Capítulo XXV
Durante la ceremonia, Severus prestó poca atención, pero la suficiente para conocer los rostros de los nuevos alumnos.
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El par de vigilantes estaban dando la primera ronda de la noche y uno de ellos mencionó:
–¿Supongo que notaste lo de los barrotes desaparecidos en la celda del Black no?
–¿Los barrotes?
–¡¿No lo notaste?!
–No.
–¡Desaparecieron!
–Bueno este lugar es viejo, debieron estar oxidados.
–Oh por favor; si pudiera ser de ese modo; no sería la cárcel que es. Pero eso no es lo importante, si no que el reo no ha sido desmentorizado, esas cosas no han aprovechado la oportunidad y lo dejaron en paz.
–Eso es imposible; seguro que no lo han notado y si ese es el caso debemos avisar, pues nos culparan si algo como eso sucede.
–Te lo conté, porque me pareció extraño, pero dudo que a alguien le importe si ese asesino le ocurre un accidente.
El otro guardia negó categóricamente:
–Te he dicho que te informes de las novedades.
–No me agrada leer el periódico.
–Lo sé, y por eso te iluminaré. Resulta que me dio curiosidad saber más de ese visitante que vino a ver a Black y es que ambos sabemos que eso de que lo dejaran pasar a su celda no pudo ser por amabilidad de nuestros jefes...
–Obviamente pagó mucho por ello.
–Exacto y pues busqué en algunas secciones financieras y parece que los Malfoy son socios de Severus Snape y se menciona que su fortuna va en aumento.
–Lo que nos interesa ¿por...?
–Amigo mío, si Snape vino a visitar al Black es porque está interesado en él y si algo le pasa a este, su dinero hará que a nosotros nos despidan por no cuidarlo ¿comprendes ahora?
–Así que avisaremos.
–Si.
–Pues tendremos que avisar de la otra.
–¿Otra está igual?
–Sí; pero en esa si he tenido que alejar a los Dementores.
–¡Oh por la calzas de Merlín!
El que exclamó eso, avanzó veloz hacia las oficinas urgiendo a su compañero para que lo siguiera.
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Alexander Corvinus se hallaba contento con esa visita; no obstante no olvidó que el grupo no estaba completo, por lo que los guardias que tenía vigilando a Severus Snape seguían haciendo su labor y enviándole informes. El inmortal no escatimaba en precauciones, no en vano había vivido tanto tiempo y conociendo la falsedad y avaricia de muchos humanos no importaba si eran magos o muggles y un millonario siempre atraía a delincuentes probablemente una vez o nunca, pero no se arriesgaba con la seguridad de ninguno de ese grupo.
Alexander guió a sus invitados por su gran buque y rió contento al ver como el par de niños chillaban emocionados admirando todo y es que cualquier cosa les llamaba la atención, pues nunca habían conocido un barco.
Las parejas de adultos igualmente conversaban acerca del lugar, pues era todo muggle.
Los ultimo en la fila y más ensimismados en ellos mismos, eran Regulus y William.
Al momento en que el grupo disfrutaba la imagen del ocaso donde el sol y el mar se encontraban. Lucius se tambaleó un poco, sin embargo solo Remus lo notó y le preguntó.
–¿Te mareaste?
–Un poco.
–Le pediré a Alexander que nos permita un lugar donde te puedas recostar.
Lucius estaba por negarse, pero su estómago revuelto evitó aquello. Remus llamó discretamente al mayor de los Corvinus y este a su vez llamó a uno de sus guardias, para que guiara a la pareja a una de las habitaciones de invitados, todo realizado muy discretamente, ya que el orgullo del Malfoy estaba en juego. Lupin se acercó de nuevo al grupo y aferrando el brazo de su rubio platino, llamó:
–Lo siento, creo que no debí comer tanto esta tarde. Descansaré un poco.
Todos los vieron y asintieron viendo como Lucius acompañaba a su pareja.
Alexander vio con cariño el gesto empático de Remus y luego volteó a ver a Draco y Harry que daban tumbos por la cubierta, pero sin dejar de correr, Lucius debería de aprender de la honestidad de su hijo.
La pareja de rubios arribó al camarote y Remus le quitó la túnica a Lucius sin usar su varita. Luego lo ayudó a recostarse y aflojar la ropa de debajo, le quitó los zapatos y luego es se alistó de igual modo, con un pase de varita. Se acomodó en la cama y acarició el cabello platino. Remus mimó a su amante, sin dejar de admirar la puesta de sol, Alexander les prestó un camarote con un gran ventanal.
Con las caricias, el olor y uno que otro ocasional beso sobre su rostro. Lucius se quedó dormido. Remus lo imitó unos diez minutos más tarde.
