Capítulo XX
El Grupo que vivía en Malfoy Manior estaba reunido en el jardín; incluso los niños correteaban por el lugar.
Narcissa vio el pergamino con el permiso de visita y negó.
–De verdad que estos magos y brujas, no venden a su Kneazle porque no deben tener.
Lucius sonrió y respondió:
–En este caso; nos beneficia que ellos estén urgidos de recursos y que nosotros necesitemos algo de ellos.
William comía una galleta y se unió a la conversación, al terminar de pasar el bocado. Se notaba algo ansioso y eso significaba que consideraba todo el asunto divertido y ya deseaba comenzar.
–Remus y yo te veremos cerca de su celda. Severus.
–Si. Hubo más pago por dejarme entrar a esa pocilga, digo su celda, pero tengo el permiso de hacerlo. –aseguró el profesor.
En eso los niños llegaron y Draco se aferró a la pierna de William escapando de Harry, William lo agarró de la túnica como si fuera un cachorro y se lo echó al hombro, todo entre risas divertidas de los dos menores.
–No creo que hayan remplazado los barrotes. Les será fácil entrar por allí. –opinó Marcus.
William asintió; bajó al rubito y se colocó la túnica con capucha, si bien en el mundo mágico no lo conocían, su cabello resaltaría mucho en la tarde aun si había niebla.
Harry dejó unos momentos su juego y corrió lanzándose sobre Remus que lo alzó de inmediato.
–¿Qué sucede cachorro? –preguntó cariñoso el licántropo.
–Yo quedo id contigo y con tío Shev.
Remus lo arrulló en brazos. Severus se acercó a la pareja y convenció:
–Vamos a ver gente... enferma, no es seguro que vayas, podrías contagiarte y necesitarías tomar pociones.
Harry negó haciendo gestos, pero no respondió. Marcus se acercó al licántropo y cargó a un reacio Harry...
–Oye Pottercito, te quedas con nosotros, ¿acaso no quieres volar conmigo?
Harry abrió grandes los ojos verdes y Draco igualmente chilló emocionado, yendo veloz a que también lo cargara Marcus.
–¡Yo tamben! ¡Yo tamben!
Marcus cargó a los dos niños y caminó por entre las rosas de Cissy para ir a la parte del jardín donde crecían grandes árboles, pero que poseía más privacidad. Narcissa se despidió de los tres y se unió a su prometido. Lucius suspiró, pero besando en la mejilla al rubio trigo, dijo:
–Cuídense.
Los tres hombres entraron al salón de la chimenea y se fueron.
Lucius llegó al claro donde escuchó los gritos emocionados de los dos niños. Efectivamente, ambos estaban abrazados al vampiro mientras este volaba cerca de las copas de los arboles más altos.
–Yo aún le tengo cierto... pavor y mira ese par, parecen felices.
–Oh Lucius ellos son inocentes, solo ven a Marcus aun con esa apariencia. Nunca han escuchado nada malo de él. Te aseguro que si William les mostrara igualmente su apariencia lupina, lo llamarían lobito y nada más. –explicó Narcissa.
–No tengo idea del motivo por lo que estos seres nos tomaron bajo su ala, pero agradezco a Merlín por ello.
–Y ellos saben que también los protegeremos y auxiliaremos dentro de todas nuestras posibilidades.
–Innegablemente. Por eso hice mis investigaciones y sé quién fue el alma amable que nos ayudó con lo de Umbridge.
–...
–Fue Alexander Corvinus.
–Vaya. Esa información debió costarte.
–Mucho, pero algo que gracias a las ideas de mi amigo, la sangre de mi prometido y la confianza de mis parientes Corvinus, puedo holgadamente pagar.
–Ellos deben sospecharlo, pero mi Marcus aun esta renuente a aceptar que su padre quiere hacer algo bueno por ellos.
–A decir verdad, somos demasiado jóvenes para saber todo lo que siglos de separación pueden derivar.
–Si..., solo deseo que Marcus se permita escuchar.
–William lo convencerá.
Narcissa sonrió y siguió viendo a los niños y vampiro volando yendo un poco más arriba de los árboles.
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La habitación era muy elegante, sin embargo desde su jaula no era algo que pudiera disfrutar y sospechaba que eso no sucedería nunca. Su plan no funcionó y no solo eso, si no que ahora estaba a menos de ser entregado a la justicia para que salvaran a Sirius; aunque prefería eso que ser asesinado por ese ser que lo había comprado, no tenía idea de que criatura era, pero tenía el aroma de un depredador.
Peter intentó en sus primeras horas en ese lugar, forzar la jaula, pero esta era reforzada y luego de que el pelirrojo lo vio intentando huir, llamó a Narcissa Malfoy y le pidió que colocara hechizos para evitar que su mascota huyera. Esas acciones dejaron con incógnitas a Pettigrew, uno ¿Si su captor no era un mago que era? Y dos ¿Por qué no le dijo a la Malfoy quien era él?
