Haremos pruebas no peligrosas en ustedes o con su ayuda; a cambio habrá un pago monetario que no será poco.

–...

El licántropo se encontraba más que dividido en salir de ese lugar y volver a su cuarto para pasar hambre y dolor o quedarse y estar en las manos de un reconocido mortífago... ¿uno?

–Espera Snape, no eres reconocido por tener tantos galeones como para crear un lugar como este... ¿Quién más está involucrado en estas pruebas?

Lucius maldijo desde su lugar, por el rápido pensamiento que caracterizaba a Lupin. Snape no tuvo tiempo ni de sentirse ofendido por la réplica de Remus y se quedó en silencio unos segundos, después respondió:

–¿Importa quién es mi socio?

–Lo hace. Nunca haría algo en beneficio de tu Señor o...

–Lupin, él murió.

–Puede ser que crea en ti y me quede...

–Bien.

–Con una condición.

–...

–Quiero saber quien es tu socio y todo lo que quieren lograr con estas pruebas.

–Esas son dos condiciones.

–¿Aceptas o no, Snape?

El pocionista entrecerró los ojos hacia Lupin, más este no se amedrentó; no fue difícil para Remus sumar uno más uno y deducir que Snape requería específicamente de un hombre lobo; pues esa amabilidad y que de inmediato lo separaran de los otros sujetos, unido a que esa sala se notaba nunca haber sido usada, le dijo que tenía ventaja en esas negociaciones.

Lucius desde la sala adjunta, igualmente lo dedujo y arreglándose la túnica abrió la puerta y se presentó en el laboratorio.

–No esperaba menos de ti Lupin.

-Ni yo de ustedes, han sido muy unidos y supuse que ese socio con galeones de Snape, eras tú Malfoy.

El rubio platino extendió las manos a los lados de su cuerpo y dijo:

–Aquí me tienes. Ya cumplimos parte de tu petición. ¿Te quedaras?

Remus se permitió sonreír, pues de haber estado asustado y creyéndose atrapado, volteó las cosas y ahora era él quien podía decidir, pues estos magos de verdad necesitaban su ayuda o supuso: su licantropía.

–Depende... –mencionó desinteresadamente el rubio trigo.

Snape se levantó de un salto y casi gruñó:

–¡¿Qué más quieres?!

Lucius se acercó a su amigo y colocó una mano sobre el brazo de este para calmarlo. Remus no reculó a pesar del exabrupto de Severus, en cambio respondió:

–Quiero saber que desean buscar o lograr con esto.

Lucius vio al rubio trigo. Miel y plata encontrándose sin que ninguno de los dos desviara la mirada.

–... –Lucius lo había pensado antes en la sala de espera y contestó:– Mejorar la poción matalobos.

Severus se asombró por la rapidez de la excusa con algo de verdad de Lucius, más no hizo gesto alguno que alertara a Lupin, de la mentira o verdad a medias.

Remus lo analizó unos momentos y cuestionó:

–¿Por qué esconderlo en el mundo muggle?

–Como si el Ministerio permitiera que tuviéramos a un hombre lobo sin contener y haciéndole pruebas, por si fuera poco, ya desconfía de nosotros. No es seguro ni para ti ni para nosotros. Mira Lupin, como ya dijo Severus, nosotros no te engañamos, ni a nadie para que vinieran, todos ustedes tiene sus motivos y cumpliremos con darles una buena remuneración; sin embargo la tuya será mayor; igualmente correremos con todos tus gastos, tendrás techo sobre tu cabeza, sustento y lo más importante: matalobos cuando la necesites –concluyó Malfoy.

Remus se sorprendió un poco de que el sangre pura no hiciera hincapié en su deplorable situación, más algo aun lo detuvo y por ello no se quedó con la duda.

–¿Necesitan que viva aquí?

Severus, fue el que respondió:

–No te encerraremos, si eso es lo que temes; pero si necesitamos que te mudes aquí, tendrás todo lo necesario. Debes estar en muy buena forma.