Los hijos Corvinus y los pequeños cenaron; aunque esta vez a los chiquillos se les perdonó que no comieran mucho, pues sus caritas reflejaban igualmente algo de malestar, pero combinando con sueño. Alexander se ofreció a llevarlos a una habitación especial para ellos, dejando en una cómoda intimidad a los gemelos y respectivas parejas que relataron algunas anécdotas de su niñez cuando los primos se juntaban.
La velada terminó casi a media noche y Narcissa fue a ver a los menores, encontrando que el cuarto era exactamente la réplica de los de las revistas de diseño. Con camitas en forma de autos, juguetes y libros, lo interesante es que hasta incluía un abuelo que dormitaba en una mecedora –que se notaba muy cómoda. La rubia vio la imagen y sintió una risita que le despeinaba el rizo cerca de su oreja.
–Mi padre ya se considera abuelo oficial.
–Eso veo.
La pareja sonrió cómplice y dejaron al trio dormir, para irse a su habitación, con ese guardián dudaban que los niños estuvieran en peligro.
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Sus ojos se abrieron y Lucius buscó el calor de su pareja. Remus despertó al sentir su movimiento y preguntó:
–¿Ya mejor?
–Si. Inclusive tengo hambre.
–Ya que lo mencionas. –Remus se incorporó y llamó a su amante. – Solo incorpórate un poco. Llevaré la mesa hasta la cama.
Lucius obedeció a su lobo y vio que una mesa plegable con servicio, se encontraba cerca de los sillones.
Lucius esperó y para su beneplácito; el menú –el suyo– constaba de algo ligero, ensalada acompañando carne blanca, fruta y agua.
En cambio el de Remus que no le mostró a Lucius constaba de deliciosos mariscos y carnes rojas en varios platos con verduras al vapor o ensaladas tropicales, sin faltar el postre que constituía tres platos de chocolate en diferentes presentaciones, mousse, pastel y frutas cubiertas.
–Espera cariño. También dejaron una pastilla para evitar los mareos. Son de las que ustedes crearon para vender.
–Oh ya veo, no me hará daño.
Era un gran secreto que la medicina producida en Pfizer con ayuda de ellos, era tratada para que los magos pudieran tomarla sin sufrir molestias, sin embargo no se dio esa información a nadie para evitar el contrabando entre ambos mundos.
Tomando esas precauciones, los dos magos cenaron, más tarde se sentaron a deleitarse con la oscuridad y la inmensidad del mar; esa era una oportunidad que no tendrían en muchas ocasiones.
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Era otro día y cerca de su hora de salida, pero aun sabiéndolo; su jefe, los envió a vigilar que las rejas de la celda de Sirius Black fueran reparadas, ya que habría una visita más tarde para el tipo.
Los guardias apresuraron al trabajador y este tuvo que acelerar el proceso, obviamente era ayudado por magia para subir hasta la ventana, por lo que si quedaba el trabajo o no, era poco importante, después de todo el reo no podría subir sin ayuda.
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Los invitados de Alexander, decidieron regresar esa tarde a Wiltshire, más por la mañana, quisieron seguir dando ese paseo, con la medicina para el mareo, ahora si todos se hallaban en cubierta disfrutando de los rayos del sol y la brisa marina.
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El aviso había llegado a sus jefes y los guardias dejaron más tarde del horario de su turno, por lo que ya no les importó si los arreglos se hicieron en ambos casos, ya les tocaría al otro turno.
Sirius vio con melancolía como le quitaban de nuevo ese lujo, el de ver el cielo o la niebla sin que hubiera barrotes de por medio; no obstante deseó creer en la promesa de Remus y esperar porque el amigo de Moony volviera a quitar las barras.
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Las clases de Severus le fueron tranquilas, ya que siendo la primera del año, solo hubo presentaciones y reencuentros con los grados superiores. Algunos alumnos se sorprendieron gratamente de que el maestro no los pusiera a trabajar de inmediato, pero ni de locos lo mencionaron.
Severus cerró su turno de clases a eso del mediodía y buscó al Director para informarle que tenía un compromiso, por lo que se retiraba del Colegio, en ese momento.
Albus no se negó, pues estaba muy ocupado vigilando que los alumnos de nuevo ingreso se hallaran tranquilos y contentos.
El pocionista aprovechó que el anciano no le puso mucha atención y se retiró presuroso. Claro que deseaba ver a Alexander Corvinus, más igualmente quería llevar noticias de Sirius a Regulus.
El pocionista llegó una hora posteriormente a Azkaban y allí, se alegró de recibir el mismo trato deferente, lo que le dio otro poco de confianza en lo que iba a hacer. No hubo nada fuera de lo normal o lo que es lo mismo los tramites de la vez anterior. Solo algo cambió y fue interesante. Uno de los jefes de Azkaban llegó antes de que Severus entrara a los pasillos y saludó zalamero al pocionista.