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El hombre mayor salió del edificio y subió a la limusina. Iba a su barco para revisar que su invitado se encontrara listo. Después de que se lo quitó al elfo y lo llevó a su base para que su gente lo revisara, sintió alivio al saber que se salvaría. Su cuerpo físico únicamente necesitó un poco de su sangre para recuperarse, pero su psique llevó todo un proceso para librarse del trauma de su casi muerte por esos seres que describió en su delirios. Meses largos, sin embargo el mago no se rindió y a cambio su recuperación si bien lenta se dio por completo, a pesar de que Alexander quiso borrar las malas experiencias de lo que vivió, el mago no lo permitió.
Marcus nunca lo supo, más siempre navegó cerca de la celda de William; por culpa y amor a partes iguales. Culpa por no poder detener a William y su caos dejando que su gemelo lo solucionara, y por amor porque no podía dejar que su hijo pagara su sentencia en soledad.
Esa noche –hacía años– escuchó sus gritos pidiendo ayuda y sería un hombre sin corazón si hubiera podido resistirlos. Más se juró que en cuanto el mago estuviera sano y fuera capaz de valerse por sí mismo lo dejaría ser libre porque no creía que William pudiera regresar... Y luego esos magos... su sobrino lejano y los amigos de este lograron lo imposible, haciéndolo cambiar de planes. El mago pelinegro debía ser entregado a su hijo William.
Alexander salió de su auto y subió a su gran buque; allí fue hasta las habitaciones de su invitado.
–Buenas tardes, señor Corvinus. –saludó un jovial Regulus Black.
El hombre mayor se acercó y vio los periódicos mágicos que el joven tenía regados por la mesita de centro. Alexander se sentó y sonrió en dirección de este.
–Buenas tardes Regulus, ya te has puesto al día y supongo que tienes muchas preguntas y estás ansioso, pero tomemos con calma la cena y trataré de disipar tus dudas.
Regulus asintió aliviado, pues por un segundo creyó que el Corvinus no le diría nada. Estaba muy preocupado por lo que vio en los diarios pasados, referente a su hermano. Pero esperaría las explicaciones del hombre mayor antes de sacar conclusiones o dejarse llevar por el pánico.
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No era normal que varios celadores lo visitaran, a menos que fueran a castigarlo y Sirius no recordaba haber hecho algo para merecer un castigo. La puerta de su celda permaneció abierta y por un segundo el animago se imaginó poder escapar de allí, pero al ver que uno de los tres guardias se quedó cuidando la salida, se desencantó de su idea. Los hombres lo miraron con molestia y fruncieron el ceño ante su olor. Y fue ahí que el Black notó los cubos de agua que los magos llevaban. No tuvo que pensar mucho, pues sin miramientos el agua le fue lanzada sobre el cuerpo y sus ropas harapientas.
El celador de la puerta chasqueó la lengua y mencionó:
–No sé porque nos tomamos tantas molestias para que uno de sus cómplices lo visite.
El que alzó la varita y le cambio la ropa por algo más limpió, respondió:
–Órdenes son órdenes y los galeones son los que dirigen este sitió; así que si no quieres ser despedido, guarda tu opinión y no hagas una tontería cuando llegue la visita.
Sirius temblaba, y tenía mucha curiosidad, mas su experiencia le dijo que preguntar sería boleto directo a ser golpeado o hechizado.
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Severus se acomodó la túnica y se colocó un hechizo para calentarse; aún se hallaba en la orilla opuesta a la prisión esperando por el transporte y ya se sentía un frio que helaba los huesos. El par de lobos ya se habían adelantado en una barca y lejos de ojos curiosos. Su transporte arribó y el profesor subió. No hubo intercambio de frases con el conductor; Severus no deseaba mostrar que tan fastidiado se hallaba de hacer esa visita.
Al desembarcar en la isla rocosa. Severus sintió un escalofrió y vio como los girones oscuros volaban muy arriba de las torres negras que se agrupaban para formar esa terrorífica prisión. Snape fue guiado hasta la entrada y luego de requisarle su varita, un guardia lo acompañó por los lóbregos, fríos y oscuros pasillos; los gritos y lamentos eran la música de fondo y el pocionista se apretujó en su túnica en un vano gesto de protegerse de toda esa desesperación y locura.
El celador que lo guiaba le iba recitando las reglas, más el profesor poco o nada escuchó; pero no importaba, pues por supuesto que no haría nada que lo pusiera en peligro de quedarse a vivir en ese horrendo lugar. Al llegar a la celda, vio que había otros dos guardias que custodiaban la puerta y se giró a su acompañante:
–¿Es peligroso?
El guardia vio al profesor y luego de unos segundos respondió:
–Cualquiera en este lugar lo es, pero él es un asesino a sangre fría, ya me dirá si lo es.
Snape, carraspeó y armándose de valor entró. Sirius al verlo no reaccionó demasiado asombrado por esa visita, e incluso se convenció de haberse vuelto loco... finalmente.
Snape recorrió en segundos la macilenta figura del mago en un rincón y dejó salir el aire; sin varita ninguno de los dos se atacarían y si sucedía, podría con Sirius Black si este decidía golpearlo. Aunque lo dudaba, por lo que pidió:
–Pueden cerrar la puerta.