–O todo lo que permita mi... enfermedad ¿verdad? –terminó Remus.

Los dos magos, asintieron. El ex Gryffindor los observó y tomó su decisión.

–Bien... cooperaré.

Lucius se permitió sonreír de lado y Severus extendió su mano hacia Lupin:

–Prometo que no te haré daño innecesario.

Lupin, desde su asiento se tardó unos instantes, más finalmente estrechó la mano de Severus. No es que fuera un crédulo, sin embargo conocía a los ex sly y lo astutos que podían ser, más precisamente ese conocimiento mutuo, sería el que lo salvaría en caso de requerirlo. Se tuvo que recordar que ahora estaba solo y si todo eso era cierto, podría tener dinero y la matalobos que le permitiera ver a Harry y vigilar que estuviera a salvo.

Lucius se despidió, no sin antes comentar que lo verían muy seguido por allí.

Severus se sentó de nuevo y sacó algunos pergaminos. Remus sonrió tenuemente al verlo, el pocionista no dejaría las costumbres mágicas.

Las preguntas continuaron y con ello las verdades por muy duras que fueran de decir por parte de Remus. Cuando el cuestionario concluyó. Snape, miró al licántropo y explicó.

–Debido a cómo has vivido hasta hace poco, comenzaremos con fortalecer tu organismo y cuerpo; eso es primordial y claro que ya no podrás comer esos... pastelillos.

–No lo hice por gusto.

–No te estoy juzgado, Lupin. De hecho fue una buena idea usarlos, ya que no son adictivos y con tu metabolismo licántropo solo servirían como placebo.

–Pues cumplieron su función.

Severus se levantó para dejar sus apuntes en una de las mesas y alistó un tubo de ensayo, luego regresó con Remus.

–Tomaré solo una muestra de tu sangre, para control.

Severus colocó la aguja y fue ahí que notó lo delgado de los brazos de Lupin y se dijo que tenían un largo camino que recorrer antes de que la sangre de este pudiera sobrevivir a mezclarse o siquiera soportar el contacto con la de William. Ya que esta era como un virus que se comía a las otras convirtiéndolas en parte de sí.

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Lucius apareció en el mundo mágicos y fuera de su Mansión; aun no podía creer su suerte al tener a Lupin como sujeto de pruebas, no por la animadversión de los bandos que alguna vez representaron, si no porque realmente no había tenido muchas esperanzas en encontrar a un hombre lobo, mucho menos a uno con algo de cerebro –como reconoció– que poseía Lupin.

Al entrar a su Mansión y buscar a Narcissa, la halló en su sala favorita con Draco cerca de ella en la alfombra jugando. El pequeño rubio al verlo, chilló de emoción y se levantó con trabajos, para caminar con cuidado hacia su padre. Lucius lo recibió y lo alzó en brazos dejando antes el bastón.

Narcissa sonrió y sirvió una taza de té para Luciu, que caminó hasta el sillón individual con Draco en brazos y se sentó.

La bruja preguntó con genuina curiosidad:

–¿Por qué saliste tan inesperadamente?

–Sonó la alarma.

Sabiendo a que se refería su esposo, la rubia exclamó:

–¡¿Lo tienen?!

–Si... y no vas a creer esto.

–... –Ella esperó expectante.

–Es Lupin.

Narcissa no abrió la boca de asombró por mera educación, más estuvo a poco de hacerlo. En su lugar esperó a que Lucius le relatara todo lo sucedido.

Con el ocaso de telón, el matrimonio conversó sobre lo que era toda una noticia, pero una que no saldría de esas cuatro paredes.

...


*Cobaya: un tipo de conejillo de indias que se usaban como animales de laboratorio. Por cierto, opongámonos a eso ¡Salvemos a Ralph!

...


Muchísimas gracias por esos comentarios, son el pago de esta fanwriter. Noona-kane (Estoy feliz de que gustara) y Eimi Romane (A quien le agradezco infinitamente por mencionarme en su blog) ¡Muchísimas gracias, es un honor!