–Señor Snape. Bienvenido, lamento que no podamos ser mejores anfitriones, pero usted comprenderá que aquí no es un lugar con lujos.
Severus tuvo que evitar rodar los ojos, sin embargo respondió:
–Sí, lo comprendo.
Para el mago de cabello oscuro eran siempre algo muy sorprendente ver como los galeones que poseía hacían cambiar las actitudes para con su persona.
–Referente a eso, me atrevo a considerar que el que Sirius Black este cómodo es importante...
–Si. Supongo que dentro de lo que es ser un prisionero.
–Por supuesto. La verdad es que desconozco el motivo, puede ser descuido de mis antecesores o la vejez del lugar; el caso es que los barrotes de...
Snape dejó de escuchar sabedor de lo que ese mago con actitud servil diría y lo dejó terminar.
–Se hicieron los arreglos que no se hallaban en nuestro presupuesto. Con estos tiempos que corren el Ministerio no puede darnos mucho y...
–Entiendo; déjeme cual es la cantidad con los guardias y se la enviaré en cuanto salga de aquí.
–Oh gracias señor Snape.
Severus esta vez sí rodó los ojos, pues ese chucho ya les costaba muchos galeones y aun se hacia el digno.
La varita fue decomisada y de ese modo lo llevaron a la celda de Sirius a quien –en esta ocasión– no arreglaron y que fue lo primero que Severus notó.
Cuando los dejaron a solas, el profesor bufó:
–O sea que lo de estar cómodo no incluye un mínimo de aseo para ti.
El animago salió de su estupor y es que no creyó que solo estuviera Severus Snape en su celda, sin Remus o su amigo pelirrojo.
–¡¿Y Remus?! Creí que él era el que iba a venir.
Snape negó y caminó un poco por el reducido lugar, mirando hacia...
–No vino. ¿Pusieron nuevas rejas en la ventana?, creí que solo era un engaño.
–Lo hicieron hoy, supongo que por tu visita. Lo que hace el dinero.
–Ciertamente tiene sus beneficios; aunque tú debes saberlo bien, naciste en una familia acomodada.
–Y tú eres un nuevo rico ahora, tienes la ventaja, yo desde que hui de mi casa no he gozado del exceso de fortuna. ¿Y?
–¿Y qué?
–¿Pues que se siente ser aceptado por lo menos por tu dinero?
Snape escuchó el antiguo Sirius Black en esa frase, ese que se regodeaba en humillar a los otros. Por lo que respondió de la misma manera.
–Ese dinero o el reconocimiento como lo desprecias al mencionarlo; me ha costado, y ha sido gracias a mi trabajo, yo no heredé nada. Toda mi fortuna la estoy creando yo y si la quiero usar o regalar no haré reverencias con algo que no me costó. Mi cerebro es quien ha producido y seguirá produciendo mis galeones y... libras.
Sirius entrecerró los ojos; obviamente Severus no se iba dejar si lanzaba esa puya. El animago se incorporó y vio al pocionista.
–Comprendí a Remus y su amistad que lo trajo aquí, inclusive imagino que fue él quien te arrastró; lo que no termino de comprender es ¿Por qué aceptaste?
–Te lo dije ese día; soy quien mejor te comprenderá por lo menos en la situación que te trajo aquí. Y como sospechas Remus fue una gran fuerza para que yo viniera. Además los gemelos Corvinus vieron todos tus recuerdos, incluidos los de nosotros en el Colegio, no les agradó; me dejaron la decisión de ayudarte o no hacerlo.
–¿Y cómo es que te convenció Moony para ayudarme?
Severus sonrió de lado. No podía decirle a Black de Harry, no todavía.
–Hubo muy buenas razones. Depende de ti decidir si todo esto es una pérdida de tiempo o no.
El Black se acercó un poco al pocionista, no deseaba incomodar a este con su olor corporal, aun poseía un poco de amor propio.
–Sería un idiota si no tomara la oportunidad que se me da, así venga de mis enemigos naturales.
–¡Oh por Merlín!
–O eso pensaba ya no estoy seguro. Hay tantas cosas que analizas con más claridad estando preso, que quiero su ayuda y salir para mostrar mi inocencia.
–Bueno de hecho saldrías legal...
Gritos y estruendos se escucharon y ambos magos miraron hacia la puerta cerrada. Reconocieron los aullidos victoriosos de...
–¡No puede ser! –exclamó Sirius.
...
Un gran abrazo gatuno de agradecimiento a los comentarios de noona-kane, AnaM1707 y Eimi Romane.
Presumiendo los dibujos que noona-kane ha hecho de este fic. ¡Hermosos!