–Pero señor Snape no es recomendable...–intentó convencer el guardia a cargo.
–Dije que cierren la puerta. –ordenó el pocionista.
El guardia se mostró enojado, más obedeció deseando que el reo le diera una lección a ese arrogante.
Dentro de la celda, Severus caminó con cuidado y luego se giró para encarar al animago.
–¿Eres realmente tú u otra pesadilla de eso Dementores?
Snape vio al esquelético mago y bufó al responder:
–No sé si me halaga que los Dementores me tomen como uno de tus grandes temores o me ofende, aun no lo decido.
–¡Mierda si eres tú! –profirió Sirius.
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William bajó de un brinco y Remus le lanzó la soga para que atara la barca. El primer hombre lobo jaló sin esfuerzo la barca con Lupin en ella y ató la cuerda. Remus bajó y se unió a William, que caballeroso le ofreció la mano para subir por entre la orilla rocosa.
El pelirrojo señaló divertido hacia una de las torres negras:
–Mira no se acercan, creo que me reconocieron.
Remus vio en la dirección que William dijo y sintió que la piel se le enchinó al notar a los Dementores.
–Vaya... son horribles.
William se encogió de hombros.
–Pues no tanto. Vamos allí está la ventana de la celda de tu amigo.
El Corvinus se transformó y con señas le indicó a Remus que se aferrara a su espalda. El rubio trigo obedeció y de ese modo William subió por la pared sin trabajo alguno.
Allí esperaron hasta que escucharon que Severus llegó y pidió que cerraran la celda. En ese momento Remus sintió el cambio en el cuerpo del gran lobo, luego el abrazo de este para guiarlos a través de la ventana y enseguida caer en el suelo de la celda sin hacer ruido.
El Black abrió los ojos impactado y casi gritó, pero Remus lo silencio con una seña. Lupin sacó su varita y ejecutó un muffiato en el lugar.
William recorrió el sitio dejando que los magos hablaran entre ellos, cuando todo se aclarara podría saber más de ese reo.
Sirius por su parte no le quitó la vista de encima a William, más la voz de Remus lo trajo a la realidad.
–Hey…
–Moony...
–Si. Soy yo Paddy…
Aseguró con cariño y pena Remus. Tuvo que aguantarse las ganas de llorar al ver el mal estado en el que se encontraba su amigo. Sirius se aferró a la pared para incorporarse. Remus se acercó para auxiliarlo. Más el animago se negó por dignidad.
–Está bien, yo puedo solo.
Severus bufó y se cruzó de brazos, pero no intervino en el intercambio de esos dos.
Sirius se irguió todo lo noblemente que pudo y comentó:
–Todo esto es muy raro y si como quiero creer es verdad y no una ilusión, tengo muchas preguntas; aunque una de ellas ya ha sido resuelta. Él vino a visitarme por pedido suyo. –aseguró el animago mirando en dirección de William– Eso explicaría porque sentí que me leían el alma. No tengo idea de cómo pudo haber sucedido, pero pasó. Y lo que me duele es que no solo Peter nos traicionó si no también tú Monny. Te has unido a los mortífagos.
Sirius gruñó eso último a los presentes. Y miró con odio a los tres visitantes, y agregó:
–Tal vez muera en este lugar, pero así sea un fantasma juro que los haré pagar por la muerte de mis amigos. Son unos… ¡Asesinos y traidores!
Severus descruzó los brazos y los puso en jarras.
–Deja de amenazar inútilmente y no hagas drama. Si sentiste que fuiste leído, imaginas que sabemos que eres inocente de todo. Remus quiso venir a verte y contarte las cosas que han sucedido. Él es cercano a nosotros y el motivo también te lo dirá; pero si no pones de tu parte dejando que tu cerebro de ratón trabaje un poco y deje los prejuicios por unos momentos; nos iremos y no volveremos nunca.
Sirius vio con enojo a Severus, pero notó que el pelirrojo parecía igual de firme para apoyar al pocionista.
Lupin exhaló y colocando un hechizo calentador en Sirius comenzó su relato.
–Supe que desconfiabas de mi, por boca de Albus. Eso me hirió, pero no tanto como lo que pasó con Lily y James.
–¿Creíste como todos que fui yo?
–Las pruebas así lo decían. Todo mi mundo se destruyó esa noche. La victoria no significó mucho para mí y menos al enterarme que Harry sobrevivió, pero fue puesto en custodia de los Dursley. De eso a que yo buscará como sobrevivir no pasó mucho…
El reo escuchó las palabras de Remus, sin comprender las decisiones de Dumbledore y aceptando que Remus se quedó solo y sin ayuda.
Luego de un rato de narración. William miró hacia el cielo por la ventana e intervino.
–Ya cae la noche; debemos irnos.
Remus se giró a verlo con ojos suplicantes y el pelirrojo negó:
–Lo siento Remus. Esto fue únicamente para mostrar nuestras intenciones.
Severus estuvo de acuerdo y es que los ojos grises de Sirius Black los seguían viendo con odio. Y eso no iba cambiar por solo una visita.
…
Muchísimas gracias AnaM1707, noona-kane y giulianacontesso.
